Sergio Ferrari
ALAI AMLATINA, 23/10/2013.- “Todo puede ser discutido… menos el cambio de rumbo de este proceso transformador en marcha”
Aunque falta mucho a recorrer, el camino que ha hecho el “kirchnerismo”
en Argentina en los últimos diez años marca una nueva etapa política en
ese país suramericano. Así lo afirma como tesis central Eduardo
Seminara, ex prisionero político durante la última dictadura militar de
los años setenta y militante histórico de la Juventud Peronista.
Actualmente Seminara es Vicerrector de la Universidad Nacional de
Rosario, Director en el AFSCA (Autoridad de Aplicación de la Ley de
Servicios de Comunicación Audiovisual) y candidato a Diputado Nacional
por el gubernamental Frente Para la Victoria (FPV) de la Provincia de
Santa Fe, en las elecciones legislativas del 27 de octubre. Entrevista.
P: ¿Cuál es la importancia real de las próximas elecciones legislativas
del 27 de octubre en el marco de la dinámica política actual de
Argentina?
Eduardo Seminara (ES): A través de esa contienda electoral se resolverá
la composición futura de las Cámaras de Diputados y Senadores. En mi
óptica, lo esencial en este momento es garantizar que el partido de
Gobierno pueda mantener la mayoría en ambas cámaras para que sea posible
sancionar las leyes que acompañen el proceso iniciado con la
presidencia de Néstor Kirchner en el 2003. En ese sentido están
orientados todos nuestros esfuerzos. La crisis de los partidos políticos
en nuestro país hace que no exista una fuerza a nivel nacional que
pueda actuar como oposición seria y responsable. Nuestro país ya
atravesó una situación similar en el 2009, cuando el oficialismo perdió
la mayoría en ambas Cámaras. Lo que no se tradujo, sin embargo, en la
conformación de un bloque de oposición que proponga alternativas reales.
Sucedió todo lo contrario: fragmentación, oposición sin fundamentos,
dificultad para lograr consensos mínimos. Estos escenarios no hacen más
que debilitar nuestra joven democracia. A la elección del 27 de octubre
se le suman, además, las especulaciones por la sucesión de la presidenta
Cristina Fernández quien no puede ser reelecta en los comicios
presidenciales del 2015. La fragmentación de los partidos de la
oposición y el hecho de que el partido de Gobierno no haya definido aun
un candidato para la sucesión abona el terreno para todo tipo de
especulaciones políticas, a mi entender estériles y anticipadas.
P: A pesar de su análisis, las elecciones previas que se realizaron el
pasado 11 de agosto indicaron un retroceso significativo de los votos a
favor del Gobierno. ¿Piensa que esa tendencia puede modificarse en el
voto del domingo 27?
ES: En el 2011 Cristina Fernández de Kirchner asumió la presidencia con
el 54% del electorado a favor. Éramos conscientes que esa tendencia no
iba a mantenerse las elecciones actuales. Existe una creencia de que las
elecciones que se realizan a mitad del mandato del ejecutivo funcionan
como comicios “de control”, como si de alguna manera el electorado
buscara “equilibrar” el poder del ejecutivo. Las recientes encuestas
indican que el 27 de octubre se mantendrá la tendencia de las elecciones
de agosto, las PASO (Primarias Abiertas Simultaneas y Obligatorias),
sin embargo estoy persuadido que el oficialismo recuperará una buena
cantidad de votos porque se ha mejorado mucho la campaña en algunos
distritos claves en las últimas semana.
P: Entonces, cuál podría ser el panorama institucional la mañana del 28 de octubre…
ES: El sistema electoral argentino es complejo y no permite prever
algunas cuestiones. Porque como decía antes, la clave está en la
cantidad de bancas que logra renovar cada partido y esto varía según
cada provincia (ndr: distrito electoral). Puede darse el caso de que el
oficialismo pierda en cantidad de votos totales pero aun así logre
renovar e incluso incrementar la cantidad de representantes en el Poder
Legislativo. Por eso habrá que hacer una lectura atenta. Si llegara a
darse el caso –poco probable- de que el Frente para la Victoria no
consiga mantener la mayoría parlamentaria, esperamos que no se repita el
escenario del 2009. En ese entonces se le denominaba al parlamento como
“la máquina de impedir” porque los representantes de otros partidos no
acompañaban las propuestas oficialistas pero tampoco lograban imponer
una agenda propia o consensuar propuestas. Ese escenario bloqueador
frena la acción del Gobierno y entorpece cualquier posibilidad del
avance efectivo en la gestión de un programa y un proyecto de
transformaciones sociales como el que se está dando.
P: ¿Cuál piensa que será la tendencia /dinámica política principal en
estos dos próximos años hasta las elecciones presidenciales de 2015?
