lunes, 28 de junio de 2010

Bartolina Sisa, mujer indígena y heroína (primera parte)


Las revueltas andinas pueden ser consideradas como uno de los más importantes antecedentes de la revolución continental en Hispanoamérica, tal como ya lo sugiriera el clásico trabajo de Boleslao Lewin sobre el levantamiento de Tupac Amaru. Juntamente con la revolución haitiana, primera revolución anti-esclavista triunfante en la historia de la humanidad, este acontecimiento debe ser reconocido por la importancia que alberga como experiencia a nivel histórico de mediano y largo plazo, esto es, debido a sus enormes alcances temporales y a la manera en que éstos pudieron haber posibilitado la expansión de las ideas revolucionarias anti-coloniales a lo largo y ancho del sub-continente, y así, a los procesos independentistas[1].


En esta oportunidad, consideraremos un caso particular de las revueltas andinas: intentaremos recuperar la imagen de una protagonista invisibilizada por el triunfo final de un enorme bagaje conceptual eurocéntrico que silenció en la historiografía una experiencia novedosa desde el punto de vista de las culturas andinas, la de Bartolina Sisa. En este sentido, teóricamente, podemos justificar la elección de este personaje desde una doble perspectiva de lucha descolonial: por un lado, contra la imposición de una determinada idea de “raza”, debido al carácter de “indígena” de Bartolina; por otro lado, siendo mujer, de la idea de “género”, establecida a un tiempo con la anterior. Nos referimos con esto a un proceso de desarrollo de –tal como sostiene Aníbal Quijano- un patrón de poder capitalista moderno/colonial, que inscribe la dominación y la explotación sobre cuatro ámbitos básicos de la existencia: el trabajo y sus productos, la autoridad colectiva, el género y la sexualidad, y la intersubjetividad. Aboquémonos, pues, al caso en cuestión.


Bartolina Sisa nació aproximadamente en 1750. Aún no se ha esclarecido si era originaria de Sullkawi o Q’ara Qhatu, aunque ambas comunidades pertenecían al departamento de La Paz. Hija de comerciantes de coca y ganado, se desplazaría por numerosos lugares, y luego se casaría con Julián Apaza, más tarde conocido como Tupac Catari. Numerosos autores coinciden en señalar que la actividad desarrollada por Bartolina y su familia sería de vital importancia para el conocimiento de numerosos lugares y el contacto con las más diversas situaciones de explotación colonial. Thierry Saignes en su estudio “Ayllus, mercados y coacción colonial: el reto de las migraciones internas en Charcas (siglo XVII)”, analiza inteligentemente la manera en que, posteriormente a las reformas del Virrey Toledo, los lazos tradicionales de las comunidades comienzan a modificarse para lograr una adaptación a las reglas de imposición del poder metropolitano. En este sentido, las migraciones, y junto con ellas las actividades económicas que implicaban cierta trashumancia, tomaban cuerpo como medidas de resistencia frente a la voluntad del poder colonial de mantener la ficción de los “pueblos de indios”, fundados por los españoles a manera de control del espacio, el asentamiento y el tributo indígenas, entre otras cosas[2]. El mismo Tupac Amaru se dedicaría a los rebaños, y lograría entrar en contacto con numerosas comunidades gracias a la movilidad de su actividad y a su relativamente holgada situación económica.


En este contexto de modificación de las pautas culturales tradicionales se inscribe también la aparición cada vez más común de los llamados “forasteros” –personas pertenecientes a comunidades en las cuales ya no residían- y los “yanaconas”, quienes ya no detentaban ni reivindicaban tipo alguno de adscripción étnica. Transformaciones todas que implicarían, como sostiene Zulawski en consonancia con Saignes, nuevas formas de reproducción social, en el seno de las diferentes comunidades. Pero que también habilitarían, al mismo tiempo, una relectura de la situación política y de las estrategias de resistencia por parte de aquellos grupos y personas ubicados en situaciones novedosas respecto del pasado. Bartolina Sisa se convierte para nosotros, de este modo, en un reflejo fiel de aquella sociedad en que vivió, en transformación, durante un tiempo crítico para las comunidades andinas que el historiador Steve Stern designaría como “era de las insurrecciones”.


Santiago Sanchez


[1] Lewin, Boleslao; La rebelión de Tupac Amaru y los orígenes de la Independencia de Hispanomérica, Buenos Aires, Ed. Sela; 2004.

[2] Saignes, Thierry, “Ayllus, mercado y coacción colonial: el reto de las migraciones internas en Charcas (siglo XVII)”, en O. Harris, B. Larson y E. Tandeter (comps.), La participación indígena en los mercados surandinos. Estrategias y reproducción social,siglos XVI-XX (La Paz, CERES, 1987), pp. 111-158


(Tomado del Blog Los nuestroamericanos - su historia)


Bartolina Sisa, mujer indígena y heroína (segunda parte)



En el trajín de esos complejos acontecimientos, en medio de esas sociedades permeadas por el juego entre la permanencia y la renovación de las tradiciones, Bartolina no sólo aparece como la “mujer/esposa” –en el sentido occidental- de uno de los más importantes líderes de las revueltas, Tupac Catari, sino que por el contrario, va adquiriendo relieve por su propia contribución política y militar. Su conocida participación al mando de tropas sólo puede asombrar menos que el sitio a la ciudad de La Paz, llevado a cabo durante el año de 1781, que dirigió en conjunto con Catari en un principio, y sola posteriormente. El sitio duraría al menos ocho meses, con dos líneas de combatientes, y sólo sería quebrado luego de un amplio refuerzo de las fuerzas españolas atrincheradas en la ciudad.


