domingo, 8 de noviembre de 2009

América del Sur de cara al futuro

José Luís Fiori

ALAI AMLATINA, 05/11/2009.- Después de una década a la izquierda, América del Sur está entrando en una zona de fuerte turbulencia. En este final de 2009, Uruguay podría elegir como presidente de la República, a un hombre del pueblo y ex guerrillero tupamaro, y Chile quizás elija a un billonario arrogante y de derecha, que recuerda mucho al primer ministro italiano, Silvio Berlusconi. Está la reelección de los presidentes de Bolivia y de Ecuador que se proponen cambiar radicalmente la estructura del Estado y de la propiedad de sus países, con objetivos socialistas, pero sin ruptura revolucionaria. En 2010, habrá elecciones en Colombia y en Brasil, y en 2011, en Perú y en Argentina.

Durante esta primera década del siglo, los cambios en el continente fueron favorecidos por la expansión económica mundial, que también estimuló el proyecto de integración de América del Sur. Pero la crisis financiera de 2008 provocó una desaceleración del crecimiento y del propio proyecto de integración económica. Y el proyecto de integración política fue afectado de lleno por el nuevo acuerdo militar entre Colombia y Estados Unidos, que autoriza el uso del territorio colombiano por efectivos militares norteamericanos, desde donde podrán controlar el espacio aéreo de Venezuela y de toda América del Sur.

Por ello, no es
exagerado decir que el futuro de América del Sur, en la primera mitad del siglo XXI, estaría decidiéndose en estos próximos dos años. Y ya es posible mapear las grandes disyuntivas y elecciones que están en el horizonte del continente suramericano.

En primer lugar, desde el punto de vista económico, lo que se debe esperar para después de la crisis es un aumento de la presión de los mercados internacionales y la profundización de la condición periférica y primario-exportadora de la mayoría de los países suramericanos. Incluso si se amplían y se diversifican sus exportaciones en dirección a Asia, y a China, en particular.

En esta nueva coyuntura, sólo una
voluntad política coherente y continuada podrá mantener en pie el proyecto de integración suramericana. Esto supone una decisión de Estado y una capacidad colectiva de mantener bajo control los conflictos locales, a despecho de los cambios de gobierno. Y supone también, una política conjunta de fortalecimiento del mercado interno de América del Sur, con la reducción de la dependencia regional de las crisis y de las fluctuaciones de los precios internacionales. En este punto, no existe término medio, porque los países dependientes de la exportación de productos primarios, incluso en el caso del petróleo, nunca conseguirán dirigir su propia política macro-económica, y mucho menos todavía, su inserción en la economía mundial.

En segundo lugar, desde el punto de vista político, la crisis económica evidenció todavía más las asimetrías y desigualdades nacionales y sociales que están detrás de la heterogeneidad política regional y que explican, en parte, la falta de interés o de entusiasmo de algunos países del continente, por el proyecto sur-americanista.

Finalmente,
desde el punto de vista de la seguridad continental, el aumento de la presencia militar estadounidenses en Colombia sirve para recordar que América del Sur seguirá por un buen tiempo –y aunque no lo quiera- bajo la “protección” del poder espacial, aéreo y naval de EE UU. Y deberá tener una enorme persistencia y tenacidad para construir un sistema autónomo de seguridad regional, sin producir una carrera armamentista dentro de la propia región.

De cualquier forma, una cosa es cierta: el futuro del proyecto suramericano dependerá cada vez más de las elecciones brasileñas, y de la forma que Brasil desarrolle sus relaciones con Estados Unidos.

Desde
el punto de vista económico, la presión de los mercados internacionales y las nuevos descubrimientos de petróleo en la capa del pre-sal, también están ofreciendo a Brasil, la posibilidad de transformarse en una economía exportadora de alta intensidad, una especie de “periferia de lujo” de las grandes potencias compradoras del mundo, como fueron en su debido tiempo, Australia y Argentina, entre otros.

Pero existe la
posibilidad de que Brasil escoja otro camino que combine su potencial exportador con una estructura productiva industrial asociada y liderada por una economía más dinámica, como es el caso contemporáneo de Canadá, por ejemplo.

