Sally Burch
ALAI AMLATINA, 15/04/2014.- “Abandonadas a su curso actual e impulsadas
por las necesidades del capital, las tecnologías digitales pueden
desplegarse por caminos que son terriblemente adversos a la libertad, la
democracia, y cualquier cosa remotamente vinculada con el buen vivir.
Por lo mismo, las batallas en torno a Internet son de importancia
central para todos quienes buscan construir una sociedad mejor”, escribe
el investigador Robert McChesney en la conclusión de su libro sobre el
desconecte digital: cómo el capitalismo conduce a que Internet gire
contra la democracia . Como profesor de la Universidad de Illinois en
Urbana-Champaign, el trabajo de McChesney abarca la historia y la
economía política de la comunicación. Es también co-fundador de Free
Press, organización estadounidense por la reforma mediática. En la
siguiente entrevista con ALAI, sintetiza los argumentos de su libro, con
énfasis en la tendencia de la economía de Internet a la promoción de
monopolios.
SB: ¿Cómo caracterizas la evolución de Internet en las dos últimas décadas?
RM: En síntesis, Internet comenzó como una función del sector público.
Inició con subsidios del gobierno y no era comercial, incluso era
anti-comercial en su primera época. La visión con la que surgió siempre
fue como un sector sin fines de lucro, igualitario, donde la gente podía
juntarse y compartir. Pero el proceso a partir de inicios de los ‘90,
especialmente después del invento de la telaraña mundial (World Wide
Web), se ha visto marcado por intensa comercialización, de un lado; y de
un agresivo interés de las agencias militares, de seguridad nacional,
de inteligencia y de la policía por la importancia de Internet, de otro
lado. Estas dos fuerzas realmente han hecho de las suyas con Internet en
los últimos 20 años de una manera que muy poca gente, no hace mucho
como 1993 o 1995, creía posible.
SB: A nivel global, ¿cuáles han sido las principales implicaciones de esta evolución?
RM: Una de las grandes pretensiones respecto a Internet fue que iba a
estimular la eficiencia económica, el crecimiento, la competencia; que
iba a abrir la economía a nuevos jugadores, especialmente para que
pequeñas empresas y nuevos emprendedores puedan entrar en el juego y
competir con empresas más grandes, ya arraigadas, porque Internet les
permitiría circundar las barreras de entrada que les mantenían alejados
de los consumidores y los mercados. También fue visto como un lugar de
empoderamiento para los consumidores, quienes tendrían más posibilidades
de elección y más opciones a través de Internet para obtener precios
más bajos y mejores servicios.
Por desgracia, casi nada de esto se ha hecho realidad de manera
significativa, y una de las grandes ironías de Internet es que se ha
convertido en el mayor generador de monopolio económico que se haya
conocido, en cualquier sistema económico, máxime bajo el capitalismo. En
lugar de producir mercados competitivos y una gran cantidad de
empresarios exitosos, Internet ha hecho todo lo contrario, y eso debido a
la economía de la Red, que básicamente es una economía de ‘todo para el
ganador’. Una vez que alguien alcanza el primer lugar, se crea un
tremendo incentivo para que todo el mundo pueda usar ese servicio, como
los buscadores, por ejemplo, o eBay o You-Tube. Se utiliza el mismo
buscador porque se quiere estar en la misma red donde todo el mundo ya
está, y con ello se obtiene lo que se llama un "monopolio natural",
debido a los efectos de red.
Cuando nos fijamos en Internet, está llena de esos monopolios, no existe
una "clase media" de 20 o 30 empresas que compiten en un área. Por lo
general hay una empresa que domina, con tal vez una o dos más que tienen
una tajada del mercado. Y esto ha acentuado y agravado el problema de
la monopolización en el capitalismo moderno, que es, por supuesto, uno
de los grandes problemas de la economía mundial.
Ahora bien, esto es especialmente cierto fuera de los EE.UU., porque –y
tal vez no sea casualidad– los monopolios que dominan Internet a nivel
mundial están basados en EE.UU. Google, Microsoft, Apple, Amazon, eBay,
Facebook, son empresas con sede en EE.UU. Estas empresas tienen un poder
desproporcionado fuera de EE.UU., y pienso que para quienes viven en
países fuera de los EE.UU., su dominio es de particular preocupación.
SB: ¿Y cómo repercute esta dinámica en Internet en el plano de la democracia?
RM:- La democracia tiene un montón de componentes, y una de las grandes
aseveraciones respeto a Internet era que iba a favorecer que la gente
común, gente sin propiedad, pueda participar en la política de una
manera que nunca fue pensable antes. Que se iba a poder tener acceso a
toda la información que antes sólo estaba disponible para las élites.
