miércoles, 28 de julio de 2010

¿Podemos cambiar el Mundo sin tomar el Poder?

Un texto crucial para incitar a la reflexión y al debate.

John Holloway

¿Podemos cambiar el Mundo sin tomar el Poder?

1. No sé la respuesta. Tal vez podamos cambiar el mundo sin tomar el poder. Tal vez no. El punto de partida – para todos nosotros, creo, es la incertidumbre, el no saber, la búsqueda común para un camino hacia delante.

2. Estamos buscando una salida porque se vuelve más claro con cada día que el capitalismo es una catástrofe para la humanidad. Un cambio radical en la organización de la sociedad, es decir, una revolución, es más urgente que nunca. Y esta revolución, para ser efectiva, tiene que ser una revolución mundial.

3. Pero no es muy probable que podamos hacer una revolución mundial de un solo golpe. Esto significa que la única forma de concebir la revolución es como revolución intersticial, como una revolución que brota de los intersticios del capitalismo, un revolución que ocupa espacios en el mundo mientras el capitalismo todavía existe. La pregunta es cómo concebir estos intersticios, si pensamos en ellos como estados o de otra forma.

4. La mejor forma de pensar en esta cuestión es empezar desde donde estamos, es decir desde las muchas rebeldías e insubordinaciones que nos trajeron a Porto Alegre. El mundo está lleno de rebeldías, de gente que dice NO al capitalismo: NO, no vamos a vivir nuestras vidas según los requerimientos del capitalismo, vamos a hacer lo que nosotros consideramos necesario o deseable, no lo que el dinero nos dice que tenemos que hacer. A veces vemos el capitalismo como un sistema total de dominación y olvidamos las rebeldías que existen por todos lados. A veces estas son tan chiquitas que ni los involucrados mismos las perciben como rebeldías contra el capitalismo, pero muchas veces son proyectos colectivos buscando un camino alternativo y a veces son tan grandes como la selva lacandona o el argentinazo de hace tres años o la revuelta boliviana. Todas estas rebeldías o insubordinaciones están caracterizadas por un impulso hacia la auto-determinación, un impulso que dice “NO, ustedes no nos van a decir qué tenemos que hacer, nosotros mismos vamos a decidir lo que tenemos que hacer o lo que queremos hacer."?

Estos Nos, estas rebeldías se pueden ver como fisuras o grietas en el sistema de dominación capitalista. El capitalismo no es (en primer lugar) un sistema económico sino un sistema de mando. Los capitalistas, a través del dinero, nos mandan, nos dicen lo que tenemos que hacer. La pregunta para nosotros, entonces, es cómo multiplicar y expandir estos NO, estas grietas en el tejido de la dominación.

5. Hay dos formas de pensar en esta pregunta:

a) La primera dice que a estos movimientos, estas muchas insubordinaciones les carece madurez y efectividad si no están enfocados, si no están canalizados hacia una meta. Para que sean efectivos, es necesario que sean canalizados hacia la conquista del poder estatal, sea a través de las elecciones, sea a través del derribo del estado actual y la instauración de un nuevo estado revolucionario. La forma organizativa para canalizar todas estas insubordinaciones hacia esta meta es el partido.

La cuestión de si tomamos o no tomamos el poder estatal tiene que ver no tanto con las intenciones para el futuro sino más bien con cómo nos organizamos en el presente. ¿Deberíamos formar un partido o afiliarnos a un partido, un forma de organización que enfoca nuestro descontento en la meta de ganar el poder estatal? ¿O deberíamos organizarnos de otra manera?

b) La segunda manera de pensar en cómo expandir y multiplicar las insubordinaciones es decir “No, no deberíamos acoplar todas estas insubordinaciones en un partido, deberían florecer libremente, ir a dónde las lleve la lucha.�? Esto no quiere decir que no debería haber una coordinación, pero debería ser una coordinación mucho más floja. Y sobre todo el punto de referencia no es el estado sino la sociedad que queremos crear.

