En
Afganistán, Irán y Nigeria, mujeres fueron asesinadas en público, acusadas de haber tenido relaciones sexuales extramaritales o por creer en otro dios fuera de
Mahoma. En la mayoría, por no decir en todos los países musulmanes, la mujer sufre una fuerte discriminación y opresión.
El Corán y la Sharía (ley musulmana); son interpretadas por los musulmanes de formas muy discutibles. A la mujer se le prohíbe la libertad de expresión y pensamiento; está sometida constantemente al control del hombre; viste como manda su religión o su marido, y vive totalmente condicionada e infravalorada.
La Sharía, además incluye como graves faltas: el ser homosexual, la desobediencia de las mujeres hacia la autoridad del padre o el esposo, las relaciones con infieles pertenecientes al mundo no islámico y el no cumplimiento de las normas de vestimenta de las mujeres, a las que en caso de incumplimiento, se las considera inmorales y culpables en caso de violación.
Quizás como una ironía triste, a todo lo anterior se suma además que la mujer en el mundo musulmán, vale medio camello.
La ley musulmana obliga a las mujeres usar la burka en todo momento para ocultar su belleza y evitar excitar a los hombres. Si una mujer es agredida sexualmente mientras no lleva la burka, es culpable por provocar a los hombres.
El pasado 16 de abril, Amina, una mujer afgana de 29 años, fue apedreada públicamente hasta morir. Condenada por adulterio por un tribunal islamista de Kabul, se convirtió en víctima de la ley Sharía, o ley islámica que significa “el camino al manantial. Cinco años atrás, su marido la abandonó y después de ese tiempo, retornó a su casa y descubrió el adulterio cometido por su mujer con un vecino. El marido solicitó que la mujer adúltera y su amante fuesen castigados, y así sucedió. La mujer fue arrastrada a la plaza pública, semienterrada y apedreada hasta la muerte. Por otro lado, el amante, recibió 100 latigazos y fue puesto en libertad. Difícil de creer, pero la persecución de “pecadores”, en su mayoría mujeres, en países musulmanes que siguen la Sharía, es parte del diario vivir.
De igual manera, en Afganistán, Irán y Nigeria, mujeres fueron asesinadas en público, acusadas de haber tenido relaciones sexuales extramaritales o por creer en Jesús en lugar de Mahoma. En la mayoría, por no decir en todos los países musulmanes, la mujer sufre una fuerte discriminación y opresión. Alá, Dios de los musulmanes, dicta unas normas en el Corán y la Sharía; sin embargo, son los musulmanes los que las interpretan a su manera y toman justicia por su cuenta.
A la mujer se le prohíbe la libertad de expresión y pensamiento; está sometida constantemente al control del hombre; viste como manda su religión o su marido, y vive totalmente condicionada e infravalorada.
LA SHARÍA: Ley de Mahoma
Las leyes religiosas (y en ocasiones también civiles) que provienen del Corán y se las denominan Sharía (vía, senda o camino recto), es para los musulmanes la ley de Dios tal como fue revelada por Mahoma. Son reglas sobre todos los aspectos de la vida; desde las acciones individuales hasta los asuntos de Estado.
Constituye un código detallado de conducta en el que se incluyen también los cánones describiendo los modos del culto, los criterios de la moral y la vida; las cosas permitidas o prohibidas y las leyes separadoras entre el bien y el mal.
La Sharía es vital en la vida de las mujeres musulmanas, ya que los códigos de familia de casi todos los países musulmanes afirman basarse en ella, por tanto, se basan en la religión, en la voluntad de Dios, en la ley divina, que son inmutables. Por otro lado, los códigos de familia están en debate en varios países por lo que el movimiento feminista, plantea como objetivo central, modificarlos en defensa de los derechos de la mujer.
La Sharía está adoptada por la mayoría de los musulmanes, en mayor o menor grado, como una cuestión de conciencia personal. También puede ser formalmente instituido como ley por ciertos Estados o tribunales, que velan por su cumplimiento, como es el caso de Irán, Afganistán, Nigeria, Arabia Saudita y Sudán.
La Sharía es identificada como derecho islámico que fue establecido en los primeros siglos del Islam, y quedó fijado en diversos compendios en el siglo XI. El derecho islámico medieval permaneció sin cambios durante siglos, pero con la modernización hubo un cambio fundamental, pasando de un derecho no codificado, que abarcaba todos los aspectos de las relaciones sociales, a desgajar sucesivas ramas que pasaron a regirse por una legislación codificada de tipo moderno. En el siglo XX, quedó el Derecho de Familia como único reducto que sigue la Sharía. Algunos países incluso cuentan con tribunales especiales, “tribunales de Sharia”, para aplicar el derecho islámico en los terrenos en que proceda, y éste es el caso de las cuestiones de mujeres y de familia.
El Hadd: Ofensas y castigos
Dentro de la Sharía existe una lista específica de ofensas conocidas como las ofensas Hadd. Son crímenes castigados con penas severas. Las transgresiones incluyen adulterio, prostitución, asesinato, acusaciones falsas, beber alcohol, robo y asalto en rutas. Las ofensas sexuales y el asesinato conllevan una pena de lapidación; el robo está penado con la amputación de una mano y el beber alcohol o las acusaciones falsas conlleva a azotes y palizas.
