Publicado el 09/Septiembre/2013 | 00:05
La entrevista
Por: José Hernández
Director Adjunto
El personaje: el
sacerdote capuchino Miguel Ángel Cabodevilla lleva 35 años en Ecuador.
El misionero es uno de los precursores de la defensa de los pueblos
indígenas ocultos de la Amazonía y lucha para evitar su exterminio.
Miguel
Ángel Cabodevilla conoce como pocos el Yasuní y sus pueblos. En esta
entrevista critica las ocurrencias en el debate y hace una propuesta:
parar un año la explotación y estudiar en serio la zona.
El
Gobierno dio unos argumentos para empujar el plan A. Ahora los cambia
para aplicar el plan B. Usted que conoce la zona y sus pueblos, ¿qué
piensa de esto?
Lo
veo como una perversión. La primera víctima de esta guerra es como
siempre la verdad. El Gobierno dice una parte de la verdad y oculta otra
parte. Cuando el Presidente dice, por ejemplo, que va a quedar afectado
el uno por 1000 puede ser cierto si se refiere a la ocupación
territorial. Pero de
ninguna manera, y él lo sabe, si se refiere a la capacidad de
afectación. No hay cosa que ponga más furiosos a los grupos en contacto
que el ruido del helicóptero. Cuando se descubre su casa desde el cielo,
ellos pueden atacar porque se sienten absolutamente inermes,
desesperados. La afectación no es solamente el territorio. No se dice
toda la verdad.
Entonces, ¿la otra víctima en este debate es la razón?
Sí,
por eso últimamente no me gusta entrar en debates porque no se discute
racionalmente. No se dan datos ni razones de fondo. La gente dice
ocurrencias.
El debate se está haciendo alrededor de una disyuntiva: Conservar o explotar. ¿Plantearlo en esos términos es correcto?
Me
parece que no porque, en primer lugar, el Yasuní ya está explotado.
Algunos se acaban de enterar de que el Yasuní será afectado. ¡Por Dios,
allí hay operaciones petroleras desde hace tiempo! Hemos tenido
matanzas, una este año, otra grande en 2003. Bastantes muertes que no
han sido catalogadas. El Yasuní está afectadísimo.
Esta
campaña la veo más como una campaña política que como una campaña
racional. ¿Conviene a Ecuador cambiar de modelo de desarrollo? No me
puedo meter en esas cosas porque no tengo conocimientos. Sería absurdo
hacerlo. Pero
también pido yo a algunos que no se metan donde no entienden. Primero
habría que poner racionalidad al asunto.
¿Por dónde empezaría usted?
Por
ver la realidad, las cosas que ya están en el Yasuní. Y preguntarse,
¿qué significaría más esta explotación? Habría que empezar por ahí.
¿La pregunta debiera ser, entonces, si se debe seguir afectando esa zona y a sus pueblos?
Eso
es, ver realmente lo que queremos.
¿Dejar limpio el Yasuní? Si fuera así tendría que salir mucha gente.
¿Qué tipo de afectación habrá? Lo que ocurre es que se ocultan cosas.
Por ejemplo: ¿se va a hacer una operación por helicóptero? No, hace
mucho que hay una vía en el bloque 31.
Me
parece absurdo tratar de discutir una cosa en Quito sin conocer la
realidad, sin haberla seguido paso a paso y sin poner un poco de
frialdad en el asunto. Todo esto lo veo como un caos y en el caos
siempre salen perdiendo los pequeños.
¿Qué cree que es lo más sensato hacer desde el punto de vista de los indígenas de la zona?
Desde
el punto de vista de los quichuas, naporunas, huaoranis, como desde
luego de los grupos que están ocultos ahí, sería mejor no afectar más la
Amazonía. Eso sería preferible. No tengo los argumentos necesarios para
decir si eso a la nación le es posible o no.
En
ese argumento de la necesidad económica, también se siguen diciendo
medias verdades. Cuando el señor Wilson Pastor dice que se debe explotar
para salir de la pobreza y que necesitamos dos generaciones, se
contradice porque él dice que lleva 40 años al frente de ese negocio. 40
años son casi tres generaciones y ahora necesitan otras dos. Entonces
se necesitan cinco. Por eso digo que continuamente se falsea. Para un
país es malo la mentira y la ocultación; es malo no enseñarnos a
afrontar las verdades. Y las verdades son duras. Enfrentemos la verdad,
seamos
democráticos y la mayoría que decida, pero con la verdad.
¿Cuáles son los ingredientes de la realidad y los términos racionales que se debieran poner sobre la mesa en este debate?
Me
parece difícil porque llevamos mucho tiempo viviendo sobre conceptos
vacíos. No solo ahí. También hay conceptos antropológicos y etnográficos
que se han manejado desde puntos de vista erróneos.
¿Quiere poner un ejemplo?
