El cientista social Francisco Rhon reflexiona sobre la jornada de protesta social frente al Gobierno. Explica por qué una parte del país está ‘adormecida’.
¿En verdad fracasó la movilización convocada por las organizaciones sociales de izquierda, como lo sostiene el presidente Rafael Correa?
Depende de las lecturas que se hagan. Pero las organizaciones y movimientos sociales que han sido golpeados y limitados por el Gobierno lograron una convocatoria importante.
¿Esa protesta crea un cambio de escenario político?
La convocatoria revela que la oposición vuelve a las calles. En el escenario anterior teníamos una oposición ligada a temas como la libertad de expresión, la vigencia o no de algunos derechos humanos, pero no había esta movilización popular.
¿Entonces la lectura del ‘fracaso’ que hace el Gobierno no es la adecuada?
La lectura que debe hacerse es en el marco de la coyuntura electoral. La dimensión de la protesta se medirá en las elecciones del 2013. Por eso, de alguna manera, los actores se están posicionando. No hay que perder de vista que los organizadores de la movilización son la izquierda.
¿Qué quiere decir eso?
Que es una oposición de otro orden, que critica el modelo económico mismo del Gobierno.
¿Entonces la jornada del jueves es solo el inicio de una movilización progresiva?
Es parte de un proceso que se irá decantando, cuyos resultados se verán en las elecciones.
Pero todo el escenario político y económico parece jugar para el Gobierno...
No necesariamente. El Presidente ha mostrado lo que ya es conocido: capacidad de convocatoria, aceptación y la estructura del Gobierno. Entonces, ha mostrado una presencia en las calles. La pregunta es: ¿Por qué necesita estar en las calles?
El discurso oficialista sostiene que es la respuesta a una desestabilización
Es muy difícil creer eso. Siempre se pueden usar esas versiones de desestabilización, pero todos estamos embarcados en el juego democrático a resolverse en el 2013. No tiene sentido hablar de desestabilización.
¿No hay un escenario para una conspiración?
Es muy difícil. No tiene sentido desestabilizar a un Gobierno en un contexto internacional donde es difícil la alteración de la democracia, sin que la opinión pública se ponga en contra. No es una coyuntura para dictaduras.
Entonces, ¿para qué Correa saca a la calle sus bases?
Necesita posicionarse internamente y busca evidenciar sus apoyos ante una situación internacional poco favorable por el caso El Universo. Hacia el plano internacional necesitaba demostrar su poder de convocatoria.
¿El Gobierno logra revertir su mala imagen externa con una ‘contramarcha’?
Es complicado que a la opinión pública de Europa, de EE.UU. y algunos países de América Latina se venda la idea de que un periódico fue parte de una supuesta conspiración desestabilizadora. En la opinión pública internacional los medios son respetados. El hecho no fue favorable para el Gobierno y no mostró una imagen de adscripción a la democracia, como la entendemos todos.
¿No es una contradicción que dirigentes y movimientos que salieron a las calles hayan apoyado a Correa, pese a que él ya exteriorizaba rasgos autoritarios que ahora cuestionan?
Así es, pero hay una distancia entre los movimientos sociales alrededor del Gobierno y otros que toman distancia y lo critican.
¿No son actores que se quedaron sin las mieles del poder y ahora atacan?
No olvidemos que este proceso no se inicia con Alianza País. Es la personalidad del Presidente y una convocatoria amplia de sectores los que hacen posible el triunfo de Correa. Pero eso no quiere decir que se trataba de una concertación al estilo del Frente Amplio de Izquierda de Uruguay. De ahí que no hay que sorprenderse que estos grupos sociales hayan tomado distancia de aquello que no coincide con su propuesta original.
¿La figura presidencial fue más fuerte que el proyecto político original?
Hay propuestas de orden distinto. Entre la pragmática política (Correa) y la construcción de otras formas de realidad van a existir desencuentros. Esto es lógico si se piensa en la democracia. Una de las instituciones principales de la democracia es la alternancia; si no existe, no hay democracia. La alternancia es diferencia de opinión que va al plano electoral y luego se plasma en configuración de las nuevas autoridades, de distinto signo.
El Presidente no tolera esas diferencias de pensamientos...
Hay una expresión en las calles, que de alguna manera ya debió llamar la atención. Ya apareció en el referéndum de mayo pasado. Quienes se movilizan son la Sierra y parte de la Amazonía, donde el Presidente no fue tan exitoso en el referéndum. Ganó por escasos votos y en algunas preguntas incluso perdió.
¿Hay una explicación para que ese espacio geográfico-social se exprese?
Vemos una continuidad (del referendo), aunque con una diferencia: ese descontento se trasladó a las calles. Aquí puede explicarse porque en la Asamblea no se logra aprobar la ley de comunicación. Hay una fuerza frente a la cual los asambleístas intuyen que no sería un buen negocio político aprobar esa ley.
¿La movilización social es un signo de alerta?
Es un signo de alerta de que en el país hay opiniones diferentes, que tienen momentos de fuerza. Quiere decir que no es un país de un pensamiento único.