Además existe una tercera alternativa, absolutamente nueva
para el país, y que apunta de cierta forma, hacia el modelo de la estructura productiva norteamericana: con una industria extensa y sólida, y una enorme capacidad de producción y exportación de alimentos y otros commmodities de alta productividad, incluyendo el petróleo, en el caso brasileño.

Por otro lado, en el campo político, después de la
hegemonía de las ideas neoliberales y privatistas, y del “cosmopolitismo servil”, en el campo internacional, se está consolidando en Brasil, un nuevo consenso desarrollista, democrático y popular, pero que en este caso, no tiene nada que ver con el socialismo.

Las perspectivas futuras de esta coalición de poder, sin embargo,
dependerán, en gran medida, de la estrategia internacional de los próximos gobiernos brasileños.

Brasil puede transformarse en un “aliado
estratégico” de Estados Unidos, de Gran Bretaña y de Francia, con derecho de acceso a una parte de su tecnología de punta, como en el caso de Japón, o el mismo Israel, que accedió a la tecnología atómica militar, con el apoyo de Francia.

Pero Brasil también puede elegir un
camino propio de afirmación soberana y de expansión de su poder internacional.

Y en este caso, si Brasil quisiera cambiar su posición
geopolítica, obedeciendo las “reglas del juego” del sistema mundial, tendrá que desarrollar un trabajo extremadamente complejo de administración continua de las relaciones de competencia, conflicto y complementariedad con Estados Unidos, y con las demás potencias, teniendo como norte sus propios intereses económicos y geopolíticos. En una disputa prolongada por la hegemonía de América del Sur, como si fuese una “lucha oriental” con Estados Unidos. Caminando a través de una vereda muy estrecha y durante un tiempo que puede prolongarse por varias décadas.

Además de esto, si Brasil quisiera liderar la integración
soberana de América del Sur en el mundo, tendrá que inventar una nueva forma de expansión económica y política continental y mundial, sin “destino manifiesto” ni vocación misionera, y sin el imperialismo bélico de las dos grandes potencias anglo sajonas. (traducción ALAI)


- En honor de Carlos Estevam Martins, amigo y compañero de Santiago de Chile y profesor de la .Universidad de São Paulo, que falleció el día 9 de octubre de 2009.

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Cambio Climático en Barcelona: Discutir lo superfluo, evitar lo importante


Gerardo Honty

ALAI AMLATINA, 07/11/2009.- Un periodista amigo que por primera vez asiste a estas negociaciones me lo describía de esta manera al final de la reunión: “Es como si fueras a comprar una casa con tu esposa y discutieras sobre el color de las paredes, el estilo de canillas que habrá en los baños y si en las ventanas habrá persianas o postigos, pero esquivaras discutir cuánto disponen para gastar o hasta qué punto están dispuestos a endeudarse”. Creo que es una buena imagen acerca de los asuntos en los que se avanzó en esta reunión.

La cuestión de las cifras

En el plenario de cierre del pasado viernes, las diferencias en la evaluación del resultado de la reunión dejaron en claro que hay perspectivas divergentes acerca de lo que significa “avances”. Para algunos –los menos- el progreso había sido notorio. El más optimista fue el jefe de la delegación de Estados Unidos, Jonathan Pershing, que se autodefinió como “bicho raro” por su visión positiva de los resultados en contraste con las otras visiones que estaba escuchando. Para otros, particularmente los países en desarrollo, no se había avanzado en absoluto.

Uno de los principales temas que sigue sin resolverse es la
cuantificación de los compromisos de reducción de emisiones que asumirán los países industrializados, en su conjunto y cada uno en particular (“las cifras” en la jerga de las negociaciones). Junto con ello, qué porcentaje de esos compromisos deberán cumplirse domésticamente y cuánto podrá ser cumplido a través de la adquisición de créditos de carbono por reducciones realizadas en otros países. Y además, cuánto de las reducciones domésticas podrá ser cumplido por la vía de las absorciones de los sumideros (bosques y forestación) en esos países.

El otro gran tema que no tuvo avances fue la cuantificación de los recursos que los países industrializados deberán disponer para el financiamiento de la adaptación y desarrollo de los demás países. Al decir de mi amigo el periodista, cuánto están dispuestos a gastar para comprar la casa.

