jueves, 7 de mayo de 2009

Aniversario y balance


Por José Carlos Mariátegui

Escrito para 3er Aniversario de la Revista "Amauta"
Primera edición: Amauta Año III, No 17. Lima, setiembre de 1928.
(Preparado para el Internet: Por Jaime F. Quino G., julio de 2003)

Amauta llega con este número a su segundo cumpleaños. Estuvo a punto de naufragar al noveno número, antes del primer aniversario. La admonición de Unamuno -"revista que envejece, degenera"- habría sido el epitafio de una obra resonante pero efímera. Pero Amauta no había nacido para quedarse en episodio, sino para ser historia y para hacerla. Encarar con esperanza el porvenir. De hombres y de ideas, es nuestra fuerza.

La primera obligación de toda obra, del género de la que Amauta se ha impuesto, es esta: durar. La historia es duración. No vale el grito aislado, por muy largo que sea su eco; vale la prédica constante, continua, persistente. No vale la idea perfecta, absoluta, abstracta, indiferente a los hechos, a la realidad cambiante y móvil; vale la idea germinal, concreta, dialéctica, operante, rica en potencia y capaz de movimiento.

Amauta no es una diversión ni un juego de intelectuales puros: profesa una idea histórica, confiesa una fe activa y multitudinaria, obedece a un movimiento social contemporáneo. En la lucha entre dos sistemas, entre dos ideas, no se nos ocurre sentirnos espectadores ni inventar un tercer término. La originalidad a ultranza, es una preocupación literaria y anárquica. En nuestra bandera inscribimos esta sola, sencilla y grande palabra: Socialismo. (Con este lema afirmamos nuestra absoluta independencia frente a la idea de un Partido nacionalista, pequeño burgués y demagógico.)

Hemos querido que Amauta tuviese un desarrollo orgánico, autónomo, individual nacional. Por esto, empezamos por buscar su título en la tradición peruana. Amauta no debía ser un plagio, ni una traducción. Tomábamos una palabra incaica, para crearla de nuevo. Para que el Perú indio, la América indígena, sintieran que esta revista era suya. Ypresentamos a Amauta como la voz de un movimiento y de una generación. Amauta ha sido, en estos dos años, una revista de definición ideológica, que ha recogido en sus páginas las proposiciones de cuantos con títulos de sinceridad y competencia, han querido hablar a nombre de esta generación y de este movimiento.

El trabajo de definición ideológica nos parece cumplido. En todo caso, hemos oído ya las opiniones categóricas y solícitas en expresarse. Todo debate se abre para los que opinan, no para los que callan. La primera jornada de Amauta ha concluido. En la segunda jornada, no necesita ya llamarse revista de la "nueva generación", de la "vanguardia", de las "izquierdas". Para ser fiel a la revolución, le basta ser una revista socialista.

"Nuestra generación", "nuestro espíritu", "nuestra sensibilidad", todos estos términos han envejecido. Lo mismo hay que decir de estos otros rótulos: "vanguardia", "izquierda", "renovación", Fueron nuevos y buenos en su hora. Nos hemos servido de ellos para establecer demarcaciones provisionales, por razones contingentes de topografía y orientación. Hoy resultan ya demasiado genéricos y anfibológicos. Bajo estos rótulos, empiezan a pasar gruesos contrabandos. La nueva generación no será efectivamente nueva sino en la medida en que sepa ser, en fin, adulta, creadora.

La misma palabra revolución, en esta América de las pequeñas revoluciones, se presta bastante al equívoco. Tenemos que reivindicarla rigurosa e intransigentemente. Tenemos que restituirle su sentido estricto y cabal. La revolución latinoamericana será nada más y nada menos que una etapa, una fase de la revolución mundial. Será simple y puramente la revolución socialista. A esta palabra agregad, según los casos, todos los adjetivos que queráis: "antiimperialista", "agrarista", "nacionalista-revolucionaria". El socialismo los supone, los antecede, los abarca a todos.

