Pese a que es una práctica proscrita por la comunidad internacional, no concentran tanta atención.
Ndaziona tiene 15 años, vive en
Malawi y está casada con un hombre que triplica su edad. Aunque ella no
está segura de cuántos años tiene él, asegura que es muy viejo.
“Tengo Siente meses de embarazo. Mi cuerpo tiene dolor y sufro.
Cuando pienso en eso, me da rabia y dolor. Tengo miedo del parto”,
cuenta Ndaziona en el documental ‘The Child Within’, de Camfed,
organización que trabaja por la educación de menores en África
subsahariana.
Su madre la obligó a casarse cuando solo tenía 13 años. “Antes de
casarme solía pensar mucho en la escuela, pero ahora no puedo volver
allá. No puedo correr, no puedo jugar…el sueño de mi corazón es volver a
la escuela”, añade.
Su rostro es el de una niña, pero su expresión es dura y triste.
La historia de Ndaziona no es única. Los datos de la Fundación Girls
not brides (niñas, no novias) indican que durante el 2010 unas 13,5
millones de niñas se casaron contra su voluntad.
El mayor número de estos casos ocurrió en los países africanos Niger y
Chad, y en el asiático Bangladesh, según un estudio del Centro
Internacional de Investigación de Mujeres (ICRW).
Es una práctica que, a diferencia de la guerra, el narcotráfico o el
terrorismo, pasa inadvertida y no aparenta gran amenaza para la
sociedad. Sin embargo, el fenómeno del matrimonio de niñas dejó a 75
millones de niñas por fuera de las aulas escolares, donde deberían
estar.
También provoca el aumento de la pobreza, el maltrato a las mujeres,
aumento en las infecciones de Sida en una población especialmente
vulnerable y una alta tasa de mortalidad entre niñas embarazadas y sus
bebés.
“El matrimonio de niñas es una espantosa violación de los Derechos
Humanos y priva a las niñas de su educación, salud y planes de largo
plazo. Una niña casada es una chica cuyo potencial no será alcanzado”,
dice Babatunde Osotimehin, directora ejecutiva de United Nations
Population Fund, organización que busca que los jóvenes alcancen un
pleno desarrollo.
Otros casos
Melka es una profesora de Etiopia. Escapó de la casa de su esposo
cuando tenía 22 años. Ahora tiene 29 y se dedica a enseñar a las niñas
sus derechos y evitarles el dolor que ella tuvo que vivir a los 15 años,
cuando su madre y padrastro la obligaron a casarse.
“Cuando llegué a mi casa había mucha gente vestida. Mi madre no me
dijo qué pasaba. Solo me dio un vestido para usar. Intenté huir, pero me
golpearon. En la ceremonia me asusté, porque no conocía al hombre que
estaba a mi lado”, dice Melka en el reconocido documental ‘Standing Up
To Early Marriage’, de la organización Care.
Y luego añade: “Me llevó a su casa en otra villa y me empujó en su
cuarto. Yo gritaba, pero nadie hacía nada. ¡Él era tan viejo! Sus amigos
me pegaron para que entrara al cuarto. Desperté en el hospital, todo mi
cuerpo me dolía. Apenas movía los ojos, ni siquiera podía moverme”.
Melka estuvo 30 días en el hospital, donde informaron de su caso a la
policía. Su padrastro y el hombre con el que fue forzada a casarse
fueron a la cárcel. Su madre también fue detenida. Cuando Melka regresó a
casa, no tenía dinero para ir a la escuela y tuvo que trabajar.
Ahora, enseña en las escuelas de Etiopia los derechos para las
menores de edad. No quieren que ellas vivan su historia. “Quiero que
sepan que no es mala suerte ser una niña en este país”.
Sin excusas
La Declaración Universal de los Derechos Humanos establece en su
Artículo 16 que una persona debe estar en una edad adecuada para casarse
y el matrimonio debe ser llevado a cabo dentro de un libre y total
consentimiento. Pero en muchos países estas ceremonias son clandestinas.
“Estos matrimonios hacen a las niñas mucho más vulnerables a
profundos riesgos en su salud, como consecuencia de un embarazo
prematuro”, advirtió en una carta Anthony Lake, director Ejecutivo de
Unicef, en un comunicado de esta organización.
Los matrimonios de niñas son casos que se presentan por dos factores
inexcusables: la 'dote' que reciben sus padres en países con serios
problemas de extrema pobreza y en zonas de guerra, donde los padres
dicen proteger a sus hijas de la violencia concertando una boda con un
mayor de edad.
Pero cuando una mujer es sometida desde niña a abandonar la escuela,
tener relaciones sexuales por obligación y procrear a corta edad, su
mentalidad y salud se afectan y sus objetivos de vida son dañados.
Sida, cáncer cervical, depresión, muerte, maltrato, hambre, pobreza y analfabetismo son algunas de las consecuencias.
En Colombia
Los estudios de la Unicef indican que en Colombia, en el 2012, 6 por
ciento de las mujeres se casan antes de cumplir los 15 años, y el 23 por
ciento, antes de los 18. Aunque el país no se encuentra en el listado
de las 20 naciones más afectadas por este fenómeno, el problema sí
existe.
Una encuesta de Profamilia sobre el embarazo de mujeres menores de 19
años puede dar cuenta de concepciones precoces, pero, al mismo tiempo,
de niñas que podrían ser forzadas a interrumpir sus vidas escolares para
asumir otras responsabilidades.
La muestra de esta encuesta da cuenta de que en el 2012 se
registraron 150 mil jóvenes embarazadas, entre los 10 y los 19 años. De
estas, 6 mil fueron identificadas con edades menores a los 14 años.
LAURA ANGÉLICA GRACIA
UNIVERSIDAD JAVERIANA
PARA ELTIEMPO.COM