En memoria de una lideresa que murió esperando la verdad
Por: Alfredo Molano Jimeno
A los más de 300 asesinatos
cometidos entre 1987 y 1994, por los cuales el Estado colombiano fue
condenado, se suma ahora el crimen de Alba Mery Chilito.
Alba Mery Chilito, lideresa de Trujillo (Valle), asesinada hace dos días. / Rodrigo Grajales
Los relatos de los sobrevivientes y testigos de la masacre de
Trujillo (Valle), una matanza que se prolongó por cuatro años y dejó más
de 300 víctimas, estremecieron al país cuando, en 2008, la Comisión de
Memoria Histórica reconstruyó los hechos. Hoy, tristemente, tenemos que
decir que el título que se le asignó a esa publicación fue acertado:
“Trujillo, la tragedia que no cesa”, ya que el pasado 7 de febrero, Alba
Mery Chilito, una de las lideresas de este municipio aporreado por la
violencia, fue asesinada a pocas cuadras del parque construido en honor a
las víctimas de la violencia paramilitar y narcotraficante, que hasta
de agentes del Estado se sirvió.
A Alba Mery Chilito Peñafiel, a quien los violentos le habían quitado
su hija y su yerno durante los años más oscuros de la matanza, la
asesinaron por la espalda. Acababa de dejar a su nieto, el amor de su
vida, en la escuela. Dobló una esquina y le dispararon a quemarropa.
Días antes había estado averiguando por su proceso de indemnización por
el asesinato de su hija. Murió sin ser reparada, con una verdad a
cuentagotas y viendo la impunidad pasearse por las calles de su terruño.
“Los paramilitares, que aún manejan el pueblo y que insisten en que no
se sepa lo que pasó en esos años, la habían amenazado innumerables veces
por asistir al Parque de las Víctimas, por mover los procesos de
reparación, por denunciar la complicidad del Ejército y la Policía, pero
nada de eso la asustó. Era una mujer que siempre fue al frente”, relata
un ser a quien por seguridad no se le dará crédito.
Alba Mery Chilito fue de esas mujeres valientes que rompieron el
miedo, motivó a los sobrevivientes y nunca dejó de pedir justicia. Fue
fuerte impulsora de la fundación de la Asociación de Familiares y
Víctimas de Trujillo (Afavit) en la década de los 90, cuando la
violencia subía de tono y los asesinatos no paraban.
Como la masacre de Trujillo se conoce a una secuencia de brutales
asesinatos que se prolongaron desde 1987 hasta 1994. Incluso, hay
quienes afirman que aún no termina —este hecho parece demostrarlo—. De
las manera más descarnada fueron asesinadas 300 personas y torturadas
cientos más. La impunidad en el caso hizo que fuera llevado a la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que en 1995 condenó al
Estado colombiano y obligó al presidente Ernesto Samper a pedir perdón a
los familiares de las víctimas. A instancia de esto se conformó una
comisión interinstitucional que arrojó 12 conclusiones y 9
recomendaciones, muchas de las cuales no se han cumplido, como la de
proteger la vida de los testigos y familiares de las víctimas de esta
masacre; tal y como lo demuestra el asesinato de Alba Mery Chilito, que
en paz descanse