jueves, 8 de marzo de 2018

Ascenso y caída del hombre-trabajo . Para una crítica de la masculinidad moderna



Norbert Trenkle
 
La crisis del trabajo es también una crisis de la masculinidad moderna, puesto que la identidad del hombre moderno-burgués está constituida y estructurada fundamentalmente como trabajador. El hombre moderno burgués está constituido y estructurado en su identidad como hombre-trabajo. Como alguien emprendedor, creativo, decidido, racional, eficiente y objetivo y que siempre quiere ver un resultado mesurable. Eso no siempre debe suceder “con el sudor de su frente”. En relación a esto la identidad masculina moderna es absolutamente flexible, el hombre trajeado en la junta directiva, en la gestión empresarial o en el gobierno se comprende como hombre de acción tanto o más que los trabajadores de la construcción, en la cadena de montaje o al volante de un camión. Los últimos, pasados de moda como ideales de orientación profesional masculina, quedan reservados para quienes no pudieron superar los obstáculos sociales en su camino a los puestos altos. Sin embargo, a nivel simbólico sirven como representación de la verdadera masculinidad. Hombres musculosos, semidesnudos, con grandes llaves de tuercas o martillos en las manos, embadurnados con aceite, pero por lo demás realmente asépticos clean ante la estetizante escenografía del taller mecánico o los hornos incineradores, son los íconos de la masculinidad moderna.
 
Cuando con estas imágenes de hombre se hace publicidad para los trajes de diseño y perfumes masculinos, el objetivo es despertar las fantasías y deseos de identificación que están firmemente anclados en las capas profundas de la construcción de identidad masculina. Por eso pueden, tanto el empleado de una aseguradora flaco y pálido o el gordo y jadeante jefe de ventas de una firma de gaseosas, identificarse con el hombre musculoso. Aquellos cuerpos son imágenes oníricas inalcanzables, a las que nunca se aproximarán. Pero lo decisivo es que, en términos psíquicos, la musculatura y el cuerpo formado y moldeado de manera escultural representan para ellos lo anhelado: el ejercer poder. Poder sobre los otros, sobre el mundo, sobre ellos mismos. Claro que por lo general en la realidad se trata de un poder miserable, como ejercer el mando sobre algunos pocos empleados, o imponerse con una nueva marca de gaseosas en el mercado o el alzar las ganancias en relación al año anterior. Además este poder es extremadamente precario ya que está constantemente amenazado y demandado, porque depende no solo del poder imponerse  en la competencia, lo que siempre puede fracasar, sino al mismo tiempo de la coyuntura del mercado que no influye individualmente. Pero es justamente, a causa de esta inseguridad constante, que el hombre necesita de la constante y agresiva  autoafirmación de su identidad.
 
No es el blindaje muscular como tal lo que hace del hombre un hombre moderno. Más bien, aquél simboliza una dureza relacionada principalmente al dominio de sí mismo y al (auto) adiestramiento psíquico. Un “verdadero hombre” tiene que ser fuerte, ante sí mismo y ante los otros. Unos biceps fuertes son el símbolo de autocontrol, disciplina y denegación y simbolizan el poder de la voluntad sobre el propio cuerpo. El espíritu está bien dispuesto, pero la carne es débil -y por eso, primero debe dominarla (o domesticarla), si el hombre quiere mantener todo bajo su dominio. En esto yace la diferencia con la idea de la antigüedad, según la cual en un cuerpo sano vive una mente sana. Aunque allí se anunciaba ya la separación enajenada entre cuerpo y mente, fue una relación de equilibrio. Por el contrario, en la modernidad tienen prioridad el autocontrol y sumisión del cuerpo bajo la mente. La “voluntad libre” que se supone independiente de toda sensualidad y que, justamente por negarla, tiene que combatirla permanentemente, viviendo un miedo espantoso por perder esta batalla, representa el núcleo socio-psíquico de los hombres burgueses.
 
