Nazanín
Armanian*
En una conferencia patrocinada por la petrolera Chevron, la subsecretaria
de Estado de Estados Unidos, Victoria Nuland, revelaba que desde 1991 su país
había invertido más de 5.000.000.000 de dólares en Ucrania, uno de los países
más estratégicos del planeta, y no precisamente para erradicar la pobreza. La
publicación (¿por Rusia?) de una conversación telefónica entre Nuland, una
férrea antirusa procedente de la OTAN, y el embajador estadounidense en Kiev
días antes, en la que ella se queja de la Unión Europea por ser incapaz de
derrocar el Gobierno y afirma utilizar a un representante de la ONU –organismo
internacional tratado como marioneta- para formar el nuevo ejecutivo, conforma
la sospecha:
¿Está Washington detrás del golpe de Estados contra el Gobierno
legítimo (con los mismos criterios del occidente) de Viktor Yanukóvich, elegido
en 2010? Claro que aquí, nadie lo llamará “golpe de estado”, para poder
reconocerlo como legal, lo mismo que se hizo con el golpe de Egipto por Al Sisi.
Por otro lado, era sorprendente que Barak Obama pidiera tranquilidad a los
manifestantes y diálogo al Gobierno, mientras los ultras como John Bolton y el
senador McCain (¡éste hasta se presentó en la Plaza de Independencia de Kiev!)
le exigían contundencia. ¿Hay un Gobierno neocon dentro o paralelo al Gobierno
de Obama o se trata de un doble juego del presidente?
La realidad es más compleja de que “los ucranianos querían pertenecer a la
UE y su Gobierno tirano se propuso impedirlo a balazos”. Al tiempo que los
medios de comunicación convertían un asunto interno de Ucrania en una cuestión
internacional, exagerando su impacto con el fin de allanar el camino de la
injerencia de las potencias occidentales (¡preocupadas por la democracia en
Ucrania que no en Arabia Saudí) nadie se enteró de la huída de la primera
ministra tailandés Yingluck Shinawatra a no se sabe dónde por masivas protestas
ciudadanas, o de la terrible matanza de los musulmanes en Myanmar.
El monopolio de la injerencia en los asuntos de otros Estados tiene un
nombre: American exceptionalism
Corresponde a los ucrainólogos hablarnos del caldo de cultivo interno que
propició una crisis de tal magnitud y de cómo 20.000 pudieron determinar el
destino de 45 millones de personas. ¡Y no vale la justificación a la española de
la “mayoría silenciosa”! Es inaudito que unos “revolucionarios” se jueguen la
vida para entrar en una alianza económica y que ésta además sea una UE en
bancarrota y con millones de parados, desahuciados y clases medias medias
empujados a la miseria.
El modus operandi de la UE y Estados Unidos ha sido aplicar el modelo
de las “primaveras” libia y siria: Protestas pacíficas convertidas, de repente,
en levantamientos armados de bandas tenebrosas con disciplina militar que
provocan caos y terror para dar la impresión del peligro de masacre y guerra
civil. Que los dictadores respondan con una dura represión señala que ninguno
representa los intereses de los ciudadanos.
La destitución de Yanukóvich con dicho métodos es un mal precedente para
los Gobiernos europeos que casi a diario se enfrentan a decenas de miles de
manifestantes contra la corrupción y el saqueo de sus ahorros.
Bruselas oculta la verdad
No dice a los ucranianos que:
1. La UE no había ofrecido a su Gobierno la integración en el club, sino un
acuerdo de libre comercio (ver: La guerra del gas: de Ucrania a Siria y de EEUU
a Irán) que destruiría la economía de un país que posee una cuarta parte de las
“tierras negras” (chernozem, suelo agrícola que no necesita fertilizante) del
mundo, además de carbón, uranio y hierro. Sus gentes empobrecidas creen que en
este lado de Europa verían como los suecos, ignorando que en Bélgica, por
ejemplo, uno de cada cuatro niños vive por debajo de la línea de la
pobreza.
2. Que hoy estando en bancarrota, la UE no tiene interés en que
en el ingreso de Ucrania. Si lo hiciera, Georgia, Azerbaiyán o Moldavia también
se pondrían en la cola.3. Que países como Rumania o Bulgaria, que sí están
en la UE, no han visto ni prosperidad económica ni derechos políticos y viven
peor que hace 40 años. La Bulgaria socialista de entonces exportaba electricidad
y productos agrícolas a Turquía y hoy su economía sufre tal parálisis que miles
de sus ciudadanos cualificados han emigrado y el resto son simples consumidores
de los productos de las potencias, adeudos hasta la medula.
