Buenos Aires, 6 de abril (Télam, por Alberto Galeano).- La situación en Costa de Marfil, donde el presidente Laurent Gbagbo se niega a entregar el gobierno a su sucesor electo, muestra otra faceta de la atribulada África, sacudida por los conflictos de Túnez, Egipto y Libia.
A diferencia de otros países pobres del continente, Costa de Marfil es una nación relativamente próspera, considerada el mayor productor mundial de cacao, que hasta hace unos años recibió olas de migrantes de Liberia, Burkina Faso y Guinea.
El presidente saliente Laurent Gbagbo, de 66 años, se hizo conocido en el movimiento sindical durante sus largos años de oposición contra el presidente Felix Houphouet-Boigny (1960-1993), quien fuera un aliado del poder de Francia en Africa.
El presidente saliente gobernó entre 2000 y 2005, pero desde 2002 sólo controló el sur del país ante el asedio de los rebeldes de la Nueva Fuerza en el norte.
Las elecciones del 28 de noviembre de 2010 -pospuestas varias veces- condujeron a una nueva crisis cuando el presidente Gbagbo rechazó retirarse del poder, a pesar de que las Naciones Unidas, la Unión Africana, Estados Unidos y la Unión Europea reconocieron el triunfo del ex primer ministro Alassane Ouattara.
Gbagbo, del Frente Popular Marfileño, se niega a reconocer la victoria de la Alianza de los Republicanos de Ouattara, lo que desató una guerra civil que provocó la intervención de la ONU y de fuerzas francesas (Costa de Marfil se independizó de Francia en 1960).
Ouattara es un economista formado en Estados Unidos, que trabajó para el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Las posibilidades de que Gbagbo tenga éxito con su estrategia son limitadas, ya que en las últimas horas se reanudaron los combates en el palacio presidencial de Abiyán, tras una orden del mandatario electo.
En cumplimiento de la resolución 1975, dos helicópteros de las fuerzas de paz de la ONU bombardearon esta semana dos bases militares de Gbagbo en “defensa y protección de civiles”, según declaró el secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki Moon.
Gbagbo nunca quiso admitir su derrota y, en declaraciones a la televisión francesa, aseguró que él había ganado las elecciones del último año en Costa de Marfil. “Yo demando la verdad de la votación”, afirmó.
“Hay un temor (implícito) al efecto Túnez y sus revueltas populares. Este es un polvorín latente que amenaza el equilibrio en esa región de Africa. No es un hueso fácil de roer ni para Francia ni para Estados Unidos”, señaló a Télam Ezequiel Escudero, del Centro Argentino de Estudios Internacionales.
Escudero opinó que “el apoyo (de la ONU, la Unión Europea y Estados Unidos) al gobierno elegido por el pueblo pretende mitigar ese rigor, y tratar de suprimir (de paso) los altos índices de corrupción que recorren los estratos políticos de ese país”.
Sin embargo, la intervención militar de la Fuerza de las Naciones Unidas en Costa de Marfil (Onuci) y de la fuerza militar francesa Licorne para apoyar al líder opositor generaron fuertes críticas en Africa, Europa y dentro de Francia.
“Yo personalmente estoy shokeado por la conducta de la ONU en Costa de Marfil. Esto no forma parte de su mandato para llevar a cabo contra las instituciones del país”, dijo Zakaria Fellah, un consejero de política exterior del presidente Gbagbo, según el diario estadounidense The Washington Post.
“La ONU no ha sido un jugador imparcial, tomando partido por la gente de Quattara”, agregó.
Rusia reconoció que estudiará la “legalidad” de la intervención francesa porque “el mandato de las tropas de la ONU es garantizar la neutralidad y su imparcialidad”, aseguró el canciller, Serguei Lavrov, en conferencia de prensa.
Francia trató hasta ahora sin éxito de lograr la rendición de Gbagbo, quien se negaba a firmar un documento en el que reconoce su derrota electoral.
Ouattara fue declarado oficialmente ganador por más de nueve puntos, pero un día más tarde el Consejo Constitucional y los aliados del presidente declararon que en los comicios hubo “flagrantes irregularidades”, por lo que ambos líderes se declararon presidente.
Gbagbo retuvo el apoyo del ejército, así como de una porción de la población, lo que derivó en una pelea por el poder. Pero la batalla por la presidencia alcanzó una fase decisiva cuando el 31 de marzo las fuerzas de la oposición ocuparon las afueras de la ciudad de Abidjan, considerada la capital comercial del país.
En Costa de Marfil viven 12.000 franceses y Francia tiene una fuerza de 1.200 militares.
Funcionarios de la ONU y grupos de derechos humanos dijeron a la prensa que las fuerzas de Gbagbo han perpetrado serios abusos contra civiles sospechosos de apoyar a las fuerzas opositoras.
Asimismo, las milicias Ouattara fueron acusadas de llevar a cabo represalias y de ejecutar a prisioneros en forma extrajudicial en su marcha hacia Yamusukro, la capital del país.
El domingo pasado, el secretario de la ONU manifestó su preocupación por una serie de informes que señalaban que las fuerzas de Ouattara mataron a 230 personas en la ciudad de Duoekoue, en el oeste del país.
Pero el líder opositor negó los cargos, prometió cooperar con las autoridades e impulsar una investigación para aclarar la matanza.
Ban dijo que la ONU no está participando en el conflicto, pero admitió que había tomado parte en acciones militares porque Gbagbo había usado “morteros, cohetes propulsores de granadas y ametralladoras contra la población civil”.
La intervención militar de la ONU y de Francia en Costa de Marfil fue rechazada por la Unión Africana que cuestionó la legalidad de la medida contra la ex colonia francesa, cuyos nativos son mayormente católico-animistas, es decir que creen en la espiritualidad de los objetos. (Télam).-