¿Cómo pensar, pues, la designación de Bartolina como Comandante por parte de los indígenas insurrectos? Marina Ari Murillo, intelectual afro-indígena, explica:


Bartolina provenía de la línea de las Mama T’allas, mujeres autoridades a la par de los hombres que tenían incluso divinidades femeninas propias. Mujeres inteligentes, laboriosas, guerreras que eran contempladas con respeto dentro de la filosofía Aymara de los opuestos complementarios. Lo femenino y masculino como complementariedad necesaria para el equilibrio. La solidaridad como principio extendido a las relaciones ser humano y naturaleza, hombre y mujer, cosmos y tierra. La solidaridad del Ayllu.[1]


Cabría, entonces, interpretar la designación de Bartolina como la contraparte de aquella de su esposo, dirigente él mismo. Pero también, y en el mismo sentido, como parte de un equilibrio que estaba mediado ya no por su rol de “esposa” sino más bien por un intercambio simbólico entre ella, su función ejecutiva de líder, y la comunidad: una forma concreta de expresión del tradicional concepto andino de “reciprocidad”. Se trata de una noción que no sólo funcionaba al interior del Ayllu, sino que se había desarrollado de manera ampliada, pan-andina, para regular las relaciones de las comunidades con los estados tradicionales –Chimú, Tiawanaku, Inca, etc-. Así lo muestra el interesante estudio de Gose acerca de la concepción del estado inca como una “aqlla”, una “mujer escogida”, responsable de servir alimentación y protección a los ayllus que le aportaran mano de obra[2].


Siguiendo este eje problemático del género y su relación con la “función pública”, Henrietta Moore sostiene en su obra “Antropología y Feminismo”:


Los académicos que sostienen que la subordinación de la mujer no es universal tienden a centrar el problema de las relaciones de género en lo que hacen la mujer y el hombre y no en un análisis de la valoración simbólica atribuida a hombres y mujeres en una sociedad dada.[3]


Justamente desde este punto de vista de “la valoración simbólica” es que cobra suma importancia la afirmación de Marina Ari Murillo acerca de la “complementariedad de lo masculino y lo femenino”, como aspecto necesario, fundante, para el equilibrio de la comunidad aymara. Sin embargo, es necesario destacar al mismo tiempo la absoluta novedad que representa para esa cultura el caso de una mujer que ejerce una actividad generalmente reservada a los hombres: la guerra. En este preciso sentido se observa que Bartolina podía, a una vez, cumplir con las pautas tradicionales relacionadas con la idea de “reciprocidad” entre el estado y las comunidades, y con el desempeño novedoso de funciones que generalmente eran atribuidas a los varones, tales como los cargos de autoridad y de guerra. Hablamos, entonces, de tradiciones pan-andinas milenarias pero también de transformación simultánea sobre esa misma base.


De este modo, la complejidad inherente al análisis de la situación de género deviene de los distintos abordajes, ya sea en clave “sociológica” o “simbólico-cultural”, que se adopten para estudiar el caso. Para entender mejor la problemática del caso de Bartolina Sisa, encontramos sugerente la experiencia prehispánica mesoamericana descripta en el conocido trabajo de Louise Burkhart “Las mujeres mexica en el frente hogareño”[4]. Allí la autora desarrolla, desde el análisis simbólico de las relaciones de género, por un lado la complementariedad entre las labores “masculinas” asociadas a la actividad guerrera, y las “femeninas” ligadas al ámbito de lo “doméstico”; y por otro lado, con especial énfasis, la remarcable igualdad de importancia y valoración social que conllevaban ambas actividades. Hasta tal punto, considera Burkhart, se da la complementariedad entre las diferentes actividades relacionadas al “género”, que para la cultura mexica el triunfo de los guerreros en la batalla estaba condicionado y determinado por el éxito de sus propias mujeres en la realización paralela de las tareas “domésticas”. De allí la idea de la autora acerca de un “frente hogareño” de guerra. En consonancia, para el caso de la cultura quechua en el ámbito andino, la complementariedad de tareas asociada a determinada idea de “género” puede apreciarse en el caso de las categorías de “Huari” y “Llacuaz”: comunidades dedicadas respectivamente a la agricultura y al pastoreo, pensadas en su complementariedad económica estratégica (unos explotando los recursos de los valles y los otros de los de los valles) fueron pensadas asimismo en una relación mutua propia del “género”.


Sin embargo, como se ha visto, la idea de “complementariedad” no implicaba el indistinto ejercicio de funciones sino que, por el contrario, ésta era sólo posible desde una división sexual del trabajo. Es acaso desde esa perspectiva que nuevamente resulta llamativo el rol de Bartolina Sisa. Otra vez, ¿cómo comprender su novedosa actuación como comandante desde los valores tradicionales aymara?