Cuando
se dice que los indígenas son los grandes protectores del bosque o los
enamorados de la vida de la selva. O cuando se dicen que hay que
escuchar las organizaciones indígenas para que ellos den los parámetros
para decidir algunas cosas. Hablemos de los huaoranis. Cuando dicen no
hay mejores conocedores de la selva que ellos estamos diciendo una media
verdad, porque la selva actual no es la selva de los huaoranis. La
selva está poblada de petroleros, de madereros, de ONGs, de misiones, de
intereses económicos de unos y de otros. Y en esa selva real, los
huaoranis son su primera víctima. No dominan esa selva porque les
abruma, les supera.
Si la situación de los pueblos ahí es suficientemente grave, ¿en qué puntos una nueva explotación pudiera afectarles?
Habría
dos afectaciones. Las que se refieren a los grupos indígenas ya
instalados y las afectaciones a los grupos no contactados. Cualquiera
que ve su vida, que los conoce desde hace tiempo, sabe que el petróleo
ha significado un choque tan fuerte que los ha desequilibrado
totalmente.
Los
pueblos indígenas orientales son lentos, necesitan la lentitud. Justo
lo que una industria como el petróleo no puede dar porque con los
cambios que produce se sienten sobresaturados. Te cuento una anécdota:
el sábado pasado yo estaba en la feria de Pompeya y veía a los huaorani
en un comedor. Había muchachos jóvenes que trabajan en la petrolera y
cuatro o cinco viejitos convertidos en pordioseros. Les he conocido en
su casa y a ningún joven se
le habría ocurrido negar la comida a un abuelo. Nosotros tuvimos que
darles de comer. Cuando les llevé a la mesa de al lado, le pregunté a su
nieto: ¿pero cómo no le da de comer a su abuelo? Es mi plata, me dijo.
Las
compañías meten cosas que en principio no son nocivas, como el sueldo o
el trabajo. Pero en ese tipo de civilizaciones pueden causar estragos
tremendos y romper las familias y lo que era su mundo. Ahora tienen
prisa: quieren decidir en 15 días lo que harán en el Yasuní. Pero para
conocer se necesita más tiempo y no nos lo conceden. No tienen tiempo
para una explicación larga. No tienen tiempo para una maduración con
respecto a los grupos contactados, no contactados o grupos ocultos.
Sobre
estos grupos, el Gobierno primero aceptó que había que protegerlos.
Ahora desaparecieron del mapa o niegan que por ahí transiten. ¿Cuál es
su análisis sobre este tema?
Es
una utilización desde de mi punto de vista. Es como si escucharas a un
profesor que te enseña matemáticas decir que dos y dos son seis. Me
causa vergüenza ajena ver cómo se utiliza esto y ver cómo lo utilizan
algunos de ellos contra su razón, porque saben perfectamente que no es
así.
Le
dije al señor Presidente en una ocasión que ellos han hecho inversiones
en esa zona que me parecen muy buenas, pero jamás han invertido
seriamente en el conocimiento de los grupos en contacto. Y si se quería
explotar bien, la primera inversión era
esa: tratar de conocer en serio sistemáticamente lo que pasa ahí, cómo
es la selva, qué gente hay ahí. Esto no se ha hecho.
Y si hubiesen invertido, ¿qué hubiesen descubierto?
Primero,
que siempre ha habido más gente de la que han dicho y eso está probado.
Lo está por las matanzas. Ellos han dicho, a cada vez que tenían que
explotar, que aquí no hay, que están más allá, que no hay evidencias de
que existan. El señor Pastor dice una cosa que me parece de un cinismo
tremendo, porque aquí el argumento es al contrario: si ustedes realmente
quieren proteger a esta gente, primero tenemos que tener evidencias de
que no están. Esa es la evidencia que necesitamos; no la
contraria.
Ahora
se juega sobre las palabras. Si son contactados, si no lo son, si son
ocultos... ¿en este tema, cuál es el asunto de fondo?
Que
ahí hay unos grupos, unas familias y clanes distintos que no siempre se
llevan bien entre ellos, que tienen una antigua tradición de
trashumancia a lo largo de unos largos corredores -unos este-oeste otros
norte-sur- que han caminado durante siglos.
Luego
de la muerte de Ompure dijeron esto con mucha claridad: nosotros
intentamos seguir nuestro camino pero ahora está cortado. Está está
cortado por la vía Maxus. Me sorprendió,
cuando oí esa entrevista, que una vía suponga para ellos un obstáculo
tan grande. Ellos que salvan obstáculos terribles en la selva pero no
podían atravesar ese camino raro por el cual pasan objetos a toda
velocidad. En esa entrevista decían: no tenemos nuestro camino hacia el
sur, hacia nuestras tierras.
Pienso,
aunque no tengo datos de los últimos años y por eso no lo puedo decir
con rotundidad, que hay otros grupos más al sur. Grupos en el campo que
es ahora el 31 y otros grupos más hacia la frontera con el Perú.
