Amílcar Morales *
Asentados en Europa desde los albores de la alta edad media,
alrededor del año 1400 de nuestra era, los gitanos constituyen la mayor
minoría étnica del continente europeo y también la más perseguida,
víctima de prejuicios, discriminación y maltrato. La mayor parte de 10
millones de gitanos en la Unión Europea son ciudadanos de segunda
categoría, están fuera del llamado “estado de bienestar” y carecen de
empleo, salud, educación y libertad de movilización.
La presencia de los gitanos a lo largo del
tiempo es innegable y se muestra en varias manifestaciones artísticas,
como la música, la pintura y la literatura, pero la percepción de la
sociedad sobre este grupo humano está permeada por una serie de
conceptos preconcebidos, erróneos la mayoría de ellos. Influyen en esto
varios factores, como las incógnitas sobre su origen, su aislamiento y
su negativa a aceptar otras normas de vida que no sean las propias.
Se
sabe que partieron de algún lugar del norte de India, posiblemente
huyendo de las invasiones mongolas y musulmanas, y luego de 600 años
arribaron al Bósforo y de allí al sur de Grecia, en una región llamada
el “pequeño Egipto”. Una de las teorías sobre su nombre refuerza esta
hipótesis pues al llegar a tierras de la península ibérica fueron
denominados como “egiptanos”, palabra que derivó en la actual apelación
de “gitanos”, aunque entre ellos se definen como “roms” según su propio
idioma, el romaní.
Su indocilidad a acatar las autoridades
locales, sobre todo las rígidas normas religiosas de la época, y el
carácter trashumante hicieron que se les comenzase a achacar todo tipo
de males asociados a su presencia, como robos, muertes, desaparición de
niños y hasta enfermedades y malas cosechas. De hecho, Víctor Hugo
escandalizó a la sociedad francesa del siglo XIX con su novela Nuestra
Señora de París, donde atribuye valores morales a los gitanos y
responsabiliza, en cambio, por la atroz muerte de la protagonista
femenina, Esmeralda, a la turbia conducta del archidiácono Claude
Frollo. Otro tanto hizo en Londres Arthur Conan Doyle, quien da un
tratamiento digno a los roms en su novela La Banda Moteada.
Fuera
de estos y otros pocos casos, la realidad es que los prejuicios contra
los gitanos se fueron acumulando durante siglos en el imaginario
popular, lo cual provocó, a su vez, un mayor aislamiento entre estos
grupos. El siglo XX no hizo sino aumentar los males de estas comunidades
en suelo europeo, sobre todo en la medida en que se fortaleció el
régimen nazi y sus teorías sobre la pretendida pureza de la raza aria.
En
1934 se comenzó a practicar la esterilización de roms por medio de
inyecciones o castración en Alemania y cuando estalló la guerra se les
concentró en campos de trabajo y exterminio, como Dachau, Sachsenhausen y
Buchenwald. Durante la madrugada del 3 de agosto de 1944 unos tres mil
hombres, mujeres y niños de esa raza que aún estaban en
Auschwitz-Birkenau fueron asesinados en las cámaras de gas e
incinerados.
El holocausto gitano es poco estudiado y se desconoce
el número exacto de víctimas, pero especialistas señalan que esa
población quedó reducida a menos de la mitad al final del conflicto,
cuando sus condiciones de vida tampoco mejoraron. Su existencia pasó
desapercibida durante el proceso de construcción de la Unión Europea
(UE), que ocupó buena parte de la segunda mitad del siglo XX, y a
principios de la actual centuria se les mantiene al margen de los
beneficios sociales y políticos de estas estructuras.
La mayor
parte de 10 millones de gitanos en la UE son ciudadanos de países
miembros de ese mecanismo, pero pertenecen a una especie de segunda
categoría, están fuera del llamado “estado de bienestar”, y carecen de
empleo, salud, educación y libertad de movilización. Quizás de manera
involuntaria Francia contribuyó a llamar la atención sobre ellos cuando
el ex presidente Nicolás Sarkozy (2007-2012) aplicó una política de
expulsiones masivas, que provocó una oleada de reacciones adversas en
todo el continente.
Si bien la presión externa obligó al gobierno
galo a frenar esas medidas, la situación en el interior del país se hizo
cada vez más precaria y no cambió con la llegada de las nuevas
autoridades en mayo de 2012. El 21 de marzo de este año, la Comisión
Nacional Consultiva de los Derechos Humanos aseguró en su reporte sobre
racismo y xenofobia que “más aún que los musulmanes, los roms migrantes
sufren de una imagen extremadamente negativa”.