El trabajo de la desensualización
 
Precisamente de esta manera la identidad masculina moderna concuerda con los requerimientos del trabajo en la sociedad capitalista basada en la producción de mercancías. Pues el trabajo en el capitalismo es en esencia una actividad desensualizada y desensualizante, en más de un sentido. Primero, su objetivo no es la producción concreta de objetos de uso, sino la producción de mercancías como medio para la valorización del capital. Por consiguiente, la producción de objetos no cuenta como tal, como producción de cosas en su calidad material-sensible, sino sólo en tanto representan valor y de ese modo contribuyen a hacer más dinero del dinero. El aspecto material de una mercancía es, desde esta perspectiva, un mal necesario del que lamentablemente no puede liberarse, ya que no encontraría comprador. Esto va acompañado, en un segundo sentido, por una indiferencia fundamental para con los medios de subsistencia naturales, que sólo son considerados como material para la valorización y que son consumidos desconsideradamente, cuando bien conocido es que esto causa catástrofes monstruosas, que amenazan la existencia de varios millares de personas. Tercero, el trabajo es actividad desensualizada en tanto tiene lugar en una esfera separada de las demás esferas de la vida, donde rige tan sólo el dictado de la eficiencia empresarial y de la rentabilidad y no deja lugar para necesidades y sentimientos ajenos a dicho dictado.
 
En cuarto y último sentido, el trabajo en esta forma representa, sin embargo, no sólo un modo de producción histórico específico, sino que también determina todo el contexto social de manera fundamental. No sólo transforma cuantitativamente todos los ámbitos de la vida en esferas para la producción de mercancías y la inversión de capital. Sino que, también, el trabajo la sociedad capitalista representa el principio central de mediación de las relaciones sociales, una mediación objetivada y alienada. Porque las personas no se relacionan de manera directa comunicándose entre sí, sino de manera no consciente a través de los productos del trabajo o vendiéndose a sí mismas como fuerza de trabajo. La mediación a través del trabajo significa, por lo tanto, la sumisión de las personas bajo las leyes implícitas de la valorización, las cuales obedecen a una automatizada dinámica propia y aparentan ser leyes naturales inviolables –a pesar de que se trata de su propia forma de relación social.
 
El mundo, un objeto ajeno
 
La amplia imposición de esta forma de actividad y relación social, única históricamente, no hubiera sido posible sin la creación de un determinado tipo de hombre, que se corresponda con ella y garantice que ella funcione adecuadamente. Porque, aun siendo una forma de relación objetivada, ésta no existe independientemente de los individuos, sino que ella debe atravesarlos y ser reproducida activamente una y otra vez. Este tipo de hombre es el sujeto-trabajo y sujeto-mercancía, cuya característica central es que concibe al mundo como un objeto completamente exterior y ajeno. Su relación con su contexto social y natural, con los otros seres humanos e incluso con su propio cuerpo y su propia sensualidad es una relación cosificada, una relación con cosas que deben ser elaboradas, organizadas y tratadas objetivamente según su voluntad. El sujeto moderno quiere gestionar hasta sus sentimientos y regularlos de acuerdo a los re requerimientos funcionalistas –exigencia que no abandona, aunque fracase periódicamente a pesar de una impensable cantidad de libros de autoayuda.
 
Esa forma moderna de referenciarse al mundo y a uno mismo se vuelve totalmente evidente, donde uno se vende como fuerza de trabajo y con ello renuncia a su poder de disponer sobre sí mismo y se somete directamente al dictado de la lógica de la valorización. Sin embargo, incluso quien trabaja a cuenta propia de ningún modo escapa a esta lógica, sino que se somete igualmente a la coacción para abstraer de sus necesidades sensuales como también del carácter material-concreto de sus productos, que para él representan tan sólo valor de cambio. Lo decisivo es que no se trata de un acto de sumisión pasiva bajo una coacción meramente externa, sino que la subjetividad moderna está estructurada de acuerdo a dicha coacción. Solo de esta manera puede cumplirse la obligación, de funcionamiento continuo, de objetivación y auto-objetivación a lo largo de todo el proceso de trabajo sin que un traficante de esclavos blanda el látigo. La coacción externa se corresponde con una interna. Exactamente por eso el patrón de conducta y acción objetivante no permanecen de ningún modo restringidos sólo a la esfera del trabajo y la economía, sino que tiñen todo un entramado de relaciones sociales. Esto, a la larga, se vuelve insoportable, porque requiere sostenidos esfuerzos y el confrontarse a la amenaza permanente del fracaso. El moderno sujeto-trabajo y sujeto-mercancía odia profundamente a todos aquellos que salen perdiendo o simplemente se rehúsan a aceptar aquellas coacciones.
 