En este sentido, ya desde el clásico trabajo de Engels acerca de la familia y la propiedad privadas se corrobora el razonamiento de que para la civilización occidental la subordinación de la mujer con respecto al hombre, el desarrollo de la familia en tanto que unidad económica autónoma y el matrimonio monógamo están ligados al desarrollo de la propiedad privada de los medios de producción[5]. Sólo contemplando la manera en que esas sociedades occidentales, capitalistas y patriarcales, se extendieron sobre vastas zonas del mundo, colonizando y estableciendo un sistema marcadamente etnocéntrico, se pueden llegar a comprender las transformaciones que las sociedades americanas presentaron a lo largo de todo el tiempo en que estuvieron sometidas al poder colonial. Y sólo desde los ideales culturales que Occidente impuso sobre estas culturas resulta imposible imaginar que una mujer como Bartolina Sisa cumpliera un rol que no se correspondía con la representación occidental de lo femenino. Es quizás esta afirmación la que María Lugones intenta expresar, pensando en la manera en que la imposición eurocéntrica y colonial de una determinada noción de “mujer” fue implantada:


Históricamente, no se trata simplemente de una traición de los hombres colonizados, sino de una respuesta a una situación de coerción que abarcó todas las dimensiones de la organización social. La investigación histórica del por qué y del cómo de la alteración de las relaciones comunales con la introducción de la subordinación de la mujer colonizada en relación al hombre colonizado y el por qué y cómo de la respuesta del hombre a esa introducción forman una parte imprescindibles de la base del feminismo descolonial. La cuestión es por qué esa complicidad forzada continúa aún en el análisis contemporáneo del poder[6]. (La negrita es nuestra)


Como decíamos al principio, la colonialidad -ese concepto acuñado por Aníbal Quijano para dar cuenta de la prolongación en el tiempo de las estructuras coloniales luego de que el colonialismo ha terminado- alcanza y atraviesa todos los aspectos de la existencia social. Lugones agrega: “colonialidad no se refiere solamente a la clasificación racial. Se trata de un fenómeno abarcador, ya que se trata de uno de los ejes del sistema de poder, y como tal, permea todo control del acceso sexual, la autoridad colectiva, el trabajo, la subjetividad/intersubjetividad y la producción de conocimiento desde el interior mismo de estas relaciones intersubjetivas[7]. De esta manera, son todos los ámbitos de existencia social los que, simultáneamente, se ven estructurados en torno a la idea de “raza” y “género”, es decir, racializados y “engenerizados” al mismo tiempo. Por ello, sólo desde el imaginario occidental moderno y colonial puede comprenderse que el ejercicio de la “autoridad colectiva”, reflejadas por caso en las actividades guerreras, pueda ser impensable para el caso de un individuo doblemente inferiorizado desde su simultánea condición de “indígena” y “mujer”, y que justamente esa manipulación y transformación novedosa de categorías pre-hispánicas haya sido utilizada como forma de resistencia frente a los embates y las imposiciones del imaginario occidental.


Durante las últimas instancias del sitio a la ciudad de La Paz, en el año de 1781, la captura de Bartolina Sisa constituyó un momento crucial para la suerte que correría la operación militar de los indígenas, finalmente fracasada. El episodio, por la forma en que se desarrolló, permite una lectura de la manera en que se expresarían en el seno de las relaciones de explotación y dominación las cuestiones de raza y género más arriba desarrolladas. Como comentan algunos de los cronistas, en consonancia con los expedientes elaborados por las autoridades coloniales, los españoles habiendo apresado a Bartolina la mantuvieron con vida con el objetivo de obtener un rescate e intercambiarla a su esposo, Tupac Catari[8]. Las crónicas cometan que Bartolina, luego de torturada, fue vestida y paseada por la ciudad cerca de la línea de asedio de los indígenas para mostrar que se encontraba con vida. La idea del rescate y el intercambio, lejos de la anécdota, revela que para los europeos el valor estratégico que tenía Bartolina estaba dado por su carácter de “esposa” del líder indígena Catari. De este modo, sólo podemos comprender la intención de los españoles observando que, en su interpretación, articulada desde el punto de vista de una sociedad occidental y patriarcal, el único vínculo que Bartolina podía tener con el movimiento rebelde estaba mediado por la persona de Tupac Catari, es decir, que era entendida desde la categoría occidental de “género”. No cabía una representación de Bartolina como Virreina por mérito propio. No había siquiera posibilidad de una comprensión por parte de los europeos de las pautas andinas de “complementariedad” de los sexos -de la manera en que la expresa Ari Murillo-, lo cual implicaba poner en pie de igualdad la importancia Bartolina como líder indígena, más allá de su condición de indígena y mujer. Sin embargo, no existió la misma lectura del otro lado. Tupac Catari no aceptó los términos en que la situación estaba planteada. Siguiendo las pautas andinas de la reciprocidad, envió algunos bienes para que sean dados, ya no a los españoles, sino a Bartolina misma.


Bartolina Sisa morirá ejecutada por las autoridades coloniales el 5 de Septiembre de 1782. A pesar de la invisibilidad que se dio a su existencia, su ejemplo sigue en vigor a la hora de reivindicar las luchas presentes de los más ignorados y vulnerados, ya que las representaciones impuestas por el patrón de poder capitalista moderno/colonial siguen operando con total vigencia.


Santiago Sanchez



[1] Ari Murillo, Marina; Bartolina Sisa: la generala aymara y la equidad de género, Ed. Amuyañataki, La Paz, 2003.

[2] Gose, Peter; El Estado Incaico como una “mujer escogida” (Aqlla). Consumo, tributo en trabajo y la regulación del matrimonio en el incaico; en: Arnold, Denise. Comp. Más allá del silencio: las fronteras de género de los Andes. LA PAZ: ILCA, 1997, pp.457-474. En esta obra se analiza el estado inca a través de la masiva intervención en las prácticas matrimoniales de la nobleza provincial, y la creación de varias categorías de “mujeres escogidas”, operación a través de la cual se revistió de cualidades tradicionalmente atribuidas a lo “femenino” para regular el tributo.

[3] Moore, Henrietta; Antropología y Feminismo; Madrid, Ed. Cátedra; 1999; p. 46.

[4] Burkhart, Louise; Mexica Women on the Home Front: Housework and Religion in Aztec Mexico. En: Indian Women of Early Mexico. Susan Schroeder, Stephanie Wood and Robert Haskett eds., 1997; pp. 25-54.