A Norteamérica capitalista, plutocrática, imperialista, sólo es posible oponer eficazmente una América latina o íbera, socialista. La época de la libre concurrencia en la economía capitalista ha terminado en todos los campos y todos los aspectos. Estamos en la época de los monopolios, vale decir de los imperios. Los países latinoamericanos llegan con retardo a la competencia capitalista. Los primeros puestos están ya definitivamente asignados. El destino de estos países, dentro del orden capitalista, es de simples colonias. La oposición de idiomas, de razas, de espíritus no tiene ningún sentido decisivo. Es ridículo hablar todavía del contraste entre una América sajona materialista y una América latina idealista, entre una Roma Rubia y una Grecia pálida. Todos estos son tópicos irremisiblemente desacreditados. El mito de Rodó no obra ya -no ha obrado nunca- útil y fecundamente sobre las almas. Descartemos, inexorablemente, todas estas caricaturas y simulacros de ideologías y hagamos las cuentas, seria y francamente, con la realidad.

El socialismo no es, ciertamente, una doctrina indoamericana. Pero ninguna doctrina, ningún sistema contemporáneo lo es ni puede serlo. Y el socialismo, aunque haya nacido en Europa, como el capitalismo, no es tampoco específico ni particularmente europeo. Es un movimiento mundial, al cual no sustrae ninguno de los países que se mueven dentro de la órbita de la civilización occidental. Esta civilización conduce, con una fuerza y unos medios de que ninguna civilización dispuso, a la universalidad. Indoamérica en este orden mundial, puede y debe tener individualidad y estilo; pero no una cultura ni un sino particulares. Hace cien, años debimos nuestra independencia como naciones al ritmo de la historia de Occidente, que desde la colonización nos impuso ineluctablemente su compás.

Libertad, Democracia, Parlamento, Soberanía del Pueblo, todas las grandes palabras que pronunciaron nuestros hombres de entonces procedían del repertorio europeo. La historia, sin embargo, no mide la grandeza de esos hombres por la originalidad de estas ideas, sino por la eficacia y genio con que las sirvieron. Y los pueblos que más adelante marxhan en el continente son aquellos donde arraigaron mejor y más pronto. La interdependencia, la solidaridad de los pueblos y de los continentes, eran sin embargo, en aquel tiempo, mucho menores que en éste. El socialismo, en fin, está en la tradición americana. La más avanzada organización comunista, primitiva, que registra la historia, es la incaica.

No queremos, ciertamente, que el socialismo sea en América calco y copia. Debe ser creación heróica. Tenemos que dar vida, con nuestra propia realidad, en nuestro propio lenguaje, al socialismo indoamericano. He aquí una misión digna de una generación nueva.

En Europa, la degeneración parlamentaria y reformista del socialismo ha impuesto, después de la guerra, designaciones específicas. En los pueblos donde ese fenómeno no se ha producido, porque el socialismo aparece recién en su proceso histórico, la vieja y grande palabra conserva intacta su grandeza. Lo guardará también en la historia, mañana, cuando las necesidades contingentes y convencionales de demarcación que hoy distinguen prácticas y métodos, hayan desaparecido.

Capitalismo o socialismo. Éste es el problema de nuestra época. No nos antisipamos a la síntesis, a las transacciones, que sólo pueden operarse en la historia. Pensamos y sentimos como Gobetti que la historia es un reformismo mas a condición de que los revolucionarios operen como tales. Marx, Sorel, Lenin, he ahí los hombres que hacen la historia.

Es posible que muchos artistas e intelectuales apunten que acatamos absolutamente la autoridad de maestros irremisiblemente comprendidos en el proceso por la trahison des clercs. Confesamos sin escrúpulo, que nos sentimos en los dominios de lo temporal, de lo histórico, y que no tenemos ninguna intención de abandonarlos. Dejemos con sus cuitas estériles y sus lacrimosas metafísicas a los espíritus incapaces de aceptar y comprender la época. El materialismo socialista encierra todas las posibilidades de ascención espiritual, ética y filosófica. Y nunca nos sentimos más rabiosa y eficaz y religiosamente idealistas que al asentar bien la idea y los pies en la materia.



