El gobierno de Juan Manuel Santos, a quien algunos ven como un “traidor a su clase”,
como un “gran reformador” o como un “hombre de paz”,
ha reprimido la protesta con su insigne brutalidad.
como un “gran reformador” o como un “hombre de paz”,
ha reprimido la protesta con su insigne brutalidad.
Corría
octubre de 2005. Un octubre no tan lejano, aunque algunos asuntos eran
diferentes. Álvaro Uribe estaba en el gobierno y era aliado
incondicional de Juan Manuel Santos, por ejemplo. Pero había otras
diferencias más importantes. En aquellos tiempos no tan lejanos el
movimiento campesino no lograba movilizaciones importantes, la mayoría
de sindicatos estaban en letargo y el movimiento estudiantil no pasaba
de ser un recuerdo evocado en la bohemia de algunos encanecidos. Corrió
ese octubre y caminó la minga. Primero fue la liberación de la madre
tierra en el Cauca, luego vino la Minga Embera, y luego caminaron
decenas de pueblos, caminaron los Nasa, los Kokonuko, los Misak, los
Pijao, los Wounaan, caminaron miles de hombres y mujeres indígenas.
Caminó la Minga y la “indiada” sacó al movimiento social y a la
izquierda de su adormecimiento.
Ese
letargo no era accidental. Era la época de las detenciones masivas
donde se capturaba en unos minutos a decenas de personas inocentes. Los
tiempos en que el director del departamento de inteligencia era un
hombre cercano al comandante paramilitar Jorge 40 y uno de los “buenos
muchachos” protegidos por Álvaro Uribe. Los tiempos en que el
subdirector del DAS afirmaba que en Colombia no era un delito matar
comunistas. Tiempos aciagos. En una madrugada de agosto el Ejército
asesinó a tres líderes sociales araucanos (Alirio Martínez, Leonel
Goyeneche y Jorge Prieto) y esa misma tarde el vicepresidente Francisco
Santos afirmó sin rubor que eran peligrosos delincuentes dados de baja
por la fuerza pública. También eran los tiempos de la negociación del
TLC con Estados Unidos, de las leyes que rebajaban los salarios, de la
privatización de Telecom e Inravisión. El movimiento social estaba
debilitado por el horror impulsado por el gobierno de la época.
Cuando
caminó la Minga el movimiento social empezó a salir de su letargo, pero
ese camino no fue sencillo. En los años siguientes el movimiento
indígena fortaleció su capacidad de movilización y junto con algunos
sectores del campesinado, en especial en el suroccidente del país, logró
poner contra la pared al gobierno en sucesivos eventos de protesta
popular. La María-Piendamó se convirtió en el lugar mítico de encuentro
para conspirar por un país más igualitario e incluyente. Esa alianza
entre indígenas, campesinos y otros sectores dio lugar a la Minga Social
y Comunitaria que luego impulsaría el nacimiento del Congreso de los
Pueblos. Fue la movilización indígena la que logró jalar al movimiento
social en tiempos de crisis, no fue casualidad que Juan Carlos Houghton,
acompañante firme de esos pueblos, afirmara que lo indígena “le ofrece
al conjunto del movimiento popular un esqueleto sobre el cual se
articulen otras formas de movilización más débiles” (1). Parecía que el
“sujeto privilegiado” de la transformación no era la moderna clase
trabajadora, sino los primeros habitantes de estas tierras.
En
efecto, hoy corren otros tiempos, algunos asuntos han cambiado y otros
siguen iguales. Siguen asesinando a los líderes sociales y se siguen
negociando acuerdos de libre comercio. Las detenciones masivas continúan
aunque sean esporádicas (2), e importantes funcionarios siguen
vinculados con el paramilitarismo (hace unos días fue detenido el
Gobernador de la Guajira). La diferencia crucial radica en que el
movimiento social ha despertado: el movimiento campesino se ha renovado,
los estudiantes detuvieron una lesiva reforma a la educación superior y
las huelgas de la Drummond y la refinería de Cartagena señalan que el
movimiento sindical retoma su vigencia. Alguna vez Walter Benjamin
escribió que la bella durmiente no sería despertada por el príncipe sino
por el cocinero del palacio:
Quisiera contar, por segunda vez, el cuento de la Bella Durmiente.
Ella dormía en su seto de zarzas. Y luego, al cabo de equis años, se despierta.
Pero no la despierta el beso de un príncipe feliz.
La
ha despertado el cocinero, al darle al pinche la sonora bofetada que
retumbó por todo el palacio con toda la fuerza acumulada durante tantos
años (3).
