POR ANA PRIETO
Se
estima en más de tres millones los refugiados sirios que abandonaron su
país empujados por la guerra civil; esa cifra incluye a la casi
totalidad de los cristianos, víctimas de especial persecución por Estado
Islámico (ISIS) y otras facciones terroristas a las que el presidente
Barack Obama acaba de declarar la guerra .
Sin
embargo, “el islam no promueve ni la violencia ni la paz. El islam es
sólo una religión y como cualquier otra, depende de lo que hagas con
ella. Si sos una persona violenta, tu islam, tu cristianismo, tu
judaísmo y tu hinduismo serán violentos”. Eso dijo, entre otras cosas,
el iraní-estadounidense Reza Aslan, doctor en Sociología de la Religión,
en una entrevista de CNN en septiembre de 2014. En enero, con las
matanzas de París, ese diálogo no sólo se viralizó en las redes, sino
que fue publicado en varios medios de todo el país bajo títulos como
“Experto en religiones desmonta mitos sobre el islam”. Aslan está
acostumbrado a discutir el tema en grandes medios y universidades de
EE.UU.. Desde California, habló con Ñ.
–Lejos de estar en retirada, las religiones se expanden hoy en todo el mundo, ¿no es así?
–Durante
buena parte del siglo XX se asumió que cuando las sociedades se
volvieran más ricas, más educadas y el mundo mismo progresara, el
atractivo de las religiones disminuiría y eventualmente desaparecería.
Pero ocurrió lo opuesto. A principios del siglo XX, la mitad de la
población mundial se identificaba con una de las cinco grandes
religiones: judaísmo, islam, cristianismo, budismo e hinduismo. Cien
años de progreso social y desarrollo científico, y ahora esa cifra
aumentó a dos tercios. Esto no quiere decir que la gente hoy sea “más
religiosa”, sino que tiende a definirse cada vez más en términos
religiosos. De todos los factores que hacen a la identidad de una
persona –cultura, nacionalidad, género, orientación sexual, religión–,
vemos que se tiende a enfatizar cada vez más el factor religioso.
–¿Por qué?
–Hay
una serie de razones, pero la primera tiene que ver con la
globalización. Los límites que nos separaban en estados y naciones han
comenzado a desintegrarse, y la nacionalidad ya no es la identidad
primordial que fue a lo largo del siglo XX. Y cuando un factor
identitario comienza a retroceder, otro emerge. Debido al poder que
tiene la religión para darle a alguien un sentido de identidad, el
factor que surge en muchos casos es ese.
–¿Cómo nacen los fundamentalismos religiosos?
–Son
una reacción, no un fenómeno independiente. El término se usó por
primera vez para describir a los cristianos evangélicos
ultraconservadores de EE.UU. de comienzos del siglo XX, que escribieron
una serie de tratados llamados Los fundamentos , como reacción al
liberalismo cristiano, a la revolución científica y, muy
específicamente, al significado de la verdad. La ciencia nos dice que la
verdad es aquello que puede ser objetivamente verificado, es decir, la
verdad es aquello que ha probado ser verdad. Esos protestantes tomaron
el concepto de verdad, lo aplicaron a la Biblia, y así nació el
“literalismo”: la idea de que cada palabra de las escrituras es una
verdad literal, no metafórica. Muchos creen que el literalismo ha
existido desde siempre, pero no. En dos mil años de historia cristiana,
el concepto tiene poco más de cien, y se lo debemos a esos cristianos
que reaccionaron a la amenaza que veían cernirse sobre su fe y su
identidad.
–¿Esto cuenta también para el fundamentalismo islamista?
–Mucho.
Es una reacción a una serie de procesos sociales, políticos y
económicos. El islam político violento que vemos hoy nace de la
experiencia colonial. Hace menos de 80 años, el 90% de la población
musulmana del mundo vivía bajo dominio colonial europeo directo. Y sobre
todo en Medio Oriente ese dominio fue una fuerza brutal,
occidentalizante y a menudo cristianizante, que alentó la creación de
una alternativa al colonialismo a la que llamamos “islamismo” o islam
político. Cuando terminó el colonialismo, dejó un caos político y
económico absoluto, y no es de extrañar que en los últimos 60 años esta
haya sido la región más inestable del mundo, con revoluciones,
dictaduras y agitación política y religiosa. En esas vorágines, lo que a
menudo va a la vanguardia es el fundamentalismo, religioso o de
cualquier tipo, como reacción a la ruptura de normas políticas y
sociales.
