ROMA.- Muchos lo logran. Muchos otros mueren en el intento. Otros más dejan en el camino un amigo, un hijo, una novia, tragados por las olas del Mediterráneo y por la indiferencia de un continente cada vez más encerrado en sí mismo.
La otra cara de la "primavera árabe" es el escape a Europa de cientos de miles de norafricanos que viajan con la esperanza de recibir protección internacional, pero que chocan con una realidad diametralmente distinta.
Recién llegados, temblando de miedo por una travesía extenuante en precarias barcazas, descubren que en el continente paladín de los derechos humanos y de la Convención de Ginebra para los refugiados, apenas son bienvenidos; que, pese a que huyen de la miseria y la guerra, son tratados con pocas contemplaciones, y que, así como fueron usados por traficantes que lucraron con su desesperación y les cobraron hasta 2800 dólares por el viaje, también aquí son usados, pero con fines electorales que poco tienen que ver con los principios morales con los que se identificó el Viejo Continente.
El primer puerto de escape hacia Europa fue Túnez. Desde allí, unas 23.000 personas arribaron a la isla de Lampedusa, al sur de Sicilia, empujadas por la "revolución del jazmín", que destronó en enero a Zine el-Abidine Ben Ali e impulsó una ola de cambios por la democracia y la libertad en la región.
Ahora, el puerto de turno es Libia. Miles de somalíes, eritreos, etíopes, tunecinos, nigerianos, ghaneses y marfileños escapan hacia el Viejo Continente desde allí. Buscan huir de la guerra civil y de los bombardeos aliados y son, entonces, usados por Muammar Khadafy como un arma de chantaje contra Europa.
Hasta ahora, se estima que desde Libia llegaron a las costas italianas unas 12.000 personas; en las últimas 48 horas, 1700 arribaron a Lampedusa en diferentes pateras.
"Son africanos que ya estaban en Libia, a quienes Khadafy usa políticamente. Les facilita la salida. Es como si le estuviese diciendo a Europa: «Si yo no controlo las fronteras, ustedes serán sumergidos por una invasión de proporciones bíblicas»", explica a La Nacion el padre Mussie Zerai, un sacerdote eritreo que vive en Roma y dirige Habeshia, una asociación que ayuda a inmigrantes.
Zerai, que suele ser llamado por teléfono satelital por los desesperados que piden socorro, estima que en tres meses por lo menos 1000 personas murieron en el Mediterráneo (600, el fin de semana pasado). "Esto, en medio de la indiferencia de Europa y el cinismo del uso político de la inmigración que hizo Khadafy", lamenta Zerai.
Ante este efecto colateral de la "primavera árabe", previsible desde el principio, Italia se demostró totalmente desbordada. En marzo, la isla de Lampedusa, de 5400 habitantes, se vio colapsada por inmigrantes.
El gobierno de Silvio Berlusconi intentó sacarse de encima el problema y otorgó a más de 20.000 personas llegadas desde Túnez un permiso temporario de estadía que, en teoría, les habría permitido moverse libremente por Europa.
Rechazada por la mayoría del continente, esa habilitación primero puso a Italia al borde de una guerra diplomática con Francia, que hasta bloqueó trenes para impedir el ingreso de inmigrantes africanos desde la ciudad fronteriza de Ventimiglia y puso en crisis la política inmigratoria de la Unión Europea, que ahora, luego de un reclamo de Berlusconi y Nicolas Sarkozy, está totalmente dividida ante la propuesta de reformar el Tratado de Schengen, el acuerdo que en 1985 permitió a Europa abolir sus fronteras.
Esta semana, Dinamarca dejó unilateralmente sin efecto el pacto. En el marco de un auge de partidos populistas y xenófobos, la mayoría de los países europeos apoya una propuesta para reintroducir los controles fronterizos como "último recurso" en "condiciones excepcionales" (un éxodo humano como el actual desde Libia).
"En vez de ayudar a los que escapan de la guerra, Europa, que decidió involucrarse en el conflicto libio, se desentiende, levanta barreras y se cierra, por lo que se empobrece en el plano moral, intelectual y de los derechos", lamenta Zerai, que acaba de volver de Malta, donde constató que las autoridades encarcelan a los refugiados llegados de Libia, incluso embarazadas y niños.
Retrocesos
Fiel reflejo de las contradicciones implícitas en un continente cada vez más viejo e inseguro, Europa aplaude de palabra el espíritu democrático de la "primavera árabe", pero no en los hechos. Lenta para ser tierra de asilo, pero rápida para lanzar bombas, se muestra cada vez más parecida a esos castillos de la Edad Media rodeados de fosos.
"Es fisiológico: desde que el mundo es mundo, si hay una guerra, los civiles intentan ponerse a salvo. Por eso, en esta fase dramática, la migración desde Libia no sólo aumentará, sino que se detendrá sólo cuando pare la guerra", advierte a La Nacion Laura Boldrini, vocera en Italia de la Acnur (agencia de la ONU para los refugiados). Desde Lampedusa, Boldrini subraya que si bien Italia habla de "emergencia", el flujo desde Libia es pequeño si se lo compara con las 750.000 personas que escaparon a países limítrofes.
Como para muchos, para Boldrini la suspensión provisional de Schengen sería un gran retroceso. "Una de las grandes conquistas de Europa fue la libre circulación. Sería un paso atrás poner en discusión el tratado. En este momento histórico de cambio para la cuenca del Mediterráneo, Europa tiene la ocasión de demostrar que acompaña a estos países, reforzando sus instituciones, sin hacer emerger sus debilidades. Caso contrario, sería dar marcha atrás."
EL FANTASMA DE LOS "MARIELITOS" Y ?EL ÉXODO MULTITUDINARIO DE CUBANOS
En abril de 1980, miles de cubanos se refugiaron en la embajada peruana de La Habana pidiendo asilo. Tras varias negociaciones, cientos de ellos dejaron la isla con destino a Costa Rica, España y Perú. El 20 de abril, el mismo Fidel Castro anunció que aquellos que querían irse a EE.UU. podían hacerlo a través del puerto del Mariel -por eso, a esos inmigrantes se los conoce como "Marielitos"-, lo que provocó miles de personas movilizadas de un lado y otros miles de barcos movilizados del otro. Se estima que más de 125.000 cubanos salieron por el puerto del Mariel en esos días con destino a Florida.