Los
indígenas han sido nuestros cocineros que con la fuerza acumulada por
milenios han despertado al bello movimiento popular que dormía por el
horror de los embrujadores autoritarios. Sin los esfuerzos indígenas
nuestra pesadilla sería aún más aterradora. Hoy la bella durmiente
parece despertar, pero los embrujadores quieren que vuelva a su lecho.
Vuelve
octubre, vuelve a caminar el cocinero, vuelve a resonar la bofetada. El
presidente de la ONIC afirma que son 100 mil las personas movilizadas
(4). Esta vez fueron los campesinos quienes despertaron a un sector de
la dirigencia de la ONIC que a inicios del actual gobierno se sentó con
Santos para entablar diálogo, pero por fortuna el movimiento indígena se
ha vuelto a encontrar para caminar y retomar sus exigencias históricas:
1. Proteger el territorio ancestral de las grandes inversiones y las leyes del despojo
2.
Luchar por la titulación de resguardos, buscando el reconocimiento de
al menos 1 millón y medio de hectáreas faltantes y la reafirmación de
los resguardos de origen colonial
3. Protección de pueblos en riesgo de extinción
4. Consulta y consentimiento previo, libre e informado frente a la explotación de recursos naturales en sus territorios
5. Exclusión de la gran minería de territorios colectivos y zonas ecológicas estratégicas
6. Anulación de los TLC
7. Protección de semillas nativas
8. Implementación de Planes de Salvaguarda de pueblos en riesgo por conflicto armado
9. Respeto a control territorial propio: desmilitarización, retiro de militares de zonas civiles y sagradas
10. Incorporación de la Declaración de los Derechos de los Pueblos Indígenas de Naciones Unidas al Derecho interno (5)
El
gobierno de Juan Manuel Santos, a quien algunos ven como un “traidor a
su clase”, como un “gran reformador” o como un “hombre de paz”, ha
reprimido la protesta con su insigne brutalidad. En la vía
Cali-Buenaventura fueron heridos al menos 25 indígenas; en la vía
Cali-Popayán se denunció que los integrantes del ESMAD dispararon con
armas de fuego e ingresaron a las viviendas de la población; en el Huila
fueron retenidos mil indígenas que viajaban en buses y chivas; en Cesar
fue asesinado un indígena Yukpa y amenazada una líder kankuama6. En La
María, donde están reunidas las autoridades indígenas, avanza un ataque
con tropas que desembarcaron en helicóptero.
El
país que se solidarizó con el movimiento campesino y se puso por la
ruana por el agro, ahora ve el retorno de los bastones de mando en
defensa del territorio. Desde ya se augura que algunos sectores
campesinos y afros se unirán a la movilización. El Congreso de los
Pueblos declaró su apoyo a la minga y ya se programaron varias
movilizaciones. La protesta indígena también coincide con las
expresiones de la MANE, pues los universitarios han manifestado su
descontento frente a la nefasta gestión de la ministra de educación.
Vuelven
los bastones de mando a defender el territorio y la identidad de los
pueblos. La bofetada indígena resuena por el país, pero parece que no
acabamos de despertar de la pesadilla
¿Lo lograremos?
***
3
Este párrafo hace alusión a El Origen del Drama Barroco Alemán, la
tesis de habilitación rechazada por un jurado integrado, entre otros,
por Hans Cornelius y Max Horkheimer. El párrafo completo dice:
Quisiera contar, por segunda vez, el cuento de la Bella Durmiente.
Ella dormía en su seto de zarzas. Y luego, al cabo de equis años, se despierta.
Pero no la despierta el beso de un príncipe feliz.
La
ha despertado el cocinero, al darle al pinche la sonora bofetada que
retumbó por el todo el palacio con toda la fuerza acumulada durante
tantos años.
Una hermosa criatura duerme tras el seto espinoso de las páginas siguientes.
Que
no se le acerque ningún príncipe azul pertrechado con las deslumbrantes
armas de la ciencia. Pues, al darle el beso, le ha de clavar los
dientes.
Es,
antes bien, el autor quien, como jefe de cocina, se ha reservado para
sí el derecho a despertarla. Ya va siendo hora de que la bofetada
resuene por las estancias de la ciencia.
Entonces
despertará también esta pobre verdad que se pinchó con la anticuada
rueca cuando se disponía, indebidamente, a tejerse en el desván de un
talar profesoral.
5 Agradezco a Juan Carlos Houghton por su ayuda en este aparte.
Fuente: http://cms.onic.org.co/
http://www.alainet.org/active/68347&lang=es