El Presidente criticó acremente dicha posición "infantil". Su propuesta fue otra: que el Yasuní, por su biodiversidad, merece preservarse; que tal preservación implica un sacrificio fiscal enorme por la no explotación del ITT; que lo justo es que la comunidad internacional retribuya al país USD 3 600 millones, la mitad del lucro cesante por la no extracción del crudo.
La compensación es para financiar el presupuesto de inversión social, no un fondo para programas ecológicos. El monto es muy alto. Con esa suma, se puede preservar media África donde las áreas ecológicas sensibles albergan mamíferos superiores en peligro de extinción; USD 3 600 millones es más que el PIB conjunto de la República Centroafricana y Gambia. Sólo se ha recaudado 0,37% de lo requerido. Pero el monto es muy bajo. Cuando el Presidente lanzó la propuesta, el petróleo estaba a USD 40 el barril, y hoy está a USD 100.
La suma compensatoria no es la mitad del valor del crudo, sino la quinta parte, incluso menos: el ITT está muy poco explorado; sus reservas recuperables serían superiores He ahí el defecto congénito letal: el monto planteado es a la vez excesivo para los donantes e insuficiente para el Fisco. No hay manera de que el ITT se quede eternamente bajo tierra. Hay un paralelismo con el OCP: en los noventa la oposición ambientalista mató el proyecto de un nuevo oleoducto; se argumentó el daño a Mindo, otro nicho ecológico merecedor de protección. De haberse construido el nuevo oleoducto se habría evacuado el crudo represado de las operadoras privadas y quizá se hubiera evitado la crisis fiscal de 1998-99 que arrastró a la banca y pulverizó los ahorros de tantos ecuatorianos.
Tras la crisis, Gustavo Noboa autorizó el OCP, lo cual contribuyó decisivamente al resurgimiento de principios de siglo. Hoy estamos en una situación similar. Fracasó la Ronda Suroriente, mantenemos la producción vía la explotación acelerada de los campos tradicionales, no hay visos de que se descubran más reservas. Pronto la producción comenzará a declinar pronunciadamente, y la economía se acercará a un abismo: se despeñaría en 2020, estima el Presidente. Para evitarlo, hay que desarrollar las reservas que no están en producción: ITT y Pungurayacu. Las alternativas son hoy, de manera urgente, o la próxima década, después del colapso. Prefiramos hoy, y apoyemos la decisión de Rafael Correa.
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