3. Que en Bielorrusia, país que va a formar parte de La Unión aduanera,
junto con Kazajistán y Rusia, las tasas de la pobreza y la del desempleo son del
2% y la Educación y Sanidad siguen siendo gratuitas y universales.
4. Que Bruselas y Washington en Ucrania están apoyando a la derecha más
reaccionaria, a los grupos fascistas (como lo han hecho con Talibán y Al
Qaeda) e incluso antisemitas que acusaban al Gobierno ser “marioneta de la
mafia judía rusa”. Los partidos comunistas de las exrepúblicas soviéticas ya en
diciembre advirtieron sobre la peligro de las fuerzas neonazis de Ucrania, que
también avanzan en Europa Occidental.
De Buda a Lenin, de Bamian a Kiev
El derribo de la estatua de Lenin en Kiev, que era el símbolo del triunfo
sobre los nazis (que no el de la URSS o de Rusia, ya que en los últimos tres
años se han instalado otras 5 estatuas de Lenin y de Marx en distintas ciudades
del país), ha sido tan significativo como la destrucción de la estatua de
Buda en Afganistán por los talibanes, criatura nacida en los sótanos de la CIA,
cuya misión era operar en otro país de la zona de influencia rusa.
Dominar Ucrania ha sido uno de los principales objetivos de Estados Unidos.
Ya en 1989, Zbigniew Brzezinski, asesor de Seguridad Nacional de Jimmy
Carter, elaboró unos estatutos para una Ucrania
independiente de la URSS. Los objetivos de la actual intromisión de
Washington en Ucrania (que significa “Patria” en su idioma), son:
Impedir que Rusia pusiera en marcha la Comunidad Económica Eurasiática,
prevista para el 2015, y cuyo núcleo era Ucrania.
Contener la exitosa recuperación del espacio soviético por Moscú, en
Eurasia y Asia central.
Irritarle a Putin, vengándose del caso de Snowden, que tanto daño ha hecho
a Obama, y también condenar al fracaso las Olimpiadas de Sochi en las que Moscú
ha invertido 50 mil millones de dólares y que iba a ser un escaparate de su
poderío organizativo y deportivo.
Restarle fuerzas para desafiar a Estados Unidos en otras zonas en
disputa.
Abrir el mercado de ucrania a los productos occidentales, a sabiendas que
las mercancías ucranianas no podrán competir con ellos.
Ponerle a kremlin nervioso y a la defensiva, preocupándole con “¿Qué será
el próximo golpe?”
Señalarle como modelo antidemocrático y antiderechos humanos y al
occidental como el paradigma del paraíso, cuando en realidad ambos sirven a una
élite mezquina putrefacta.
Fortalecer su posición en la Nueva Euy de paso quiere ropa, ahora que los
europeos occidentales dejan de ser sumisos ejecutores de sus órdenes, prevenir
la formación de un eje París-Berlín-Moscú. No se le olvida que Alemania se
negó a participar en la invasión de Irak en 2003.
Para arrastrar a Ucrania hacia su órbita, EEUU cuenta con varios
planes:
*Plan A: Instalar un gobierno anti-ruso, que actúa de contrapeso a Moscú, y
permita la integración del país en la OTAN como Polonia, Hungría, Eslovaquia y
Rumania. El avance de la Alianza hacia las fronteras rusas se paralizó tras la
intervención militar de Rusia en “la guerra de 5 días” contra la invasión de
Georgia, respaldada por el Pentágono, en Osetia del Sur. El golpe de
Estado contra Yanukóvich facilita una tarea primordial: cambiar la dirección de
los servicios de inteligencia y el mando del ejército ucraniano y vincularlos
con el Pentágono.
*Plan B: Si el futuro régimen no es amigo, al menos que convierta a Ucrania
en un Estado tapón entre Rusia y Occidente. Lo prefiere débil e inestable, que
una fuerte y socia de Rusia
*Plan C: La “Yugoslavizacion” de Ucrania, con imaginarias líneas divisorias
étnico-lingüísticas (ruso/ucraniana) y religiosa (ortodoxa-católica), como
apuntó en 1996 Samuel Huntington, basándose en el supuesto “choque de
civilización entre los ucranianos orientales y los occidentales”. Estados Unidos
aquí también seguirá la nueva política de la Casa Blanca: no a las
intervenciones y riesgos innecesarios, sí a sacar provecho de las fracturas
sociales existentes en los territorios de interés (Ver: Obama y su realismo
aristotélico).