–Después
del 11/9, EE.UU. adoptó una retórica religiosa no muy distinta a la de
Al Qaeda. Pero de algún modo, nadie se tomó en serio los dichos de Bush
en términos de fanatismo cristiano. ¿Cómo se explica eso?
–Creo
que tuvo que ver con que esa retórica, gustara o no, era familiar.
Vivimos en países con mayorías cristianas; el 70% de los habitantes de
EE.UU. lo son. Los dichos de Bush sobre las Cruzadas, el bien y el mal,
son de un lenguaje al que los estadounidenses estamos acostumbrados
porque casi todos nuestros políticos lo utilizan. El Partido
Republicano, que controla las dos cámaras del Congreso, proclama
constantemente que EE.UU. es una nación cristiana, que sus leyes deben
basarse en el cristianismo e incluso que la constitución debe ser
alterada para estar en alineación con los valores cristianos. Muchos
están de acuerdo, y por eso los republicanos ganan tantas elecciones.
Pero cuando alguien dice lo mismo con otra lente religiosa, suena
aterrador. Si ven por TV a un miembro de los Hermanos Musulmanes
diciendo “Egipto es una nación musulmana, ha sido fundada en ideales
islámicos y las leyes deben cambiar para estar mejor alineadas con el
islam”, todos se vuelven locos y no se detienen a pensar en que el tipo
al que votaron dice lo mismo.
–Pero la religión no es el fin de ese tipo de mensajes.
–Parte
de todo eso, desde luego, no es más que política. El lenguaje de la
religión es poderoso. Si Bush hubiera dicho después del 11/9: “Nos
encontramos a la vera de una compleja acción político militar contra una
organización transnacional que pretende atraernos hacia un conflicto
global”, nadie lo hubiera escuchado. Pero si revestís cualquier discurso
en términos religiosos, vas a convocar.
–¿Cuál es la situación de la islamofobia en Estados Unidos?
–En
este momento ha absorbido por completo a la islamofobia europea. El
sentimiento anti-musulmán de hoy no tiene precedentes, y ha superado
incluso al que surgió tras los atentados del 11/9. Así que esto no solo
tiene que ver con ese ataque terrorista; existe un esfuerzo concertado y
millonario para promover la idea de que los musulmanes son el enemigo
interno y que están aquí para derribar la civilización occidental. Todo
el tiempo oímos esas cosas. Hay republicanos que han dicho que no
permitirían que ningún musulmán ocupara un cargo en su gabinete, o que
han querido enmendar la constitución para prohibir la ley islámica en
este país, como si existiera tal problema. Solo el 1% de la población de
EE.UU. es musulmana. En Europa escuchás lo mismo: que los musulmanes
van a conquistar la región. Solo el 6% de la población europea es
musulmana.
–¿Y cómo prende ese discurso?
–Esa
histeria tiene en realidad muy poco que ver con el islam en sí y todo
que ver con una crisis de identidad que se vive en EE.UU. y Europa. En
otras palabras, el islam se ha convertido en el nuevo “otro”; en lo que
sirve para nombrar a todo lo que es aterrador y desconocido. Por eso
partidos islamófobos como el Front National de Francia, el Ukip inglés o
Pegida de Alemania, también se oponen a la Unión Europea, porque para
ellos todo es lo mismo. Ven que el paisaje político, cultural y racial
de Francia, Gran Bretaña y Alemania no es como hace 30 años, ven colores
y religiones, ven que la economía no está tan bien, que no hay
suficientes empleos, que la Unión Europea se llevó buena parte de la
autonomía que tenían. ¿A quién culpan? A los musulmanes.
–La situación de los judíos como “el otro” al que culpar no era muy distinta hace algunas décadas.
