Por
Rafael Bautista S.
Si el propósito del bloqueo a
Cuba fue aislar a esa revolución y, de ese modo, condenarla a la
inanición; el reciente anuncio de apertura de relaciones bilaterales
entre USA y Cuba, ¿es el fin del bloqueo o el anuncio de uno nuevo?
Porque a partir de la caída del precio del petróleo, la nueva
contraofensiva occidental (contra los BRICS) contempla un nuevo bloqueo
en ciernes; no se trata sólo de una guerra declarada contra Rusia e
Irán, sino también contra Venezuela (y, en definitiva, contra el ALBA).
Como consecuencia del desplome inducido del petróleo, la revolución
bolivariana parece perfilarse hacia otra inanición, coadyuvada esta vez
por una jugada geopolítica maestra de Washington; pues el discurso
antimperialista de Maduro se desinfla una vez que Cuba “normaliza” sus
relaciones con el Imperio.
En toda jugada estratégica, hay
siempre un tercero, pero en el caso presente, ya no se trata sólo de
Venezuela sino de todo el ALBA, pues esta decisión no sólo descoloca a
los gobiernos de la región sino que nos muestra que, en definitiva, más
allá de la retórica integracionista, prima demasiado la sobrevivencia
propia. Desgraciadamente esa es la tónica en toda nueva reconfiguración
geopolítica global; todo se trata de sobrevivir en un nuevo orden. Eso
lo sabe muy bien el Imperio, por eso prefiere la bilateralidad y no
tratar con bloques conjuntos (que era a lo que apuntaba la creación del
ALBA). Más allá del triunfo moral que representa, para la isla, la
admisión del fracaso de la política gringa con respecto a Cuba, llama la
atención el desconocimiento que los gobiernos del ALBA tenían al
respecto y, más aun, el “oportuno” anuncio de Obama, en medio de dos
cumbres latinoamericanas importantes. Aunque no significa el fin del
bloqueo a Cuba, en las palabras del presidente Maduro –en el MERCOSUR–
se podía conjeturar lo bloqueada que quedaba, con esa decisión,
Venezuela (¿será que para desbloquearse hay que bloquear a otro?).
Para
colmo, el silencio de Fidel hace más incómodo el asunto (¿también habrá
sido sorprendido como lo fue Maduro?); pues si ya se sabía del
pragmatismo político que venía mostrando el gobierno de Raúl Castro,
nadie podía sospechar un acuerdo de tal magnitud y, sobre todo, envuelto
en medio de una guerra híbrida que patrocina Washington, valiéndose de
toda su infraestructura financiera global. ¿Se precipitaron los
presidentes o todo formaba parte de una estrategia que preparaba USA
después de que China le arrebatara la iniciativa del libre comercio en
el pacífico? Recordemos que el reciente “Foro de Cooperación Económica
Asia-Pacífico”, culminó con la creación del “Área de Libre Comercio
Asia-Pacífico”, donde China sienta hegemonía incluso con los países del
TPP y de la Alianza del Pacífico (bastiones de USA contra el ascenso
chino).
Si en toda recomposición geopolítica global, todo se
trata de sobrevivir, pareciera que la apuesta cubana se precipita y es
subsumida por la geopolítica imperial, que no considera favorable a sus
intereses una franca integración económico-política de Latinoamérica.
Bolivia también anunció una reanudación de relaciones diplomáticas con
USA, dejando incómoda a una Venezuela que se verá también en la
necesidad de pelear por lo suyo. Si es así, ¿en qué queda el ALBA, la
CELAC, la UNASUR y el MERCOSUR? Si no hay una clara perspectiva
geoestratégica, todas podrían quedar refuncionalizadas bajo las
prerrogativas de una nueva recomposición hegemónica imperial. Nadie
objeta la repatriación de los héroes cubanos o el cese de hostilidades,
pero lo que se quiere subrayar es que la supuesta apertura no es ajena a
la contraofensiva reciente que ha desatado USA y la OTAN contra los
BRICS, el grupo de Shanghai, el ALBA y todo bloque hostil a la
supremacía gringa. Y Venezuela es, en la mirada imperial, el eslabón
decisivo para iniciar una ofensiva contra toda la región. No sólo se le
quita el sostén económico a la revolución bolivariana (con la caída el
precio del petróleo) sino también el sostén discursivo (pues su
antimperialismo se queda sin su mejor argumento).