[5] Engels, Friedrich; El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado; Madrid, Alianza Ed. 2008 (1884).

[6]Lugones, María; Colonialidad y Género: Hacia un feminismo descolonial; en: Género y Descolonialidad; Walter Mignolo comp.; Ed. Del Signo, 2008, p. 15.

[7] Ibidem, p. 20.

[8] Del Valle de Siles, María Eugenia; Bartolina Sisa y Gregoria Apaza : dos heroínas indígenas; La Paz; Biblioteca Popular Boliviana “Ultima Hora”, 1981.


(Tomado del Blog Los nuestroamericanos - su historia)


La República Negra - Entrevista con Eduardo Grüner (por Gabriel Lerman)


Reproduzco la reseña y notable entrevista al sociólogo y crítico cultural argentino Eduardo Grüner publicada en Página 12 a propósito de su último libro La oscuridad y las luces (Edhasa, 2010), la revolución haitiana y las actuales celebraciones oficiales del bicentenario latinoamericano. Las reflexiones de Grüner son fulminantes.
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La República Negra

Primera revolución del continente americano, la haitiana no sólo precedió a los movimientos de independencia de Hispanoamérica, sino que llevó a un extremo los postulados de la Revolución Francesa. En La oscuridad y las luces (Edhasa), Eduardo Grüner aborda este acontecimiento histórico mucho más allá de datos y descripciones, como una verdadera conmoción filosófica que atravesó dos continentes. En esta entrevista, Grüner explica la génesis de este libro que lo llevó a pensar una de las caras aún más ocultas del Bicentenario

por Gabriel Lerman

Estamos ante un libro que presenta la exterioridad de lo difícil y la constatación, a poco de andar, de ser uno de esos textos constituyentes, demoledores, afiebradamente escritos y cargados de sentido que impregnan en el lector algo más que recuerdos en forma de enunciados. Profundo por la magnitud, las ramificaciones, su alcance, La oscuridad y las luces de Eduardo Grüner, tiene ese plafón de libro-tesis que recorre, amplifica y alberga una gran variedad de alternativas a partir de un tema fijado en el centro, a una distancia igual de la cabeza y del corazón. Adicionalmente, este libro ofrece una prueba sobre el avance del conocimiento en ciencias sociales y sobre la escritura de ese avance, su movimiento mismo, cosas que no pueden separarse una de otra, ya que escribir y pensar teoría social, historia y política forman parte de una amalgama indisoluble. La prueba, decíamos, que ofrece este libro tiene que ver con uno de los motivos que lo transportan, que lo disparan, que lo ponen en línea: el “origen inmediato”, como lo denomina Grüner, es la realización de su tesis doctoral de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Y la prueba, entonces, es que sólo la madurez intelectual, un amplio recorrido vital con diversas lecturas, permite la escritura de un texto tan trabajado y pensado a la vez.

De movida, Grüner confiesa su afición juvenil por el jazz y las culturas africanas. Como complemento, en verdad como intersección, señala que “era hora de hacer algo” con Latinoamérica. El jazz es algo que suena aquí como escritura. Grüner escribe haciendo jazz. Toma un motivo, lo despliega y lo repite cada vez agregando un dato, una información nueva. En círculos que se abren y se cierran con acentos perfectos, con el cronómetro neuronal y sanguíneo de una bestia, Grüner va desgranando temas, contextos, conceptos, retoma esbozos anteriormente dichos, los pasa en limpio, extrae nuevas y más agudas conclusiones. Por eso es una tesis acabada, por la madurez intelectual del autor y por el método afinado del autor-escritor. En tal sentido, la prueba de Grüner se vuelve irrefutable: una tesis doctoral no se hace todos los días y se hace una vez en la vida.

La modernidad incompleta

¿Cómo pensar la modernidad incompleta, la modernidad ilustrada, el ideario liberal con sus particulares de clase vueltos universales, en dialéctica constante con capas sociales postergadas y suspendidas en la barbarie, pero desde América? Pensar las revoluciones a partir del acontecimiento de la Revolución Haitiana, culminante en 1804. Primera revolución emancipatoria del continente, acontecida en la primera isla donde había llegado Colón, donde América fue descubierta, renombrada y reprimida a la vez. Revolución negra, grito de independencia de la negritud que se anticipa al proceso revolucionario que recorrerá el continente poco después, según Grüner el proceso haitiano muestra no tanto una continuidad o repercusión del ideario liberal de la Revolución Francesa sino su rebote extremo, la extensión al límite de las posibilidades de liberación que abría y cerraba aquel otro acontecimiento europeo.

Edouard Glissant, filósofo y poeta antillano negro, reivindica el “derecho a la opacidad” de lo que se ha dado en llamar la “criollidad”, como alternativa a la negritud defendida por pensadores anteriores, como los también antillanos Aimé Césaire y Franz Fanon. Pero, para Grüner, “lo importante a tomar en cuenta es el valor enorme del color negro como nudo metafórico que, en la historia de una modernidad que es constitutivamente colonial, sirve para problematizar y cuestionar críticamente las pretensiones de falsa universalidad de aquella modernidad pretendidamente totalizadora. La Revolución Francesa también tuvo su dimensión “opaca”, puesto que en 1789 no les otorga a los esclavos de sus colonias la emancipación. Como era de esperar, la tercera parte de los ingresos de Francia provenía de la explotación de la fuerza de trabajo esclava en las colonias del Caribe, muy especialmente de SaintDomingue, luego llamada Haití, lo que provoca en 1791 la más larga y quizá la más violenta de las revoluciones modernas: la haitiana”.

