ALAI AMLATINA, 20/03/2014.- Hay momentos en la historia en que las debilidades de los imperios son visibles a simple vista, y eso en el instante en que esos imperios están en su apogeo, que aparecen como poderosos en lo económico e imbatibles en lo militar, en que alumbran focos de guerras y conflictos para extender aún más su dominio, cuando en realidad han sobrepasado su capacidad real para seguir dominando.
Esta es la fase en que el imperio ya no es útil al sistema mundial sobre el cual se sustenta y, para decirlo simplemente, trata de vivir exprimiendo hasta la última gota de sangre de los pueblos dominados. Esa fase de parásito chupasangre es la “hegemonía explotadora” del ocaso imperial, como la definiera hace casi cuatro décadas el economista ítalo-estadounidense David Calleo.
Fue con el colapso de la Unión Soviética y la consecuente terapia de choque aplicada a Rusia para destruir gran parte de la capacidad industrial, civil y militar, e impedir que surgiera una alternativa socioeconómica contraria al neoliberalismo, que Estados Unidos (EE.UU.) y sus aliados de la Unión Europea (UE) pudieron expandir a escala global el sistema neoliberal e instalar el mundo unipolar que ahora está en entredicho.
El neoliberalismo de esta era imperial no tolera ninguna alternativa socioeconómica, sea capitalista o socialista. Su naturaleza totalitaria está demostrada en los continuos ataques a los países suramericanos que han escogido otra vía, sin renegar del capitalismo pero poniendo el Estado como gestor del desarrollo económico y social. Lo mismo con China y Rusia, dos países que tienen armas nucleares y no pueden ser manejados ni ignorados.
En un artículo (1) anterior hacíamos referencia a que en los países donde se concentra el capital –EE.UU., Canadá, algunos de la UE y Japón-, el capitalismo había alcanzado sus dos principales objetivos estructurales: 1) liberarse al máximo posible de la fuerza de trabajo asalariada (y de las luchas de clases que podían oponer resistencia), mediante los avances tecnológicos (automatización, informática y telecomunicaciones aplicadas a la producción y los servicios), y la mudanza de empleos mediante la transnacionalización de las cadenas de producción, por ejemplo, a países de la periferia, en Asia, Europa del Este y América latina; 2) lograr que el sistema sea universal e inapelable, eliminando las soberanías nacionales y sometiendo las sociedades a la economía de mercado mediante los tratados comerciales, de inversiones y de protección a la propiedad intelectual.
Y para seguir creciendo, una exigencia vital del sistema, debe conquistar por cualquier medio, incluyendo la fuerza militar o la subversión terrorista, los “territorios vírgenes” a que se refería Rosa Luxemburgo, y para ello el sistema neoliberal tenía necesariamente que ser unipolar, dominado por el imperialismo estadounidense, y lo fue durante más de dos décadas, desde el desmembramiento por la fuerza de la ex Yugoslavia hasta la agresión en Siria.
Del G20 y la agresión a Siria, a Ucrania
Fue en la Cumbre del G20, en septiembre del 2013 en San Petersburgo, Rusia, que el Presidente ruso Vladimir Putin puso en tela de juicio el sistema unipolar al presionar por una salida negociada, política y pacífica, a la agresión extranjera en Siria, logrando aislar a EE.UU. y a sus aliados de la OTAN que querían forzar una intervención militar directa. Fue así, por la actitud firme de Rusia con el apoyo de China y los países emergentes, y la feliz intervención del Papa Francisco mediante su carta a Putin, que renació la perspectiva de restablecer un mundo multipolar y basado en el derecho internacional de la ONU.
Como señala Samir Saul, profesor de historia de la Universidad de Montreal (2), el “cambio de régimen, de moda desde el fin de la Unión Soviética, fue seguido de las ‘revoluciones de color’ que pusieron a Rusia en la defensiva. Sus antiguos aliados bascularon hacia la OTAN, y algunos tuvieron prisiones secretas de la CIA. Yugoslavia fue desmembrada y en Kosovo, arrancada de Serbia, hay una base militar estadounidense. La OTAN se extiende casi hasta las fronteras rusas. Rusia espera frenar la amenazante aplanadora. En su historia Rusia conoció los ‘empujes hacia el Este’ de parte de sus ‘socios’ occidentales”.
Para el profesor Saul hay una línea directa entre Siria y lo sucedido en Ucrania: “la situación en Ucrania es un desafío (o una provocación) mayor a la seguridad de Rusia, todavía más que la guerra en Siria. Vladimir Putin sólo puede ser inflexible”.
