Héctor Ferlini-Salazar
Adital
Usualmente el enfoque dominante para concretar una coalición de cara a las elecciones de cargos públicos es electoral, es decir, reducida a lograr votos. Ese enfoque es parte de una tradición en la cual la democracia se encajona en lo meramente representativo, y aun más, en lo clientelar bajo la consigna "vote por mi partido para que obtenga tales o cuales beneficios”.
En las circunstancias actuales del proceso electoral que tiene como destino febrero del 2014, deseo exponer dos razones para la urgencia de una coalición.
Antes, unas líneas sobre esas circunstancias del actual proceso electoral. Como elementos destacados me interesa citar dos:
a- El modelo que ha dirigido el país durante las últimas tres décadas orientado a maximizar las ganancias de un grupo de empresas vinculadas a la economía transnacional, está en claro deterioro. Ese modelo basado en la codicia sin más, sin ninguna posibilidad de estructurar una defensa ideológica coherente, ha derivado en la corrupción personal y corporativa que justifica a como dé lugar el saqueo, la depredación, y la pertenencia o vinculación a mafias internacionales. Como consecuencia tenemos la pérdida de credibilidad en los dos partidos del tradicional bipartidismo, extensiva a sus turecas conocidas. Esa pérdida de credibilidad contagia a todo el sistema partidario, ya sea por errores responsabilidad de partidos emergentes o por campañas ideologizadas en contra de estos.
b. La gente ha encontrado formas de manifestación, resistencia y propuesta no partidarias, que muestran una ascendente lucha ciudadana. Este proceso es creador de democracia en tanto la organización, comunicación y lucha en torno a temas cruciales como la salud, el ambiente, la oposición a concesiones corruptas, la educación, los derechos humanos, y otros temas universales, han logrado incidir en políticas públicas en distintos espacios del entramado estatal. Al incidir se crea democracia. Este elemento clave está presente de manera palpable en medio del proceso electoral, ahora, más que en jornadas anteriores. La explosión de una saludable variedad de medios de comunicación alternativa es parte de esta lucha ciudadana ascendente que marcará la ruta a 2014.
Y precisamente, las dos razones para la urgencia de una coalición están vinculadas a las circunstancias que marcan este proceso electoral. Estas dos razones son las siguientes:
1. Dada la pérdida de credibilidad en el sistema partidario, es necesaria una propuesta novedosa. El reto es entusiasmar a la población votante, enamorar con base en una propuesta, movilizar no solo conciencias sino además compromisos concretos para promover, convencer, y lograr el voto. Es decir, esa idea novedosa debe ser capaz de construir una estructura capaz de moverse como nos hemos movido en las luchas sociales de estos últimos años. Con un nombre unitario, y con programas que sean producto de la confluencia podremos lograr el éxito. No será posible para nadie hacer la tarea con base en plataformas separadas. Esto, si el objetivo es lograr ser gobierno.
2. El Código Electoral, calcado de un enfoque de democracia restrictivo, no posibilita la participación electoral de los movimientos sociales, a no ser como producto de una concesión de puestos de algún partido. Hoy, con la lucha social ascendente que vivimos, esos movimientos sociales se han ganado el derecho de ser coadministradores de la democracia que con sus luchas ayudan a crear. Estos movimientos sociales tienen el derecho de ir al gobierno para proteger y profundizar esa democracia. Ese ascenso al gobierno debe darse en alianza con los partidos políticos que se comprometen con la vida, que hacen una opción por el desarrollo de la democracia participativa, y que ponen como estandarte una gestión gubernamental basada en mecanismos concretos y vinculantes de auditoría ciudadana. Por ello en la Coalición Viva se ha propuesto una coalición de personas, movimientos sociales y partidos. En estos movimientos sociales, es necesario incorporar también al sector empresarial que lucha por una economía centrada en el desarrollo nacional, y rechaza una vinculación al mundo hipotecando la soberanía y la dignidad.
Esta idea, por si quedan dudas, define al mismo tiempo con cuales partidos el movimiento social no podría ir en una coalición.