viernes, 27 de noviembre de 2009

“Mujer, transexual e inmigrante es la fórmula para que no te contraten”


Ya tiene el auto judicial que la reconoce legalmente como mujer y está a la espera de recibir su nuevo DNI. La operación llegará más tarde. Sonia Fernández Rodrigo, madrileña de 36 años, se considera afortunada: cuando comunicó a su jefe los cambios que iba a emprender en su vida, él le dijo: “¿Tú eres feliz? Pues genial”. En su barrio también la han aceptado sin problemas, pero es consciente de que su caso es más bien excepcional. Por eso está comprometida en la defensa de las personas transexuales y en su inserción social. Desde hace un año coordina el Área Transexual de COGAM, la principal asociación de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales de la Comunidad de Madrid.

Pregunta. ¿Qué demandan las personas transexuales cuando acuden a su asociación?
Respuesta. Básicamente información, la mayoría vienen ya sabiendo lo que quieren y solamente necesitan una pequeña guía. Pero hay otras que no saben ni siquiera por donde empezar, porque parece mentira que a pesar de que lleve dos años funcionando la Unidad de Identidad de Género del hospital Ramón y Cajal, todavía hay muchos centros de salud que desconocen los protocolos de atención.

P. ¿Cómo está funcionando esa unidad?
R. En líneas generales está funcionando bien, tanto la atención endocrinológica y psicológica, como las derivaciones a cirugía. De hecho, la lista de espera para las operaciones no es exageradamente larga y a veces te avisan con poco tiempo de que tienes que ingresar.

P. ¿Entonces el problema está en los médicos de cabecera, que siguen sin saber cómo atender a las personas transexuales?
R. Así es, todavía hay muchísimos médicos de atención primaria que desconocen el protocolo y te mandan primero al centro de especialidades, cuando la derivación debería ser directa a la unidad del Ramón y Cajal. Muchas veces nos vemos obligados a actuar desde COGAM: imprimimos el protocolo para que lo lleven a su médico de cabecera y vean que es cierto, que la derivación es directa.

P. Sólo unas pocas comunidades autónomas cuentan con unidades especializadas en trastornos de identidad de género. ¿Qué ocurre en el resto de España?
R. La problemática fuera de Madrid es que no todos los endocrinólogos están preparados para afrontar un tratamiento de terapia hormonal: no siempre conocen qué tipos de estrógenos o de testosterona han de recetar y en qué dosis. Entonces, donde no existen unidades especializadas, muchas personas transexuales se ven sujetas casi a experimentos de prueba y error. Lo mismo pasa con los psicólogos y psiquiatras: no avanzas mucho si das con uno que no tiene experiencia en transexualidad.

P. ¿Qué les diría a quienes piensen que la sanidad pública no debería financiar las operaciones de cambio de sexo porque hay otros problemas prioritarios?
R. Les diría que la transexualidad conduce en muchos casos a intentos de suicidio, que para nada es un capricho estético. Una caries no induce al suicidio, un caso de transexualidad sí, porque cuando tienes un cuerpo que no te corresponde vives todos los días en la amargura.

P. Una de las cuestiones polémicas de la Ley de Identidad de Género del año 2007 es que los menores de edad necesitan autorización judicial para someterse a una operación de cambio de sexo. ¿Cuál es su postura?
R. Me parece lo menos correcto que sea el juez quien decida. Si alguien debe tener la tutela es la propia persona, avalada por un médico. Es incomprensible que con 16 años una chica pueda abortar pero no decidir sobre su propia identidad. No tiene por qué tener la responsabilidad un juez que no sabe lo que es la transexualidad.

P. La inserción laboral es uno de los principales problemas de las personas transexuales. ¿Cuáles son las dificultades para encontrar trabajo?
R. Primero la falta de formación, porque muchas han tenido que abandonar los estudios a corta edad. También influye mucho la estética a la hora de presentarse en una entrevista de trabajo; si se les nota sobremanera que son personas transexuales, especialmente mujeres, en el 80% de los casos –por no poner un porcentaje mayor– la frase que escuchan es “ya te llamaremos”. Poco importa que puedas tener tres carreras que no te contratan si no tienes aspecto de mujer.

P. COGAM dispone de una bolsa de empleo para tratar de paliar este problema. ¿Qué resultados está dando?
R. En estos momentos está tan parada por la crisis como cualquier otra del país. Lo que diferencia a nuestra bolsa es que tratamos de concienciar a las empresas para que no tengan problemas en contratar a personas transexuales. La ventaja de buscar trabajo con nosotros es que cuando van a una entrevista, en la empresa ya saben que son transexuales y van a basar la selección en la experiencia, en el currículum de la persona, y no en el DNI.

P. ¿La prostitución es una salida forzosa ante la problemática laboral?
R. La gran mayoría de las que ejercen la prostitución, o el trabajo sexual, mejor dicho, se ven obligadas porque no encuentran trabajo. El condicionante de ser mujer, transexual e inmigrante es prácticamente la fórmula para que no te contraten, tengas los títulos que tengas. También es cierto que hay un porcentaje minoritario que sí que ejerce el trabajo sexual de forma voluntaria.