Tomado de la página web Archivo José Carlos Mariátegui:

José Carlos Mariátegui La Chira



Apuntes autobiográficos

por José Carlos Mariátegui

"Aunque soy un escritor muy poco autobiográfico, le daré yo mismo algunos datos sumarios. Nací el 95. A los 14 años entré de alcanza-rejones en un períodico. Hasta 1919 trabajé en el diarismo, primero en " La Prensa" , luego " El Tiempo", finalmente en "La razón". En este último diario patrocinamos la reforma universitaria.

Desde 1918, nauseado de la política criolla, me orienté resueltamente hacia el socialismo, rompiendo con mis primeros tanteos de literato inficionado de decadentismo y bizantinismo finiseculares, en pleno apogeo.

De fines de 1919 a mediados de 1923 viajé por Europa. Residí más de 2 años en Italia, donde desposé una mujer y algunas ideas. Anduve por Francia, Alemania, Austria y otros países. Mi mujer y mi hijo me impidieron llegar a Rusia. Desde Europa me concerté con algunos peruanos para la acción socialista. Mis artículos de esa época señalan las estaciones de mi orientación socialista.

A mi vuelta al Perú, en 1923, en reportajes, conferencias en la federación de estudiantes, en la Universidad Popular, artículos, etc., expliqué la situación europea e inicié mi trabajo de investigación de la realidad nacional, conforme al método marxista. En 1924 estuve como ya lo he contado, a punto de perder la vida. Perdí una pierna y me quedé muy delicado.

Habría seguramente ya curado del todo con una existencia reposada. Pero ni mi pobreza ni mi inquietud espiritualme lo consienten. No he publicado más libros que el que Ud. conoce. Tengo listos dos y en proyecto otros dos.

He aquí mi vida en pocas palabras.

No creo que valga la pena hacerla notoria; pero no puedo rehusarle los datos que Ud. me pide.

Me olvidaba: soy un autodidacto. Me matrícule una vez en letras en Lima, pero con el solo interés de seguir el curso de latin de un agustino erudito. Y en Europa frecuenté algunos cursos libremente, pero sin decidirme nunca a perder mi carácter extra-universitario y, tal vez, si hasta anti-universitario.

En 1925 la Federación de Estudiantes me propuso a la Universidad como catedrático de la materia de mi competencia; pero la mala voluntad del Rector y, seguramente, mi estado de salud, frustraron esta iniciativa".


De la caratula de fecha 10 de enero de 1927, enviada por J.C. Mariátegui al escritor Enrique Espinoza (Samuel Glusberg), director de la revista "La Vida Literaria", que aparecía en Buenos Aires, y publicada en su número del mes de mayo de1930, en homenaje a Mariátegui Tomado de la 35ava edición

José Carlos Mariateguí

(José Carlos Mariátegui La Chira; Moquegua, 1894 - Lima, 1930) Ensayista peruano, uno de los pensadores más influyentes en el ámbito de la reflexión sobre la cultura y sociedad de su país. Destacado activista político, fue además el fundador del Partido Socialista Marxista Peruano.

Su madre, Amalia La Chira, se había casado con Javier Francisco Mariátegui en 1882, en el pueblo de Sayán, de donde ella era originaria. Poco después fue abandonada por su marido, quien la dejó a cargo de los tres hijos del matrimonio. Cuando la familia se instaló en Lima, José del Carmen Eliseo cambió su nombre por el de José Carlos. Durante una estancia en Huacho, Mariátegui sufrió un accidente que dañó su rodilla izquierda y, aunque fue tratado en la Maisón de Santé de Lima, perteneciente a la Beneficencia Francesa, finalmente quedó cojo, lo que le obligó a abandonar sus estudios escolares. Durante su convalecencia inició su formación autodidacta con su madre y su hermana mayor.