6. El argumento principal en contra de la primera concepción es que nos lleva en la dirección equivocada.

El estado no es una cosa, no es un objeto neutro: es una forma de relaciones sociales, una forma de organización, una manera de hacer las cosas que ha sido desarrollado durante varios siglos con el objetivo de mantener y desarrollar la dominación del capital. Si enfocamos nuestras luchas en el estado, o si tomamos al estado como nuestro punto de referencia principal, tenemos que entender que el estado nos jala en cierta dirección. Sobre todo, trata de imponer una separación de nuestras luchas de la sociedad, de convertir nuestras luchas en luchas en nombre de o en beneficio de. Separa a los líderes de las masas, a los representativos de los representados, nos lleva a otra forma de hablar, otra forma de pensar. Nos jale hacia una reconciliación con la realidad y esta realidad es la realidad del capitalismo, una forma de organización social basada en la explotación y la injusticia, en matar y destruir. Nos jala también a una definición espacial de nuestra actividad, una definición espacial que hace una distinción clara entre el territorio del estado y el mundo de afuera, una distinción clara entre los ciudadanos del estado y los extranjeros. Nos lleva a una definición espacial de la lucha que no tiene ninguna posibilidad de parar el movimiento global del capital.

Hay un concepto clave en la historia de la izquierda estadocéntrica y este concepto es traición. Una y otra vez, los líderes han traicionado al movimiento, y no porque son gente mala necesariamente, sino simplemente porque el estado como forma de organización separa a los líderes del movimiento y los integra en un proceso de reconciliación con el capital. La traición ya está inscrita en el estado como forma de organización.

¿Podemos resistir este proceso de integración? Por supuesto que sí, es algo que pasa todo el tiempo. Nos podemos negar a que el estado identifique a líderes o representativos permanentes del movimiento, podemos impedir que los delegados negocien en secreto con el estado. Pero esto implica entender que nuestras formas de organización son diferentes de aquellas del estado, que no hay ninguna simetría entre los dos lados. El estado es una organización en nombre de o para el beneficio de, lo que nosotros queremos es la organización de la auto determinación, una forma de organización que nos deja articular lo que nosotros queremos, lo que nosotros decidimos, lo que nosotros consideramos necesario o deseable. Lo que queremos, en otras palabras, es una forma de organización que no tiene el estado como punto principal de referencia.

7. El argumento en contra de tomar al estado como punto central de referencia está claro, pero ¿qué decimos del otro concepto? El argumento estadocéntrico se puede ver como un concepto de lucha que está organizado alrededor de un pivote. En este concepto, el movimiento de la lucha tiene un pivote central, que es la conquista del poder estatal. Primero concentramos nuestros esfuerzos en la conquista del estado, nos organizamos para eso, y luego, una vez que tengamos el poder estatal, podemos pensar en otras formas de organización, podemos pensar en cambiar la sociedad. Primero vamos en una dirección para poder ir en la otra después. El problema es que la dinámica adquirida en la primera fase se puede difícilmente desmantelar en la segunda.

El otro concepto se concentra directamente en el tipo de sociedad que queremos, sin pasar por el estado o la conquista del poder. No hay ningún pivote: la organización es directamente prefigurativa, directamente enfocada en el tipo de relaciones sociales que queremos crear. Mientras que el primer concepto ve la transformación de la sociedad como algo que pasa después de la conquista del poder, el segundo insiste en que debe empezar ahora. Revolución no cuando el momento sea correcto, sino revolución aquí y ahora.

Esta prefiguración, esta revolución aquí-y-ahora es sobre todo el impulso hacia la autodeterminación. La autodeterminación no puede existir en la sociedad capitalista no puede existir. Lo que sí puede y que sí existe es el impulso hacia la autodeterminación, el moverse en contra de la determinación ajena, la determinación por otros. Este moverse en contra de la determinación ajena es necesariamente experimental, pero tres cosas están claras:

a) El impulso hacia la auto-determinación es necesariamente un movimiento contra dejar a otros que ellos decidan por nosotros, en nuestro lugar. Por lo tanto es un movimiento en contra de la democracia representativa, por la creación de algún tipo de democracia directa.

b) El impulso hacia la autodeterminación es incompatible con el estado, ya que el estado es una forma de organización que toma nuestro lugar, que decide por nosotros y por eso nos excluye.

c) El impulso hacia la autodeterminación no tiene ningún sentido si no tiene como punto central la autodeterminación de nuestro trabajo o de nuestro hacer. Necesariamente está dirigido en contra de la organización capitalista del trabajo. Es decir que estamos hablando no solamente de democracia sino de comunismo, no solamente de rebeldía sino de revolución.