Son unas palabras de manifiesto y con estructura de poema de Edouard Glissant las que se citan en uno de los epígrafes de La oscuridad y las luces:

Exigimos el derecho a la Opacidad:

(...)

el impulso de los pueblos

anulados que hoy oponen

a lo “universal” de la Trasparencia,

impuesto por occidente,

una multiplicidad sorda y oscura

En cierto modo –dice Grüner–, es la cuestión más filosófica que plantea el libro. “Se trata de mostrar que lo que llamamos la modernidad es una versión eurocéntrica de la historia de los últimos 500 años, un tiempo homogéneo y vacío, como diría Walter Benjamin, que fagocitó las historicidades paralelas y autónomas de las sociedades colonizadas y explotadas desde el propio surgimiento del capitalismo. Esta versión `oficial’ postula una suerte de ideología de la transparencia, en la que la modernidad europea proyecta sus luces sobre la `oscuridad’ del mundo hasta entonces desconocido. La propia expresión ‘descubrimiento’ (de algo que luego se llamará América) es sintomática de esa ideología: parece que antes de 1492 este continente estaba ‘cubierto’, como si dijéramos tapado con una frazada, oscurecido. Así como a Africa se lo llamó el continente negro. Hacer la crítica de esa ideología implica devolverle una opacidad a esa historia que se presenta tan ‘clara’. Demostrar que la conformación misma de la modernidad supone un conflicto de historicidades y de ritmos temporales diferenciales y contrapuestos, y que no es que de un lado estén las luces y del otro la oscuridad: lo que hay es un remolino de claroscuros violentos. El pretexto historiográfico para todo esto es la esclavitud africana en América, y en particular la revolución haitiana de 1791-1804, que fue la primera y más radical de todas las gestas independentistas, aunque la celebración continental del bicentenario en este 2010 contribuya justamente a oscurecer ese acontecimiento decisivo en muchos sentidos.”

El amo y los esclavos

¿Cómo se explica que Hegel se haya inspirado, en su dialéctica del Amo y el Esclavo, en la Revolución Haitiana?

–Hegel publica su Fenomenología del Espíritu, que incluye la famosa Sección IV sobre la dialéctica del amo y el esclavo, en 1807, apenas tres años después de la revolución haitiana. No es un azar. Es algo sabido, incluso por el propio Hegel, que era un pensador extremadamente atento a y conocedor de todos los acontecimientos políticos de su época. Susan Buck-Morss, en su ya pequeño clásico Hegel y Haití, demuestra sin duda posible que es la revolución haitiana lo que inspira esa “alegoría” filosófica hegeliana. Generaciones enteras de exegetas de Hegel, tributarios inconscientes del eurocentrismo, dieron por sentado que se refería a la Revolución Francesa, aduciendo que Hegel jamás menciona a la Revolución Haitiana. ¡Pero tampoco menciona a la francesa! Aquí está funcionando a pleno lo que Aníbal Quijano ha denominado la colonialidad del poder/ saber: si uno piensa a la modernidad como un exclusivo “producto de exportación” de Europa al resto del mundo, es obvio que le resultará inconcebible que unos esclavos desharrapados y para colmo negros que están fuera de la historia, hayan sido capaces de esa contribución descomunal no solamente a la modernidad política sino a la filosófica.

¿Sería parte de un desconocimiento sobre Haití que se fue agravando a lo largo del tiempo?

–Esta “renegación” (como diría un psicoanalista) es parte del “ninguneo” a que fue sometida la revolución haitiana y todas sus enormes consecuencias: de su impensabilidad, como dice el gran historiador haitiano Michel-Rolph Trouillot. Es inimaginable, en efecto –y este es el otro y central tema filosófico o de teoría crítica del libro, pensado a partir de la Escuela de Frankfurt o de Sartre–, esa dialéctica negativa y esa destotalización que opera la revolución haitiana de la modernidad, al confrontarla con un conflicto irresoluble que desgarra a la modernidad desde su propio interior: es una época que consagra los principios de la libertad individual, la igualdad y la fraternidad..., pero cuya “base económica” es la esclavitud más degradante, el genocidio, el etnocidio.

¿Qué es el Negro en América, en el Nuevo Mundo? ¿Cómo se lo ha construido, cómo lo excluyó o raleó la modernidad liberal?

–La colonización de ese mundo que nada tenía de “nuevo”, y por lo tanto la explotación de la fuerza de trabajo esclava o semiesclava de los africanos y aborígenes hizo una “contribución” decisiva –como ya lo explicaba Marx en El Capital– a la “acumulación originaria” del capitalismo mundial. Todo eso ya forma parte de la historia del capitalismo, y por lo tanto de la modernidad. Muchísimo menos conocida y estudiada es la contribución igualmente decisiva que las rebeliones de esclavos –y muy particularmente la revolución haitiana, la única revolución de esclavos triunfante en la historia de la humanidad– hizo a la modernidad política. Fue la revolución haitiana la que obligó nada menos que a Robespierre a abolir la esclavitud en 1794, después de tres años de sangrienta lucha y al costo de 200 mil muertos. Es decir: fue la revolución haitiana la que obligó a la revolución francesa a ser consecuente con sus propios principios iniciales de libertad “universal”, que como vimos tenían el límite particular del color negro.

¿Qué consecuencias históricas y políticas tendría esta comprobación?