Para contribuir al sostén de la familia entró a trabajar en el diario La Prensa como ayudante en los talleres de linotipia y fue ascendiendo lentamente dentro del periódico. Su deseo de incorporarse al grupo de redactores lo motivó a publicar en 1911 un artículo sin autorización, pero a principios de 1914, tras un duro período de aprendizaje periodístico, comenzó a escribir regularmente como redactor con el seudónimo de Juan Croniqueur. Más adelante colaboraría en diferentes revistas sociales e hípicas como Mundo Limeño, Lulú, El Turf, Vesperal y Alma Latina.

Su amistad con Abraham Valdelomar le permitió entrar a formar parte del entorno del grupo Colónida. Además de sus crónicas periodísticas, escribió cuentos, poemas y dos obras teatrales, tituladas Las Tapadas y La Mariscala, escritas en colaboración con Julio de la Paz y Abraham Valdelomar, respectivamente, que no recibieron buenos comentarios de la crítica.

A mediados de 1916 pasó al diario El Tiempo para realizar la crónica parlamentaria, lo cual le permitió conocer la política de su época desde dentro. Sin embargo, mantuvo algunas de sus actitudes decadentistas, las cuales motivarían un escándalo en noviembre de 1917, cuando, acompañado de la bailarina suizo-argentina Norka Rouskaya y de un grupo de escritores, se introdujeron a medianoche en el cementerio de Lima para ver danzar a la bailarina la Marcha Fúnebre de Chopin.

Durante 1918, bajo la influencia de la revolución rusa, la prédica del presidente norteamericano Wilson, la revista España de Luis Araquistain y de las ideas de Víctor Maúrtua, Mariátegui se adhiere al socialismo y lanza la revista Nuestra Época, dirigida por él mismo y por César Falcón, de la que sólo vieron la luz dos números, debido a la publicación de un artículo antimilitarista que motivó un ataque callejero a un grupo de oficiales. Junto a otros intelectuales y algunos obreros, fundó el Comité de Propaganda y Organización Socialista, que tuvo muy corta vida debido a divergencias internas. Por el mismo motivo abandonó diario El Tiempo a principios de 1919 y fundó La Razón. Codirigido con César Falcón, dicho periódico apoyó la lucha obrera y la reforma universitaria.

Tras el golpe de Augusto B. Leguía, el 4 de julio de 1919, su línea periodística fue de radical oposición al régimen, motivo por el cual la Imprenta Arzobispal se negó a continuar editando el diario. En este estado de cosas, el gobierno de Leguía ofreció becas para viajar a Europa, así que Mariátegui partió hacia Italia y César Falcón hacia España.

En Europa se quedaría Mariátegui hasta principios de 1923, en un periplo en el que recorrió Italia, Francia, Alemania, Austria, Hungría y Checoslovaquia, aprendió varios idiomas y consolidó su formación política e ideológica, adhiriéndose al marxismo y a la línea de la Tercera Internacional o Comintern. Participó como testigo en importantes eventos como el Congreso del Partido Socialista Italiano en Livorno, el Congreso Económico Mundial auspiciado por la Sociedad de las Naciones, y las huelgas obreras en el norte de Italia. Fue también testigo de excepción de las consecuencias de la Gran Guerra europea: la situación alemana, el problema de las reparaciones, la derrota del gobierno soviético húngaro y el ascenso del fascismo italiano. Sus impresiones fueron publicados por el diario El Tiempo bajo el epígrafe general de "Cartas de Italia".

En Europa, junto con los peruanos Carlos Roe, Palmiro Machiavelo y César Falcón, fundó la primera Célula Comunista peruana, que intentaba impulsar la organización independiente de los obreros peruanos. En 1920 se casó con Anna Chiappe. En marzo de 1923 regresó al Perú y se incorporó a las Universidades Populares Gonzales Prada, en donde inició una campaña de difusión de las nuevas tendencias políticas europeas y de adhesión a la revolución bolchevique de Rusia, a través de un ciclo de conferencias titulada Historia de la Crisis Mundial. Para poder sostenerse inició sus colaboraciones en la revista Variedades, publicando artículos sobre temas europeos bajo el epígrafe general de "Figuras y Aspectos de la Vida Mundial".