Las reacciones
de nuestros países han sido demasiado ingenuas y, por lo dicho, no sólo
ha descolocado a todos sino que ha logrado desunirlos. Venezuela resulta
la más afectada pero, si no hay un serio balance de situación
geoestratégica (que sólo podría ser común), esa afectación podría
expandirse a todo el conjunto ahora en desequilibrio. Como en los
episodios anteriores (el golpe a Honduras, o el secuestro del avión
presidencial boliviano), nuestros países todavía no sopesan la magnitud
de las apuestas de recomposición geopolítica que asume el Imperio; pues
al no consolidar una efectiva comunidad político-económica, cada una
sigue velando por su estabilidad de manera unilateral. Esa es la mejor
forma de arrinconar a nuestros países a una suerte de sobrevivencia
marginal, sin nunca consolidar una unión efectiva. Esa ausencia alimenta
las pretensiones imperiales. La apuesta del gobierno cubano es
sumamente pragmática: ante un eventual recorte de ayuda venezolana
(debido a la inestable situación de su economía), opta por una
normalización de las relaciones, lo cual conduciría a la apertura
comercial y ello, a una peligrosa asimilación vertiginosa al mercado
norteamericano. Lo que no pudo el bloqueo bien podría lograrlo el
comercio: liberalizar la economía para disolver la revolución.
Fue en la reunión del MERCOSUR que se notó la incomodidad que produce
un anuncio que desinfla uno de los argumentos bandera del
anti-imperialismo latinoamericano. También hay que recalcar que, al no
actualizar, de modo estratégico, el discurso anti-imperialista, éste se
encuentra a merced de la pura nostalgia sin repercusión decisiva en el
presente. La sola insistencia de la condena al bloqueo fue la carta que
le sirvió al Imperio para desinflar el anti-imperialismo de nuestros
gobiernos, dejando sin argumentos a los presidentes que no pudieron
hacer otra cosa que saludar las declaraciones del presidente Obama. En
eso hay que destacar la casi nula perspectiva geopolítica que nuestros
Estados manifiestan y que les impide diagnosticar de mejor modo la
transición hacia un mundo multipolar (que podrían direccionar
regionalmente hacia la cero-polaridad, más pertinente al Sur global).
Parece que el episodio del secuestro del avión presidencial boliviano
sirvió de muy poco, pues la nula respuesta de carácter estratégico que
muestran nuestros países ante las arremetidas imperiales, no hace sino
constatar, para desgracia nuestra, que nuestros gobiernos son todavía
incautos en materia geopolítica.
Los términos que enuncia la
declaración del gobierno cubano, guarda los amargores que representa el
haber vivido el “periodo especial” y, sobre todo, el haber vivido
aquello solitariamente. Cuando toda la OEA le dio la espalda a la
revolución cubana, ésta persistió heroica, sin más apoyo que el que pudo
encontrar en la ex URSS. Cuando sucedió la crisis de los misiles, y el
mundo estaba al borde de una guerra nuclear, Cuba fue el chivo
expiatorio que cargó con todas las penas, pues gringos y soviéticos
negociaron todo, a espaldas de la más afectada, que se quedó para
siempre estrangulada y, sin embargo, sobrevivió. Y sobrevivió inspirando
la liberación de nuestros pueblos.
Desde entonces la liberación
se entendía no como una apuesta aislada sino mancomunada. Ese fue el
legado de Fidel y, cómo no, de Hugo Chávez. Desde Bolívar esa fue la
única posibilidad efectiva de independencia hemisférica. Por eso
preocupa que la unidad se vea menguada por gambetas geopolíticas que
descolocan de tal modo a nuestros países, que la reacción que pueden
ofrecer muestra la pervivencia de estructuras coloniales aun en los
estamentos revolucionarios.