–Me atrevo a decir en el libro que la revolución haitiana fue más “francesa” que la francesa... pero porque fue haitiana. Pero además, insisto, está la gigantesca contribución filosófica, que incluso anticipa en un par de siglos todos nuestros debates actuales sobre el “multiculturalismo”, las “políticas de la identidad” o el “poscolonialismo”. Para empezar, “Haití” no es, curiosamente, una palabra africana sino taína, la lengua de los pueblos originarios de la isla, que habían sido exterminados ya a principios del siglo XVI, antes de que llegaran los esclavos africanos. Los afroamericanos, pues, recuperan un nombre aborigen, en homenaje a aquellos, para nombrar a la nueva nación que están fundando. Es para sacarse el sombrero. Pero hay más. La primera constitución haitiana de 1805 (promulgada por Dessalines sobre esbozos anteriores del gran líder revolucionario Toussaint Louverture) decreta que todos los ciudadanos haitianos serán denominados “negros”: es un cachetazo irónico a la falsa universalidad moderna. Eso instala en la agenda incluso europea la discusión sobre la esclavitud y la negritud, que atraviesa todo el siglo XIX y sobre todo el XX, con huellas frecuentemente subterráneas en la filosofía, la literatura y el arte: he registrado esas huellas en la narrativa, la poesía y el teatro de autores capitales de la modernidad: Victor Hugo, Merimée, Sue, Rimbaud, pasando por los ya nombrados Césaire y Fanon, hasta llegar hoy a Glissant o a Derek Walcott. Todo esto está muy negado. Ni siquiera muchos de los más importantes historiadores y teóricos marxistas (consúltese a Hobsbawm, o a grandes historiadores de la Revolución Francesa como Soboul y Lefebvre) se hacen cargo del tema. A través de la historia de la modernidad, el “negro” fue construido como una especie de alteridad exótica, como si nada hubiera tenido que ver con la propia constitución de la modernidad, y de la peor manera. Eso en el mejor de los casos. En el peor, está por supuesto la cuestión del racismo, que es también un invento de la modernidad, con el cual mucho tiene que ver la esclavitud.

¿Qué lugar le dan al Negro los discursos independentistas y emancipatorios de América latina, en sucesos tan próximos y cuasi inmediatos a la Revolución Haitiana?

–Muy poco, que yo sepa. Hay –y es un motivo de orgullo– referencias reivindicatorias en el Plan de Operaciones de Moreno, y asimismo San Martín fue un defensor de sus derechos y adversario de la esclavitud. También Simón Rodríguez, maestro de Bolívar. Y por supuesto, es sabido (aunque menos de lo que lo merecería) que el Haití emancipado ayudó con hombres, armas y dinero a la campaña de Bolívar, con la condición de que este decretara a su vez la abolición, cosa que –todo hay que decirlo–, finalmente no hizo, por complejas razones. Pero no hay mucho más que eso. Hay que tomar en cuenta que la Revolución Haitiana produjo una verdadera ola de terror entre las clases dominantes y propietarias de toda América, que eran desde luego de origen europeo “criollo”, y de cuyas filas salieron en general las elites blancas que promovieron las independencias.

¿Cómo ve las celebraciones del Bicentenario en Argentina y en los otros países sudamericanos, en la perspectiva de la diversidad de etnias y en relación con las “deudas” de la Independencia con los pueblos origina-rios y con los esclavos?

–Una fecha como el Bicentenario expresa siempre, simbólicamente, un “nudo” de proyectos e historicidades diversas y conflictivas. No tengo nada por principio en contra de las celebraciones oficiales, que también tienen su valor simbólico. El problema es que, aun sin quererlo, tienden a ocultar esa conflictiividad en aras de una universalidad que quisiera aparecer armónica. En esta ocasión, al menos, y gracias a la marcha de los “pueblos originarios”, la clase media porteña se enteró de que la Argentina no es un país que desciende sólo de los barcos. Pero de los afroargentinos o los ex esclavos en general que –valga la ironía– también en su momento llegaron en barcos, aunque ciertamente no por su voluntad, ni noticias.

¿Es posible celebrar el Bicentenario haciendo un rescate radical de aquellos planteos revolucionarios, tal vez escasos, que pensaban el sujeto libre e independiente del siglo XIX aunando crio-llos, indios y negros?

–Debería ser, no posible sino absolutamente imprescindible. Es una gran tarea pendiente de lo que me gustaría llamar, a falta de mejor concepto, una contra-modernidad (para que no se confunda con la ya agotada “postmodernidad”, que fue otra idea plenamente eurocéntrica), que retomara el proyecto de la “gran patria” latinoamericana, construida desde abajo por los sectores y clases populares, con todos sus matices y “colores”.

¿Cómo ve el proceso actual de gobiernos de América latina que plantean fuertemente la integración, que reivindican elementos de reforma social, de cambio político?

–Lo veo con expectante interés, aunque tratando de conservar, digamos, una autonomía crítica. Por un lado, sería necio –y política tanto como ideológicamente ineficaz, incluso perjudicial– negar que por primera vez en décadas aparecen condiciones de posibilidad para construir una alternativa al menos de freno al arrasamiento neoliberal anterior. Pero sería igualmente falsificador no ver que hay límites (de clase, de estilos de movilización de masas, de compromisos internacionales, de ideologías) a veces muy férreos, aparte de que, por supuesto, los gobiernos implicados –que, en general, están construyendo “desde arriba hacia abajo”– tienen muchas diferencias entre sí. No me opongo en abstracto al llamado “populismo”: no deja de ser una bocanada de aire fresco después de tantos años de “muerte de la política”. Sólo digo que, como siempre, dependerá de la radical participación activa de los pueblos que pueda darse un salto cualitativo y en todo caso obligar a los gobiernos a ser plenamente consecuentes con lo que declaran. Otra vez, la Revolución Haitiana no para “copiarla”, como es obvio, sino como matriz de un imaginario movilizador.