El marco legal

El romance con la nueva administración de Estados Unidos duró poco. En junio cuando la nueva delegación de Barack Obama llegó a Bonn hubo grandes aplausos y recibimientos, El hijo pródigo volvía al hogar. Pero cuatro meses después Estados Unidos volvió a ser el muchacho malo de la película como en la época de G. W. Bush. Muestra de ello son los varios premios “Fósil del Día” que se llevó esta semana, un galardón que las ONGs entregan cada día a la peor perfomance en las negociaciones desde el punto de vista de los intereses del clima. Particularmente causó mucho rechazo el anuncio de la delegación estadounidense cuando informó que el congreso retrasaría el tratamiento de la ley sobre cambio climático, una pieza clave para su política internacional en la materia.

En la última reunión de Bangkok (28 de setiembre al 9 de octubre Estados Unidos había introducido un nuevo enfoque para el debate: No debía haber un protocolo con compromisos solo para los países industrializados y otro acuerdo aparte para los países en desarrollo sino que todos los países debían tener compromisos en un mismo nivel bajo un mismo tratado.

En esta reunión de Barcelona la novedad la aportó la ministra danesa
Connie Hedegaard cuando anunció que el objetivo era llegar en Copenhague a un acuerdo “políticamente vinculante” sustituyendo el compromiso adquirido por las Partes de alcanzar un acuerdo “jurídicamente vinculante” es decir, que obligue a su cumplimiento bajo un tratado internacional. “¿Qué quiere decir políticamente vinculante?” se preguntaban los delegados por lo bajo. La intención de la ministra podía ser bajarle las exigencias al acuerdo, pero también podría leerse como un intento de bajar las expectativas sobre a la COP 15, algo que ya había hecho antes Ivo de Boer, Secretario de la Convención.

En cualquier caso, estas expresiones demuestran cuán lejos están los negociadores de alcanzar un acuerdo en torno a la arquitectura jurídica y los alcances legales que tendrán los resultados esperados de la COP 15.

Patear el tablero


Pero quizá la novedad más impactante de este período de sesiones fue la actitud de África cuando al inicio de la reunión planteó que no continuaría las discusiones en los demás temas hasta que no se terminara la discusión sobre “las cifras”, es decir, los compromisos de reducción de emisiones de los países industrializados. Al día siguiente, luego de varias horas de conversaciones, se logró un acuerdo: se dedicaría el 60% del tiempo a “cifras” y el 40% al resto de los temas.

Si bien en la
práctica la movida del Grupo Africano no logró lo que buscaba, sí sentó un antecedente que debe poner en alerta a los negociadores. La posibilidad de “patear el tablero” es algo que siempre está latente para muchos delegados aunque no se expresa con frecuencia. La prioridad para todas las delegaciones sigue siendo mantener abierto el espacio de las negociaciones, pues es el único camino posible para alcanzar una solución.

Pero la actitud africana está señalando que todo tiene un
límite y que puede haber llegado el momento de jugar la última carta. En última instancia de lo que se trata no es de “salvar las negociaciones” sino “salvar el planeta”, como recordó un activista presente en Barcelona. ¿Hasta donde vale la pena mantener este proceso de negociación si no hay resultados a la vista? Para los países desarrollados el problema son los costos económicos del futuro acuerdo, pero para los países en desarrollo los problemas son más acuciantes.

El
delegado de Leshoto hablando en nombre de los países menos desarrollados lo dijo claramente en el plenario de cierre: “algunos de nosotros nunca llegaremos a ser economías emergentes, seremos sumergentes” haciendo alusión a las amenazas que se ciernen sobre ellos por la elevación del nivel del mar.

A 30 días

Es muy difícil que en el poco tiempo que queda se puedan alcanzar acuerdos en todos estos temas. Pareciera haber dos escenarios posibles: Uno –poco probable- es que, siguiendo el camino mostrado por África, alguno de los grupos de los países en desarrollo se levanten de la mesa de negociaciones y aborten todo el proceso.

