Por PAOLA ÁLVAREZ
Recién llegada de la cumbre del G-20 en Pittsburgh, con el brillo que le da a la cancillera ejercer de líder internacional y tras haber podido presentar unos resultados más ambiciosos de lo esperado, Angela Merkel cerró ayer la campaña electoral de la Unión Cristianodemócrata (CDU) pidiendo el voto para que los suyos sean «el partido fuerte dentro de una coalición con los liberales».
Un Gobierno de derechas, fruto de la unión de su partido con sus hermanos bávaros de la CSU y los liberales del FDP es para Merkel la única opción que tiene Alemania de lograr una estabilidad que facilite la salida de la crisis.
La cancillera parte como segura ganadora en las elecciones de hoy y si bien no oculta su deseo de lograr la mayoría con el FDP, los últimos sondeos no descartan que se vea obligada a reeditar la gran coalición con los socialdemócratas.
Por eso, ayer, en las últimas horas de la campaña, no hubo sitio en su discurso para las buenas palabras sobre el trabajo realizado por la gran coalición en los últimos años y sí entró en la crítica directa a los hasta ahora sus socios. «El SPD es un partido que no sabe lo que quiere», afirmó.
MÉRITOS PROPIOS/
Olvidando que en algunas de las políticas socialdemócratas está precisamente la clave de su éxito personal, Merkel se limitó a resumir los méritos de las iniciativas de su partido, como el aumento de la inversión en investigación o las políticas de familia. Es más, la cancillera quitó a sus socios socialdemócratas el título de Volkspartei (partido mayoritario) y aseguró que la CDU es el único partido de este tipo que queda en Alemania. Por eso, según Merkel, son ellos los que deben «determinar el camino que debe seguir el país en los próximos cuatro años».
La apuesta de Merkel por la coalición con los liberales era su mejor manera de tratar de atraer el voto del 35% de indecisos que ayer seguía habiendo entre los 62 millones de alemanes llamados a las urnas. Dejar una puerta abierta a la gran coalición podría inclinar el voto hacia el SPD, que apenas tiene opción de formar Gobierno si no es con la CDU. Por eso, Merkel dejó ayer a un lado su talante más socialdemócrata y apostó sin complejos por un Gobierno de derechas, especialmente en política económica: «Nos encontramos ante la peor crisis de la historia y aún queda mucho para salir de ella. En ese camino tenemos que estar del lado de los trabajadores, pero también de los empresarios, porque de ellos dependen los puestos de trabajo», aseguró prometiendo una bajada de impuestos e intentando recuperar los votos que puedan habérsele escapado a favor del FDP.
La cancillera pidió a los suyos que luchen por cada voto hasta el último momento y agitó el fantasma de lo ocurrido en las elecciones del 2002: «Entonces fueron 6.000 votos los que evitaron un cambio de dirección en la política alemana. No podemos permitir que vuelva a pasar algo así», dijo.
LA FUERZA DE LOS PEQUEÑOS/
Pero la política alemana ha cambiado mucho desde el 2002. Por primera vez, en las elecciones de hoy, los tres partidos menores podrían obtener más de un 10% de los votos.
Aunque los intereses políticos y las enemistades entre partidos hacen casi imposible cualquier coalición que no tenga a Angela Merkel como cancillera, como dijo el candidato socialdemócrata, Frank-Walter Steinmeier, las verdaderas negociaciones de coalición no empiezan hasta el cierre de los colegios electorales.