Autor invitado: Sonia
Fernández Quincoces (
literafrica)*
El historiador y antropólogo senegalés Cheikh Anta Diop publicó en 1955 su tesis doctoral en el libro
Nations nègres et culture sobre la idea de que el antiguo Egipto había sido una cultura negra.
Pero
afirmó además que Egipto había sido la cuna de la civilización occidental.
Diop aseguró que la filosofía nació en Egipto, fruto de los viajes a
esta tierra que llevaron a cabo pensadores como Tales de Mileto,
Aristóteles, Pitágoras o Platón, que se formaron en Heliópolis,
Hermópolis, Menfis o Tebas, los centros del saber egipcios (e, incluso,
hay base para hablar de un origen de la filosofía en Etiopía).
Lo anterior es una muestra más de lo poco que conocemos sobre nuestra propia
cultura y pensamiento. Y lo mucho que nos han (re)conducido hacia ese
lugar único al que (re)conocemos como la única civilización: occidente.
Para después verter buenas capas de negación en torno al constatado
hecho de que los africanos han elaborado (antes y después) sistemas de
pensamientos complejos y dignos de ser escuchados, tenidos en cuenta y
estudiados. La creencia colonialista que mantenía que el negro no podía
crear filosofía alguna debido a su mente pre-lógica fue la antesala de
la negación de su existencia. El anterior solo es uno de los muchos
clichés que pesan sobre ella, al igual que el creer que no existe
actividad filosófica fuera del tipo o método occidental de filosofar tan
sustentado en el razonamiento lógico.
Cheikh Anta Diop
Quizás tenga razón el filósofo camerunés
Eboussi-Boulaga que sostiene la no pertinencia para la filosofía del debate sobre el origen,
a fin de cuentas la filosofía no se inicia nunca, re-comienza. Pero ese
recomienzo griego como única cultura de la humanidad me parece adecuado
para romper con la visión occidental que se apropia del inicio de esa
actividad inherente a todo ser humano; la de reflexionar sobre la
existencia humana en busca de respuestas, que se ha dado en cualquier
confín del planeta tierra. También en África.
Pero, ¿se puede hablar de una filosofía
africana? Si como en reiteradas ocasiones hemos escuchado “África no
existe”… la aplicación de “africana” a la filosofía se torna, de nuevo,
en una categoría inexistente. Junto a ello la no conservación o
transmisión mediante la escritura de los pensamientos filosóficos de los
pensadores africanos del pasado, hace que aquellos y sus reflexiones
nos sean desconocidos. Lo cual no significa que no hayan existido, tal y
como afirma Joseph I. Omoregbe ya que hay fragmentos que nos han llegado en forma de proverbios, mitos, leyendas, cuentos y, especialmente, religión.
Desde nuestras mentes europeas muchas de
las prácticas culturales africanas se nos tornan ajenas e
incomprensibles. Pero lo anterior no debe ser motivo de rechazo: la
tradición oral o
las creencias en sistemas de sabiduría como la adivinación ifa yoruba
o la reflexión en torno a diversas cosmovisiones propias, por poner
algunos ejemplos, no deben suponer una negación, al contrario, tienen
que tornarse en la puerta de entrada a otras maneras de pensar que
pueden iluminar (y mucho) nuestro camino.
Puerta dogón.
Frente a la tendencia eurocéntrica de no
ver en lo africano nada que mereciera la pena de tener en cuenta, nos
encontramos con el universo metafísico Dogón, con la filosofía Akan o las cosmogonías Yoruba o Igbo, entre muchas otras. Pero no será hasta la publicación en 1945 de la obra La Philosophie Bantoue del belga Placide Tempels cuando se inicien los estudios contemporáneos alrededor de los sistemas filosóficos africanos.
Al modo de reflexión filosofica de
Tempels basado en la lengua, mitos, leyendas, creencias y estructuras
sociales, en este caso del pueblo Bantú, se le llamó (peyorativamente o
no) etnofilosofía y se constituyó en una de las
tendencias en la filosofía africana, junto a otras más pragmáticas que
buscan resultados en el ámbito político o social (como Kwame Nkruma y su “Concienticismo”, Julius Nyerere y su socialismo africano “Ujamaa” o Kayoya y su humanismo) o aquellas que reflexionan sobre la identidad propia (Leopold Senghor para su movimiento de la Negritud).
La obra de Tempels planteó muchas
discusiones posteriores, algunas de las cuales llegan hasta hoy. Entre
ellas, afloró la cuestión de la “filosofía implícita”. Es decir, si las
condiciones lingüísticas y culturales de una filosofía
pueden ser explicadas por los conceptos filosóficos de una cultura diferente.
¿Son los conceptos occidentales medios necesarios y adecuados para
explicar este pensamiento implícito? Lo cual deriva en la pregunta
mayor:
¿existe una filosofía africana o una filosofía en África?