El hombre hace a la mujer
 
La ética protestante del trabajo ha  “inventado” este estereotipo de hombre que se abstrae de su sensualidad y se vuelve a sí mismo instrumento para alcanzar un éxito objetivado, como ideal. A nivel ideológico, esta ética adelanta, en un momento en el que el modo de producción capitalista recién comienza a imponerse en pocas islas en el mar de la sociedad feudal, el perfil de exigencia válido para la relación social mediada por el trabajo y la forma mercancía. Al mismo tiempo contribuyó considerablemente a imponer este perfil en la sociedad entera. En la historia real pasaron siglos hasta que el estereotipo de hombre que respondía a estas demandas tomó forma y se convirtió en la norma. Toda la historia del capitalismo naciente y de su consolidación es una historia del violento disciplinamiento y auto-disciplinamiento del hombre como sujeto-trabajo y sujeto-mercancía. Por cierto que a la vez es la historia de una tenaz resistencia a esta violencia, resistencia que finalmente fue suprimida y derrotada.
 
Que la subjetividad moderna a lo largo de este proceso haya sido determinada en términos de género, de modo que ella se correspondiera con el tipo de identidad masculina moderna, se explica históricamente primero por el antecedente de dominación patriarcal, sobre la cual se funda la sociedad capitalista, perpetuando y transformando aquella dominación. Sobre todo, la identificación del hombre con la razón abstracta y de la mujer con la sensualidad, que en ella será al mismo tiempo despreciada, anhelada y combatida, sigue una larga tradición, que viene desde la Antigüedad griega y que el cristianismo reinterpretó y desenvolvió de acuerdo a sus necesidades. Mas en la sociedad capitalista, esta construcción ganó una importancia nueva y central, a medida que la relación abstracta y objetivada con el mundo se convertía en el modo general de socialización. Por eso se conecta de una manera muy fundamental con la base de la estructura social. El adiestramiento de los hombres como actores objetivantes retoma distintos elementos de la masculinidad patriarcal de la construcción previa; además de la identificación con la razón, se trata sobre todo de la identificación con los guerreros, los violentos conquistadores. Sin embargo en vistas de la cosificación de todas las relaciones sociales estos elementos son reordenados hasta constituir una identidad “del hombre” coherente y cerrada en sí misma.
 
Esto no hubiera podido lograrse, sin la creación de una contra identidad femenina, que reúna en sí todos esos rasgos que el sujeto moderno no puede tolerar en él, porque no caben en el sistema de coordenadas de la construcción identitaria masculina y que éste debe, por lo tanto, escindir de sí, proyectándolos. Sobre esto se basa la construcción de un “otro” femenino, la mujer sensible, emocional e instintiva, la que no piensa lógicamente y no puede poner un clavo en la pared y por esto tiene que preocuparse de los chicos, las tareas domésticas y del bienestar de su marido. Con la invención de ese “otro” el sujeto masculino no sólo estabiliza su identidad. También instala y legitima con ella una división genérica del trabajo, que es sumamente funcional a las tareas capitalistas, ya que le quita un peso de encima al hombre-trabajo, quien separado de la vida cotidiana agota sus fuerzas en la esfera del trabajo y la producción de mercancías.
 
El hombre trabajo en la crisis
 
Aunque esta construcción de la femineidad ha sido puesta en duda, por un lado, mediante la amplia inclusión de las mujeres en el proceso de trabajo capitalista y, por otro lado, por el movimiento feminista, se sostiene en su esencia con sorprendente tenacidad. Las mujeres consiguieron obtener las posiciones sociales anteriormente reservadas para los hombres sólo al precio de adaptarse a la normas de trabajo inscriptas como “masculinas”, competencia y rendimiento. Considerando la totalidad social, al mismo tiempo permanece como su responsabilidad principal el atender la casa e hijos y está omnipresente la objetivación de los cuerpos femeninos para las fantasías sexuales masculinas, como demuestra una mirada en la vitrina de cualquier puesto de diarios o en la publicidad.
 
