Castigos, insultos,
agresiones y maltrato psicológico son los casos de violencia que
soportan las mujeres de los pueblos montubio, indígena y afro.
Sus casos no se alejan de los que se presentan en zonas urbanas, pero
hay particularidades. En Riobamba (Chimborazo),la Fundación Nosotras con
Equidad recibe las denuncias de mujeres golpeadas, como María, quien
llegó a las oficinas llorando y con moretones en su rostro.Su esposo
Víctor la golpeó y la amenazó con matarla si se atrevía a denunciarlo.
Viven en una comunidad, en el páramo de Guamote.
Nancy Taipe, abogada de la Fundación, explica que el machismo y la
violencia en los indígenas es común. Solo 15 casos de los 45 que se
procesan cada semana son denunciados por mujeres indígenas y de esos
solo dos concluyen el proceso.
Para erradicar la violencia, la semana pasada se hizo una capacitación
sobre el Código Penal en una comuna. Las mujeres se sonrojaron y se
ocultaron bajo la chalina mientras los hombres las miraban fijamente.
“En su cultura está muy arraigado de que el rol de la mujer es atender
la casa, cuidar huertos y animales. Es muy difícil ingresar a las
comunidades para hablar de violencia porque las mujeres son sumisas y
los hombres las dominan”.
Narcisa, otra denunciante, también fue víctima. Cuando falleció su
esposo, sus suegros y su cuñado se hicieron cargo de ella. “Me golpean,
me insultan, sentí que me moría cuando me hicieron tragar tierra”,
relata la mujer de 27 años.
No es la única que ha sido golpeada en su comunidad Santa Rosa, en
Licto. Muchas de sus amigas son golpeadas cuando no cumplen a tiempo con
las tareas del hogar, pero solo ella se animó a denunciar.
“Estamos luchando contra la violencia, pero es una tarea difícil, porque
cuando una mujer incumple su rol, su marido la golpea. Cuatro
compañeras que intentaban formarse como líderes fallecieron en el 2009
en Guamote”, dice Delia Caguana, presidenta del Movimiento Indígena de
Chimborazo.
En el pueblo afro, la realidad es parecida. Según el Foro Permanente de
la Mujer y la Familia de Esmeraldas, los problemas de agresión de
hombres a mujeres o viceversa, en la mayoría de los casos ocurren en
estado etílico.
Las agresiones tienen su origen (80%) en el consumo de alcohol y se dan
cuando las esposas reclaman por los gastos para la compra de licor.
Meury Vera, representante del Foro, señala que ocho de cada 10 mujeres
son agredidas física y verbalmente por sus convivientes bajo los efectos
del alcohol.
Para Luther Montaño, especialista en drogodependencia, esa tendencia
guarda relación con la información del Instituto Ecuatoriano de
Estadística y Censo. Según la ingesta de licor, por autoidentificación,
los afroecuatorianos ocupan el segundo lugar con el 9,7%, después del
pueblo montubio con el 10,8%.
Desde la Unidad de Género de Esmeraldas, integrada por 20 instituciones
de la provincia, se promueve la campaña Antes de pegar hay que hablar.
“El objetivo es bajar el índice de violencia contra la mujer”, explica
Lucetty Coronel, responsable de la campaña.
En Manabí, la violencia es física, sexual y sicológica, asegura Isabel
Palma, activista de los derechos de la mujer. “El hecho de que la mujer
sea en muchos casos relegada a las tareas domésticas ya es un una
característica de violencia; ellas tienen que cuidar a los hijos y estar
al pendiente de los requerimientos de sus esposos”. En lo físico, la mujer especialmente aquella que vive en la zona rural
tiene doble responsabilidad: ver lo doméstico y ayudar en las tareas
agrícolas. Según Palma, la violencia física no muchas veces viene
acompañada de golpes o puntapiés, basta que no se considere el múltiple
trabajo de ella.
La actriz y activista cultural Gloria Leiton, asegura que no solo hay
violencia sobre la mujer montubia, la mujer chola, compañera del
pescador también está sometida a maltrato físico y sicológico.
Para Leiton, la amenaza es notoria cuando los hombres se van de pesca y
les gritan con frases intimidantes relacionadas con la infidelidad,
mientras ellos están ausentes. “Cuidado miras a otro, cuando regrese si
me entero de algo ya vas a ver”. Esas frases son recurrentes y es
violencia, comenta la activista.