8. Pienso que es en el segundo concepto que nos tenemos que concentrar. El hecho de rechazar el concepto estadocéntrico no significa obviamente que el otro concepto no tenga sus problemas. Veo tres problemas principales, pero ninguno de estos es una razón regresar al concepto estadocéntrico:

a) El primer tema es la represión estatal y cómo enfrentarla. No creo que la respuesta sea armarnos para derrotar al estado en una confrontación abierta: probablemente perderíamos y de todas formas implicaría reproducir precisamente las relaciones sociales autoritarias contra las cuáles estamos luchando. Tampoco pienso que la respuesta es tomar control del estado para controlar el ejército y las fuerzas policiales: el uso del ejército y de la policía en nombre de la gente entra en conflicto obviamente con las luchas de aquellos que no quieren que nadie actúe en su nombre. Esto nos deja con el intento de disuadir el estado de ejercer su violencia en contra de nosotros: posiblemente implicaría algún grado de resistencia armada (como en el caso de los zapatistas) pero me parece que el punto central es el grado de arraigamiento de la rebelión dentro de la comunidad local y global.

b) El segundo tema es si realmente podamos desarrollar haceres alternativos (o una actividad productiva alternativa) en los intersticios del capitalismo, y hasta qué punto podamos crear un nexo social alternativo (que no sea el valor o el mercado) entre estas actividades. Hay muchos experimentos que apuntan en la dirección de algún tipo de solución (como las fábricas recuperadas en Argentina, pro ejemplo, y las posibilidades dependen obviamente de la escala del movimiento mismo, pero esto sigue siendo un problema central. ¿Cómo pensar en una determinación social de la producción y distribución que se mueva desde abajo (desde las revueltas intersticiales) y no de una organización central de planeación?

c) El tercer tema es la organización de la autodeterminación social. ¿Cómo organizar un sistema de democracia directa en una escala que va más allá de lo local en una sociedad compleja? La respuesta clásica es la idea de consejos o asambleas vinculados por un consejo de consejos compuesto por delegados inmediatamente revocables. Esta idea me parece básicamente correcta, pero está claro que aún en grupos pequeños la operación de la democracia siempre está problemática, así que la única forma de concebir en la democracia directa es como proceso constante de experimentación y de auto educación.

9. ¿Podemos cambiar el mundo sin tomar el poder? La única forma de saber es haciéndolo.

Preguntando caminamos.

CHILE: ERRAZURIZ


Por Máximo Kinast

Soy ateo. Sin desmedro de mi ateismo me gusta Jesús. Si existió o no existió es un tema irrelevante. La personalidad de Jesús es arrolladora, es enorme y es simpático. Me cae bien cuando era un niño preguntón y contestón. Me cae bien el joven amigo de las fiestas y de regarlas con buen vino. Me cae bien el hombre que va con publicanos y prostitutas. Me cae bien por ser pequeño (o mediano) burgués. (En su epoca y en su pueblo, el carpintero era como el cura, el boticario o el cabo de la Guardia Civil en cualquier pueblo pequeño de la España de hoy).

Pero lo que más me gusta de Jesús es su habilidad para rallar la cancha. Siempre puso las cosas muy claras, aunque habló con parábolas, no dejó dudas. No se si sus frases son suyas o es el pueblo que se las atribuye, pero da igual. El personaje queda bordado con ellas. "El que tenga ojos, que vea, y el que tenga oidos, que oiga". Y si aún así no quiere entender, pués que se joda.

Me gusta cuando dejó clarísimo eso de ’Dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios’. Esta totalmente en contra del Poder Temporal de las religiones, lo digo, para el que no haya entendido el mensaje.

Me gusta cuando dijo: "El que esté libre de culpa, que lance la primera piedra". No me gustan los curas pederastas que lanzan piedras (o anatemas o dicen misa) y estoy seguro de que a Jesús tampoco le gustarían.