Por su discurso, Correa parece no comprender ni procesar esa diversidad
El Presidente integra una tendencia de ver a la política, al Estado, a la democracia, a los poderes, al liderazgo fuerte. En palabras de colegas se asiste a un neopopulismo.
Y para usted, ¿qué representa Correa?
Un liderazgo fuerte que se abstrae de la existencia de unos movimientos sociales activos, más allá de que estén fracturados, debilitados, agobiados…
¿Un Presidente prisionero de su Constitución y reacio a aceptar al otro?
Prisionero de sus buenos deseos, del pragmatismo de la política, de su tendencia al liderazgo fuerte y a la concentración del poder en el Gobierno Central por sobre otras instituciones de la democracia.
¿Y qué pasa en la Costa? ¿Cómo se explica esa suerte de adormecimiento social en el resto del país?
Hay dos hechos significativos. El referéndum lo gana el Presidente en la Costa, recogiendo tesis que se las podría llamar ‘conservadoras’, como el incremento a las penas y esta versión de control de los individuos.
¿Y el segundo hecho?
Cuando están en juego los derechos de las personas, la movilización social es casi mínima. El poder de convocatoria del Presidente va más allá de las políticas sociales, algunas de las cuales serán regresivas, como es el Bono de Desarrollo Humano. En este punto hay que tomar en cuenta que el Gobierno ha provisto una sensación de estabilidad al país.
¿Estabilidad verdadera?
Los precios simbólicos del transporte público, la luz y el agua potable no sufren incremento. Esto da a las personas una sensación de que este Gobierno le da estabilidad y no hay razón por la cual molestarlo.
Si el bolsillo de la gente está bien, ¿entonces no hay espacio para la protesta del resto de la sociedad?
Una de las transformaciones más importantes de la sociedad actual es que, en esencia, es consumista. Y si se ha incrementado ese consumo es por el flujo de recursos monetarios importantes. El eje de la circulación monetaria es el Gobierno, que refuerza el imaginario del consumismo. Esto crea individuos pensando en un presente por consumir; no piensan en el futuro y, por lo tanto, tampoco en un proyecto histórico de Estado nacional.
¿Cómo el Gobierno capitaliza esa contradicción?
El Gobierno tiene su discurso de la estabilidad y que solo él hace posible que la sociedad cumpla su sueño: consumir. Si esto se hace con una mayor o menor autoritarismo, con mayor o menor centralización del poder, no es un tema que convoque a la gente. La persona solo piensa en que mañana podrá ir al centro comercial y comprar lo que quiera.
¿Y si se frena ese caudal de recursos que mueve ese consumismo adormecedor?
Si el Gobierno ya no tiene capacidad de mover esta lógica consumista, muy probablemente entraría en crisis. Pero no olvidemos que ya hay problemas estructurales hace tiempo. Entre 2006 y 2011 la informalidad creció un 10%, según estudios recientes. Entonces hace rato que la gente busca otras vías de ingresos en una competencia brutal.
Correa exhibe cifras que muestran que el desempleo se ha reducido, que hay avances y, por lo tanto, no hay motivo para protestar
No se ha hecho exámenes de la calidad del empleo. Solo crece el sector ligado a los servicios, en detrimento del sector más productivo-industrial. Recuerde que para las cifras oficiales empleo es haber trabajado en tres de los últimos 15 días. ¿Dónde trabaja esa gente? ¿Limpiando ventanas? ¿Sirviendo café durante tres días en un restaurante?
Usted asesoró a Alberto Acosta en Montecristi, ¿no fue un error de los constituyentes de Pachakutik, MPD y del Movimiento País los que alimentaron ese liderazgo fuerte al dar carta abierta a Correa para que hiciera su voluntad?
Creo que fue un momento político que habría que volver a pensarlo. Hay la necesidad de hacer una historia contemporánea y pensar esos momentos políticos. Había un esquema oligárquico que se quería vencer y se sumaban todas las fuerzas. ¿Cuántos nos preguntamos qué significaba la democracia?
¿Solo se vio la coyuntura y se dio un cheque en blanco al Presidente?
No se midieron mucho las consecuencias políticas reales.
¿Cuáles consecuencias?
Todavía no hemos logrado que los derechos de las personas -consagradas en la Constitución- estén por encima de las decisiones de la política y de la pragmática política.
¿Esa pragmática política la representa Correa?
El sesgo presidencialista de la Constitución lleva al ejercicio de este poder centralizado y fuerte.
¿Un ejercicio autoritario?
Con sesgos autoritarios.
HOJA DE VIDA
Francisco Rhon Dávila
Su experiencia. Antropólogo que ha realizado estudios en filosofía y economía del desarrollo. Dirige el Centro Andino de Acción Popular. Asesoró a Alberto Acosta en Montecristi.
Su punto de vista. Sostiene que la jornada de movilización social es la continuidad del descontento expresado en el referendo del 2011. Dice que la sensación de estabilidad económica que ofrece el Gobierno desactiva una protesta más amplia.
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