Esta perseverancia de las identidades de género capitalistas polares puede sorprender a primera vista. Pero, mientras el contexto social se constituya en forma de cosificada por medio de la mercancía, el dinero y el trabajo, sobrevivirá también la correspondiente forma de sujeto inscripto masculinamente. También el proceso de crisis actual que expulsa a los seres humanos del proceso de trabajo o los fuerza a aceptar condiciones de trabajo precarias, en ningún caso invalida las identidades de género capitalistas polares. Aunque poniendo en duda el trabajo la como uno de los pilares esenciales de la identidad masculina, la crisis al mismo tiempo agudiza la competencia en todos los planos de la vida cotidiana. Bajo estas condiciones, sin embargo, aparecen más demandadas que nunca las clásicas características de la masculinidad moderna como dureza, capacidad de imponerse y desconsideración. Por lo tanto, no puede sorprender que el culto a la masculinidad esté nuevamente en esplendor –incluso asociado a la violencia sexista y racista. Por lo tanto especialmente bajo el proceso de crisis, la crítica de subjetividad moderna estructurada masculinamente es esencial para abrir una nueva perspectiva de emancipación social.
 
Traducción de Silvia Said Algaba
 
 
 

Movimiento de Mujeres de Kurdistán: ¡Transformemos el siglo XXI en la era de la libertad de las mujeres!