Julius Nyerere
En la actualidad, algunos filósofos africanos contemporáneos como el ghanés Kwasi
Wiredu eluden el folclorismo, tal y como se recoge en
Pensamiento africano
(Editorial Bellaterra) para destacar cómo “los antropólogos han
centrado su atención en nuestras cosmovisiones populares y las han
elevado al estatus de filosofía continental. En otros lugares del mundo,
mejor situados, si queremos conocer la filosofía de un pueblo
determinado, no nos dirigimos a campesinos, ancianos o sacerdotes
fetichistas, sino que acudiremos a pensadores concretos, en persona, si
es posible, y en letra impresa (…) A mi modo de entender, como ya he
insinuado antes, el pensamiento tradicional africano debiera en primer
lugar compararse tan sólo con el pensamiento popular occidental”.
Ferrán Iniesta en su libro El pensamiento tradicional africano
(Los libros de la Catarata, 2010) incide en que “El pensamiento
africano, aquel que es genuina e históricamente definible como africano,
es tradicional: el pensamiento moderno en África – incluida la
filosofía occidental – es importado y de escasa implantación o
africanización. Por este motivo los que en su día fueron pomposamente
denominados en las universidades como “jóvenes filósofos africanos”
(Hountondji, Towa), hoy ya poco tienen de jóvenes – el tiempo es
implacable –y nada han aportado al conocimiento de las sociedades
africanas, justamente porque sabían más de Aristóteles y Marx que de
Trimegisto y Ogotemmeli. No hay que engañarse con discursos igualitarios
bienintencionados, el pensamiento africano es específico de África por
más que forme parte del pensamiento vivo y cambiante de nuestra
especie.”
Souleymane Bachir Diagne
Junto a nombres que son reconocidos como pensadores (Camara Laye, Ndebi Biya, Amadou Hampaté Bâ, Diagne…) o filósofos (
Souleymane Bachir Diagne,
Emmanuel Chukwudi Eze, Paulin Hountondji, Kwame Gyekye o cualquiera de los mencionados, entre otros) el keniata
Henry Odera Oruka
describió cuatro tendencias en la filosofía africana moderna,
(etnofilosofía, filosofía de la sagacidad, filosofía de las ideologías
nacionalistas y la filosofía profesional) a las que más tarde añadió la
filosofía literaria o artística,
dentro de la cual entraban nombres como Wole Soyinka, Chinua Achebe,
Ngugi wa Thiong´o, Okot p’Bitek o Taban Lo Li, a los que consideramos
intelectuales. Frente a ellas, el camerunés
Jean-Godefroy Bidima identificaba más de una veintena de corrientes en el seno de la filosofía africana moderna.
Sin duda, el pensamiento africano existe
a pesar de que lo desconozcamos o lo ignoremos. De hecho, son pocos los
investigadores occidentales que se interesan por esta filosofía, a
pesar de su importancia. Pero, ¿y en el continente africano? Tampoco
parece que tenga un peso demasiado importante la “filosofía” como tal, a
pesar de la cada vez más abundante aparición de escritos de esta
índole, sí en cambio las enseñanzas y la sabiduría del pensamiento
tradicional. Kwasi Wiredu incide sobre la necesidad de superar el hablar sobre
filosofía africana y su existencia para pasar a elaborarla, lo que
enlaza con la cuestión de si en el momento actual la reflexión
filosófica tiene el lugar que se merece y es pertinente que ocupe en el
continente africano siempre que sea propia, independiente y genuina.
Eugenio Nkogo Ondó, Catedrático de Filosofía de Guinea Ecuatorial
El libro
Síntesis sistemática de la Filosofía Africana (Ediciones Carena, 2002) del ecuatoguineano
Nkogo Ondó nos deja patente, tal y como señala
Donato Ndongo
en el prólogo, “que una de las causas del empobrecimiento económico y
social de África es la previa depauperación de las mentes africanas, a
las que se ha condenado exclusivamente a tratar de sobrevivir. Sin sus
filósofos y pensadores, sin sus intelectuales, sin sus mantenedores y
transformadores de sus culturas primigenias, África se debate hoy en la
agonía, cuando en realidad no es sino el continente de la vida y de la
esperanza. Si queremos que progrese, África debe recuperar, en primer
lugar, su dignidad. Y esa dignificación pasa, necesariamente, por la
recuperación de sus culturas, por la revitalización de su ser interior.”
En un mundo globalizado, en el que el
capitalismo, la carencia de valores y el individualismo más
inmisericorde campan a sus anchas, forzoso es volver la vista hacia
otras visiones y otros modos de pensarnos. Como egoísta que admito ser
miro desde mi parcela de mundo deseando encontrar otros modos de
organizar la convivencia, otras maneras de lograr la igualdad, otras
vías para sentirse en armonía con la naturaleza. Viendo lo fácil que les
resulta, desde la periferia africana no puedo sino desear que continúen
en esa profundización de su ser más íntimo y nos sigan descubriendo
nuevas formas de vivir más acordes con el ser humano. Sabiendo, como nos
recuerda Ferrán Iniesta, que en las culturas de
sabiduría africanas siempre seremos bienvenidos, no nos queda más que
indagar en su pensamiento y que África nos acoja.
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Sonia Fernández Quincoces es artífice del blog
Literafrica, referencia sobre literatura africana en lengua española.
Portada: Chérif Thiam: “Gouye Birame Coumba”, Senegal, 1973.
(Tomado de la página http://www.afribuku.com/pensamiento-africa-filosofia/)