Con la museóloga y sobreviviente Alejandra Naftal como curadora, ya está cercana la puesta en marcha de un museo especial en el casino de oficiales de la Esma. Detalles del proyecto, a diez años del momento en que la Escuela de Mecánica de la Armada fue convertido en sitio de memoria.
Lois, Di Toffino, Naftal y Tarnopolsky, a cargo del proyecto museístico del campo de concentración.
Por Martín Granovsky
El visitante estará parado
leyendo una explicación y de pronto unas luces marcarán un rectángulo
rojo en el piso. El rectángulo de una cucha como el lugar que ocupaba
cada secuestrado en la Escuela de Mecánica de la Armada. Esa será, este
año, una de las escenas documentales que podrán verse en el nuevo sitio
especial de memoria a inaugurarse en lo que primero fue casino de
oficiales de la ESMA y luego el núcleo del campo de concentración en la
última dictadura.
La curadora del nuevo sitio es Alejandra Naftal, secuestrada a los
17 años y sobreviviente del campo El Vesubio, que estudió museología y
fue una de las constructoras del archivo oral de Memoria Abierta.
Durante el kirchnerismo trabajó seis años con documentación en el
Ministerio de Defensa. El co-curador, a cargo de las cuestiones visuales
y de diseño, claves porque el proyecto es móvil y no alterna nada del
edificio, es Hernán Bisman.
Naftal cuenta que eligieron el casino de oficiales porque fue “el
lugar de alojamiento de los detenidos y el epicentro de la mecánica del
predio de la ESMA”. Y agrega sobre el propio campo de concentración,
como si estuviera todo dicho: “Y la ESMA es todo”.
¿Habrá un cuidado del rigor? “Nos basamos en fondos documentales,
fuentes judiciales, académicas, artísticas, periodísticas y
audiovisuales y en el testimonio de las víctimas y familiares”, dice la
curadora. “Esos testimonios son los únicos porque los marinos no
hablaron nunca. No contaron la verdad. Lo que los visitantes escucharán
son las voces de los familiares y los sobrevivientes en los juicios.”
En el mundo durante los últimos 30 años florecieron muchos centros
dedicados al ejercicio de la memoria. Los campos de Dachau y Auschwitz,
por ejemplo. O el de Buchenwald, que tantas veces describió Jorge
Semprún y donde los directores del memorial quisieron mostrar cómo la
sociedad alemana sabía que tenía un campo a solo 15 minutos de Weimar. Y
también el memorial del desembarco en Normandía, en Francia, donde una
sala provoca con una pregunta: “Francia, ¿un millón de resistentes o un
millón de colaboracionistas?”.
Para Naftal, los sitios de memoria “se tienen que diferenciar de
un artículo, de un libro o de una película, porque son los lugares de la
verdad ‘autorizada’, ésa que para la gente es ‘la’ verdad”, analiza.
“Es discutible, porque qué es la verdad, ¿no? Pero a nosotros nos toca
la tenacidad de respaldar lo que sabemos con la fuente documental. Lo
que usamos son los testimonios ante la Justicia. El juicio a las Juntas
en 1985 y los distintos juicios de la causa ESMA de los últimos años.”
Puesta a responder sobre la memoria, Alejandra Naftal aclara
primero que “hoy hay un Estado con convicción con esta problemática,
porque se llevan adelante los juicios y porque transcurrió un tiempo
suficientemente prolongado tal que permite articular las relaciones
entre historia y memoria”, y define: “La memoria es un músculo muy
elástico y selecciona qué recordar, qué olvidar y cómo recordar”. Para
ella, “es tan elástico que genera herramientas nuevas a cada momento”.
¿No puede traer conflictos un músculo en manos del Estado? “Puede.
Pero los conflictos pueden resolverse, y siempre el debate está
abierto. En cambio con un Estado ausente no hay nada.”
Agustín Di Toffino, jefe de Gabinete de la Secretaría de Derechos
Humanos e hijo de un dirigente sindical cordobés de Luz y Fuerza que fue
compañero de Agustín Tosco y está desaparecido, dice que “el Estado
tomó la versión de los sobrevivientes y la impulsa”.