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El Movimiento de Mujeres de Kurdistán (Komalên Jinên Kurdistan – KJK) difundió una declaración en el marco del Día Internacional de las Mujeres. A continuación lo reproducimos íntegro.
Desde las montañas de Kurdistán, en las tierras donde la sociedad se desarrolló con el liderazgo de mujeres, te saludamos con nuestra gran libertad, pasión, ambición y lucha irrompible. Desde los barrios de Rojava hasta los bosques de Sudamérica, desde las calles de Europa hasta las llanuras de África, desde los valles del Medio Oriente hasta las plazas de América del Norte, desde las montañas de Asia hasta las mesetas de Australia; con nuestro amor que no conoce fronteras y con nuestros sentimientos más revolucionarios, abrazamos a todas las mujeres que intensifican la lucha por la libertad y la igualdad.
En el marco del 8 de marzo de 2018, Día Internacional de la Lucha de las Mujeres, conmemoramos a todas las mujeres que han dado sus vidas en la búsqueda por libertad, en la resistencia contra la esclavitud, la explotación y la ocupación. Desde Rosa Luxemburg hasta Sakine Cansız, desde Kittur Rani Chennamma hasta Berta Cáceres, desde Ella Baker hasta Henan de Raqqa, desde Djamila Bouhired, desde la palestina Sana’a Mehaidli hasta Nadia Anjuman, estamos siempre agradecidas con las guerreras inmortales de la lucha de liberación de las mujeres . Su luz irrumpe a través de la oscuridad impuesta sobre nosotros; en el camino que han iluminado ante nosotros marchamos hacia la libertad. Junto a ellas conmemoramos a todas las mujeres que han sido asesinadas en el transcurso del orden patriarcal de cinco mil años, a través de todo tipo de violencia masculina, guerras, terror estatal, ocupaciones colonialistas, poderes enmascarados religiosamente, pandillas masculinas, maridos y los llamados amantes. Es su memoria la que aumenta nuestra inquebrantable determinación de poner fin al feminicidio, que constituye la guerra más larga del mundo.
Queridas Mujeres, camaradas, Hermanas,
Estamos en medio de un proceso histórico. El sistema patriarcal como par contemporáneo de la civilización estatista está atravesando una profunda crisis estructural. Como mujeres debemos diagnosticar esta crisis sistémica con sus causas y consecuencias, establecer análisis sólidos y desarrollar perspectivas que aceleren nuestra lucha. Porque, así como la crisis estructural del sistema constituye una gran amenaza para las mujeres en todo el mundo esta situación también ofrece oportunidades para garantizar la libertad de las mujeres, oportunidades que tal vez solo lleguen una vez en un siglo. Incluso decimos: ¡podemos convertir el siglo XXI en la era de la liberación de las mujeres! Esto no es un sueño o una utopía. Es una realidad, pero para que se haga real debemos crear un programa de liberación de la mujer para el siglo XXI.
Para esto, primero debemos entender completamente las contradicciones y los atributos fundamentales de la era en la que vivimos. ¿Qué posibilidades y riesgos conllevan estas contradicciones y atributos desde la perspectiva de la liberación de la mujer? ¿Qué tipo de responsabilidades debemos asumir en este sentido, como organizaciones y movimientos mundiales de mujeres?
El sistema mundial ingresó al siglo XXI en una crisis profunda usando términos como la “Nueva orden mundial”.
En la búsqueda por reorganizarse como alternativa para salir de la crisis, la modernidad capitalista primero intentó aplicar este nuevo orden en el Medio Oriente bajo el nombre de “Gran Proyecto del Medio Oriente”. Recordamos el proceso que comenzó con las intervenciones en Afganistán e Irak, continuó con la Primavera Árabe en el norte de África y se intensificó en los últimos años en Siria, Irak y la “Tercera Guerra Mundial” en Kurdistán. Mientras que los regímenes del Estado nación en el Medio Oriente, que fueron creados por los estados occidentales hace cien años para reproducir permanentemente el caos y la crisis, tratan de proteger el status quo, las potencias extranjeras intentan dividir la región entre ellos de nuevo.
Llamar el período actual que vive el Medio Oriente como “Tercera Guerra Mundial” no es solo un intento de enfatizar la participación de los poderes internacionales. Más que eso, está claro que la reconstrucción de la modernidad capitalista en Oriente Medio tendrá consecuencias a escala mundial. De hecho, el sistema mundial contemporáneo o la modernidad capitalista no es un fenómeno de los últimos 500 años, ya que de hecho, su semilla echó raíces en la forma del primer estado hace 5000 años en Mesopotamia y desde entonces ha sufrido diferentes transformaciones para mantenerse hasta hoy.