Que se podría comunicar a bajo costo con personas de ideas afines y
establecer redes que serían muy potentes, que sacudirían ese poder y le
obligarían, ya sea a dejar el poder, ya sea a responder a las
aspiraciones democráticas del pueblo. Y de hecho hay algo de eso, seamos
claros: son muchos los aspectos positivos de Internet para aumentar el
poder de los de abajo frente a las jerarquías. Pero cuando se hicieron
esas aseveraciones, se olvidaba que los de arriba también poseían
computadoras. De hecho, hacen las computadoras, son dueños de las redes y
ellos también saben lo que están haciendo, y lo están haciendo para
ganar, no están jugando por las reglas del juego. Lo que hacen es
neutralizar la amenaza de que Internet se torne una fuerza democrática
que puede detener o desafiar el poder de la élite.
Ahora bien, una de las áreas cruciales donde esto ocurre –sobre la cual
estudio y escribo mucho– es la gran crisis del periodismo en todo el
mundo y en EE.UU. A medida que se avanza cada vez más en el ámbito
digital, no hay manera de sostener el periodismo satisfactoriamente,
contar con periodistas suficientes para seguir el paso a las personas en
el poder y ver en qué andan.
[…]
SB: Volviendo a la cuestión de los monopolios… en una economía
globalizada, se necesitan acuerdos políticos e instituciones mundiales
para establecer las reglas, controles y correctivos necesarios para su
funcionamiento, en defensa del interés público (como tienen la mayoría
de Estados-nación para restringir los monopolios en el ámbito nacional).
Pero cada vez más, las mismas corporaciones globales que ellos deberían
estar controlando terminan subordinando estos espacios internacionales.
En lo que respecta a Internet, ¿cuáles consideras son los principales
retos a asumir en términos de gobernanza global?
RM: La pregunta es tan buena que contiene parte de la respuesta, ya que
es crucial contar con acuerdos globales para el comercio, la economía y
la gobernabilidad, especialmente para Internet. Desafortunadamente,
debido a que hay tanto dinero invertido ahora en Internet, estos
acuerdos de gobernanza están dominados por enormes empresas monopólicas,
que son tan ricas y tan poderosas que pueden disponer que el gobierno
de EE.UU. sea su fuerza policial privada. La función global actual del
gobierno de EE.UU. es proteger los intereses de estos monopolios
privados. Nunca hace nada en contra de sus intereses. Esto significa que
la posibilidad para los estados nacionales en Europa, América Latina,
África o Asia de revertir estas presiones, para crear su propio ámbito
digital autónomo, es bastante difícil, ya que implicaría enfrentar
prácticamente toda la estructura económica mundial.
SB: Has participado en algunas de las grandes batallas que se
desarrollan en EE.UU. en torno a la libertad, los derechos, la
democracia e Internet. ¿Cuáles son actualmente los temas centrales?
RM: En mi opinión, los grandes temas en los EE.UU., y creo que en
diversos grados en todo el mundo, son tres. En primer lugar, la cuestión
de conseguir financiamiento en serio para instituciones mediáticas sin
fines de lucro, independientes y no comerciales, sin censura y
competitivas, en el plano local y nacional: con algunos colegas estamos
trabajando la idea de crear un bono de 200 dólares de fondos federales,
que cualquier persona dispondría para entregarlo a un medio de
comunicación de su elección. De esta manera se tendría un enorme
subsidio público para los medios de comunicación sin fines de lucro,
pero no es el gobierno que controlaría quién recibe el dinero, sino la
gente.
La segunda gran problemática en este país es que el control sobre el
acceso a Internet y a los teléfonos móviles se limita a sólo tres
empresas: Comcast, Verizon y AT&T. Hay algunas otras empresas en
escena, como Sprint y T-Mobile, pero las tres grandes establecen los
términos y las demás siguen. Han dividido el mercado como un cártel, no
compiten entre sí; cobran altos precios y los estadounidenses pagamos
una cantidad increíble de dinero para la telefonía celular y el acceso a
Internet, a cambio de un servicio muy mediocre. Es realmente
indignante. Necesitamos una campaña en EE.UU. –o incluso
internacionalmente– para retirar la prestación de servicios de Internet
de las manos de los monopolios privados, y establecer algo parecido al
servicio de correos. El acceso a Internet debería ser un derecho humano;
el gobierno debe administrarlo y eso permitiría que los costos se
desplomen. Será una pelea difícil, porque estas empresas actúan como
grupos de presión de clase mundial, tienen a los políticos en su
bolsillo, pero su existencia es totalmente ilegítima. No crean nada de
valor, salvo estafarnos y obtener ganancias super-monopólicas para
brindarnos un pésimo servicio.