Sin embargo, no todas estas penas se adoptan universalmente en los países islámicos. Algunos, como Arabia Saudita, afirman vivir bajo el imperio de la Sharía en toda su pureza, y aplican las penas mencionadas ante las ofensas Hadd. Por otro lado, en Pakistán no ocurre lo mismo. La mayoría de los países de Oriente Próximo, incluyendo a Jordania, Egipto, Líbano y Siria, no han adoptado las ofensas Hadd como parte de sus legislaciones estatales.
La Sharía, además incluye como graves faltas, el ser homosexual, la desobediencia de las mujeres hacia la autoridad del padre o el esposo, las relaciones con infieles pertenecientes al mundo no islámico y el no cumplimiento de las normas de vestimenta de las mujeres, a las que en caso de incumplimiento, se las considera inmorales y culpables en caso de violación.
Una mujer vale medio camello
En este último año, las empresas aseguradoras iraníes están obligadas a pagar la misma indemnización por la muerte de un hombre que por la de una mujer, sin diferenciar entre ambos, tal y como había sido hasta ahora.
Según la Sharía, que aplicaban las aseguradoras, un hombre vale igual que un camello, mientras que el valor de una mujer es la mitad de la de un hombre, es decir, medio camello.
Un ejemplo de discriminación es que en los juicios, el testimonio de una mujer vale la mitad que el de un hombre, por lo que se necesita que dos mujeres testifiquen para que tenga el mismo valor.
Por otro lado, el testimonio de una mujer debe ser corroborado por el de un hombre.
En caso de violación es muy difícil para una mujer demostrarlo, como sucedió en Irán, donde una mujer viuda y embarazada fue violada y posteriormente lapidada hasta la muerte.
Una mujer violada no tiene ninguna credibilidad, necesita un mínimo de cuatro testigos, que no pueden ser ni familiares ni amigos. Si la mujer violada queda embarazada, el hijo será la prueba material del delito de adulterio y la mujer será lapidada en cuanto el bebé pase el período de lactancia.
En consecuencia, son pocas las condenas a hombres violadores. Asimismo, los varones son libres de casarse hasta con cuatro mujeres al mismo tiempo, y pueden disfrutar de “matrimonios temporales”, un mecanismo social y legalmente aceptado para que los hombres puedan tener relaciones sexuales fuera del matrimonio, sin ser considerados “adúlteros”.
Asimismo, un hombre puede divorciarse de su esposa libremente, mientras que ésta sólo puede hacerlo si su cónyuge es drogadicto o impotente sexual y es capaz de demostrarlo.
Lapidación: muerte lenta y dolorosa
Donde la Sharía es ley, la lapidación es oficial. La lapidación es la tortura que consiste en enterrar hasta el pecho a mujeres condenadas, para que luego sean apedreadas hasta morir desangradas.
Irán aplica la Sharía y condena a la pena capital a delitos como el narcotráfico, homosexualidad y violación, mientras que las mujeres y los hombres casados, que se encuentren culpables de adulterio, son condenados a muerte por lapidación.
Según el sistema penal islámico iraní, los hombres condenados por adulterio deben ser enterrados hasta la cintura, y las mujeres hasta el pecho, para posteriormente ser apedreados.
Por otro lado, el artículo 104 del Código Penal iraní establece que “las piedras no deben ser excesivamente grandes para no provocar la muerte al primer o al segundo golpe”, con la intención de hacer la muerte del condenado más lenta y dolorosa. No obstante, si consigue sobrevivir, lo cual es altamente improbable, es “agraciado” con una pena de 15 años de cárcel. Las víctimas más habituales de las lapidaciones suelen ser mujeres acusadas de adulterio.
Además de las condenas a muerte, el sistema penal iraní cuenta con un amplio abanico de castigos corporales.
En Arabia Saudita la situación es similar. El 2001, se condenó a 81 personas a pena capital por crímenes de homosexualidad.
Ablación genital femenina
La mayoría de los musulmanes se sitúan en contra de esta técnica, pero se sigue efectuando en algunas tribus de países musulmanes. Es una forma de mutilación de los órganos genitales femeninos por razones religiosas o rituales, a menudo como parte de un rito de iniciación. La ablación genital femenina implica la extirpación quirúrgica de partes del clítoris y de los labios mayores y menores. También se practica a veces la infibulación, que consiste en coser los labios mayores dejando sólo una pequeña apertura por la que pueda fluir la orina y el líquido menstrual.
Las mujeres que han sufrido este tipo de intervención sufren grandes dolores cuando mantienen relaciones sexuales o dan a luz. Este tipo de operación presenta ciertos riesgos, ya que al ser normalmente realizada por comadronas no cualificadas y en condiciones poco higiénicas, existe el peligro de que la paciente contraiga infecciones como el tétanos. Además, la infibulación puede producir una retención del líquido menstrual y provocar la muerte.
Hoy en Irán
Hace unos días, un grupo de activistas iraníes por derechos humanos ha iniciado una campaña para impedir la lapidación hasta la muerte de ocho mujeres y un hombre, acusados de adulterio por tribunales iraníes.
Las ocho mujeres, cuyas edades varían entre los 27 y los 43 años, están acusadas de cargos como prostitución, incesto y adulterio. El hombre, un profesor de música de 50 años, fue condenado por mantener sexo ilegal con una estudiante.
Estas personas fueron condenadas a apedreamiento por distintas cortes iraníes y los juicios en su contra se desarrollaron sin abogados o testigos. Las autoridades iraníes normalmente rechazan los cargos de abusos a los derechos humanos, argumentando que éstos se rigen de acuerdo a la Sharía, o ley islámica.
Ma. Renée Cortés