Daniel Tarnopolsky es miembro de una de las familias más golpeadas
por la dictadura: fueron secuestrados sus padres Hugo y Blanca, su
hermano Sergio, su cuñada Laura y su hermana Betina. Directivo del
Instituto Espacio de la Memoria, dice que “el proyecto es plural y el
Gobierno no se metió con los contenidos”. Añade: “Da todas las
herramientas y los organismos son los custodios, sin interferencias”.
Di Toffino, que también milita en HIJOS, dice no tenerle miedo al
doble rol de los organismos y la gestión pública. “Antes construíamos
memoria desde los márgenes. Nos resultaba más fácil. Pero hoy, con la
memoria como política de Estado, hay una tensión. No les tenemos miedo a
las tensiones. Por eso apoyamos que aparezca el relato de los
sobrevivientes. Es una cuestión de acumulación histórica, de legitimidad
de relatos totalmente subestimados, sin gobiernos que procesaron el
pasado con teorías que no tenían que ver con lo que nos pasó a nosotros,
como los dos demonios, o el monumento a la reconciliación. Ahora el
Estado toma el relato de las víctimas como política de Estado.”
Naftal sostiene que “una cosa es ser de los organismos y otra es
el compromiso con el presente”. Dice la curadora: “Se pretende que en
estos lugares se dirima la política nacional. No es así. Eso se dirime
en las elecciones, en las luchas partidarias. El museo tiene que ser
abierto y prolongado en el tiempo. Un mojón que se tiene que ir
extendiendo. Hay mucho por investigar, por descubrir, por saber. Por
ejemplo cuáles fueron los resortes políticos de la dictadura desde lo
cívico, lo económico, lo militar. Continuamente hay que discutir. Esta
intervención va a habilitar nuevas miradas”.
Tarnopolsky destaca que el hecho de que la estructura del proyecto
sea móvil da cuenta de que es fácil de cambiar. Naftal recuerda que el
diseño no toca el edificio. “Es prueba material en los juicios. Y además
no lo tocamos para que después otro pueda hacer otra cosa. Vendrán
nuevas generaciones con nuevas miradas.”
“Hay muchos secretos, muchos silencios, mucho material exclusivo,
pero si alguna vez llegamos a tener informaciones escondidas habrá que
cambiar o agregar parte del contenido”, dice Tarnopolsky al comentar
este aspecto de un proyecto que se instala en un sitio de 5300 cuadrados
como la ESMA. Es decir, que puede crecer.
¿Para quién es el museo?
Dice Naftal: “Para muchos. Para millones. Para afuera. Para
jóvenes, para ancianos, para niños, para argentinos, para extranjeros.
El rabino Daniel Goldman nos contó lo que decía el rabino Marshall Meyer
sobre la sinagoga: debe ser el lugar donde el cómodo se sienta incómodo
y el incómodo se sienta cómodo. Que el indiferente o no consustanciado
con la temática de los derechos humanos, cuando venga se sienta un poco
incómodo. Pero que venga. Y que quien está comprometido o es un familiar
pueda tener un lugar de reparo”.
La curadora cuenta que entre los museólogos existe un verbo: to
shake. Sacudir. “Siempre discutimos sobre cuál es el borde. Claro que al
visitante hay que informarle, comunicarle y transmitirle. Pero en
algunos momentos, también, sacudirlo”.
Graciela Lois, de Familiares y con un marido secuestrado en la
ESMA, dice que el terrorismo de Estado existió, no es una categoría
abstracta y menos un invento. “Y dentro del terrorismo de Estado hubo
lugares donde la deshumanización fue cruenta. Pero también hubo
estrategias de vida y resistencia de los que estuvieron detenidos. Lazos
de solidaridad. Nacían niños.”
“Ella no lo quiere recordar porque es modesta, pero convertir toda
la ESMA en un sitio de memoria y concretar este proyecto es posible
porque Graciela y Laura Bonaparte en 1998 presentaron y ganaron un
amparo cuando el gobierno de Carlos Menem quería arrasar todo”, cuenta
Tarnopolsky.