Aunque el bloqueo se levantara, otro
bloqueo parece estar en ciernes, pero ya no sólo contra Venezuela. No
hay que olvidar que la política norteamericana no es decidida por el
presidente sino por el complejo petro-militar-financiero; estando el
Congreso en manos del Oil Party, podría producirse un acuerdo como parte
de un canje propuesto entre lobbies que acechan la Casa Blanca:
“cedemos” Cuba pero recapturamos Venezuela y su petróleo. Deslegitimar
la revolución bolivariana forma parte de las guerras híbridas, es decir,
guerras no convencionales que inciden en guerras de desinformación,
ciberguerras y la promoción de los letales “caos constructivos”.
Aunque
el bloqueo a Cuba formaba parte de la guerra fría, una vez acabada ésta
y balcanizada la ex URSS, el bloqueo persiste, pues éste no servía sólo
de escarmiento sino significaba la prevalencia de la Doctrina Monroe.
El anuncio que hizo John Kerry, a propósito el fin de tal doctrina, no
hizo sino confirmar su actualidad en la política exterior norteamericana
(desde Madeleine Albright hasta Hilary Clinton, uno puede leer entre
líneas el Destino Manifiesto que funda el excepcionalismo gringo).
No
sólo la creación de la Alianza del Pacífico sino otras instancias han
venido mostrando la insistencia norteamericana en minar toda posibilidad
de independencia regional. Lo más inmediato es mermar la influencia
china. En el Caribe, la presencia china es preocupante para USA (sumado a
ello la influencia rusa); por eso una recaptura estratégica del Caribe
se hace necesaria, y nada mejor que la cobertura mediática de la
reanudación de relaciones con Cuba. Se trata de una contraofensiva
geopolítica. USA no puede renunciar a su Mediterráneo, es decir, el
Caribe. Como tampoco Obama se puede permitir ser considerado como el
presidente que perdió a Latinoamérica. Si el partido republicano,
considerado el Oil Party, no ve con buenos ojos el anuncio de Obama,
otro tipo de financiadores de la política norteamericana (ligados a los
demócratas) aplaude la decisión, pues se trata siempre de la expansión
del capital; por eso Thomas Donohue, quien es presidente de la Cámara de
Comercio, resalta, en términos que suenan a los prolegómenos de los
acuerdos de libre comercio que, “un diálogo abierto e intercambio
comercial entre sectores privados de ambos países generará beneficios
comunes”, y termina señalando que “la comunidad empresarial de Estados
Unidos da la bienvenida al anuncio de hoy”.
Al
parecer, bajo sofisticadas estratagemas de política exterior, se están
detonando armas de destrucción masiva que, en medio de la nueva
reconfiguración planetaria, se busca asegurar áreas estratégicas para la
recomposición de la economía norteamericana (el poder militar es apenas
un apéndice del poder real, aquél se encarga de crear las condiciones
para la reproducción del dólar). Si de la reanudación de las relaciones
entre USA y Cuba se produjera un distanciamiento con los demás países el
ALBA, se confirmaría la intención del juego norteamericano. Aislando a
Venezuela, los demás no correrían mejor suerte; como ya se viene
diciendo: donde no haya procesos de regionalización económica sucederán
inevitablemente procesos de balcanización.
Lo que se proponía el
ALBA, con Chávez y Fidel, era la mancomunidad de esfuerzos para iniciar
un proceso de independencia política y económica conjunta. Cuba fue
tenaz y fue ejemplo; y cuando aparecieron Chávez, Kirchner, Evo, Correa,
Lula, Pepe Mujica, etc., en palabras de Fidel, la isla ya no era más
isla. La integración parecía asegurada mientras el Imperio se encontraba
acorralado en Medio Oriente. Ahora que la aislada es Venezuela, ¿cómo
se puede sostener una integración si, por sobrevivir, y a cualquier
precio, empieza a cundir el bilateralismo, pertinente siempre al dominio
imperial? Con China se había logrado un foro permanente con la CELAC,
es decir, una novedosa agenda de relaciones comerciales y económicas
entre la región y China, de forma simultánea; lo cual parecía dejar
atrás la historia de negociaciones bilaterales siempre funcionales al
Imperio (aislados somos fáciles de dominar), pues la asimetría
constituye siempre el factor insalvable para nuestros países.