Cuando Haya de la Torre fue deportado como consecuencia de las protestas del 23 mayo de 1923 contra la Consagración del Perú al Corazón de Jesús, Mariátegui asumió la dirección de la revista Claridad, dándole una nueva orientación, e impulsó la creación de la Editorial Obrera Claridad con el fin de publicar y difundir las nuevas ideas. Todas estas actividades se vieron afectadas en mayo de 1924 por una crisis de su enfermedad infantil que le obligó a la amputación de su pierna derecha, condenándolo a usar una silla de ruedas por el resto de su vida.

A pesar de ello, Mariátegui reanudó sus colaboraciones en Variedades y en la revista Mundial, bajo el epígrafe general de "Peruanicemos al Perú". En octubre de 1925 funda con su hermano Julio César la Editorial Minerva y publica su primer libro: La Escena Contemporánea. A principios de 1926 se adhiere a la organización de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) impulsada por Haya de la Torre y definida como un frente único de obreros manuales e intelectuales.

En setiembre de 1926 fundó la revista Amauta. Considerada la más importante y paradigmática del siglo XX, en sus páginas se publicaron importantes trabajos de la nueva generación intelectual. Además de las nuevas corrientes intelectuales, políticas, artísticas y literarias de Europa, Amauta fue expresión de las dos tendencias más importantes del Perú de los años 20: el indigenismo y la vanguardia. En junio de 1927, la revista Amauta fue clausurada por la supuesta existencia de un "complot comunista" para derrocar al gobierno de Leguía. Apresado en el hospital militar de San Bartolomé, una campaña internacional abogó por su libertad. Aunque liberado, la revista Amauta tardaría en aparecer, por lo que Mariátegui estudiaba la posibilidad de trasladarse a Buenos Aires o a Montevideo.

En abril de 1928 se produjo la ruptura entre Mariátegui y Haya de la Torre por las discrepancias con respecto a la organización de la APRA. Mariátegui denunció la ruptura unilateral de la política de frente único por la de partido único, y la práctica política basada en "el bluff y la mentira" propia de la política civilista. En este contexto, Mariátegui tomó contacto con la Secretaría Sindical de la Tercera Internacional y envió delegados al IV Congreso de la Sindical Roja o Profintern en Moscú y al Congreso de los Países Orientales en Bakú. Con ello se iniciaron los vínculos de Mariátegui y sus colaboradores con la Tercera Internacional.

Acorde con la nueva situación, la revista Amauta se define socialista en setiembre de 1928. Semanas después, el 8 de octubre se funda el Partido Socialista y Mariátegui es elegido Secretario General. El nombre del partido no estaba acorde con los requisitos solicitados por la Tercera Internacional para ser reconocidos como su sección peruana, lo cual dio lugar a una serie de presiones para cambiar dicho nombre por el de Partido Comunista. A fines de 1928 publica sus Siete Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana, uno de los libros más lúcidos escritos sobre los problemas del Perú. La alternativa planteada por Mariátegui se basa en una interpretación marxista de la realidad peruana, aunque heterodoxa dentro del dogma comunista de la época.

Inició además, a través de la edición del quincenario Labor, que apareció en noviembre de 1928, una campaña pro fundación de la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP), cuyo Comité Organizador se creó en mayo de 1929. Al mismo tiempo envió delegados al Congreso Constituyente de la Confederación Sindical Latinoamericana de Montevideo y a la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana de Buenos Aires. Allí se manifestaron abiertamente las discrepancias entre las tesis peruanas y las del Buró Sudamericano de la Tercera Internacional. Sin embargo, Mariátegui fue elegido miembro del Consejo General de la Liga Antimperialista, organismo impulsada por la Tercera Internacional.