Para terminar una vez más con Benjamin, puede ser la metáfora que “relampaguea hoy en un instante de peligro”.


(Tomado del Blog ARTE NUEVO)

Marcha indígena en un gobierno indígena


Alex Contreras Baspineiro


Demandando al gobierno indígena de Evo Morales Ayma, mayor representación, el derecho a la consulta y autonomía plena en sus territorios, un puñado de más de medio millar de indígenas del Oriente, Chaco y Amazonía, emprendieron una larga marcha hasta La Paz, sede de gobierno de Bolivia.

El presidente de la Confederación Indígena de Oriente de Bolivia (CIDOB), Adolfo Chávez, aseguró que los pueblos originarios son parte del proceso de cambio que se vive en este país, pero que no comparten que la Ley Marco de Autonomías sea aprobada por los sectores empresariales o ganaderos, en desmedro de las mayorías nacionales.

En los últimos días, Morales Ayma se reunió con el gobernador de Santa Cruz, Rubén Costas, para analizar los alcances de esta ley y otras políticas de desarrollo regional.


En más de una oportunidad, personeros de gobierno acusaron a Costas de “conspirador”, “golpista” y “separatista”, hoy buscan consensuar las autonomías con esa autoridad y los sectores que representa y no con los indígenas ni movimientos sociales.

El artículo 289 de la Constitución Política define a la autonomía indígena como “el autogobierno como ejercicio de la libre determinación de las naciones y pueblos indígena originario campesinos, cuya población comparte territorio, cultura, historia, lenguas y organización o instituciones jurídicas, políticas, sociales y económicas propias”.

Bajo este principio constitucional, el presidente de la CIDOB, señaló que los pueblos originarios que quieren ser autónomos deben tener un territorio y recursos económicos como los otros tres niveles de autonomía: regional, municipal y departamental. “No queremos una autonomía a medias”, remarcó.

A esta demanda indígena se suma el derecho a la consulta para la explotación de recursos naturales en territorios indígenas y la dotación de más escaños en la Asamblea Legislativa Plurinacional, que según el proyecto de Ley del Régimen Electoral sólo serán siete y las organizaciones indígenas demandan 18 escaños.

En Bolivia existen 36 pueblos indígenas, campesinos y originarios reconocidos a través de la Constitución Política del Estado.

La misma historia

Autoridades de gobierno que tienen la obligación de escuchar las demandas indígenas, así como de otros sectores sociales, ante el inicio de esta movilización recurrieron al fácil expediente: tratar de desacreditarla.
Como ocurría en el pasado neoliberal, cuando algunas autoridades acusaban que tras las legítimas movilizaciones estaban Organizaciones No Gubernamentales (ONGs) e intereses extranjeros, hoy los ministros copian exactamente el mismo libreto.

El ministro de Autonomías, Carlos Romero, calificó de “inconstitucionales” las demandas y denunció que la protesta de los indígenas de tierras bajas tiene otros móviles, pues busca confrontar al gobierno indígena con organizaciones indígenas.
“Puede haber influencias de ONGs, pueden haber algunos actores externos”, dijo al comentar que la Central de Pueblos Indígenas de La Paz (CPILAB) vinculada orgánicamente con la CIDOB está financiada por la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID).

El viceministro de Coordinación con los Movimientos Sociales, César Navarro, sin presentar ninguna prueba dijo que la movilización indígena tiene financiamiento de USAID y de sectores de la oposición.

Para el gobierno, si un sector social realiza una movilización ya es parte de la oposición y/o está financiada.

Varios de los actuales ministros, antes trabajaron en diferentes ONGs y apoyaban las demandas indígenas.

En el pasado neoliberal, la actitud gubernamental era exactamente la misma.

En septiembre de 1990, luego del inicio de la primera marcha indígena, el ministro de Interior del MIR, Guillermo Capobianco afirmaba: “El gobierno está muy preocupado por las informaciones que cuenta sobre pequeños y minúsculos grupos doctrinarios, pero muy activos que están tratando de desnaturalizar los objetivos y el carácter de la marcha de las etnias. Ellos están financiando esta movilización”.

En agosto de 1994 ante el inicio de la marcha cocalera encabezada por Evo Morales Ayma, el ex viceministro del MNR, Víctor Hugo Canelas, decía: “Los pedidos de los cocaleros son inconstitucionales y ocultan poderosos intereses de protección al narcotráfico, esta marcha está siendo financiada por algunas ONGs extranjeras y personalmente creo que algunos dirigentes están vinculados con el narcotráfico”.

Ante una demanda social, el libreto de las autoridades de gobierno no se diferencia exactamente en nada: en tiempos neoliberales y del proceso de cambio resultaron una copia.

Ante las acusaciones de ministros del actual gobierno de un supuesto financiamiento a la movilización, el parlamentario indígena y dirigente de la CIDOB; Pedro Nuni, les respondió: “Los indígenas tenemos dignidad, no estamos siendo financiados por nadie y lo único que pedimos como parte de este proceso de cambio es respeto y atención a nuestras justas demandas”.

Diálogo en la marcha

En la marcha indígena participan hombres, mujeres y niños que aunque denotan mucha fortaleza necesitan del apoyo solidario porque deben recorrer largos kilómetros, primero entre Beni y Santa Cruz y luego entre Santa Cruz hasta La Paz.