¿Piensan reconstruir un campo de concentración? La respuesta es
negativa. “En algunos lugares se hace. Villa Grimaldi, en Chile. Pero
nosotros, a pesar de los relatos, recibimos el edificio vacío. Vacío y
20 años después. No vamos fabricar una picana. No vamos a ‘construir’ un
campo de concentración. La reconstrucción era la tendencia de los
museos en el siglo XIX. Hasta le ponían los colores supuestamente
originales. Hoy está mal visto. Hay algunas cosas, como las fotos que
fue tomando Víctor Basterra cuando estaba secuestrado y fue sacando en
la ESMA, y veremos dónde las ponemos. Pero fabricar, nada. Vamos a
mostrar el original del acuerdo de la Armada Argentina con el gobierno
de Francia para el aprendizaje de procedimientos antiguerrilleros. El
Ministerio de Defensa nos dio el organigrama de cómo entraba laESMA en el organigrama de la Marina. Lo nuestro es clásico: texto, foto, video, y un objeto real si lo tenemos.”
El que entre en la ESMA podrá hacer varios recorridos con
distintas opciones. Podrá hacer el mismo recorrido que hacía cada uno de
los miles de secuestrados, la mayoría con final en el lugar desde donde
era trasladado a la muerte. Podrá recorrerlo en 15 minutos o en cuatro
horas. Llevarse un pantallazo general o informarse más y complejizar la
visita. Habrá audioguías y las visitas guiadas serán optativas, no
obligatorias como en la actualidad.
“La ESMA es el centro emblemático de América latina y debe tener standards internacionales de exhibición”, opina Naftal. “Hay una necesidad regional de hacer esto en la ESMA.” Di Toffino relata que cuando el secretario de Derechos Humanos Martín Fresneda participa de foros regionales, le preguntan siempre por la ESMA.
“La ESMA es el Auschwitz de la dictadura”, dice Tarnopolsky.
A la entrada se verá una piel de vidrio con fotos de los
desaparecidos, que no estarán dentro del museo porque los familiares no
llegaron a un consenso.
“Hay familiares que dijeron que no soportarían ver las fotos de
los suyos ahí, por el sufrimiento”, cuenta Tarnopolsky, que sí quería
fotos allí, igual que Lois: “¿Por qué dije que sí? Porque es el último
destino de mi marido. De él y de mis compañeros. Pero yo no quiero que
nadie sufra más y acepto el consenso. No puedo exigirle a otro que haga
lo que le duele hacer”.
Di Toffino recuerda que en Córdoba el tema fue muy discutido para
los sitios en La Perla y en la Dirección de Inteligencia. “Los
organismos de Córdoba decidieron que las fotos estuvieran adentro.
Tratamos de que sean fotos vivenciales. Y lo que salió fue
impresionante. A la foto de mi viejo la llenaron de cosas, de mensajes,
de homenajes. Igual somos respetuosos, porque cada uno procesa el dolor
de manera diferente.”
Después de entrar habrá una sala con sistema de proyección 360
donde una producción de Canal Encuentro explicará en siete minutos qué
pasó entre 1930 a 1976. En la cocina se instalará una sala de juicios
con todo sobre la ESMA y pantallas en directo para consultar. Durante el
recorrido habrá más de 100 testimonios.
En el tercer piso está el lugar conocido como Capucha y el cuarto
de las embarazadas. En una parte habrá un monitor que proyectará
imágenes y testimonios. “En Capucha, nada. Vos y tu alma. Y no habrá
salida. Tendrás que desandar el camino.”
Cerca del tanque un equipo potenciará el ruido de afuera. El
fútbol. Los alumnos de las Escuelas Raggio. Los aviones. Los autos. El
tren. “Reforzará que la ESMA estaba inserta en medio de la ciudad y la
ciudad continuaba con su vida habitual, pero no será dicho
explícitamente”, dice Di Toffino.
Refiere Naftal que “en Capuchita trabajamos sobre los 30 casos de
nacimientos en la ESMA y por eso habrá una luz muy potente, sin sombras.
La luz que duele. Una luz muy potente. No hay sombra. Se escucha el
testimonio de Sara Solarz de Osatinsky, que acompañó la mitad de los
partos y los cuenta uno a uno”.
La Pecera mostrará “cómo funcionaba la explotación de mano de obra esclava y la estrategia de sobrevivencia”, explica Naftal.
“Recuperar los centros clandestinos es recuperar la vida de los
nuestros, darles la vida otra vez”, dice Tarnopolsky. “No dejarlos en el
terreno del enemigo, que es donde los quisieron dejar”, dice Lois como
en un susurro.
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