En setiembre de 1929 la casa de Mariátegui fue allanada nuevamente, esta vez tras la denuncia de un supuesto "complot judío". El quincenario Labor fue clausurado y ya no aparecería más. Mariátegui decidió entonces viajar a Buenos Aires. Buscó el apoyo del escritor argentino Samuel Glusberg y del peruano Luis Alberto Sánchez, que en ese entonces se hallaba en Chile. Propició el ingreso de Eudocio Ravines, exiliado peruano en Europa, para que se ocupase de la Secretaría General del Partido Socialista.

En febrero de 1930 Eudocio Ravines asume la Secretaría General y Mariátegui finaliza su viaje a Buenos Aires. Pero a fines de marzo una recaída de su vieja dolencia infantil obligó a internarlo en la Clínica Villarán, donde falleció el 16 de abril. Muerto Mariátegui y bajo recomendación del Buró Sudamericano de la Tercera Internacional, el 20 de mayo se cambió el nombre del Partido Socialista por el de Partido Comunista.



Tomado de la página web Biografías y Vidas:

Ernest Mandel: Obras


Ernest Mandel


A diez años de la muerte de Ernest Mandel
Ernest Mandel - Archivo Internet
Gilbert Achcar *

Ernest Mandel murió el 20 de julio de 1995, en medio del último decenio del siglo XX. Era un momento de reflujo del movimiento marxista internacional: la ofensiva neoliberal del capitalismo mundial golpeaba de lleno, Clinton continuaba el trabajo comenzado por Reagan y los socialdemócratas europeos pronto iban a continuar lo que sus competidores conservadores habían comenzado.

Los Estados de origen estalinista venían de derrumbarse, ilustrando de modo tan atrapante como imprevisto -en un sentido inverso- la “teoría del dominó”. Una masa de ideólogos compartían la opinión según la cual la URSS y el marxismo estaban tan inseparablemente ligados como lo están el Vaticano y el catolicismo -y hayan sido enemigos jurados de Moscú o parte de sus aduladores o aliados- proclamaban que Marx, esta vez, estaba verdaderamente muerto.

Este contexto político e ideológico pesó fuertemente en la percepción de la muerte de Mandel. La tendencia natural era no ver en él más que un representante de una generación sobredeterminada por la experiencia de la Unión Soviética, una generación que nació en los primeros años del régimen “comunista” ruso y que se extinguía a la hora de su hundimiento.

Mandel podía fácilmente aparecer así, como representante de un marxismo específico del siglo XX, cuyas principales tendencias se relacionaban con la Unión Soviética, ya sea de un modo admirativo o crítico. Los que deseaban continuar un combate de inspiración marxista contra el capitalismo preconizaban un “retorno a Marx” (que por supuesto, estaba bien vivo, como se podría constatar rápidamente). Para algunos, eso se tradujo por el dejar de lado tanto la herencia del “marxismo soviético”, como el de sus críticos, mientras que otros buscaban combinar un Marx renovado con tendencias del pensamiento filosófico tan alejados de la cuestión de la URSS, como de la lucha de clases real y que, de ese modo, no se verían afectados por el gran giro histórico.

En realidad, toda visión que confina la herencia de Ernest Mandel a un capítulo de la historia del marxismo ligado a la existencia de la Unión Soviética, es forzosamente ignorante de su obra. En efecto, sea cual sea la opinión que podemos tener de las numerosas contribuciones de Mandel en relación a la Unión Soviética -que pueden ser consideradas como la parte menos original de sus trabajos, pues ellas están consagradas en gran parte a una defensa ortodoxa de los análisis de Trotsky- no representan más que una parte de la voluminosa masa de sus escritos.

Ernest Mandel siempre protestó enérgicamente -y a justo título- contra toda tentativa de definir el perfil teórico y político del movimiento internacional que él inspiraba, y consecuentemente de su propio perfil, como principalmente, cuando no únicamente, “anti-estalinista”. El insistió, siempre, en el hecho de que la dimensión más esencial del combate que llevaba adelante con sus camaradas era dirigido contra el capitalismo, y que el estalinismo era un fenómeno mucho más efímero que el capitalismo.