Por esta razón, defender la solución del Confederalismo Democrático como la “Tercera Vía” contra las disputas por manutención del status-quo de los estados regionales y el intervencionismo rediseñado de las potencias extranjeras constituye una responsabilidad fundamental para todas nosotras y excede las fronteras de Siria y el Medio Oriente. El sistema de autonomía democrática que se está construyendo actualmente con el liderazgo de las mujeres en Rojava y el norte de Siria en condiciones de guerra y resistencia es el único modelo de solución que tiene el potencial de poner fin a las crisis, el caos, las contradicciones y los conflictos que se reproducen sistemáticamente en la región durante el último siglo. Los estados-nación creados con las fronteras trazadas artificialmente después de la Primera Guerra Mundial no solo reflejaron la composición étnica, cultural, religiosa y social de la región, sino que también tuvieron como objetivo arruinar nuestra milenaria cultura de vida comunal. Hoy en el norte de Siria, por primera vez, se está construyendo un sistema basado en la participación igualitaria y libre de las mujeres, el pluralismo étnico y religioso y la democracia participativa. Como una alternativa democrática, este modelo plantea una solución a los problemas obsoletos de Medio Oriente, contra los regímenes masculinos, sexistas, monistas, nacionalistas y sectarios, que han sido alimentados por el sistema global durante décadas.
Esta es la razón por la cual el estado turco, que tiene el segundo ejército más grande de la OTAN, lanzó una operación contra el cantón Afrin en Rojava, al norte de Siria el 20 de enero de 2018 con toda su fuerza. Esta es también la razón por la cual potencias extranjeras como Estados Unidos, Rusia y la UE no están obstruyendo los ataques militares contra Afrin. Esto porque en Afrin se está construyendo un modelo de sociedad democrática con un núcleo de liberación de las mujeres. La resistencia es el levantamiento de las mujeres contra la vida moderna capitalista. La ciudad y las aldeas circundantes de Afrin resisten al fascismo, la misoginia, el desarraigo de la naturaleza y los valores culturales, y la animosidad entre los pueblos. Está claro que no es solo el estado turco y sus reclutadas pandillas islamistas aliadas los que se enfrentan con las Unidades de Defensa de las Mujeres y los Pueblos en Afrin. En esencia, en una pequeña porción territorial como Afrin dos sistemas mundiales, dos ideologías, dos proyectos futuros chocan en un nivel colosal. Mientras que uno se basa en la liberación, la ecología y el pluralismo de las mujeres, el otro se forma de misoginia, poder masculino, monismo, dominación y explotación. Uno brilla con todos los colores de la vida, mientras que el otro representa la oscuridad. Por lo tanto, es de vital importancia y significado para las mujeres del mundo reclamar y defender la creciente resistencia contra el fascismo en Afrin. Porque lo que se ataca allí y lo que se defiende son valores universales de la libertad de las mujeres. En esta ocasión, como KJK (Comunidad de Mujeres de Kurdistán) saludamos y felicitamos a las combatientes por la libertad que asumen el liderazgo de la resistencia Afrin, así como a el pueblo de Afrin, quienes heroicamente defienden sus tierras contra los invasores. Las mujeres y la unidad ganarán. ¡El fascismo perderá!
El proceso de revolución en curso en Rojava y el norte de Siria demuestra esta verdad a todas nosotras: las verdaderas revoluciones deben ser revoluciones de mujeres. Los intentos revolucionarios que no se basan en la liberación de las mujeres no tienen ninguna posibilidad de éxito. La razón fundamental de la incapacidad de los movimientos socialistas y revolucionarios del siglo XX para lograr los objetivos deseados a pesar de sus innumerables sacrificios, dedicación y programas fuertes es el hecho de que no han puesto la liberación de las mujeres en el centro de sus batallas. Sin embargo, de hecho, el problema de las mujeres no es una preocupación secundaria sino que es la base de todos los demás asuntos. Las mujeres son la primera clase oprimida, esclavizada, explotada, colonizada y dominada. Todas las demás formas de explotación comienzan después de la explotación de las mujeres. Por esta razón, liderar una lucha efectiva contra el sistema hegemónico solo será posible dentro del marco de una fuerte ideología y programa de liberación, en el que las mujeres se organizan de forma autónoma y por separado desempeñan un papel activo. Nuestra experiencia de lucha ideológica y práctica de 30 años de duración como el Movimiento por la Libertad de Mujeres de Kurdistán nos lo muestra.
Queridas Mujeres, queridas camaradas,
Dado que la semilla del sistema global basado en la modernidad capitalista yace en el Medio Oriente, específicamente en Mesopotamia, la presente crisis sistémica también se muestra más clara y de forma más directa en esta región. Pero como la crisis experimentada por el sistema mundial capitalista patriarcal tiene una cualidad global no hay tierra libre de sentir esta crisis, ningún lago, montaña o río sin tocar, ninguna sociedad que no haya sido afectada por los intentos de dominación. Sin embargo, las más afectadas por la crisis son las mujeres. Esto, a su vez, está directamente relacionado con el carácter sexista de la modernidad capitalista. El sistema está tratando de superar su crisis explotando y abusando de las mujeres de manera ideológica y materialmente de forma aún más enérgica. De hecho, así es como trata de asegurar y garantizar su existencia.
