Marco A. Gandásegui, h.
ALAIAMLATINA, 09/01/2014.- Hace apenas mes y medio el grupo artístico El Kolectivo denunció la acción del gobierno que destruyó sus murales que pretendían recuperar la memoria colectiva sobre la gesta del 9 de enero de 1964. Los muchachos declararon que la “indignación, rabia, tristeza nos envuelve al ver pisoteado nuestro esfuerzo por salvar nuestra memoria histórica pero volveremos más fuertes y entusiasmados para defenderla”. Aquella gesta - cuyo cincuentenario conmemoramos hoy - sigue siendo el grito de guerra del pueblo panameño y de la juventud. Es el símbolo del proyecto de Nación y recoge lo más noble de nuestro patriotismo.
Desde la invasión militar norteamericana de 1989, los sectores más oscurantistas del país han querido borrar de la memoria colectiva de la nación la gesta heroica de nuestra juventud. En medio de esta lucha ideológica, en 2013 apareció un movimiento por el rescate del 9 de enero como fecha de reflexión nacional. El gobierno fue obligado a respetar la fecha heroica que cumple hoy su cincuentenario
En enero de 1964, decenas de miles de voces se levantaron al unísono exigiendo la desocupación militar norteamericana del suelo panameño. A la cabeza de esa protesta se colocó el movimiento estudiantil. No fue casual, ni espontáneo. Desde principios de la década de 1940 – con la creación de la Federación de Estudiantes de Panamá (FEP) y del Frente Patriótico de la Juventud - los estudiantes asumieron un papel creciente en la vida política del país.
El 9 de enero de 1964, una delegación estudiantil del Instituto Nacional salió con una misión precisa y concreta: Izar el pabellón nacional en la escuela secundaria de Balboa, enclavada en la antigua Zona del Canal. La marcha pacífica de los institutores fue rechazada violentamente por la Policía de la Zona.
Frustrados, los estudiantes retrocedieron siendo golpeados por una Policía extranjera. En momento alguno los valientes ‘aguiluchos’ perdieron la compostura y supieron proteger la bandera mancillada por los agresores. Cuando la noticia de lo ocurrido recorrió las calles de la ciudad de Panamá surgió un sentimiento de indignación y orgullo patrio.
El ocupante que había reprimido la marcha pacífica de un grupo estudiantil se sentía prepotente detrás de la zona amurallada. La respuesta fue rápida y contundente. De cada rincón del país, apareció un pueblo dispuesto a contribuir -aunque sólo fuese con su presencia – a reivindicar la afrenta. El gobierno acuarteló a la Guardia Nacional para evitar enfrentamientos. En cambio, EEUU procedió en forma opuesta. Movilizó primero a la Policía de la Zona e, inmediatamente, desplegó a su Ejército acantonado en sus bases militares. Las tropas ocuparon posiciones estratégicas e iniciaron un operativo de limpieza basado en tácticas letales de guerra urbana.
Carlos Pérez M. describe en la revista TAREAS Nº146 (enero-abril 2014) la confusión que imperaba entre las instancias militares de EEUU, el gobierno de la Zona del Canal y la Embajada de ese país en esos días de enero. El gobernador (“¡de qué!”) de la Zona quería conservar su autoridad, mientras que los militares del Comando Sur se impusieron ‘de facto’. Al mismo tiempo, la Embajada perdió el control sobre la situación. El operativo militar desordenado e irresponsable de EEUU dejó como secuela 23 mártires panameños que el país honra permanentemente desde hace 50 años.
Su sacrificio, como lo señala Raymundo Gurdián, fue la plataforma sobre la cual se negociaron los Tratados del Canal Torrijos Carter (1977) que puso fin a la ocupación colonial de EEUU en Panamá. Según Adolfo Ahumada, citado por Celestino Araúz, se convocó a una manifestación relámpago en los predios de la Universidad de Panamá. “Más de mil estudiantes salimos entonces por la (vía) Transístmica, encabezados por los dirigentes de la Unión de Estudiantes Universitarios y de la Federación de Estudiantes de Panamá”. Eduardo Flores señala que el 10 de enero se celebró una Asamblea en el Paraninfo de la Universidad de Panamá “donde después de un análisis se aprobó un manifiesto y una marcha a la Presidencia”. En el manifiesto se pidió la ruptura de relaciones con EEUU.
Los dirigentes universitarios que encabezaron esa columna fueron Floyd Britton, Víctor Avila, Adolfo Ahumada, César Arosemena y Simón Liepsik. Además, Rolando Armuelles, Moisés Carrasquilla, Euribiades Herrera, Adán Castillo Galástica, Honorio Quezada y José Hurtado. Curiosamente, un periodista norteamericano, reputado agente de la CIA, Jules Dubois, citado por Araúz, confirma las credenciales de los dirigentes estudiantiles. Para EEUU, sin embargo, los estudiantes no eran los héroes que los panameños reconocemos. Eran los enemigos que la máquina propagandística de la CIA tenía que destruir.
“Volveremos más fuertes” es, sin duda, el grito de cada generación de jóvenes que han escalado hasta las cimas más altas en el proceso de construcción de la Nación panameña. ¿Quién se hubiera imaginado que una juventud rebelde pondría fin a esa absurda pretensión de Washington - en colusión con nuestros entonces dirigentes políticos, en aquella fría y oscura noche del otoño norteamericano (18 de noviembre de 1903), cuando el secretario de Estado norteamericano, John Hay, y el francés Bunau Varilla, firmaron un Tratado - que pretendía convertir a Panamá en semicolonia a perpetuidad?
- Marco A. Gandásegui, hijo, profesor de Sociología de la Universidad de Panamá e investigador asociado del Centro de Estudios Latinoamericanos Justo Arosemena (CELA) www.marcoagandasegui14.blogspo
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