A decir verdad, si el “retorno a Marx” debe ser considerado como el rasgo característico del marxismo moderno, Ernest Mandel es el más actual de los marxistas de la última época. La parte principal de su obra se funda, en efecto, sobre una reapropiación y una actualización directas del marxismo original. Varios de sus principales trabajos teóricos entran en esta categoría, y fundamentalmente el Tratado de Economía Marxista, La formación del pensamiento económico de Karl Marx, y sus introducciones a los tres volúmenes de la edición inglesa del Capital de Marx en ediciones de bolsillo. Mandel también se afirmó como uno de los principales intérpretes modernos de la teoría económica marxista, y ningún “retorno a Marx” -en el campo económico al menos- puede, si es serio, ahorrarse la necesidad de leer a Mandel en el sentido de uno de los aportes más útiles y de los más instructivos del pensamiento económico de Marx.

Si Mandel no hubiera escrito más que las obras mencionadas, su interés para el marxismo moderno sería ya evidente. Pero él hizo mucho más que eso: Ernest Mandel escribió una obra que Perry Anderson, el mejor conocedor de la historia de las ideas de Marx, describió como “el primer análisis teórico del desarrollo global del modo de producción capitalista desde la Segunda Guerra Mundial, concebido en el cuadro de las categorías marxistas clásicas”. (1) En efecto, El capitalismo tardío, la obra máxima de Mandel, no es la primera tentativa de interpretación de la dinámica del capitalismo de la post-guerra, pero es la primera -y hasta hoy la única- tentativa de consagrarse a esta tarea considerable de un mundo globalizante.

Mandel se esforzó en actualizar las categorías de Marx y en utilizarlas para analizar no solamente la esfera económica, sino también las otras esferas, social, política e ideológica, produciendo un análisis del “modo de producción capitalista” luego de la Segunda Guerra Mundial en el sentido más globalizante de esta fórmula marxista.

Mandel desarrolló, además, instrumentos claves para el análisis de la fase en la cual ha entrado el capitalismo mundial luego del fin del largo boom de la post-guerra, en particular por el rol capital que él jugó en la rehabilitación y actualización de la teoría de las “ondas largas” del desarrollo capitalista. Igualmente formuló un análisis original de la naturaleza de la recesión prolongada del capitalismo mundial en curso desde los años 1970. Su interpretación es una de las tentativas más estimulantes y más serias en el intento de explicar la dinámica histórica del capitalismo mundial a largo plazo, una tentativa que no puede ser ignorada más que al precio de dejar de lado a un aspecto esencial de la discusión teórica marxista en economía. Una de las contribuciones más importantes de Mandel a este respecto, consistió en subrayar fuertemente el rol de la lucha de clases y de las formas de la dominación burguesa en tanto que factores fundamentales de la dinámica histórica de las economías capitalistas.

El afirmó, correctamente, que el éxito de los esfuerzos capitalistas en cuanto a imponer una nueva forma de (des)regulación de la economía mundial -lo que hoy llamamos corrientemente “mundialización” capitalista- dependería en gran parte de la relación entre las fuerzas sociales. Con la mirada fija sobre la fracción europea del capitalismo mundial, concluyó el último de sus libros publicados en vida, la nueva edición, actualizada y aumentada de “Long waves og capitalist development” (2) que apareció en 1995, con el pronóstico siguiente:

“Si los largo períodos de prosperidad crean las condiciones más favorables para el compromiso y el “consenso”, los largos períodos de recesión son propicios a los conflictos en los cuales todas las partes se niegan a hacer concesiones importantes. Lo que tiende a prevalecer, no es una regulación exitosa, sino contradicciones y conflictos crecientes (...) No habrá por lo tanto, ningún 'aterrizaje sereno' de la larga depresión, sólo fases de expansión de los ciclos cortos seguidos de nuevas recesiones, con un aumento regular de la desocupación, y de las tasas de crecimiento medias a largo plazo muy inferiores a las del 'boom' de post-guerra”.