Contra las afirmaciones comunes, el liberalismo, como una de las ideologías fundamentales del Estado-nación, no ha hecho ninguna contribución positiva a la liberación y la igualdad de las mujeres. Por el contrario, especialmente en la era del liberalismo, el sexismo se ha desarrollado y utilizado como un elemento ideológico. Es una gran mentira que el liberalismo libera a las mujeres. Como cuestión de hecho, la mercantilización de la mujer en términos de todo su cuerpo, personalidad y alma constituye la forma más peligrosa de esclavización.
En este contexto, la modernidad capitalista constituye la etapa más alta del sistema patriarcal. En ningún momento de la historia de la civilización, la mujer ha sido sometida a la explotación en la medida en que ha estado en la era de la modernidad capitalista. Desde la perspectiva de las mujeres existe una colonización que se ha multiplicado por mil en profundidad y alcance. El sexismo en la sociedad del estado-nación, aunque asigna al hombre el máximo poder, ha disminuido a la sociedad al nivel de la colonia más baja, en el personaje de la mujer. En esta dimensión, en la historia de la civilización en general y en la modernidad capitalista en particular, la mujer está en la posición de ser la nación colonizada más antigua y la más nueva. Desde la perspectiva del sistema hegemónico, una de las razones de la crisis insostenible es la colonización de las mujeres.
Las mujeres y la liberación de las mujeres constituyen el poder opositor fundamental del sistema mundial capitalista patriarcal. En el corazón de todas las formas de poder, la hegemonía, la explotación, el saqueo, la esclavitud, la violencia y la opresión que el sistema crea a sí mismo depende de la dominación de la mujer. La esclavitud y la propiedad impuesta a las mujeres, paso a paso, se extienden por la sociedad en su conjunto. Esa es la razón por la cual la lucha de liberación de las mujeres, de todas las luchas antisistémica, tiene el mayor poder para sacudir los cimientos del sistema hegemónico masculino. Y, de hecho, es esta dinámica la que revela la crisis que experimenta el sistema. Como mujeres, debemos ver claramente el poder que poseemos y el efecto que creamos.
En este sentido, el aumento masivo de la violencia y los ataques contra las mujeres en todo el mundo está directamente relacionado con esta situación de crisis y con la relación entre el sistema mundial capitalista patriarcal y la liberación de las mujeres. El sistema sexista, basado en la explotación ataca a la mujer que representa el mayor desafío y peligro para su poder. De hecho, estamos hablando de una guerra de agresión sistemática. La forma de esta guerra de agresión puede diferir en el nivel local, pero esencialmente nos enfrentamos a un fenómeno universal. Debemos ver las conexiones entre las violaciones colectivas en Asia y la violencia de género en los Estados Unidos. De manera holística, debemos examinar los asesinatos de mujeres en América Latina, que han alcanzado el nivel de masacre, así como el secuestro y la esclavización de mujeres y niñas por parte de pandillas con máscara religiosa en África y Medio Oriente. Juntos, debemos analizar el aumento de los regímenes fascistas y misóginos y la toma de los derechos que las mujeres que han logrado como resultado de sus luchas. Tenemos que ser plenamente conscientes del hecho de que esta guerra, liderada por el sistema patriarcal a escala global, está tratando de sofocar la búsqueda y la lucha de la liberación de las mujeres.
Porque, tal vez, el sistema dominado por hombres nunca antes había estado tan presionado en la historia de la civilización. Sus fundamentos nunca han sido sacudidos a tal grado. Del mismo modo, desde la perspectiva de las mujeres, las condiciones para asegurar la liberación nunca han estado tan maduras. Las posibilidades de realizar la segunda gran revolución de las mujeres nunca han llegado a esta etapa. Es por eso que estamos pasando por un período histórico. Hay grandes oportunidades disponibles, pero los peligros son de igual tamaño.
Si ese es el caso, ¿qué debemos hacer si queremos enfrentar estos peligros y evaluar efectivamente las posibilidades de asegurar la liberación de las mujeres y, a través de eso, la liberación de toda la sociedad? ¿Cómo podemos defendernos de los crecientes ataques del sistema? En este sentido, la autodefensa no debe entenderse como pasiva. Se requiere autodefensa activa. La forma más grande y efectiva de autodefensa es crear vida libre y restringir las venas del sistema dominado por los hombres. Debemos hacer la vida insoportable para el sistema y no al revés. Pero para que esto suceda, debemos llevar nuestra lucha a un nivel superior.
