Las tensiones entre los Gobiernos de Eslovaquia y Hungría han aumentado considerablemente después de que Bratislava impidiera el viernes al presidente húngaro, László Sólyom, cruzar la frontera eslovaca, a lo que se une la entrada en vigor, el próximo 1 de septiembre, de una nueva ley que dificultará a la minoría húngara el uso de su lengua.
El nuevo reglamento recalca la obligatoriedad del idioma oficial, el eslovaco, en el ámbito de la Administración, en los carteles informativos y en los rótulos de establecimientos, y prevé elevadas multas para las infracciones.
No obstante, la normativa también amplía algunos derechos de las minorías. Las emisoras de radio y las televisiones regionales y locales, por ejemplo, no estarán obligadas a ofrecer parte de su programación en eslovaco ni a incluir subtítulos.
Pese a dichas mejoras, la ley ha sido considerada discriminatoria por gran parte de la prensa y los partidos húngaros. La minoría húngara en Eslovaquia supone cerca del 10% de la población, de 5,4 millones, y los conflictos con esa comunidad se han agudizado a partir de 2006, cuando el partido nacionalista y antihúngaro de Ján Slota, el SNS, entró en el Gobierno de los socialdemócratas del primer ministro Robert Fico.
La tensión entre ambos países, miembros de la UE y de la OTAN, aumentó aún más cuando Bratislava prohibió el pasado viernes que Sólyom asistiera al descubrimiento de una estatua en honor de San Esteban, primer rey de los magiares hace 10 siglos, en la ciudad fronteriza de Komarno, habitada mayoritariamente por húngaros. Las autoridades eslovacas no estaban invitadas a la ceremonia.
Una provocación
"El viaje privado, con un discurso público previsto, se considera una provocación", afirmó Fico en una rueda de prensa el pasado viernes. Bratislava reprocha a su vecino comunitario que eligiera como fecha de la visita el 41º aniversario de la invasión de la entonces Checoslovaquia por las tropas del Pacto de Varsovia, en la que participaron 30.000 soldados húngaros.
El jefe de la diplomacia magiar, Péter Balázs, por su parte, anunció ayer que su país llevará el asunto a la UE, sin precisar cómo actuarán. Después de su viaje frustrado, el presidente Sólyom dijo que la actuación del mandatario eslovaco no tenía "precedentes ni excusas".