“El método Putin es frenar en seco la bien rodada técnica de expansión occidental. Esa que apareció en Siria y se consolida en Ucrania. El estilo es el mismo: firmeza sin agresividad; despliegue de medios militares para atestiguar de su determinación; primacía de la acción sobre el discurso, este último medido y sucinto. En septiembre de 2013, la marina rusa está en posición, en caso de guerra, pero Putin encuentra una puerta de salida para Obama. En 2014, la situación en Ucrania es un desafío (o una provocación) mayor a la seguridad de Rusia, mucho más que la guerra en Siria. Putin sólo puede ser inflexible. La respuesta en Crimea es limitada, pero la fría determinación no deja lugar a dudas. La política de expansión hacia el Este se enfrenta ahora a un país capaz de defenderse, dispuesto a hacerlo y disponiendo de un método”, señala Samir Saul.
La desaparición del sistema bipolar no ha hecho el mundo más estable, dijo el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergei Lavrov, al citar el discurso de Putin del 18 de marzo, y añadió que “en estos momentos está teniendo lugar un movimiento tectónico en el balance de fuerzas. (Los países de) Occidente están tratando de impedir ese proceso” y mantener su predominancia, no adhiriendo a la ley internacional, y los eventos en Ucrania -agregó Lavrov- “son la confirmación” (20-03-2014: http://en.itar-tass.com/
Más sólo que nunca
Salvo en los países de la OTAN, donde los gobiernos y los controlados medios siguen tratando de imponer la visión de que lo sucedido y lo que sigue sucediendo en Ucrania es culpa de Rusia, en el resto del mundo la visión de los acontecimientos es totalmente diferente.
Para un viejo observador de la escena internacional no es desechable la impresión de que lo que el imperialismo y sus aliados europeos han hecho tan descaradamente en Ucrania puede revivir la historia que con tanto ahínco han tratado de enterrar. El antiimperialismo no solamente está de nuevo sobre la mesa, sino que debe ser parte esencial del discurso y la lucha política de la izquierda europea, si quiere tener alguna relevancia.
En su discurso del pasado 18 de marzo, el Presidente Putin subrayó que con una “Rusia resurgente” y que ha ganado un lugar prominente en el mundo, “ha llegado el momento de corregir las malas cosas, porque se ha puesto detrás la dolorosa experiencia política del colapso de la Unión Soviética. Rusia tiene ahora la capacidad de proteger sus intereses nacionales y ya no se inclinará ni aceptará ordenes que vienen desde Washington o Bruselas () Nosotros mismos tenemos que decidir si estamos listos para de manera consistente defender nuestros intereses nacionales o si los seguimos entregando”.
Putin destacó que los países occidentales interfirieron crudamente en los asuntos domésticos de los vecinos de Rusia, que la paciencia de Moscú se agotó y que “si uno compresa un resorte al máximo, un día se liberará con fuerza. Uno siempre debe recordar eso”. También dijo que son inaceptables los “dobles estándares” y el “crudo cinismo” que usan los países occidentales, recordando que “por la misma razón que a los albanos se les permite hacer en Kosovo (y los tratamos con respeto), se les prohíbe a los rusos, ucranianos, tártaros crimeos hacer lo mismo en Crimea”.
El Presidente ruso advirtió que su país no permitirá que la OTAN se instale cerca de sus fronteras, pero como en septiembre del 2013, le abrió una puerta, buscar una solución negociada A la situación en Ucrania que respete los legítimos intereses de ese país y de Rusia, para que Obama salga del peligroso callejón en que se metió.
Pero pocas horas después el Vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, dijo en Lituania, durante una conferencia de prensa con los gobernantes de Lituania y Letonia, que Washington estudia «un cierto número de medidas suplementarias para aumentar el ritmo y el alcance de nuestra cooperación militar, entre ellas una rotación de fuerzas estadounidenses en la región del Báltico para ejercicios terrestres y navales y para misiones de entrenamiento” (AFP, 19-03-2014)
Washington parece incapaz de retener sus crudos impulsos imperiales, imponiendo sanciones y amenazas de más sanciones contra Rusia, mientras que los hombres de negocio y financieros de Occidente advierten que serán más negativas para ellos mismos y para las economías de la UE que para Rusia.
