Buenos Aires Económico de 13-05-2010
Como decía Epicuro (Samos h.341-Atenas h.270 a. de C.), “Lo que perturba a los hombres no son las cosas sino lo que piensan de ellas”.
Para observar los problemas actuales en la península originaria de nuestra civilización, es prudente recordar la enseñanza del gran filósofo de la Grecia clásica.
La situación de la economía griega es reveladora de la magnitud de los desequilibrios de la economía mundial y de los problemas de la Unión Europea.
De otro modo, no se entiende cómo las dificultades de un país de diez millones de habitantes y una participación ínfima en la economía europea y mundial, puede provocar semejante revuelo en el orden global.
¿Cuáles son los desequilibrios y los problemas que constituyen el contexto externo de la crisis griega?
En primer lugar, el salvamento masivo para enfrentar la debacle inaugurada por el derrumbe de las hipotecas subprime y multiplicada por la caída de Lehman Bros.; en efecto, salvó del desastre al sistema financiero pero no generó un nuevo marco regulatorio para ordenar el mundo del dinero.
No es extraño, porque la esfera financiera de la economía mundial ha adquirido un peso abrumador como lo revela, por ejemplo, que el 95% de los más de dos billones de dólares, negociados diariamente en los mercados de cambio del mundo, corresponda a operaciones especulativas de corto plazo.
Hasta ahora, los anuncios de reformas en el G-20 no han producido cambios en el comportamiento especulativo del sistema y de allí el ataque a las economías vulnerables de la Unión Europea, como Grecia.
Y de allí, también, el temor al contagio en los mercados mundiales sujetos a los comportamientos “en manada” de los operadores.
En segundo lugar, en la Unión Europea, el impacto de la crisis griega revela la vulnerabilidad del proceso de integración.
Los Estados miembros de la UE mantienen la autonomía en sus políticas fiscales, pero la adopción de una moneda común trasladó a la esfera comunitaria un instrumento (el tipo de cambio) que es fundamental para administrar los equilibrios macro de una economía nacional.
La UE no son los Estados Unidos de Europa sino un mercado común con moneda única en 16 de los 26 miembros de la Unión.
La crisis griega vuelve a poner de manifiesto la vulnerabilidad del sistema y los problemas resultantes de someter a las mismas reglas a economías tan dispares como la alemana y la griega.
La resolución de la crisis griega y de las amenazas sobre otros países vulnerables de la Unión, difícilmente podrá alcanzarse, sobre bases sólidas de lago plazo, con programas tradicionales de ajuste a un costo social que, como estamos viendo, generan reacciones inmanejables.
Las alternativas son pocas.
Una es que los países más fuertes de la Unión, con Alemania en primer lugar, se hagan cargo de viabilizar el ajuste de los países con problemas, con moderación y en un plazo más o menos prolongado, evitando el default sobre la deuda y manteniendo a Grecia dentro del euro y de la Unión.
Otra es que Grecia rompa las reglas de juego, realizando una fuerte quita sobre su deuda y salga del euro recuperando la administración de una moneda nacional.
En cualquier caso, Grecia es un nuevo llamado de atención sobre la vulnerabilidad de la integración europea.
La variante del default y ajuste cambiario, en Grecia, ha llevado a varios observadores a comparar esa situación con la crisis argentina del 2001/02.
En efecto, la paridad uno a uno con el dólar y la deuda impagable culminaron en la Argentina de esa manera.
Pero el resultado en Grecia puede no ser el mismo que el de la Argentina.
Al fin y al cabo, el nuestro es un país de una extraordinaria dotación de recursos, autoabastecido en insumos críticos, como alimentos y energía, que logró restablecer sus equilibrios macroeconómicos con recursos propios, en un plazo relativamente breve.
¿Cómo impacta la crisis griega en el orden global?
En Europa, puede dar lugar al contagio de otras economías vulnerables y, en el mundo, a repetir las turbulencias recientes de los mercados financieros.
Frente a los problemas que el mundo del dinero plantea a la economía mundial, en realidad, lo que Estados Unidos y la Unión Europea están haciendo, hasta ahora, es rescatar a los bancos y a los especuladores como en la reciente crisis global, o confrontar fuerzas con los mercados, como en la respuesta actual de la UE y el FMI a la crisis griega y del euro.
En este caso, se asignan 650.000 millones de euros para resistir el ataque especulativo.
