Quito, a 15 de agosto del 2017
Señor presidente
Evo Morales Ayma
La Paz Bolivia
Estimado presidente del fraterno pueblo de Bolivia:
Hace seis años me dirigí a usted, y hoy lo hago por
el mismo tema y en los mismos términos. Como hermano latinoamericano me preocupa
lo que está sucediendo en el Territorio Indígena y Parque Isiboro Sécure
(TIPNIS). Me movió entonces y me mueve ahora a escribirle por la posibilidad de
que ese refugio de vida sea perforado por una carretera y, peor aún, que la
misma permita abrir la exploración y explotación petrolera en el Territorio
Indígena y Parque Isiboro Sécure; teniendo al lado del parque las concesiones
hidrocarburíferas de Chispani y Rio Hondo.
Le escribo pues reconozco que Bolivia, Estado
plurinacional, proclamó y constitucionalizó los derechos de las Naciones y de
los Pueblos Indígenas. Lo hago pues usted ha difundido a nivel internacional la
defensa de los derechos de la Naturaleza, firmando las resoluciones de
Tiquipaya donde abiertamente se consagran estos derechos y se exige defender a
la Madre Tierra contra el capitalismo explotador, avasallador y extractivista.
Lo hago también pues su gobierno puede ser protagonista en el contexto
internacional y por supuesto en su país en defensa de la Madre Tierra, de lo
contrario no habría la coherencia que se necesita para emprender esta noble
tarea.
Señor presidente, me preocupa las tensiones en la
Amazonia boliviana causadas por la creciente actividad petrolera. Nosotros en
Ecuador, por una dura experiencia acumulada en muchos años, sabemos muy bien
las amenazas y riesgos que esto implica. Conocemos los impactos y costos de
esta actividad, la cual provoca distorsiones económicas, destruye de la
Naturaleza y crea condiciones deplorables de salud y seguridad para los pueblos
de nuestra Amazonia petrolerizada. Pueblos enteros, como los tetete y los
sansahuari, desaparecieron por la actividad petrolera. Le hablo como conocedor
directo de esta realidad, pues trabajé años en la empresa estatal petrolera, he
sido gran part de mi vida profesional consultor de temas energéticos y
petroleros, e incluso fui ministro de Energía y Minas, responsable de la
actividad hidrocarburífera en mi país.
Señor presidente, tales destrozos y afectaciones
impiden construir el sumak kawsay. Por eso, en Ecuador, desde la sociedad civil
se desarrolló la resistencia activa (como el juicio en contra de Chevron-Texaco)
y la construcción de alternativas. Entre dichas alternativas está la propuesta
de dejar el crudo en el subsuelo -Iniciativa Yasní-ITT- la cual, justo hoy hace
cuatro años, fracasó pues el entonces presidente, Rafael Correa, no estuvo a la
altura de las circunstancias y le falló al mundo.
La actividad petrolera responde a un patrón
hegemónico de dominación del capital transnacional, y usa varias estrategias
para mimetizarse bajo urgencias nacionales. Ya en los hechos, tales actividades
crean presiones que postergan las agendas nacionales e incorporan nuevos
territorios para la extracción de recursos vitales para el capitalismo
transnacional, mientras se pierden espacios para construir el sumak kawsay. En
pocas palabras: el aumento de la actividad petrolera perpetúa la condición
periférica y subordinada de nuestros pueblos.
Es indispensable, señor presidente, abrirnos a
diálogos amplios y respetuosos que nos permitan transitar -en pluralidad y
democracia- hacia un modelo postextractivista, centrado en la vida y no en las
demandas del capital. Es urgente superar la dependencia a los combustibles
fósiles y resguardar territorios libres de petróleo, como bases para construir
el Buen Vivir. Planteo esto pues, como usted muy acertadamente afirmaba, “Vivir Bien es pensar no sólo en términos de
ingreso per-cápita, sino de identidad cultural, de comunidad, de armonía entre
nosotros y con nuestra Madre Tierra.” Pero no solo se trata del Buen Vivir
pues, señor presidente, los graves efectos locales, nacionales y globales de la
actividad petrolera -y extractivista en general- arriesgan a la existencia de
toda la civilización: es una cuestión hasta de supervivencia.
La no explotación de los recursos del subsuelo de la
región de la Amazonia, particularmente en el Territorio y Parque Nacional
Isibore Sécure (TIPNIS) -territorio de los pueblos Chiman, Yuracare y Moxeño-
sería una señal histórica de su gobierno a favor de un cambio civilizatorio. Por
eso, señor presidente, no se debe dar paso a la destrucción y la presión a
dicho territorio, como actualmente promueve la recientemente promulgada Ley
266. Rectificar la decisión tomada hablaría de su sensibilidad y sabiduría, señor
presidente.
Sin pretender dar lecciones de los caminos
alternativos a seguir, estoy convencido de que hay otras opciones para resolver
los graves problemas de nuestros pueblos. Lo cierto es que con más
extractivismo no superaremos los problemas estructurales, al contrario, los
ahondaremos. La década pasada lo demuestra. No seamos ciegos y necios, señor
presidente.
Solidarizándome con el pueblo boliviano, saludo a
las organizaciones bolivianas que -de manera patriótica- llaman la atención
sobre los riesgos de estos proyectos extractivistas.
Con el respeto que usted se merece, nuevamente le
recomiendo y alerto para que no sacrifique lo andado. Busque otros caminos para
construir democráticamente una sociedad más justa y equitativa, capaz de
atender las demandas de toda la población boliviana sin caer en las viejas
trampas del capital transnacional. Se lo digo desde una tierra donde, luego de
más de cuatro décadas de extractivismo petrolero, aún no hemos alcanzado -ni
alcanzaremos- a ese fantasma llamado “desarrollo”.
Con un saludo fraterno,
Alberto Acosta