Otro -más probable- es que
se avance un poco en Copenhague pero se postergue un acuerdo final para una segunda fase de la COP 15 a realizarse en junio de 2010 o incluso para la COP 16 de México en diciembre de ese año. Como dijo la delegada china en el cierre de la sesión: no tenemos esperanzas, pero siempre se puede esperar un acto de magia que haga que el acuerdo finalmente llegue. Esta discusión comenzó hace dos años, apenas quedan dos semanas de reuniones para alcanzar un acuerdo y aún seguimos discutiendo de canillas, colores y postigos.


- Gerardo Honty es analista en energía y cambio climático de CLAES
(Centro Latinoamericano de Ecología Social). Observador en la reunión de
la Convención de Cambio Climático en Barcelona.


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Ahora Micheletti quiere quedarse en la Presidencia de Honduras


Micheletti tiene más ganas de quedarse que de renunciar en Honduras.


Hay novedades en Honduras.Hay alejamiento entre las partes y ciertas variables intrínsecas del acuerdo conformado entre los equipos de Zelaya y Micheletti se ven ahora amenazadas por ciertas “chicanas” que estarían llevando dicho entendimiento al fracaso.

El presidente de facto Roberto Micheletti ha anunciado por la noche del jueves a través de sus voceros que seguirá presidiendo Honduras hasta las elecciones del 29 de Noviembre. Lo único que se ha confirmado es la intención de “cambiar” el gabinete presidencial, integrándolo en conjunto con varias fuerzas políticas. Al fin de la noche se esperaba que Zelaya envíe a los delegados para integrar el mismo, pero es evidente que Zelaya esperaba presidirlo como presidente repuesto en su cargo. El gabinete actual de Micheletti ha renunciado justamente abriendo paso a que se integre un nuevo equipo ministerial.

"Siendo que don Roberto Micheletti es el presidente constitucional de la República le correspondería liderar ese gabinete a él", explicó a la prensa el secretario de gobierno Pineda Ponce, vocero del gobierno de Micheletti.

Al ser cuestionado por la prensa sobre la razón por la cual el presidente constitucional, Manuel Zelaya, no integraría el nuevo gobierno, Ponce respondió que no estaba pensado que Zelaya asuma inmediatamente y que el acuerdo no “contenía” esa específica cláusula.

El Congreso -según dijo el funcionario de facto-, es el organismo que debe definir la “reasunción de Zelaya”. Pero, pese a todo, aun dicho organismo no se reuniría a tratar el tema debido a que una Comisión interna ha sugerido que se resuelva después de las elecciones y que debe opinar además la Corte Suprema.

Zelaya, por su parte, dijo que a la medianoche del jueves vencía el plazo para ser restituido. Afirmó el acuerdo se cae sino lo restituyen y según declaraciones a la cadena Telesur afirmó desde la Embajada del Brasil: “resulta que ahora hablan de cambio de gabinete, y no de la reposición del Presidente, que es la persona que debe presidir dicho gabinete”.

Si esta situación se mantiene bajo lo que el presidente de facto Micheletti afirma, a Zelaya no le permitirían volver aun al poder y se estaría intentando llegar a las elecciones sin su presencia en el gobierno, esperando pronto tener un nuevo líder electo. Tampoco es clara la posición de la “comisión de verificación del acuerdo” (la integra el ex presidente chileno Ricardo Lagos, la actual Secretaria de trabajo de EE.UU. Hilda Solís y dos hondureños), si es que el mismo parecería malograrse al no ser Zelaya repuesto.

Si bien el Secretario y delegado estadounidense para la región hemisférica, Tom Shannon, ha dicho a distintos medios que Estados Unidos condena al golpe y sigue pidiendo la restitución de Zelaya, su gobierno estima que no se debe suspender el proceso electoral. Aunque es de notar que Estados Unidos ha últimamente enviado mensajes ambivalentes en lo que a la “aceptación” del nuevo presidente elegido en Noviembre se refiere si Mel Zelaya no reasume prontamente.

Por la noche el grupo de Río reunido en Jamaica volvió a exigir que Zelaya sea repuesto en su cargo inmediatamente para “validar” el proceso electoral y aceptar a las autoridades electas en él

(*) Especial para Perfil.com.