Es claro que el poder de los Estados nacionales de las mayores economías es grande pero ¿se justifica pulsear con los mercados y asignar una inmensa masa de recursos para tales fines, en vez de regularlos y destinar los recursos a la resolución de los problemas reales del de sarrollo global, la paz, la seguridad y la protección del medio ambiente?
Además, como ha destacado el ex presidente del gobierno español Felipe González, en ocasión de la presentación del informe del Grupo de Reflexión que presidió, al presidente del Consejo de la UE, el salvamento del sistema financiero de la crisis del 2007/09 multiplicó el déficit fiscal de los países y los hicieron más vulnerables a los ataques especulativos.
Es decir, se ha formado un círculo vicioso, en el cual las crisis del mundo del dinero multiplican el déficit fiscal y éste retroactiva la especulación y la crisis.
La crisis griega puede inducir cambios profundos en el planteo estratégico de la integración de la Unión Europea.
En el sistema mundial global es posible, pero poco probable, que induzca a fortalecer las presiones favorables a una mayor regulación del mundo del dinero, como, por ejemplo, la aplicación de una tasa Tobin para las operaciones de corto plazo.
Por ahora, cabe esperar que las grandes potencias continúen en la frustrante tarea de resolver las turbulencias especulativas del mundo del dinero pulseando con los mercados o rescatando a los especuladores.
En cualquier caso, el impacto de la crisis griega sobre la economía real será incomparablemente menor que el producido por la reciente megacrisis financiera, la cual provocó una fuerte desaceleración en la economía mundial y una caída del orden del 20% en el comercio internacional.
Nada semejante es previsible ahora.
En cuanto al impacto en la Argentina, la crisis griega no nos dice nada nuevo.
No es viable sostener la actividad económica sobre la base de la deuda, la apertura indiscriminada al mundo del dinero y la renuncia a conducir instrumentos fundamentales de la política económica.
Es una evidencia oportuna para evaluar la propuesta de la “vuelta a los mercados” y recordar que la Argentina está operando con sus propios recursos y en un escenario en el cual han sido removidas (a menos que volvamos a cometer los de satinos del pasado) las restricciones fiscal y externa.
Como hemos visto en notas anteriores en este mismo espacio, en los últimos años se ha producido un cambio radical en el comportamiento de la economía argentina.
Desde la salida de la crisis del 2001/02, en el transcurso de esta primera década del siglo XXI, los pagos internacionales vienen operando con un elevado superávit en el balance comercial y en la cuenta corriente del balance de pagos.
A su vez, el exitoso canje de deuda de 2005, el pago posterior al FMI y el encuadre de los pagos dentro de límites manejables con recursos propios, contribuyeron a resolver la restricción fiscal, derivada de los déficits crónicos de las finanzas públicas.
En el mismo sentido operó la incorporación, en la esfera pública, de los recursos del sistema previsional, que constituyen parte principal del ahorro interno.
Con la recuperación de la soberanía en el comando de su política económica, la Argentina dejó de estar crucificada en las “expectativas racionales” del mercado y las condicionalidades del FMI, las cuales, como volvemos a ver en la crisis griega, siguen siendo las mismas de siempre.
En tales condiciones, el impacto de la crisis griega sobre las finanzas argentinas es insignificante, más allá de algunos efectos en las cotizaciones en el mercado bursátil, que reflejan expectativas infundadas en los hechos reales y sin consecuencias mayores en el comportamiento de la demanda agregada, la producción y el empleo.
En cuanto al efecto de la crisis sobre el comercio internacional en general y el de nuestro país en particular, las consecuencias de la crisis griega probablemente serán también insignificantes.
Lo mismo puede decirse respecto del efecto en el canje de deuda en curso.
La crisis griega probablemente no afectará su resultado porque la operación es muy conveniente para los holdouts. Probablemente se conseguirá una aceptación igual o superior a la del primer canje.
De todos modos, con o sin uso de reservas, con o sin canje, el país está en condiciones de cumplir sus compromisos externos y crecer.
Por lo tanto, lo importante es apuntalar la solvencia fiscal y afianzar la competitividad de la economía nacional para consolidar la fortaleza actual de sus pagos internacionales.
Éste es el mejor antídoto para enfrentar las turbulencias que vienen de afuera y sostener con firmeza, en manos propias, la conducción de nuestro destino en el mundo global.
* Director Editorial de Buenos Aires Económico