ES: Muchos vienen anticipando que el 2015 representará el fin de una
etapa. Nosotros creemos que el hecho de que la presidenta no pueda ser
reelecta no tiene por qué significar un cambio de rumbo en la política
argentina. Los que creemos que la política tiene que ver con sueños
construidos colectivamente, con ideas que vamos forjando entre todos,
estamos convencidos que hay todavía mucho por recorrer en este mismo
camino. Estamos dispuestos a discutir quien será el sucesor o la
sucesora de Cristina (de Kirchner), pero no estamos dispuestos a cambiar
de rumbo. Argentina está saliendo de una larga noche neoliberal que se
inició en la última dictadura militar y se extendió hasta finales de la
década del `90. Estamos reconstruyendo las bases de un país con
soberanía política, independencia económica y justicia social que
apuesta a la integración latinoamericana. Sin duda todavía falta y mucho
pero estamos seguros que este es nuestro tiempo político y nuestro
rumbo en un continente latinoamericano que exige y protagoniza cambios
significativos en cuanto a la democracia participativa, las
reivindicaciones sociales, las transformaciones económicas y la visión
regional integradora.
“Gobierno desgastado, economía frágil”
Pablo Matossian es economista, empresario, profesor universitario y
analista independiente. En esta entrevista analiza ciertas dinámicas de
la actual situación económico-financiera que marcan la realidad
argentina.
P: De cara a las próximas elecciones parlamentarias del 27 de octubre,
el tema económico jugará, sin duda, un peso decisivo. ¿Existen grandes
antagonismos entre el proyecto actual del Gobierno Kirchner y el de las
fuerzas políticas opositoras?
R: Los proyectos económicos son poco relevantes. Es casi imposible
distinguir entre el Gobierno “K” (ndr: de Cristina Kirchner) y lo que
propone Sergio Massa, que hoy lidera el Frente Renovador de oposición
pero hasta hace algunos meses era un alto funcionario de Gobierno. Por
otro lado Mauricio Macri – que lidera la Propuesta Republicana- se viste
de derecha, pero nadie, tal vez ni él mismo, sabe qué hará realmente en
caso de llegar al poder.
P: Fuertes críticas se elevan contra el Gobierno por su política de
control de divisas. ¿Ha dado resultados? Logró preservar la
huida-estampida de divisas del país?
R: El cepo cambiario no es una política del Gobierno sino una medida
inevitable dada la fuga de dólares que ocasionó la falta de confianza
que representa el Gobierno para los agentes económicos. Si llegara al
poder alguien capaz de recuperar ese prestigio podrá levantarse esa
restricción, pero un Gobierno desgastado no tiene otra opción.
P: Especialmente las críticas vienen de sectores altos y medios altos
quienes protestan contra lo que ellos consideran como una restricción
para viajar al exterior con divisas en la mano…
R: Las críticas tienen cierta lógica. El cepo no es una buena opción.
También hay que destacar, sin embargo, que a nadie se le impide
desplazarse, siendo que en el mercado “blue”, (mercado paralelo) -que el
Gobierno niega pero sin duda existe-, hay dólares o euros disponibles
para todos. Simplemente que a un precio más alto que el oficial.
P: El Gobierno continúa implementando planes y subsidios sociales
amplios. ¿Cuál es su visión sobre el impacto real de esta política
social? ¿Puede ser considerada como un avance para asegurar una
redistribución del ingreso nacional hacia capas/sectores sociales
marginados?
R: Los planes sociales y los subsidios son medidas aceptables y
necesarias para atender a situaciones de emergencia social como la que
se dio en el 2001. Su objetivo último es ganar tiempo hasta que la
política económica logre formas de sustento basadas en la capacitación y
el esfuerzo individual que permitan a cada cual el desarrollo personal
que desee. Desde mi punto de vista es buena la medida pero no su
persistencia. Ella indica el fracaso de la política global que no ha
absorbido a las fuerzas laborales. Y que usa e esta herramienta con
carácter clientelista. Estas circunstancias no son elogiables.
P: Para concluir, ¿piensa que se puede hacer una evaluación “objetiva”
de la gestión del Gobierno desde la perspectiva de los resultados en el
plano económico?
R: Toda evaluación respecto a la gestión de un gobierno se apoya en
alguna ideología, explícita o tácita. Mi balance no escapa a esta regla
general. La sociedad argentina padece una lucha distributiva que lleva
décadas. En esa lucha se han empleado distintos medios, más o menos
civilizados, más o menos legales. Por cierto en todas las sociedades se
puja por los recursos económicos, pero nuestra singularidad consiste en
que ningún gobierno, ningún líder, ningún signo ideológico, ningún
usurpador del poder ha logrado acuerdos medianamente estables para
administrar ese conflicto. Cada vez que un nuevo gobierno asume, la
potencia de un buen resultado electoral o aún la fuerza militar que
precede a una asunción ilegal le permiten, en una primera etapa,
sustraerse de las presiones sectoriales. Pero apenas se produce un
incumplimiento de los primeros objetivos fijados, apenas existe un
mínimo desgaste, todos los jugadores nos sentimos estafados por el resto
y comienza la lucha autodestructiva. Tan pronto la lucha se hace más
intensa, los gobiernos se ven obligados a aceptar concesiones que no son
sostenibles, a partir de lo cual la degradación se hace manifiesta e
inevitable. En esa etapa se invoca monótonamente a la corrupción como
fuente de todos los males. Es muy cierto que existe y resulta moralmente
inaceptable, pero no es la verdadera causa de los sucesivos fracasos.
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