Me gusta cuando dijo que los árboles se conocen por sus frutos, Y aunque creo que no lo dijo, a las personas también se las conoce por sus obras o por sus palabras. Y eso me trae al tema del tal Errázuriz, que dijo: "Justicia, si, pero no excesiva".

Ahí se retrató el hombrecillo. Clase alta, convencido de que hay más de una Justicia, lo que es verdad. La Justicia de ellos y para ellos y otra para el pueblo. Esta última seguramente es excesiva si se aplica a ellos o a sus servidores, pero aplicada al pueblo mapuche, por ejemplo, es insuficiente. ¡Que claro dejó la doble moral de la clase gobernante con su fracesita! Se le escapó, como una palabra fallida sobre la que los sicólogos freudianos tendrían mucho que decir. La gente común, como un servidor, sin ser sicólogos ni haber leido a Freud, cacha la onda y ve clarito el retrato del funesto personaje.

Este mismo hombrecito le dió la extremaunción, en un acto de caridad cristiana, al Innombrable Genocida Daniel López, alias Ramon Ugarte Pinochet o Augusto Pinochet Ugarte. Con tantos alias ya no recuerdo como era su nombre verdadero. Un acto de caridad cristiana con el perjuro que manchó para siempre el uniforme militar del Ejército de Chile; un cobarde que dirigió desde un bunker el asalto al Palacio de La Moneda, con aviones y con tanques, contra civiles armados con un bazooka y algunas metralletas; un mentiroso que dijo: "En Chile no se mueve una hoja sin que yo lo sepa", y también dijo: "No me acuerdo y si me acuerdo, no es verdad". A ese ’muerto de mierda’, como lo llamó el gran Benedetti, fue a darle la extremaunción. ¿A cuantos mapuches les ha dado la extremaunción? ¿A cuantos en Villa Francia, en La Victoria o en cualquier población?

Es el mismo hombrecito que ahora con la excusa de un falso Bicentenario propone cristianamente la libertad para los genocidas. ¡Que canallada!

¡Que falta de tino! No tiene idea de lo que significa la asimetría. El Genocidio fue una Política de Estado, implantada por las Fuerzas Armadas y Carabineros de Chile en contra de los chilenos que no estuviesen de acuerdo o que pensaran diferente. Los jóvenes civiles que tomaron las armas para defender la Democracia y la dignidad de Chile, lo hicieron amparados por todos los tratadistas del Derecho Internacional, desde Francisco de Vitoria (1483-86), hasta hoy, pasando entre otros por Juan Luis Vives (1492-1540), Francisco Suárez (1548-1617), Hugo Grocio (1583-1645) y por una buen cantidad de Padres de la Iglesia, que sostuvieron el derecho de los pueblos a oponerse (incluso por las armas) a las dictaduras.

No es lo mismo, aunque el tal Errázuriz lo crea así, el que toma las armas para defender su vida y su dignidad, que el que las toma para abrir cuentas en el Banco Riggs.

No es lo mismo combatir contra un Ejército, que secuestrar personas indefensas, como mujeres y niños, violar, robar, torturar, asesinar, ocultar cadáveres, lanzarlos al mar, dinamitar a los muertos y otras heroicidades por las que están condenados algunos genocidas de las Fuerzas Armadas y de Carabineros de Chile.

Como no es lo mismo, aunque el Cardenal no las conozca, la Cárcel de Alta Seguridad, o el penal de Colina I y Colina II, que el resort exclusivo de Punta Peuco. Ni este último tiene ningún parecido con Villa Grimaldi o con los otros centros de detención de la Dictadura.

Pero en Chile estamos acostumbrados a comulgar con ruedas de carreta, como el absurdo Bicentenario que sirve de excusa para la propuesta. ¿Bicentenario de que...? Hace doscientos años, los más ricos de Chile se juntaron en Cabildo Abierto para ver la mejor forma de seguir chupando del bote y para "defender este jiron de la Corona de nuestro amado soberano, Fernando VII". La verdadera Independencia de Chile se firmó en 1818, posiblemente el 12 de Octubre, por el documento firmado en Talca por O’Higgins y San Martín, aunque por esas fechas hubo varios documentos similares.

Igual ahora nos cuelan una Ley de Amnistía para genocidas si no utilizas tu sagrado derecho de pataleo.