No se me va de la cabeza la acusación de la diputada popular, MartaTorrado,
cuando tachó de «rancio» al feminismo desde la tribuna del Congreso.
Ella, que está allí, precisamente gracias al feminismo. Disfrutar de las
conquistas sociales desvinculándolas del movimiento que las consiguió
o, incluso, atacándolo es, por desgracia, muy común. Mucho más cuando
del feminismo se trata.
Los nombres de quienes lucharon para hacer
posible la extensión y el reconocimiento a las mujeres de los derechos
civiles, políticos y sociales son desconocidos y se invisibiliza el
papel decisivo del movimiento feminista en la abolición de la esclavitud
o en la consecución del sufragio universal.
El efecto de esta «ablación
de la memoria», como afirma Amelia Valcárcel,
es un déficit de legitimidad del feminismo, pues parece que las
reivindicaciones de las mujeres nazcan de cero en cada generación. Se
sustrae así a las mujeres de su memoria histórica como grupo oprimido
pero también como protagonistas de luchas políticas y, por tanto,
pierden, perdemos, legitimidad y eficacia política.
Y tenemos un
largo recorrido ya. Las promesas emancipatorias del proyecto ilustrado,
basadas en la libertad y la igualdad de los individuos, se formularon
abstractamente en términos universalizadores pero se revelaron
excluyentes cuando se concretaron normativamente.
Y de la decepción e
irritación de las mujeres por su exclusión del proyecto ilustrado surge
la primera ola del feminismo en el s. XVIII: la vindicación de igualdad
con los derechos reconocidos a los hombres. La abolición del esclavismo y
la presión de las revoluciones obreras supondrán la extensión de los
derechos políticos a todos los hombres, pero no a las mujeres; comienza
así, en el s. XIX, la segunda ola feminista: el sufragismo, que prosigue
con las vindicaciones de igualdad.
A mediados del s. XX, el
reconocimiento del derecho a la igualdad y no discriminación por razón
de sexo se generaliza, pero asimilando a las mujeres a los hombres e
identificando a éstos y a sus intereses con el único modelo normativo de
lo humano. De ahí que surja, en el contexto de las revoluciones
sesentayochistas, la tercera ola feminista, con el lema «lo personal es
político». Y, aun reconociendo los avances que se han producido en la
consecución de una igualdad efectiva, en ello estamos todavía en el
s.XXI.
La Plataforma Feminista de Alicante ha impulsado la
organización de la tradicional manifestación del 8 de marzo de una forma
diferente, pues ésta irá encabezada por un desfile representativo de
esas «olas del feminismo» que contribuya a fortalecer nuestra memoria
histórica. Por el centro de Alicante desfilarán desde las
revolucionarias francesas a las Femen para mostrar a la ciudadanía este
largo recorrido histórico de las mujeres en la conquista de la igualdad
¿Te apuntas?
(plataformafeministalicante@gmail.com)
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