El tercer punto -y esto nos lleva de nuevo a la cuestión de los
monopolios naturales- es que en fin de cuentas hay tres opciones en una
sociedad democrática para hacer frente a los monopolios. Ahora, la forma
en que los economistas utilizamos el término monopolio significa
básicamente una empresa que controla una parte muy grande del mercado
como para poder fijar los precios en toda la industria y también
determinar cuanta competencia tiene al frente. Si quisiera borrar todos
los demás para tener el 100% del mercado, probablemente podría hacerlo,
pero ello menoscabaría sus ganancias, por lo que se conforma con un
porcentaje más reducido del mercado y así menos gente queda al margen,
pero consigue el máximo beneficio que la industria permite. Ese es el
tipo de dominio monopólico que estamos viendo. John D. Rockefeller, en
el pico de su monopolio con la Standard Oil, no contaba con el 100% del
mercado del petróleo en EE.UU., creo que su porcentaje máximo llegó a un
poco más del 80%, pero se encontraba en una situación en la que, si
quería, él tenía el poder de bajar el precio para sacar a los demás del
negocio. Simplemente no estaba en su interés hacerlo. Google, Apple,
Amazon, Facebook, eBay y PayPal son todos monopolios de este estilo de
la Standard Oil y, por regla general, la única competencia que enfrentan
en sus mercados monopólicos medulares proviene de los otros monopolios.
Así que si Google tiene un buscador exitoso, entonces por supuesto,
Microsoft tendrá otro que compita. Ya no se encuentran empresas
independientes capaces de competir con ellos, ya que a todas ellas las
van absorbiendo al paso.
Entonces, ¿qué vamos a hacer respecto a estos monopolios que son
completamente contradictorios con la teoría democrática? Esta no es
siquiera una noción progresista. Milton Friedman –el economista
conservador de derecha, cuyo legado en América Latina, gracias a la era
Pinochet, es bastante oscuro– fue el primero en argumentar que la
defensa del capitalismo en una sociedad democrática es que la gente que
maneje la economía deje de manejar el gobierno. El poder era difuso y
eso permitía que la libertad prospere, a diferencia del feudalismo o del
comunismo existente en ese entonces, donde la gente que manejaba el
gobierno también manejaba la economía. La clave del argumento de
Friedman era que el mercado económico tenía que ser competitivo. Si
fuera dominado por unas pocas empresas gigantes, esas empresas
invariable e inevitablemente habrían de tomarse el gobierno, y con ello,
toda la premisa de la democracia se derrumbaría como un castillo de
naipes. Es por eso que, en la teoría democrática, tanto de la derecha
como de la izquierda, el poder económico monopólico siempre ha
representado una crisis.
En ese contexto, hay tres opciones respecto de lo que una sociedad puede
hacer. La primera es mantener el poder del monopolio privado, para
luego intentar regularlo en función del interés público. En EE.UU. lo
hicimos durante mucho tiempo con la compañía telefónica AT&T y
todavía tratamos de hacerlo un poco con nuestras empresas de cable y
telefonía. Pero la evidencia demuestra que no funciona. Estas empresas
son demasiado grandes, captan a los reguladores, son dueños del gobierno
y la regulación resulta en gran medida ineficaz; por lo que se sigue
teniendo un monopolio que estafa al cliente y los monopolistas manejan
el gobierno. Realmente no es una buena solución.
La segunda solución es tratar de dividir el monopolio en unidades más
pequeñas, que realmente compitan. Así, en lugar de tener una sola
empresa petrolera, como la Standard Oil, se podría dividirla en 5, 10 o
15 que compitan entre sí, con los beneficios de la competencia en el
mercado y sin tener los inconvenientes del control monopólico del
gobierno. Desafortunadamente, en el caso de Internet, eso no es posible;
a causa de los efectos de red, se convierten muy rápidamente en
monopolios, porque esa es la lógica de la tecnología. No hay manera de
tener motores de búsqueda que compitan, porque la gente se inclinará
hacia el mejor, y todos los demás saldrán del mercado.
Así que con los monopolios naturales, sólo queda un camino posible, y de
hecho fue el propio mentor de Milton Friedman, Henry C. Simons, quien
lo dijo. Él observó que, incluso en el capitalismo de libre mercado, es
necesario socializar y nacionalizar las empresas monopólicas, porque de
lo contrario van a robar las ganancias de las empresas más pequeñas y
cobrarles precios más altos a ellas y a los consumidores, y corromperán
la operación eficiente de la economía de mercado, sólo para beneficio
propio. De modo que, incluso quienes verdaderamente desean y respetan la
economía de mercado deberían apoyar la socialización de estos grandes
monopolios que no pueden funcionar con la competencia.
SB: ¿Eso podría conducir a la nacionalización o socialización de Google o Microsoft?
