¿Cuán africanos somo los salvadoreños? Investigaciones antropológicas e históricas develan que después de lo europeo y lo indígena, lo africano es nuestro tercer origen. DIARIO LA PÁGINA platicó con dos estudiosos salvadoreños que han indagado en cuán africanos somos los habitantes de esta revuelta y joven tierra de volcanes.
Herbert Erquicia y Wulfgang Effenberger han realizado investigaciones recientes que echan luz sobre el tema de los afrodescendientes en El Salvador. Erquicia (arqueólogo) ha investigado, junto a María Elba Herrera las tradiciones del baile de “Los Tabales” y el culto al santo negro de “San Benito de Palermo”. Por su parte, Effenberger López, de ascendencia alemana y salvadoreña, se ha sumergido textos para analizar la presencia de los afrodescendientes en nuestra literatura.
Herbert, ¿Porqué son interesantes estas tradiciones con respecto a los afrodescendientes en El Salvador?
Desde la historia, desde las fuentes escritas se ha abordado mucho el tema de la afrodescendencia pero en este caso nosotros lo abordamos desde la antropología, desde las tradiciones vivas religiosas, desde las tradiciones culturales.
En la investigación que llevamos a cabo este año e la UTEC, hay tradiciones que tienen que ver con esa afrodescendencia. El Baile de los Tabales y el culto a San Benito de Palermo son un ejemplo. Se documentó alrededor de 8 lugares más o menos en donde el culto a San Benito de Palermo tiene que ver con las antiguas cofradías y hermandades que existían en Usulután y San Salvador que rendían culto San Benito de Palermo.
Esta tradición no necesariamente la llevan a cabo personas que se asumen afrodescendientes. Yo te contaba que la persona que cuida a ese san Benito (la efigie del santo) en un culto más doméstico es una persona rubia ojos azules.
¿Qué tan africanos somos los salvadoreños?
Hay una gran cantidad de afrodescendientes en El Salvador. Lo que pasa es que muy pocos se asumen como tales, si la cuestión indígena estaba invisibilizada pues lo afrodescendiente se negó. Ante esa negación es algo bien difícil de poder observar hoy en día, de descubrir y de incluir.
No te van a llegar a decir “Yo soy afrodescendiente”. Más bien es un trabajo en el que tenés que ir despacio, ganando confianza. Mucha gente te dice: “Yo no soy afrodescendiente, pero mi bisabuela sí”.
¿Todos tenemos algo de africano?
Lo afrodescendiente no tiene que ver con el pigmento de la piel. Está la parte biológica y está la parte cultural. En lo biológico probablemente los afrodescendientes salvadoreños no sean en su mayoría de pigmento muy obscuro, pueden ser más de pigmento claro.
En lo cultural basta leer la estadística de 1807 de Gutierrez Ulloa donde está definiendo a los mulatos de San Salvador y es como que estés leyendo la descripción de cualquier salvadoreño de hoy.
Effenberger López busca el legado de los afrodescendientes en fuentes menos tradicionales que las costumbres populares. Su investigación recurre a textos literarios. ¿Cómo es que la literatura puede ser una fuente para la antropología?
En el siglo 19 se empezó la ladinización, el blanqueamiento de las fuentes clásicas para la historiografía, que son los censos y los registros eclesiales.
¿Por qué se cambiaron las categorías de “mulato”, “zambo” y “negros libres” a “ladinos”, era solo una etiqueta?
Era una fijación de identidad que tenía consecuencias, por eso la lucha de muchos negros e indígenas por ser “ladinos”. O pasar a otra categoría, para tener otro trato legal. Con la independencia muchos indígenas y afrodescendientes presionaron para que se cambiara la clasificación.
Como hubo esa “ladinización” de las fuentes por diversas razones y esa homogenización aparente, la literatura para el siglo XX es una fuente para reconstruir la realidad de la población afrodescendiente. Ya no son solamente las fuentes clásicas como los censos o las actas eclesiales sino la literatura.