Ucrania, sentada en dos sillas
Desde su independencia en 1991, Kiev ha tenido que maniobrar entre
Occidente y Rusia, salvando su difícil posición geográfica: la oposición de
Yanukóvich en 2011 a la oferta rusa de fusionar la ucraniana Naftogaz con
Gazprom, a pesar de que éste ofrecía precios más bajos para los consumidores
ucranianos de gas, o negociar un acuerdo de asociación con la OTAN, mientras
firmaba con Moscú los derechos de la Flota rusa del Mar Negro, son algunos
ejemplos.
Será decisión suya si quiere ser otro Chipre o Grecia en la UE o un socio
de importancia para Rusia: cola de león o cabeza de ratón.Geopolitical
choices may be tweaked by the individuals in power, but the pressure of
long-term national interests remains strong. El futuro lo determinará el peso de
los intereses nacionales a largo plazo, lo cual impedirá la fidelidad absoluta
de Kiev a Moscú o a Brúselas-Washington.
Vuelve el imperialismo alemán
Con 287 bases militares americanas en su suelo (Noruega tiene tres y España
cinco), y tan sólo 200.000, la gran Alemania no es más que un rehén de Estados
Unidos, cuya canciller ha tenido que ir a la audiencia de su jefe en Washington
una veintena de veces. Nuland, en su famosa llamada telefónica, se permite
menospreciar a Alemania sin entender el riesgo energético que le supone una
guerra abierta con Rusia. Aun así, la actual intervención de Berlín en los
asuntos de Ucrania -apoyando a Vitali Klitschko, un millonario líder de la
oposición, residente en Hamburgo-, marca un nuevo hito en la política exterior
de los germanos, con la intención de:
Poder ampliar su influencia hasta el Mar Negro y acceder a Oriente Medio
por tierra a través de los Balcanes. Ya en 1917, Alemania exigió la entrega de
Ucrania a los bolcheviques a cambio de la paz que pedían; también fue un sueño
de Hitler que Ucrania, Bielorrusia y los países bálticos estuvieran bajo el
dominio de Alemania.
Llenar el vacío que está dejando Estados Unidos en distintas zonas del
mundo, a pesar de que hoy gobierna a una Europa debilitada y fragmentada.
Los beneficios económicos de Ucrania – la mejor tierra agrícola de Europa,
mano de obra cualificada y barata, de piel blanca y de fe cristiana-, deben ser
superiores a posibles perjuicios que puede recibir desde Moscú; además cuenta
con que Europa es el mayor cliente de Rusia.
La venganza rusa
Rusia no admitirá un régimen pro-occidental en el país más importante para
su seguridad. ¿Dónde, cómo y cuándo responderá a estas provocaciones? Quizás lo
haga en Irán, saboteando el acuerdo histórico firmado con Estados Unidos sobre
su programa nuclear, o en Polonia o Rumania, ambos dependientes al gas
ruso.
Rusia, desde Ucrania, amplía su línea costera hasta el Mar Negro, fortalece
lazos con los más de 4 millones de ortodoxos, mantiene su base militar
(también la aeroespacial), y accede a los amplios y abundantes productos
agrícolas.
El Kremlin no puede perder esta batalla, tampoco quiere un enfrentamiento
durante los juegos de Sochi, por lo que está usando su poder blando. Es
consciente de que cualquier gobierno en Ucrania tendrá que hacer el mismo
juego de equilibrio. La dependencia económica de Ucrania a Rusia es muy
profunda, tanto que muchas de las grandes empresas del país tienen dueños
rusos.
Lo sucedido cambia el equilibrio de fuerzas. La próxima parada del “caos
controlado” puede ser Bielorrusia y después las regiones de la propia Federación
Rusa.
*Nazanín Armanian es iraní,
residente en Barcelona desde 1983, fecha en la que se exilió de su país.
Licenciada en Ciencias Políticas. Imparte clases en los cursos on-line de la
Universidad de Barcelona. Columnista del diario on-line publico.es .
24.02.2014