P. La postura de su colectivo es favorable a la regulación del trabajo sexual…
R. Sí, claro.

P. ¿Por qué?
R. Apenas nos dan opciones a las personas transexuales a tener trabajo con una nómina y la mayoría se ven forzadas al trabajo sexual. Por lo tanto, qué menos que esté regularizada esa práctica: que coticen a la Seguridad Social, que paguen sus impuestos, que tengan acceso a los servicios médicos, que si se ponen enfermas puedan coger una baja y no verse en situación de desamparo. En fin, esos derechos a los que tenemos derecho todas las personas que trabajamos.

P. Asociaciones de todo el mundo han puesto en marcha una campaña para que la transexualidad deje de ser considerada una enfermedad en 2012. ¿Son optimistas al respecto?
R. No está fácil porque entre los responsables de tomar la decisión hay personas totalmente contrarias a la transexualidad, que la abordan desde el punto de vista de curarla, obligando a que se viva bajo la identidad con la que supuestamente se ha nacido.
De todas formas, en COGAM no estamos a favor de todos los puntos de esa campaña. A mí lo que realmente me discrimina no es que sea considerada la transexualidad una patología psiquiátrica sino el criterio que siga el psiquiatra para diagnosticarla. El papel que dice que tengo una disforia de género [el nombre que recibe la patología] sólo lo veo dos veces en mi vida: una cuando visito al endocrino y otra en el Registro Civil.

P. Entonces, la despatologización de la transexualidad no es prioritaria para ustedes…
R. Es más prioritario un protocolo único de actuación: no puede ser que cada psiquiatra aplique a su antojo los criterios de diagnóstico. Fuera de Madrid, algunos te empujan a vivir bajo la identidad con la que te identificas antes de empezar el proceso de cambio de sexo. De esta forma, te hacen esperar más de lo necesario para empezar el proceso, con los problemas de visibilidad que supone.

P. Una de las situaciones comprometidas para un transexual es tener que enseñar el DNI, donde figura un sexo que no se corresponde con su aspecto físico, ¿ha tenido algún problema de este tipo?
R. Han sido anécdotas más que problemas. Una vez en Alcampo, al ir a pagar con tarjeta de crédito, enseñé el carné y me dijeron: “sí, muy bien, pero tiene que venir él a firmar”. En Correos me pasó algo parecido cuando fui a recoger un paquete, me pidieron la autorización de “él” por escrito.

P. En este sentido, ¿ha supuesto una mejora la ley de 2007 que permite el cambio legal de sexo sin necesidad de operarse?
R. Es un gran avance para las españolas, pero aquí en Madrid el porcentaje mayoritario de mujeres transexuales son extranjeras, la mayoría latinoamericanas. En su caso, además de los dos años mínimos de hormonación y el certificado de disforia de género, tienen que esperar hasta obtener la nacionalidad para poder cambiar su sexo y nombre legalmente.

P. Los medios de comunicación han jugado un papel importante en la normalización de la homosexualidad. ¿Qué papel están teniendo en el caso de la transexualidad?
R. La imagen que transmiten no se corresponde con la realidad. El tema transexual, cada vez que sale en televisión, es con estereotipos: una mujer dedicada al trabajo sexual o al espectáculo. Podemos tener cualquier tipo de profesión, pero en televisión sólo aparecen personajes que venden, y eso nos hace un flaco favor a quienes tratamos de llevar una vida normal. A mí es difícil que me llamen de ninguna televisión porque mi vida es de lo más aburrida: trabajo limpiando en un garaje.

P. ¿No ha habido ningún referente positivo en la televisión?
R. La única vez que se ha tratado con normalidad a una mujer transexual ha sido en el papel que tenía Carla Antonelli en “El síndrome de Ulises”. Aunque ella ha aparecido en otras ocasiones bajo los estereotipos, su papel en la serie ha favorecido bastante. Quizá lo que falta, igual que ha pasado con la homosexualidad, es que haya personajes transexuales en series juveniles como “Física o química”.

P. ¿Cuál es la problemática de los jóvenes transexuales?
R. En muchas ocasiones dejan de estudiar para no ser discriminados: por el acoso de compañeros o por no ser tratados conforme a su identidad. Imagínate que eres una chica y en clase te llaman siempre Felipe, es una presión que te va deprimiendo. Facilitaría la integración que se le tratase como chica, aunque sea de forma interna y luego no figure en los papeles.

P. Existen muchos tabúes sobre la transexualidad; uno de ellos, la creencia de que es difícil encontrar pareja…
R. Las dificultades son las mismas, quizá un poco más difícil según el momento de la transición. Puede suponer un hándicap no habiéndote sometido a una reasignación genital, pero si verdaderamente esa persona te quiere, no tiene por qué ser un condicionante. Si tratas de tener una relación de pareja seria creo que lo más apropiado es plantearle la situación a la persona y que tome sus decisiones. Si vas con sinceridad, la relación puede funcionar, independientemente de que no haya procreación de por medio.