Por Martín Cornejo C.
El presidente García, un megalómano por definición, persiste en sacar de juego a cualquiera que se oponga al modelo de desarrollo neoliberal implantado en nuestro País y que él continua con absoluta devoción. Modelo que se sostiene en la explotación irracional de nuestros recursos naturales por parte de las empresas transnacionales, que obtienen por ello grandes ganancias, dejando migajas al debilitado Estado Peruano.
Para lograr dicho propósito, a García no le importa matar a indígenas en Bagua, torturar a campesinos en la sierra de Piura y calumniar y acusar de violentistas y terroristas a políticos, intelectuales y hasta a sacerdotes que se opongan a esta política de rapiña sobre los recursos de nuestra nación. En esta batalla por el usufructúo de los recursos, todo parece valer para García y las transnacionales que los desean con especial avidez.
Para ello cuenta además, con una sarta de acólitos de la prensa conservadora y de su partido, empezando por el actual primer ministro, cuyo principal mérito para mantenerse en el cargo es precisamente no tener ningún mérito y por tanto sostenerse gracias al favor del presidente, lo cual debe pagar con lealtad, cosa por lo demás que le fascina al ególatra de García.
En el esquema del gobierno, el mensaje es claro: o estas a favor del modelo y por tanto del gobierno y eres “moderno” “desarrollado” y estas en “lo políticamente correcto”, o estas contra él y por tanto eres “perro del hortelano” “caviar” “chavista” “revoltoso” o “ciudadano de segunda categoría”. El esquema no acepta matices ni críticas. La defensa del estado de derecho y la gobernabilidad, es el pretexto ideal para acallar toda protesta, toda voz disidente.
El estado de derecho se ha convertido así en ese sacrosanto altar ante el cual todos debemos inclinarnos, aunque no se nos consulte si estamos de acuerdo con lo que él representa actualmente, o si nos sentimos representados en él. Mantener la paz social y apagar todo conflicto social a cualquier precio se han convertido en prioridad nacional. Ese es el rol que la derecha le ha asignado al Estado y que el gobierno cumple a cabalidad: ser garante de la inversión y la propiedad privada.
Sin embargo, vemos en nuestro país, que cada vez más ciudadanos no nos sentimos representados en ese estado de derecho, que lo sentimos como la imposición de los intereses de unos pocos sobre los otros que son la mayoría. Y que cada vez más las protestas sociales se tiñen de matices culturales. En efecto, de acuerdo a los informes de la defensoría del pueblo, los movimientos sociales más importantes de los últimos tiempos ya no como en los setentas, de trabajadores sindicalizados pidiendo mayores salarios y mejores condiciones de trabajo, por lo que las protestas adquirían connotaciones clasistas siguiendo el clásico esquema social Marxista.
Tampoco como en los ochentas, de sectores de migrantes ubicados en las periferias urbanas pidiendo ser atendidos con servicios básicos y de transporte. Hoy la absoluta mayoría de protestas sociales, son de carácter territorial. Son poblaciones enteras de un determinado territorio afectado por las explotaciones mineras o que ven amenazados sus territorios y que piden ser reconocidas, valoradas y tomadas en cuenta en las decisiones que afectan su opción de desarrollo y su estilo de vida. Reclaman ser reconocidos no solo en sus derechos individuales como ciudadanos, si no en sus derechos colectivos como miembros de una comunidad diferente que tiene su propia cultura y por tanto, su propia visión del mundo, de la naturaleza, de la vida y en suma, del desarrollo.
Pero ante ello, el gobierno de García solo tiene balas como respuesta. Al fin de cuentas se trata de ciudadanos de segunda categoría “los nadies” como los llama Galeano, cuya vida para muchos vale menos que las balas que los matan como el mismo Galeano señala. La fórmula es simple: imposición del modelo neoliberal como única vía del desarrollo e invisibilización política y cultural de quienes se opongan.
En ese sentido, todo lo que no encuadre en el modelo dominante es ridiculizado, satanizado y despreciado a punto de negársele cualquier forma de expresión y de defensa. Desarrollo es sinónimo de neoliberalismo y por tanto, el desarrollo consiste en que poco a poco las poblaciones vayan adquiriendo los valores y costumbres de la cultura occidental a la cual se considera superior por ser portadora de la “modernidad”.
Pero lo más peligroso de esta visión es que de la invisibilidad política y cultural de las poblaciones que se oponen a aceptar ese modelo, es fácil pasar a la invisibilidad física y eso se logra con el aniquilamiento o genocidio. Es a esto que llamamos culturicidio y que comienza a verse en el gobierno de García. Si la lucha es por el control de los recursos naturales, es fácil deducir que las principales víctimas son y seguirán siendo las comunidades nativas de la selva y las comunidades campesinas de la sierra que ejercen el control territorial de dichos recursos. Para ello cuentan con todas las armas. Un gobierno que legaliza las acciones, armas para imponer dicha legalidad y unos medios de comunicación que buscan legitimarlo en la sociedad.
Si en los albores de nuestra república, en nombre de la construcción del Estado Nación se buscó acallar las diferencias y homogenizar el país en torno a los valores culturales occidentales buscando unir a todos en la idea del Estado Nación. Hoy creo necesario, reconocer las diferencias para mantener la unidad nacional. Dar pasos necesarios para reconocernos en la diversidad, para aprender a inter relacionarnos en base al respeto mutuo donde no hayan culturas superiores ni inferiores y donde no se hable de “modelo de desarrollo” sino de “modelos de desarrollo” que recojan la diversidad de nuestro país.
La globalización implica no solamente la mundialización del comercio, sino el surgimiento de nuevas identidades y nuevos actores sociales y políticos que los sistemas tradicionales de representación ya no son capaces de incorporar. Ello debe lleva al cambio de las formas tradicionales de gobernar en forma vertical, hacia formas más horizontales basadas en la inclusión, la generación de consensos y al establecimiento de formas de negociación y participación, donde estos nuevos actores se vean reconocidos. Pero para ello es imprescindible buscar nuevos modelos, recrear las propuestas, tener la capacidad de imaginarnos nuevos escenarios, en suma de creer que otro Perú es posible.
Valencia, 05 de Julio del 2010