–Los
musulmanes son los nuevos judíos de Europa, no hay dudas; son la fuerza
contra la cual los europeos se están definiendo. En su caso, hubo un
éxodo masivo. Sufrieron el Holocausto y muchos emigraron a Israel y a
EE. UU..
–¿Qué relación hay entre la islamofobia y el reclutamiento de jóvenes por parte de grupos fundamentalistas?
–El
rabioso sentimiento islamófobo hace que muchos jóvenes musulmanes se
sientan bajo ataque y no puedan construir su identidad. Nacieron en Gran
Bretaña, pero no se sienten británicos. Nacieron en Alemania, pero no
son alemanes. El nacionalismo étnico de esos países ha creado un nuevo
vacío y ahí entran grupos como Al Qaeda e ISIS, cuyo mensaje es simple:
“¿Sabés por qué no te sentís francés, inglés o alemán? Porque no lo sos,
nunca lo serás, nunca te van a aceptar, vos pertenecés a un cuerpo
mundial de fe atacado. Así que luchá con nosotros por tu identidad”. Ese
puede ser un mensaje muy atractivo para un chico políticamente
consciente y socialmente activo, como lo son todos a los 20 años seas
islamista o lo que sea.
–La facción de Al Qaeda que perpetró la matanza de Charlie Hebdo sabía que iba a cooperar con la islamofobia.
–Esa
fue su intención. Si tu estrategia es convencer a los jóvenes
musulmanes de que su sociedad se les opone, cualquier cosa que puedas
hacer para que la sociedad se les oponga va a servir a tu causa.
–¿La solución?
–Revertir
la inmigración, como pretenden los partidos xenófobos, no es la
respuesta y es imposible. La respuesta es asimilación, integración, y
eso requiere de una clase política europea proactiva en lugar de
reactiva y comprometida con la nueva Europa. Y requiere de una
generación de musulmanes que crea en esa Europa, que sienta que es su
hogar, que ahí pertenece, y que no debe abandonar su identidad religiosa
para ser francés o alemán; que puede ser ambas cosas.
–Algunos
ven en el Papa a un reformista y otros no creen que pueda existir un
cambio dentro de la institución católica. ¿Usted qué cree?
–Ambas
posturas tienen razón. El catolicismo no es solo una religión, es una
institución; no es solo una iglesia, es una burocracia. Me parece
notable que Francisco haya aprendido una lección de Benedicto: no se
puede cambiar la institución, que es una bestia de 2 mil años, pero sí
la fe. En lugar de intentar, como su predecesor, reestructurar el
Vaticano, Francisco lo ha ignorado y ha expresado con acciones y
palabras su visión de cómo debería ser el catolicismo moderno; un
catolicismo al que naturalmente se estaban inclinando muchos creyentes.
Quiere dar el ejemplo en lugar de reformar la burocracia, y eso me
parece muy inteligente.
–El “nuevo ateísmo” clama con mucho énfasis que la religión no es compatible con la ciencia. ¿Qué opina?
–Al
nuevo ateísmo lo llamo por lo que realmente es: antiteísmo. Un ateo no
cree en Dios y listo. Un antiteísta cree que la religión es un mal
insidioso que debe ser removido de la sociedad y que cualquier creyente
no solo se equivoca, sino que es estúpido. Tiene tal fervor que podemos
llamarlo fundamentalismo ateo y, como cualquier fundamentalismo, no es
muy sofisticado. Quien diga que la religión y la ciencia no pueden
coexistir no entiende nada de religión ni ciencia. El propósito de la
ciencia es responder a la pregunta por el cómo; el de la religión, a la
del por qué. Son dos modos del saber, y no hay razón por la que tengan
que entrar en conflicto. Y quien diga que la religión es responsable de
todo el mal que hay en el mundo, solo tiene que pensar en el siglo XX,
el más sangriento de la historia: cientos de millones murieron en nombre
del nacionalismo y el comunismo. Sólo Mao y Stalin mataron a más
personas que todos los muertos por conflictos religiosos en el siglo.
Culpar a la religión por la violencia cometida en su nombre es como
culpar al socialismo por el comunismo, al nacionalismo por el fascismo, a
la ciencia por la eugenesia. Es ridículo. ¿Quién podría pensar así?