Mandel, fiel a Marx en este sentido, consideraba la lucha de clases como factor determinante de la historia y de la predicción económica, más que producir una versión marxista de la creencia en la omnipotencia de la “mano invisible” del mercado, sostenida por la escuela clásica de la economía política burguesa, o de la visión mercantilista de una economía mundial donde los Estados competidores son el factor decisivo, Mandel compartía la visión de Marx, porque como Marx mismo, él estaba profundamente comprometido en la lucha de clases y lo más alejado posible del marxismo de salón.

Toda su vida, fue un militante comprometido del movimiento obrero, consagrando la mayor parte de su tiempo a la intervención política en el movimiento real.

Es una pena que Mandel no haya vivido suficiente tiempo como para asistir al desarrollo del nuevo movimiento mundial contra el neoliberalismo y las guerras imperialistas. Si él estuviera aún a nuestro lado y con salud, habría, sin ninguna duda, contribuido poderosamente a la construcción de este movimiento, aportándole no solamente su erudición y experiencia inmensas, sino también su entusiasmo revolucionario insaciable.

En varios aspectos, él habría estado de acuerdo con el nuevo movimiento y con la nueva ola de radicalización de la juventud, como lo estuvo con la ola de 1968 cuando ya tenía 45 años.

La herencia de Ernest Mandel está mucho más en armonía con el componente joven del nuevo movimiento mundial como no lo están varios de sus componentes de mayor edad. Es porque su compromiso revolucionario fue siempre profundamente ético: lejos de la visión cínica del mundo que compartían los burócratas y los chanchulleros profesionales, la inspiración de Mandel era profundamente ética. Su humanismo revolucionario -una característica que compartía con Ernesto Che Guevara, ese icono del ardor revolucionario juvenil, con quien compartía una amistad y hasta el mismo nombre- era uno de los rasgos esenciales de su personalidad y de su producción teórica.

Mandel estaba, además, mucho más en armonía con la generación joven, pues la libertad y la democracia hacían a sus ojos, parte de los valores más elevados.

Debido a ello, Mandel era sin dudas, entre todos los marxistas de la segunda mitad del siglo XX, uno de los más próximos del espíritu de la mujer que él admiraba profundamente y que atravesaba la prueba de los tiempos de forma tan notable: Rosa Luxemburgo. Toda persona familiarizada con los escritos políticos de Mandel sabe que él era, de varias maneras, un “luxemburguista”, no solamente en razón de su profunda creencia en el potencial revolucionario de las masas, sino también debido a su internacionalismo intenso y a su convicción de que las libertades democráticas son tan indispensables para el movimiento revolucionario como lo es el aire respirable para los seres humanos.

Ernest Mandel es una fuente indispensable para el desarrollo de un marxismo del siglo XXI.


* Libanés de origen, Gilbert Achcar se estableció en Francia desde 1983. Profesor de ciencias políticas en la Universidad de París-VII (Saint-Denis), colaborador de Le Monde Diplomatique y de Inprecor. Dirigió la publicación El Marxismo de Ernest Mandel (PUF, Actuel Marx, París 1999). Entre sus obras más recientes se destacan Terrorismes et désordre mundial (Complexe, 2002); L’ oriente incandescent. Le Moyen-Orient au miroir marxiste (Editions Page deux, Lausanne, 2003); Le choc des barbaries (rééd 10/18, París 2004). Codirigió el Atlas du Monde Diplomatique (2003).

** Para Inprecor (www.inprecor.org). Traducción de Ernesto Herrera – Correspondencia de Prensa

Notas

1) Perry Anderson, “Consideraciones sobre el marxismo occidental”. Siglo XXI, cuarta edición, México 1984.
2) La edición francesa de este libro, Les ondes longues du développement capitaliste, está en preparación por Ediciones Page deux en Lausanne.