El arte es el mejor vehículo para una fuga. Permite el pliegue del tiempo, el carnaval. Desde esta premisa, el Museo Reina Sofía plantea una pregunta por la boca de su director, Manuel Borja-Villel: «¿Qué pasaría si la modernidad comenzase con la conquista de América, que es cuando arranca de forma literal la globalización?». Para ver las similitudes hay que situarse en el terreno.
«En el siglo XVII, Potosí era una ciudad más grande que Londres o París, y la plata que se extrajo de sus minas dio lugar a la primera acumulación de riqueza y capital necesaria para el sistema económico que hoy tiene continuidad, y con ella dio comienzo una forma de dominación que perdura», dice Borja-Villel.«Romper el eurocentrismo»
Con la dominación también llegó el arte a América «con función pedagógica y espiritual, para instruir a los indios». Pero en el barroco de Latinoamérica puede advertirse, según Borja-Villel, el principal rasgo de la modernidad, la trastocación de códigos, «la inversión que permite que la Virgen sea al mismo tiempo la madre tierra o la Pachamama, que tenga hijos, o que se la represente con tres rostros a la vez. La clase de cosas que en Europa te llevaban a la hoguera».El diálogo de esas obras mestizas con artistas contemporáneos es el punto de partida de «Principio Potosí», de la que son comisarios Max Jorge Hinderer, Andreas Sieckmann y Alice Creischer.
«El barroco refleja la situación actual del arte porque tiene cierta ambigüedad: está al mismo tiempo al servicio del poder, pero crea espacios de resistencia, y eso es la modernidad», dice Borja-Villel, que ha intentado con la exposición «romper la visión eurocéntrica de la modernidad, que hemos llegado a creer como universal», asegura.
Por eso se invitó a artistas de diferentes países del mundo de la «última globalización» a encontrar correspondencias con las obras coloniales del siglo XVI al XVIII. Así, frente a la «Virgen del Cerro y las novicias», María Galindo propone un vídeo y un graffiti que denuncia la dominación patriarcal, y frente al óleo «El cerco de La Paz», en la que los indígenas aparecen representados fuera de las murallas de la ciudad, se puede contraponer un vídeo con la salida de obreros de un edificio en construcción en Dubái.
De fondo late la idea de que la explotación en sus múltiples formas es la desencadenante de la modernidad, de la ruptura de códigos. Y consecuencia de esta tesis gamberra es que nació en la cordillera andina.También las formas de la muestra son rompedoras: obras subidas a andamios, instalaciones sin separación, anteojos pendientes de un hilo para acercarse a los detalles.
«Queríamos que los comisarios fueran artistas, porque no tienen las mismas categorías que los historiadores. Aunque, quizá si un historiador o un antropólogo visita la exposición nos diga que es una barbaridad», explica el responsable del museo.
Uno de los alicientes de «Principio Potosí» es que la mayoría de piezas coloniales pueden admirarse por primera vez fuera de Bolivia. El pacto para el préstamo ha sido, en muchos casos, la restauración de las piezas, custodiadas en pequeñas comunidades de las cumbres. Otras no se han traído porque «son sagradas para los bolivianos, y ya estaban restauradas. En las comunidades andinas no entendían para qué les podría servir prestarlas, y, además, pesaba más el miedo a un desastre ecológico si las dejaban salir. También nos han pedido un tractor», ironizaba el director.
Un Goya en los AndesEl director del Reina Sofía destaca, entre las piezas de la muestra, la serie de Melchor María Mercado «Álbum», que nunca ha salido de Bolivia, y en la que critica a las élites dominantes con ironía. «Es como Goya, tiene mucho de sueño, de onírico, con un gran paralelismo con el arte actual», asegura Borja-Villel.
QUÉ: «Principio Potosí».DÓNDE: Museo Reina Sofía.
CUÁNDO: Hasta el 6 de septiembre.CUÁNTO: 3 euros.