RM: Bueno, ese es el debate que tenemos que tener, en última instancia.
Podemos empezar ahora, o podemos esperar 20 años para hablar de ello,
pero en fin de cuentas vamos a tener que hacer algo en ese sentido. Si
nos fijamos en las 30 empresas de mayor valor de mercado en EE.UU. hoy
en día, 12 de ellas son monopolios de Internet; las que yo acabo de
nombrar y algunas más. Ellas dominan totalmente la economía política de
EE.UU. (cuando no la economía política mundial), constituyen la fuerza
vital, tal como es, del capitalismo actual. Este tipo de poder económico
se traduce en un control total sobre el gobierno. En Estados Unidos,
siempre hablamos de los bancos demasiado-grandes-para-quebrar
,
los que recibieron el enorme rescate. Como ha dicho el senador Dick
Durbin de Illinois, son francamente los dueños del gobierno. Son los
dueños del Congreso, se salen con la suya con lo que quieran. Ahora
bien, hay sólo dos o tres de esos bancos entre las 30 empresas más
grandes de EE.UU, pero hay 12 monopolios de Internet. De modo que si
queremos seriamente hacer frente al poder monopólico como una amenaza
tanto para la economía como para la democracia política, si seriamente
queremos revitalizar la democracia, entonces incluso si uno es
aficionado al libre mercado, tarde o temprano se va a tener que abordar
este problema de los monopolios y yo diría que cuanto antes empecemos
ese debate, mejor.
SB: En el caso de los monopolios mundiales, ¿significaría considerar la posibilidad de crear empresas públicas globales?
RM: Estas son preguntas muy interesantes, y creo que en EE.UU. nos falta
entrar mucho más en debates como ese. Como nuestros mercados son muy
grandes y las empresas tienen su sede aquí, nosotros apenas pensamos en
soluciones nacionales, como si fuera suficiente. Sin embargo, tan pronto
se cruza la frontera a cualquier otro país del mundo, seguramente el
debate tiene que cambiar, porque entonces, las soluciones puramente
nacionales tienen límites reales para esos países, incluso en teoría, y
las soluciones internacionales o regionales se vuelven mucho más
importantes. Pero en este punto de la discusión, me convierto en
estudiante, ya no profesor.
SB: Volviendo a nuestro punto de partida, la evolución de Internet:
entre la utopía digital o la pesadilla del Gran Hermano, ¿cuál es el
saldo actual?
RM: Se está desplazando hacia la pesadilla del Gran Hermano. Sé que son
palabras cargadas, peyorativas y cualquiera podría descartar lo que
estoy diciendo con 'este tipo es un chiflado’. (Vale decir, no eran los
términos que yo elegí -que esto quede claro- pero al mismo tiempo, yo no
voy a huir de ellos). Una de las cosas que encontré cuando estaba
haciendo la investigación para mi libro sobre el Desconecte Digital, que
no lo aprecié en su plena dimensión hace apenas dos o tres años, fue en
qué grado todo lo que hacemos en línea es conocido por intereses
comerciales y gubernamentales. Debes partir de la suposición de que todo
lo que haces se graba, se escucha, se monitorea y está disponible para
alguien, en algún lugar, de alguna manera. Me asustó cuando hice la
investigación; pero tan pronto salió el libro, se divulgaron las
revelaciones de Snowden sobre la NSA y ello despertó una conciencia más
generalizada sobre todo este proceso.
Pero acabo de tener un nuevo susto. El ex jefe del programa de
vigilancia de la NSA renunció hace poco tiempo, y él ha dado algunas
entrevistas en las que ha dicho que la NSA tiene acceso a todo y puede
realizar un seguimiento de todas las personas, en todas partes del
mundo. Realmente tienen ese poder y lo están utilizando. Entonces, ¿qué
es lo que hacen ahora si quieren detener a alguien? Es muy fácil, pueden
armar un caso contra alguien (y parece que siempre pueden encontrar
alguna ley que uno ha infringido, en alguna parte) y llevar esa
información, recopilada de manera ilegal, a la policía y decirles:
junten toda la información que puedan conseguir, para así contar con un
caso documentado legalmente. Con ello, pueden detener a esa persona, si
lo quieren; tienen esa capacidad. Como dijo el ex jefe, tal es la
definición de un Estado policial. Pero si bien no siempre lo hacen, esa
amenaza, la noción misma de que esa posibilidad está presente como
trasfondo, es lo que crea exactamente el mundo orwelliano en el que no
creo que nadie quiera vivir. (Traducción ALAI).
Ver la entrevista completa:
http://www.alainet.org/active/72995
* Artículo publicado en América Latina en Movimiento, No. 494 (abril 2014) titulado “Internet, poder y democracia”.
http://www.alainet.org/publica/494.phtml
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