domingo, 11 de marzo de 2012

El indígena, portador de una cosmovisión

La Razón / Félix Patzi

El debate sobre ser y no ser indígena en Bolivia se ha convertido en una polémica desde el momento en que se ha iniciado el denominado “proceso de cambio”, porque se dice que el gobierno del Movimiento Al Socialismo (MAS) es de los indígenas y descuida o excluye a los mestizos, que supuestamente es la población mayoritaria del país. Otros responden a ese tipo de afirmaciones y dicen que, más bien, la mayoría en Bolivia es la población indígena. Entonces, así se inicia la controversia de quién realmente es el indígena, a sabiendas de que la población rural migró a las ciudades y se reprodujeron biológicamente en esas áreas urbanas. Por lo tanto, ¿este hecho bastará para llamarlos mestizos? ¿Cuáles serían los indicadores para llamarlos indígenas?

Nosotros nos referimos como indígenas a todas las sociedades o grupos culturales étnicos que existían antes de la llegada de los españoles y que se reprodujeron a lo largo de la historia (inclusive con sus propias transformaciones), y en términos sociales y políticos han sido sometidos a la opresión y marginación. Hoy, esta población fundamentalmente está en las ciudades y la única variable identificable es la continuidad biológica porque no fue posible el proceso de mestizaje por las fuertes relaciones endogámicas con los grupos culturales dominantes, en este caso los blancos. Entonces, hoy, el color de piel funciona como una “marca” distinta y distinguible, que en la mayoría de los casos sirvió para distribuir oportunidades, ya sean laborales, académicas, políticas e inclusive económicas.

Hoy, en Bolivia, la continuidad biológica es la que marca los límites que podemos llamar identidades definidas, en un proceso de interacción con los otros y, en nuestro caso, particularmente con los grupos culturales blanco-mestizos. En este sentido, ni siquiera los contenidos culturales, ya sean objetivados o subjetivados, marcan las distinciones, ya que el indígena de hoy se ha apropiado, o acoplado operacionalmente, de las visiones, consumos materiales, simbólicos y culturales modernos que vienen de la civilización occidental a su vida cotidiana. Desde este punto de vista cultural, evidentemente podemos afirmar que el indígena ya es “mestizo”. En esta línea de análisis, ni la variable de autodefinición o autoafirmación es suficiente debido a que el sujeto indígena ha sido sometido a diferentes procesos de alienación cultural como resultado de la educación que enfatizó el estigma negativo del sujeto y la visión de los indígenas, y una sobrevaloración hacia el sujeto y cultura de raíz occidental; eso ha hecho que muchos inclusive nieguen su pertenencia étnica.

Ahora, en términos políticos, el ser indígena representa dos cosas: Primero, la búsqueda de igualdad de oportunidades para superar precisamente la colonialidad que distribuía y clasificaba a la gente conforme a pertenencias étnico/raciales. El indígena reivindica la antigua y universal teoría de “que todos somos iguales”, no sólo ante los ámbitos legales sino, sobre todo, en las capacidades. En ese sentido, el indígena se ha convertido en defensor de la teoría de que el blanco-mestizo no es “más” ni “menos”, ni tampoco es “superior” ni “inferior”, sino que todos son humanos y deben ser considerados sin ningún tipo discriminación, cualquiera sea el grupo cultural.

Segundo, el ser indígena de hoy también implica ser portador de la nueva concepción del mundo distinto a la visión del que proviene de la civilización occidental eurocéntrica. En palabras más simples podemos decir: el indígena, particularmente desde su élite intelectual, va estructurando un nuevo pensamiento anticapitalista e inclusive antisocialista, que son y han sido símbolos y paradigmas de la sociedad moderna occidental. Plantea como alternativa a esos dos modelos de sociedad el sistema comunal, que consiste, por ejemplo, en el campo de la economía, en sustituir a la propiedad privada y estatal de los medios de trabajo o de producción con la propiedad colectiva de los trabajadores; o sea, en esta propuesta, los trabajadores directos serían los dueños de la empresa o de los medios de producción y por ende, como dueños de dichas empresas, también serían dueños absolutos de la totalidad del excedente o ganancia que se generaría en esas empresas y que son producidas por el propio trabajador. De esta manera, se eliminaría definitivamente la explotación o enajenación que ejerce el patrón de la empresa privada capitalista o patrón de la empresa estatal sobre los trabajadores.

En el campo político, se pretende que la soberanía, el poder o la decisión sean tomadas por la propia colectividad mediante deliberaciones colectivas que pueden ser congresos, cabildos, ampliados o asambleas; que los representantes y/o autoridades de diferentes niveles de Estado (nacional, departamental y municipal) sólo sean portavoces y operadores de dicha decisión colectiva; y, que estos representantes sean elegidos no mediante voto secreto ni a través de partidos políticos, sino mediante mecanismos directos, los cuales pueden ser el sistema de turno y rotación obligatorios. Sin duda, este planteamiento aparece como alternativa a la democracia representativa y las formas socialistas de dominio político.

A estos dos elementos (la búsqueda de igualdad de oportunidades y la nueva concepción social del mundo) se han denominando “proceso de descolonización”, que en términos teóricos no implica, en primer lugar, negar el mercado ni los avances tecnológicos de la modernidad, sino que se trata de fundar nuevas relaciones sociales de producción, sin explotación ni opresión.

Mientras, ser blanco aún tiene el fuerte estigma de representar al pensamiento colonial y neoliberal capitalista y socialista; en otras palabras, son portadores del pensamiento occidental eurocéntrico, aunque existen muchos blancos-mestizos más osados como los marxistas no dogmáticos, que van asumiendo los postulados del sistema comunal y comunitario, o ven como coincidencias con los planteamientos de Marx y Engels, quienes decían que una vez extinguido el Estado se formará una economía basada en asociación libre de productores y un poder político constituido desde abajo para arriba que está expuesta en el análisis de Comuna de París.

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