A escala mundial la lucha de liberación de las mujeres ha creado una base sólida en términos de dimensiones teóricas y prácticas. Pero ahora es el momento de hacer un movimiento.
Como Movimiento por la Libertad de Mujeres de Kurdistán hemos participado en una gran lucha durante más de 30 años para profundizar la Ideología de Liberación de las Mujeres, revelar el poder y la conciencia de autodefensa para asegurar nuestra participación igualitaria y libre en la esfera política, superar el sexismo en todas las esferas de la vida y acelerar la libertad de las mujeres. En este camino, siempre entendimos la gran importancia y el significado de compartir nuestros resultados y conclusiones con todas las mujeres del mundo. Y ahora, con gran emoción, alegría y determinación, para convertir el siglo XXI en la era de la mujer libre, para dar lugar a la segunda gran revolución de la mujer, pretendemos cumplir nuestra misión con el Movimiento de liberación de las mujeres a nivel universal.
Queridas mujeres,
Es absolutamente esencial que nos organicemos a nivel universal para crear un sistema global libre e igualitario de las mujeres contra el sistema mundial sexista, patriarcal y capitalista. Una táctica crucial del sistema hegemónico es la división. Nuestro poder, sin embargo, deriva de la unidad. Sin rechazar las diferencias entre nosotros, al tiempo que protegemos nuestras propias particularidades y colores -como un mosaico, luego un arte de mármol- no hay nada que la lucha por la liberación de las mujeres a nivel mundial no puede lograrlo. Para que esto suceda, debemos desarrollar alianzas democráticas de mujeres. Debemos desarrollar formas, métodos y perspectivas adecuadas a las condiciones, características y necesidades del siglo XXI. Esencialmente, todos debemos desarrollar juntos el programa de liberación de la mujer del siglo XXI.
Como Movimiento por la Libertad de Mujeres de Kurdistán debemos el desarrollo de nuestra revolución -como una revolución de mujeres- a nuestro líder Abdullah Öcalan quien, hace 19 años, fue secuestrado por la conspiración de la organización masculina y estatal llamada OTAN y sigue estando rehén bajo las condiciones históricas y sin precedentes de aislamiento en Turquía. Son los análisis del sistema de Öcalan, sus perspectivas de liberación, su transformación personal y sus interminables esfuerzos para el desarrollo del movimiento por la libertad de las mujeres que conforman el poder detrás de esta dinámica que ahora inspira a personas de todo el mundo. Su confinamiento en una isla carcelaria durante los últimos 19 años y su completo aislamiento del mundo exterior durante los últimos casi 3 años están conectados por la influencia de sus ideas. Los pensamientos no pueden ser aislados; los espíritus libres no pueden ser tomados como rehenes. El siguiente extracto de las perspectivas de Öcalan, desarrollado bajo condiciones de aislamiento en prisión, es ilustrativo de la perspectiva de la universalidad de la lucha de liberación de las mujeres:
“Sin lugar a dudas la exposición del estado de las mujeres es una dimensión del problema. Pero lo más importante es el tema de la liberación. En otras palabras, la solución del problema conlleva una mayor importancia. A menudo se dice que el nivel de libertad general de la sociedad puede medirse por la libertad de las mujeres. Lo que es correcto e importante considerar es cómo se puede completar esta declaración. La liberación y la igualdad de las mujeres no solo determinan la libertad y la igualdad de la sociedad. Para esto, se requiere la teoría necesaria, el programa, la organización y los planes de acción. Más importante aún, muestra que no puede haber política democrática sin mujeres y, además, que de hecho, la política de clase seguirá siendo inadecuada, y que la paz y la naturaleza no se pueden desarrollar ni proteger”.
Como el Movimiento por la Libertad de las Mujeres de Kurdistán, en motivo del 8 de marzo de 2018, llamamos a las mujeres del mundo: vamos a unirnos y desarrollar conjuntamente la teoría necesaria, el programa, la organización y los planes de acción para la liberación de la mujer. Con la conciencia de que solo una lucha organizada puede producir resultados, aumentemos nuestra organización en todas las esferas de la vida. Vamos a colectivizar nuestra conciencia, poder de análisis, experiencias de lucha y perspectivas para crear nuestras alianzas democráticas. No nos peleemos por separado, luchemos juntas. ¡Y en el curso, convirtamos el siglo XXI en la era de la liberación de las mujeres! Porque este es exactamente el momento adecuado! ¡Es el momento de la revolución de las mujeres!
¡Todos los lugares son Afrin, todos los lugares son resistencia!
¡Larga vida a la lucha universal de las mujeres!
¡Jin, Jiyan, Azadî!
8 de marzo de 2018
Komalên Jinên Kurdistan (KJK)