Estado de propaganda
Por Roberto Aguilar
Cuando Hugo Chávez le preguntó si era
feminista, Rafael Correa rió nerviosamente, dijo que sí como por
obligación y soltó una profunda bocanada de aire que casi le quiebra el
pescuezo: Youtube no miente.
Entre su risa despótica de las sabatinas y su risa nerviosa de cuando
alguien más grande que él le pide cuentas media un abismo que reclama la
atención de los estudiosos del lenguaje corporal: no es lo mismo mentir
cuando se manda que mentir cuando se es mandado. Pero ese es tema de
otro artículo.
Por supuesto que Rafael Correa mintió a
Chávez: él no tiene un pelo de feminista. Lo acaba de demostrar con la
designación de Mónica Hernández como directora de la Estrategia
Intersectorial de Planificación Familiar y Prevención del Embarazo en
Adolescentes (Enipla). La nueva funcionaria ya venía asesorándolo en
esos temas al menos desde octubre, cuando remitió a las autoridades de
salud, en papel membretado de la Presidencia de la República, un memorándum
para recordarles que el correísmo no comulga con el feminismo. El
documento es importantísimo porque resume lo que serán de ahora en
adelante las políticas públicas en materia de educación sexual,
planificación familiar y prevención del embarazo entre adolescentes en
un país donde casi la mitad de las madres primerizas lo son antes de
cumplir los 19 años.
En el memorándum de octubre Mónica
Hernández se revela como una antifeminista a ultranza. Lo que más la
irrita es el concepto de “construcción social de la sexualidad”, que
ella atribuye únicamente a la ideología de género propia del feminismo
radical. Semejante reduccionismo se explica porque ella, lo mismo que
los sabios semiólogos de la Cordicom, no redacta auténticos análisis
sino que traza una cuadrícula y llena los campos. Es una intelectual del
Power Point. Ella piensa (en los estrechos confines que para el
pensamiento articulado deja la cuadrícula) que la identidad sexual viene
determinada por el nacimiento y sanseacabó. “Está comprobado que en
países donde no hay esta influencia contra natura –dice refiriéndose a
la ideología de género– no se dan diferencias entre sexo y género”.
¿Qué
cosa? ¿Está diciendo que hay felices naciones en la tierra donde el
feminismo no ha extendido sus abyectos tentáculos y, por consiguiente,
no hay homosexuales? ¿Es eso? ¿Y dice que está comprobado? La cuadrícula
es muy pequeñita como para que Mónica Hernández alcance a exponer esas
pruebas o a enumerar esos países. ¿No será el Estado del Vaticano uno de
ellos? Pues debiera saber que ahí se cuecen más aberraciones que en
Babilonia sin necesidad de la “influencia contra natura” de la ideología
de género. ¿Rusia? ¿Irán? ¿En serio cree esta señora que hay países sin
homosexuales? ¿De verdad?
¿Qué cosa le dirá Mónica Hernández a un
joven de 15 años que nació con el pene y los testículos en su lugar pero
se siente irresistiblemente atraído por sus amiguitos? ¿Que se aguante y
se reprima? ¿Cree que de esa forma logrará extinguir sus inclinaciones?
¿Qué alternativas propone para ese joven? ¿Que se esconda? ¿Que se
abstenga? ¿Que se masturbe? ¿Que se bañe en agua helada? ¿Por qué el
amor que ese chico profesa por su amigo no es el amor verdadero del que
ella habla? ¿Acaso porque no tiene posibilidades reproductivas? Entonces
¿el amor también está determinado por la naturaleza? ¿No existe una
construcción social del amor? ¿Qué hacemos ahora con veinte siglos de
poesía? ¿Y el erotismo? ¿Qué piensa Mónica Hernández del erotismo? Los
animales follan para reproducirse, así como comen para nutrirse; los
seres humanos, en cambio, follamos y comemos porque nos gusta, por eso
inventamos el erotismo y la gastronomía. ¿Qué piensa Mónica Hernández de
la gastronomía?
“Un rol del Estado es formar a los padres
y a las madres en buenos valores y principios”, dice una de las
cuadrículas. ¿Cuáles son los “buenos valores y principios”? ¿Los suyos,
Mónica Hernández? ¿Y cómo los piensa transmitir? ¿Con clases de
religión? ¿Y de qué padres y de qué madres habla? ¿De los que se fueron a
España dejando a los guaguas con los abuelitos? ¿De las niñas que ya
parieron a los 13 años porque han sido sistemáticamente violadas desde
los 11 por un cerdo despreciable de apellido Glas o cualquier otro? ¿A
esas madres hay que formarlas con buenos valores y principios o a las
madres de esas madres? ¿Al señor Glas, padre de la nueva criatura, hay
que formarlo con los buenos valores y principios de Mónica Hernández? Y
cuando dice que el Estado debe delegar a la familia buena parte de la
educación sexual de los adolescentes, ¿en qué familia está pensando? ¿En
la suya, Mónica Hernández? ¿En la de Rafael Correa? ¿En la de Glas? ¿Ya
vio las estadísticas de violencia sexual contra menores de edad en el
país? ¿Se fijó que la mayoría de los abusadores son miembros de la
propia familia? ¿A esa familia piensa confiar la educación sexual de los
adolescentes? ¿La niña de 12 años recibiendo explicaciones de cómo se
hacen los hijos a cargo del padrastro que la viola? ¿Es eso? ¿En qué
país vive Mónica Hernández?
En otro lugar la nueva funcionaria habla
del “hedonismo que supone el ambiguo derecho al placer”. ¿Está diciendo
que el Estado laico va a iniciar una campaña contra el hedonismo? ¿Le
parecería bien montar otra contra el cinismo? ¿Y contra el estoicismo?
¿Hacemos una campaña contra el estoicismo o ese sí le gusta a Mónica
Hernández? ¿Y qué tiene de ambiguo el derecho al placer? ¿Es un derecho a
medias? ¿Es un pecado, como decía Tomás de Aquino en el siglo XIII, y
por eso no es derecho? ¿Qué tiene contra el placer Mónica Hernández?
¿Qué siente cuando folla? ¿Se lo desea a otros?
Todas estas preguntas son transferibles a
Rafael Correa, que tiene la suficiente jeta para hablar de restauración
conservadora al mismo tiempo que nombra a una funcionaria como Mónica
Hernández para encargarse de las políticas públicas sobre sexualidad.
Mangoneado, pisado el poncho, en el
reverso de su personalidad dominante, Rafael Correa mintió a Hugo
Chávez: sí, soy feminista. Años después, el Ecuador se sorprendió con el
contenido de un famoso memorándum cuya
autenticidad nunca fue desmentida, en el que el secretario de la
Presidencia, Alexis Mera, a propósito de recordar al Presidente los
puntos problemáticos del nuevo Código Penal, entre ellos el aborto, se
refiere a las parlamentarias feministas de su propio movimiento político
como “las mal culeadas”. Lo hace con la brutal naturalidad de quien
suelta un chiste privado que no requiere explicaciones. Más claro: el
remitente no tiene que especificar al receptor a quiénes se refiere,
seguramente porque no es la primera vez que entre ellos se habla en esos
términos. Pues bien: las políticas del Estado correísta sobre la
sexualidad son una moneda de dos caras. En una cara se encuentra Alexis
Mera con su chabacanería grotesca de las “mal culeadas”; en la otra, la
más fea, la más peligrosa, está Mónica Hernández.