La
salud mental, lejos de ser una cuestión meramente individual e
“interna” a la persona, se encuentra afectada por las condiciones
sociales, culturales y económicas en las que alguien se desenvuelve. Ya
Ortega afirmaba en sus Meditaciones del Quijote, “yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo”… y algo así ocurre con los problemas de salud mental. La
crisis social y económica que atraviesan numerosos países se
corresponde con incrementos en la incidencia de problemas de salud
mental, tal y como han puesto de manifiesto algunos estudios previos.
Es decir, cuando no se logra salvaguardar la “salud” de una sociedad,
tampoco se logra preservar adecuadamente la del individuo. Así, en
cierto sentido, el aumento de los problemas de ansiedad y depresión en los últimos años viene a ser un síntoma del mayor nivel de “estrés social” presente en las circunstancias.
Un nuevo estudio, llevado a cabo por un equipo de investigadores angloamericano y publicado en PLOS One
en julio de este año, revela no obstante que las relaciones entre
enfermedad mental y circunstancias sociales adversas pueden ser más
complejas y problemáticas de lo aparente a primera vista. La recesión económica se corresponde con un mayor riesgo de desempleo entre las personas con enfermedad mental,
que de esta forma ven agravada su situación. Sería algo así como tratar
de escapar de unas arenas movedizas… la crisis incrementa los problemas
de salud mental, la enfermedad mental hace más difícil la integración
laboral en tiempos de recesión.
La investigadora del Instituto de Psiquiatría del
King’s College de Londres Sara Evans-Lacko y sus colaboradores han
analizado datos contenidos en los Eurobarómetros de 2006 y 2010 para los
países de la Europa de los 27, con el fin de conocer
cómo han cambiado las tasas de desempleo en este período, comparando a
personas con y sin enfermedad mental.
Los resultados obtenidos indicaron
que las personas con enfermedad mental presentaban niveles de
desempleo más altos en ambos períodos, en relación con las personas sin
enfermedad mental. Pero, aún más, la distancia entre las tasas
de desempleo de aquellos con y sin un problema de salud mental se ha
acrecentado en el período de crisis económica, si se comparan los datos
de 2006 y 2010. Así lo refleja el odds ratio de 1.12 (95% IC: 1.03,
1.34) obtenido para la interacción entre enfermedad mental y momento
temporal, que revela un incremento más pronunciado en las tasas
de desempleo entre las personas con enfermedad mental, en comparación
con el aumento entre aquellos sin problemas de salud mental.
En
definitiva, tal y como se representa en la figura adjunta, la recesión
económica habría tenido un mayor impacto -en lo que a desempleo se
refiere- entre aquellos que a priori pueden ser más vulnerables, como
son las personas con enfermedad mental. De manera más específica, los
investigadores identificaron además que los mayores impactos en términos
de riesgo de desempleo se producían en el subgrupo de hombres e
individuos con bajos niveles educativos.
En un intento de contextualizar estos resultados,
Evans-Lacko et al. (2013) analizan también algunas variables
contextuales de este periodo, referentes a las creencias y actitudes de la población general hacia la enfermedad mental.
En este sentido, hallaron que en 2010 (es decir, en plena crisis), el
riesgo de desempleo entre las personas con enfermedad mental era
significativamente mayor en aquellos países donde estaba más extendida
la creencia de que estas personas pueden ser peligrosas. Esto, sin
embargo, no ocurría en 2006; lo que parece apuntar a que en
tiempos de recesión la estigmatización social del colectivo de personas
con enfermedad mental implica un mayor riesgo de exclusión social. Así lo expresan los autores del estudio:
Las actitudes estigmatizadoras, concretamente las creencias sobre la peligrosidad de los individuos con problemas de salud mental, podrían ser un importante mediador en la relación entre desempleo y problemas de salud mental que sigue a la recesión. Vivir en un país donde una proporción más elevada de individuos cree que las personas con enfermedad mental son peligrosas se asociaba a una probabilidad más elevada de desempleo para las personas con problemas de salud mental, pero no influía en las tasas de desempleo para aquellos sin problemas de salud mental.”
Otras representaciones sociales también parecen desempeñar un papel relevante. Por ejemplo, las creencias negativas de la población sobre las posibilidades de recuperación
de aquellos con enfermedad mental también se asociaban, aunque
marginalmente, con un mayor riesgo de desempleo entre aquellos con
problemas de salud mental. No obstante, el papel de esta y otras
creencias en la población, como la atribución de responsabilidad
a las personas con enfermedad mental, parece requerir más
investigación, al menos para poder llegar a una interpretación adecuada
de su posible influencia en las tasas de desempleo de este colectivo. En
este sentido, los investigadores hallaron –según ellos mismos comentan,
sorprendentemente- que en las poblaciones donde una atribución de
responsabilidad interna a la persona estaba más extendida se observaban
menores tasas de desempleo entre las personas con enfermedad mental.
De manera interesante, los autores del estudio hacen una mención especial al caso de España, haciéndose eco del estudio de Gili et al. (2012), anteriormente reseñado en este blog.
En España, donde el impacto de la reciente recesión ha estado entre los mayores, la prevalencia de los trastornos mentales diagnosticados en atención primaria se está incrementando. Tales incrementos se asocian con aumentos en el desempleo y también se encuentran presentes entre individuos cuyos empleos se ven amenazados y entre quienes luchan por hacer frente a los pagos de su hipoteca. Hallazgos recientes, provenientes de Inglaterra y España, sugieren que la recesión se asocia a un deterioro de la salud mental de la población”.
Evans-Lacko et al. (2013) concluyen con una
interesante idea, derivada de sus resultados. En tiempos de crisis
económica, el desarrollo de programas orientados a combatir la exclusión y promover la salud mental
parece aún más necesario si cabe, sobre todo si consideramos el aumento
en los niveles de riesgo a que se ven expuestas las personas con
enfermedad mental. Algunas creencias inadecuadas y estigmatizadoras
pueden contribuir a agravar la situación de este colectivo, por lo que
también, podría añadirse, es necesaria una cierta labor preventiva a nivel social, orientada a promover un mejor conocimiento de la enfermedad mental.
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