El imperio está más sólo que nunca antes. No convence a nadie fuera del circulo de los revanchistas occidentales que quieren una nueva Guerra Fría para continuar la expansión neoliberal en Rusia, China, Venezuela y demás países que no se ajustan al patrón neoliberal, como hizo el imperio británico cuando exigía que el resto del mundo se ajustara a su liberalismo comercial y al patrón oro.
Las guerras que hace las pierde o no las gana, pero siempre siembra la destrucción, en la economía, en la sociedad, en la herencia cultural del pasado, en todo. Desde Bill Clinton, pasando por George W. Bush y ahora con Barack Obama, esas guerras han producido incalculables daños materiales y prácticamente destruido las sociedades en varios países, entre ellos Afganistán, Irak, Libia, y ahora en Siria. Y lo que no destruye con las guerras y la subversión lo destruye con las políticas del FMI, algo que si no se despierta rápidamente de la pesadilla actual el pueblo ucraniano pronto descubrirá.
El totalitarismo de mercado
Ya nadie puede ignorar que la crisis en Ucrania fue organizada y fomentada por EE.UU. y la UE para lograr esa expansión imperial en el Este de Europa y liquidar las alternativas políticas que impliquen el mantenimiento de la soberanía nacional y la intervención de los Estados en las economías para proteger a las sociedades.
La UE ya mostró su naturaleza totalitaria en el 2011, al imponer a dos tecnócratas al frente de los gobiernos de Grecia (Lukás Papademos) e Italia (Mario Monti), para aplicar los programas de austeridad que benefician a los acreedores financieros, y repitió el acto en el momento en que el gobierno constitucional ucraniano de Víctor Yanukóvich dijo que no firmaría un acuerdo de integración a la UE.
Es difícil no caracterizar lo sucedido en Ucrania como un acto más de esa hegemonía explotadora que ha liberado los más bajos instintos del poder imperial, que interviene en África cuando quiere y que con sus drones mata donde sea, en general a inocentes, que espía durante las 24 horas del día a todo el planeta, incluyendo a sus propios ciudadanos y a sus aliados, que financia y organiza la subversión y golpes de Estado en Venezuela y en todos los países que no le obedecen ni son sus aliados.
Jamás en la historia hubo tantas pruebas concretas accesibles al momento de los hechos - como la grabada conversación telefónica de la Subsecretaria de Estado Victoria Nuland con el Embajador de EE.UU. en Ucrania- de que Washington y sus aliados de la OTAN estaban dirigiendo un golpe de Estado con ayuda de los grupos fascistas, los mismos que ya se apoderaron de los aparatos de seguridad del Estado. Y a pesar de eso siguen tratando de tapar el sol con un dedo, mintiendo descaradamente, prohibiendo la transmisión de canales de televisión que muestran la realidad, insultando a quienes dicen la verdad.
Situación extremadamente grave, por otra parte, si consideramos la manera de actuar de quienes en Washington y varias capitales europeas detentan el poder de vida y muerte sobre la humanidad. En nuestra era los errores de cálculo geopolítico pueden tener consecuencias desastrosas para decenas o cientos de millones de seres humanos.
Asusta la ligereza de los gobernantes de EE.UU. y demás países de la OTAN ante hechos sumamente graves, como el que los fascistas y neonazis tengan ya una buena cuota de poder en Kiev y estén sembrando su experiencia en el imaginario político de la extrema derecha en muchos otros países europeos donde nunca desaparecieron el nacionalismo extremo, el racismo y las ambiciones imperialistas, lo que lleva a pensar que la “solución fascista” forma ya parte de los planes de este imperio en decadencia.
Acto desesperado el de Ucrania, y también un mal cálculo geopolítico para un imperio endeudado, que vive de la máquina para imprimir dólares y títulos de deuda, que hace tiempo dejó de ser ejemplo de crecimiento económico, de progreso y ascensión social en su propio país, y que tanto en lo doméstico como en lo internacional no tiene absolutamente nada de bueno, de promisorio o simplemente convincente que ofrecer.
El sistema capitalista de este imperio, que es nada más ni nada menos que el totalitarismo del mercado, es un árbol podrido desde las raíces hasta los frutos, como dijera hace unos años Fidel Castro.
Montreal, Canadá.
- Alberto Rabilotta es periodista argentino - canadiense.
Notas:
1.- El ocaso del imperio y del capitalismo, Alberto Rabilotta http://alainet.org/active/
2.- Samir Saul, profesor de historia de la Universidad de Montréal, « Syrie-Ukraine, la méthode Poutine », Le Devoir del 20 marzo 2014.