Los indígenas estiman que en el lapso de un mes podría cumplir con su cometido, considerando además que hasta el 22 de julio la Asamblea Plurinacional debe probar cinco leyes fundamentales, entre ellas la Ley Marco de Autonomías.

Los indígenas señalan que están dispuestos a dialogar con las autoridades nacionales “en la marcha”, aspecto que no es compartido por los ministros de gobierno.

Sin embargo, la única forma de encontrar una solución es a través del diálogo, no existe otro camino.

Recordemos que en las jornadas de autonomía departamental que era planteada por las denominada “media luna” y cuyo principal representante era el prefecto cruceño, Rubén Costas, el Movimiento al Socialismo (MAS) y autoridades de gobierno manejaban como bandera de lucha la implementación de las autonomías indígenas. Hoy cuestionan.
Aunque algunas autoridades de gobierno se dieron a la tarea de dividir a las organizaciones indígenas, la marcha ya se encuentra en el segundo día de su realización y está dispuesta a cumplir con su objetivo.

Según los dirigentes indígenas, con el transcurrir de los días, se sumarán otras organizaciones no sólo de tierras bajas sino también del altiplano y los valles porque es una marcha a nivel nacional.

La marcha tiene representantes mojeños, guarayos, mosetenes, trinitarios, guaraníes, izozeños, sirionós y otros pueblos indígenas.

“Nosotros no estamos luchando sólo por nosotros mismos sino por un futuro mejor para nuestros hijos y para nuestros nietos. La autonomía indígena no debe ser simbólica sino se debe convertir en una realidad”, remarcó el dirigente de la CIDOB.

La VII Marcha “Por la Defensa del Territorio, la Autonomía y los Derechos de los Pueblos Indígenas” ya empezó sus primeros pasos, será una movilización larga y sacrificada porque se trata de un recorrido de más de mil kilómetros; el gobierno recurrió a lo fácil: la desacreditación, pero los pueblos indígenas tienen objetivos que les fortalece: autonomías, mayor representación y dignidad…

- Alex Contreras Baspineiro.es Periodista y escritor boliviano, ex vocero de gobierno. alexadcb@hotmail.com


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Bolivia: Diputados indígenas instalan huelga de hambre

El diputado Pedro Nuni, en conferencia de prensa, dijo que no volverán a la sesión mientras la bancada del Movimiento Al Socialismo (MAS) y el Gobierno no atiendan las demandas de los pueblos indígenas sobre el derecho a la consulta para la ejecución de proyectos extractivos en territorios indígenas, la asignación de 18 escaños especiales y la autonomía plena, que implica la aprobación de estatutos autonómicos por usos y costumbres.

La Paz, 26 de junio (Erbol).- Los diputados de las siete circunscripciones especiales indígenas abandonaron anoche la sesión ordinaria de la Cámara Baja donde se estaba considerando el proyecto de Ley del Régimen Electoral e instalaron un piquete de huelga de hambre. La decisión fue asumida en rechazo a la norma en cuestión que conculca el derecho a la consulta de los pueblos de tierras altas y bajas, y niega la posibilidad de incrementar a 18 el número escaños especiales.


El diputado Pedro Nuni, en conferencia de prensa, dijo que no volverán a la sesión mientras la bancada del Movimiento Al Socialismo (MAS) y el Gobierno no atiendan las demandas de los pueblos indígenas sobre el derecho a la consulta para la ejecución de proyectos extractivos en territorios indígenas, la asignación de 18 escaños especiales y la autonomía plena, que implica la aprobación de estatutos autonómicos por usos y costumbres.


“Nos salimos porque no queremos ser cómplices de la aprobación en grande ni en detalle de esta normativa (la Ley del Régimen Electoral) que transgrede los derechos de los pueblos indígenas, que están respaldados por la Constitución Política del Estado”, puntualizó.

Los siete asambleístas determinaron también respaldar la marcha de la Confederación de Pueblos Indígenas de Bolivia (CIDOB) y exigieron respeto a este movimiento por parte del Gobierno de Evo Morales, de quien demandaron una retractación de las acusaciones vertidas en los últimos días en sentido de que la medida asumida por los pueblos de tierras bajas era financiada por la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID).


“Necesitamos y exigimos una retractación pública de los funcionarios públicos que han manifestado que realmente los indígenas nos conducen como un control remoto y tenemos que decir lo que nos tienen que enseñar. Tenemos la capacidad y tenemos nuestra propia voz para decir lo que no compartimos”, afirmó el diputado Nuni.


Anticipó que el piquete de huelga de hambre, instalado en el Salón Rojo de la Cámara Baja, no se levantará hasta que se constituya un escenario de diálogo y garantice la inclusión de las propuestas en materia de distribución de escaños, el derecho a la consulta y la autonomía plena. Acusó al Gobierno de fracturar al movimiento indígena al traer a la ciudad de La Paz a dirigentes de organizaciones de los pueblos de tierras bajas para negociar y firmar por separado acuerdos, con cuya actitud intenta deslegitimizar la marcha de la CIDOB, que se inició el pasado lunes en Trinidad.

“Por fracturar al movimiento indígena están trayéndose dirigentes y organizaciones por separado y llegar a un acuerdo para deslegitimizar la marcha. La marcha es legítima y la haremos respetar”, sentenció el legislador Nuni al referirse al acurdo que firmó la víspera el ministro de la Presidencia, Oscar Coca, con representantes de la Central de Pueblos Indígenas del Beni (CEPIB).


En tanto, en el plenario de la Cámara de Diputados continuaba el tratamiento del proyecto de Ley del Régimen Electoral, cuya norma pretender ser aprobada por la bancada oficialista este fin de semana.