Usted analiza un cuento de Salarrué que se llama “EL cuento de Pune negroide que se quería cheliar”. ¿Cuál es su hallazgo más importante?
En el cuento del punce hay dos momentos claves: el primero es el blanqueamiento el niño negro que quiere ser blanco.
Está en Cri Cri también con “La Negrita Cucurumbé”, ¿no?
Exactamente. Y el segundo es la respuesta de la madre la afirmación que para mi es un momento de “negritud”. La “negritud” es una contraposición al racismo, a la desvalorización. Es un empoderamiento de los valores de “ser negro”. Eso lo interpreto a través de la poetólogia de Salarrué.
La madre le da dos respuestas. Que así negro está bonito y le da ejemplos: el negro Lagos y Lagos – el poeta-, el Rey Baltasar, Othelo, que son todos figuras del mundo de la poesía y de la magia. De civilizaciones africanas y este conglomerado como lema se asemeja al movimiento literario y político de la “negritud”.
La negritud es un movimiento literario que fue ideado por poetas negros de habla francesa. Su exponente más conocido Aimé Césaire acuñó el término en 1935, con él se bautizó a esta corriente reivindicadora de la identidad africana y su cultura frente a la cultura dominante, que en el caso de los inventores del movimiento era la cultura francesa.
En la ciudad suiza de Ginebra, el 3 de agosto de 2010, el Estado Salvadoreño reconoció ante el Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial de que en informes anteriores había negado la existencia de poblaciones indígenas en su territorio, alegando que el mestizaje explicaba su invisibilidad.
¿Cuáles serían los argumentos para abrir y cambiar el discurso de un mestizaje homogéneo?
EL argumento es primero que ese mismo discurso Salarrué, en mi interpretación, lo discute en el cuento de punce. Cuál es el efecto que tiene en un niño el discurso del mestizaje, el discurso hegemónico.
Los afrodescendientes siempre han existido en el país. Por ejemplo en Cuentos de Barro, en el cuento “El Negro” hay un momento en que se dice que el protagonista era “de ahí” (propio del lugar). Muchas veces se maneja que los negros vienen del Caribe o de otros países pero no pueden ser salvadoreños. Entonces hay también una pequeña frase dicen que es de ahí, dudando un pco del de ahí, representando el desplpazamiento del negro salvadoreño.
¿Los intelectuales salvadoreños han promovido la “hegemonía blanca”?
David J. Guzmán en algunos de sus ensayos desvalorizaba y despreciaba a la población negra de El Salvador, y también promulgando el blanqueamiento, desde una posición de élite. En el “Punce negroide” vemos a un niño que vive en la zona rural y que reproduce ese discurso hegemónico de las élites.
¿Se puede pensar un El Salvador sin afrodescendientes?
No se puede pensar el desarrollo cultural, económico y político de El Salvador sin la p´resencia de los afrodescendientes. A través de sus aporte también construyeron la sociedad salvadoreña.
Un ejemplo claro es el de 1811. Los afrodescendientes fueron activistas en los movimientos de 1811.
En las pinturas no los vemos…
No los ves. Se ve a blancos, se elogia a José Simeón Cañas, pero no se ve la presión y el deseo político de los indígenas y los afrodescendientes. Lo mismo sucede con 1932, poco sabemos de la participación de afrodescendientes ahí, mucho menos sabemos sobre su rol en la guerra civil. Pero es que sí afectó el entorno de la guerra civil a negros salvadoreños.
Conozco un testimonio de un señor de San Alejo, un lugar en La Unión con bastantes afrodescendientes. Él me contó que drante la guerra la policía lo apresó porque dijeron “vos son un espía cubano, no podés ser salvadoreño porque sos negro” y lo tuvieron detenido unos días. Ahí se ve como en el imaginario está ausente la figura del afrodescendiente y eso produce una discriminación tremenda.
*