Según una encuesta
hecha por la entidad, una amplia mayoría de franceses tienen un mal
concepto de estos grupos, sin conocerlos a profundidad. Organizaciones
humanitarias señalan que, al expresar su opinión sobre esta comunidad,
la población ignora o evade el tema de la prohibición de darles trabajo,
los obstáculos para inscribir a sus hijos en las escuelas o las
consecuencias de la constante destrucción y desalojo de sus campamentos.
Cada
vez que son expulsados de un lugar, los niños pierden su vinculación
docente y los enfermos, muchos con padecimientos crónicos, interrumpen
su tratamiento con severos daños para su salud. La agrupación Romeurope
llamó a brindarles mayores oportunidades a los miembros de la etnia y
destacó el caso de la joven Anina Ciuciu quien, de deambular de niña por
las calles de Lyon, logró ingresar el año pasado a La Sorbona gracias
al apoyo de varias personas.
Según los especialistas, será
imposible lograr la inserción efectiva de los gitanos a la sociedad, si
antes no se rompe la cadena histórica de prejuicios y discriminación, y
se les abren las mismas posibilidades que al resto de la población
europea.
Francia reprime a los gitanos
El
pasado 7 de diciembre el ministro del Interior de Francia Manuel Valls
anunció el fin de la ayuda financiera ofrecida hasta entonces a los
gitanos que aceptan retornar a sus países de origen. Vamos a cambiar ese
dispositivo “costoso e inoperante”, dijo Valls, ya que esa ayuda había
creado un circuito entre Rumania y Francia porque muchas personas
expulsadas regresaban al país galo.
Hasta entonces se entregaban
300 euros a los adultos y 100 a los menores miembros de un Estado de la
Unión Europea, cuando regresaban a su país después de haber permanecido
más de tres meses aquí. En 2011 al menos 10.600 personas, entre ellas
dos mil niños en situación precaria, se beneficiaron con ese programa,
de acuerdo con la Oficina Francesa de la Inmigración y la Integración.
El
anuncio de la suspensión de la ayuda se suma a la continuidad del
desmantelamiento de los campamentos y expulsión de los roms. Cuatro
relatores especiales de la ONU criticaron esta política y advirtieron
que los desalojos forzados no son una respuesta apropiada y deben
buscarse soluciones alternativas conformes a los estándares de derechos
humanos.
El 13 de mayo de 2013 dos mujeres y un niño murieron a
causa de un incendio en una fábrica abandonada utilizada como campamento
por familias gitanas en la ciudad francesa de Lyon. El fuego comenzó en
la madrugada en la antigua industria, ubicada en el distrito ocho de la
urbe, donde vivían unos 300 roms. De acuerdo con Gilberte Renard,
militante de la Liga de los Derechos del Hombre, en el ático del
edificio dormían varias mujeres embarazadas y niños.
Sólo durante
los primeros tres meses del año 10 campamentos de gitanos fueron
destruidos por incendios o sufrieron ataques, denunció la Asociación
Europea por la Defensa de los Derechos Humanos (AEDH). Según estimados,
alrededor de 400 mil personas integran esa comunidad en el país galo,
una buena parte de ellas de origen francés y el resto procedentes de
naciones balcánicas.
El 5 de junio las fuerzas policiales
francesas destruyeron otro campamento de gitanos ubicado en los
alrededores de la ciudad de Lille, en el norte de Francia, donde vivían
unas 200 personas, entre ellas numerosos niños. En el momento de la
intervención había unos 60 roms porque muchos se marcharon tras conocer
la existencia de una orden de desalojo.
Desde el 30 de abril las
autoridades locales exigieron a las familias abandonar el campamento,
sin ofrecerles ninguna alternativa de alojamiento. Defensores de los
derechos de los gitanos cuestionaron la decisión de la municipalidad de
Lille, encabezada por la ex secretaria general del gubernamental Partido
Socialista Martine Aubry.
“Ellos se tienen que marchar, pero
¿para donde?”, cuestionó un sacerdote católico vinculado con los grupos
de apoyo a los roms. Denunció que la mayoría de los infantes de ese
sitio están escolarizados, pero ahora corren el riesgo de perder su
vínculo con los centros de enseñanza. Según la alcaldía, la destrucción
de las cabañas se debió a las malas condiciones higiénicas para sus
habitantes y el peligro de accidentes por la cercanía de una autopista.
Unos 2.600 gitanos, ubicados en 40 campamentos, habitan en la ciudad de
Lille, capital del departamento de Norte.
* Corresponsal de Prensa Latina en Francia.