¿Cómo explica que sobre un tema tan importante, los gobiernos procedan sin información cierta?
Me
pregunto ¿cómo puede ser que con este problema llevemos 15, 20 años y
Ecuador no haya creado un equipo de especialistas e investigadores?
Porque sobre esto va, primero, de la vida de esta gente, de la economía
del país y de que no se armen estos caos de palabrerías. ¿Cómo puede ser
que esto no haya ocurrido?
Este
gobierno ha cambiado muchas cosas, pero en esa zona del Oriente da la
impresión de que algunas cosas permanecen muy parecidas. Cuando escucho a
un señor que lleva cuarenta años al frente del petróleo, digo esto no
ha cambiado. Son los mismos. Y si son los mismos me imagino que su
intencionalidad, su idea y sus resultados son los mismos.
Hay
otro poder, que es
mejor no nombrar, que está muy cercano al petróleo y que tiene una gran
influencia en la zona. Fuerzas que no sé hasta qué punto el Ejecutivo
domina. Me extraña que tantas cosas hayan cambiado en el país y, sin
embargo, el tratamiento hacia los pueblos sin contacto continúe siendo
el mismo.
Lo
cierto es que en el texto que usted escribió sobre la matanza, se ve
que la violencia se incrementa porque esos pueblos se sienten
acorralados.
Sin
duda. por eso digo que la afectación va mucho más allá que el
territorio. La explotación petrolera trajo consigo esa terrible invasión
no solo de colonos sino también de otros indígenas y, naturalmente,
esas invasiones son las que los han constreñido muchísimo.
Cuando
se quiso hacer la zona intangible se tuvo que tener en cuenta las
concesiones petroleras, a los colonos y a otra gente. Entonces hemos ido
siempre por detrás de la realidad. Por eso pregunto: ¿cuándo nos vamos a
situar en la realidad? En esta discusión que escucho estos días, la
gente no quiere la realidad porque es costosa, difícil, compleja,
fastidiosa y, a veces, dura. Es mejor moverse en esta turbiedad de
supuestos conceptos que no se ajustan a lo que realmente ocurre en el
parque Yasuní.
Hace
dos meses decíamos en Alemania que necesitábamos dinero para proteger a
esta gente y ahora decimos que no hay esa gente. Te imaginas desde el
extranjero las personas a las que se pidió la plata, ¿qué pueden estar
pensando de esta batahola, de este guirigay de
grillos?
¿Está pidiendo que se pare y se el dé una oportunidad a la razón?
Sí,
un pare de un año y estudiar a fondo y en serio, destinando recursos,
esa zona. El país recibiría ayuda de gente extranjera que colaboraría a
gusto.
Me
suena sensato lo de parar. El movimiento en esa zona me parece tan
desmesurado respecto a los pobladores, a la capacidad de compresión, de
reacción y de asimilación que si se pudiera, por lo menos, no aumentarlo
sería un gran logro. Si hay otras alternativas económicas me parecería
absolutamente sensato no estropear más esa
zona.
Tendríamos
que tratar de explotar, invertir más en turismo y otras cosas. Hay
comunidades indígenas que se han metido en el camino del turismo y les
está yendo bastante bien no solo en términos económicos sino sociales.
Hay menos conflictos familiares, menos tensiones porque en el Oriente
-es una cosa que no se estudia- hay una proporción muy grande de
suicidios entre los muchachos indígenas. Ellos están agobiados por este
mundo que les ha caído encima y ante el cual no pueden reaccionar.
¿Se debe entender que se les propone siempre un canje que termina para esos pueblos en un verdadero etnocidio?
Esas
cosas me parecen increíbles. Yo digo: ¿qué personas son las que han
ideado esto? Me parece una cosa de ovnis. Este apuro que han tenido
algunos funcionarios en ser los nuevos recreadores del Oriente, de
querer hacer una nueva creación porque lo anterior no vale, donde todo
tenga el sello de este Dios.
En
las mitologías indígenas de la Amazonía siempre hay dos personajes: uno
que nosotros llamaríamos Dios, porque es una fuerza que crea las cosas,
y otra fuerza que dice no, no quiero hacer. Es un diablo e intenta
también ser un creador.
Esta
segunda creación, en esos relatos amazónicos, siempre sale fatal y, de
ahí salen los mosquitos y las pinchos de las chontas. Todo lo que nos
perjudica es
de alguien que quiso alterar la naturaleza, el ritmo de la creación
natural. Recuerdo a menudo esas narraciones indígenas porque creo que
hay una sabiduría del tiempo, de la pausa, de la paciencia que se tiene
que tener. Cuando veo estas cosas, digo estamos volviendo otra vez a
esos tiempos míticos y no aprendemos de lo que está dicho en los libros.