El desplome del precio del petróleo tuvo su impacto en las alternativas
que se le presentaba al gobierno cubano; el deterioro de la economía
venezolana aparece como una sombra nada halagüeña para la isla: si los
venezolanos también optasen por sobrevivir, a toda costa, los cubanos
también saldrían afectados. Nos encontramos ya en medio de una guerra
fría, donde la guerra económica se expresa en el desplome deliberado del
precio del petróleo; sólo los ingenuos en geopolítica no se dan cuenta
que el precio del petróleo ha sido siempre político. Y lo que sucede
actualmente no es producto de los vaivenes de la oferta y la demanda
sino de la manipulación de la mano del mercado, que no es invisible sino
bien visible y bien armada.
El mundo post-Crimea obliga a la
decadente potencia unipolar a realizar un retroceso táctico y hacer uso
de su infraestructura financiera global. Pero los riesgos son
considerables. La ofensiva multidimensional desatada contra Rusia,
agravada por la caída del precio del petróleo, que está seriamente
dañado el equilibrio presupuestario de países como Irán y Venezuela
(sólo Qatar y los Emiratos Árabes podrían sobrevivir con un crudo por
debajo de los 70 $US), parece formar parte de una declaración de guerra
que USA y la OTAN anuncian al mundo entero: el mundo no será repartido.
Financieramente
el mundo es rehén del dólar, desde que el binomio dólar-petróleo ha
sido el sostén del orden mundial desde Bretton Woods, pero desde que el
petróleo ha ido retornando a manos nacionales, el orden ya no es más
orden y el actual desorden desregulado del mercado petrolero es lo que
está originando, en gran medida, la incertidumbre planetaria. Todas las
arremetidas imperiales tratan de desordenar todo para imponer un orden
mucho más vertical, que se traduciría en un nuevo mapa energético; el
TLCAN es una muestra de ello, pues sobre aquella integración de USA,
Canadá y México (sobre todo por el petróleo del Golfo y del norte del
país azteca), se trataría de sostener la estabilidad energética
norteamericana.
La estrategia gringa consiste en controlar áreas
estratégicas de acceso privilegiado a fuentes energéticas, lo cual le
brinda poder disuasivo ante otras potencias. Contrarrestar el ascenso
chino es combinado con una guerra multidimensional contra una Rusia
económicamente vulnerable (aunque ya cotiza el gas y el petróleo en
otras monedas, lo cual le hace menos dependiente del dólar); al igual
que otras economías que, curiosamente, conforman la lista gringa de
países hostiles (es difícil que Venezuela y Ecuador sostengan su
presupuesto fiscal con los actuales precios del petróleo). Pero esta
guerra económica que promueve USA tiene también consecuencias negativas
en su propia producción que, gracias a los hidrocarburos no
convencionales, le garantiza (aunque discutible) autosuficiencia.
Pero
la arremetida contra el ALBA, su fracturación, tiene que ver con un
otro asunto que empieza a cobrar relevancia. Desde el 2006, USA viene
promoviendo y preparando (en el TLCAN) las condiciones de la transición
hacia una nueva moneda, ante el probable y posible apocalipsis del
dólar. Pues para paliar la descomunal deuda gringa (que oscila por sobre
el 600% de su PIB) y cuando los gastos militares superen los ingresos
de la propia Reserva Federal, produciendo el estallido de la burbuja del
dólar, USA –se dice– adoptará el amero, mientras congele los dólares
del mercado global. Esto conduciría a un colapso del sistema financiero
y, en definitiva, al colapso de la economía mundial. Mientras el mundo
se venga abajo con todos sus dólares, USA podría imponer un nuevo patrón
monetario sostenido por el colchón energético del TLCAN, además de la
recoptación financiera de las economías del Sur.
El bloqueo sería
regional y supondría una sangría de nuestras economías mucho más
inaudita. En toda reconfiguración geopolítica global, todo consiste en
sobrevivir, incluso el Imperio pugna por aquello. Sobrevivir a costa de
los demás parece ser su apuesta, por eso la guerra se convierte en una
disposición latente de las potencias decadentes, como muestra de su
insana resistencia a un nuevo orden global mucho más democrático. El
ultimátum de los halcones straussianos, ahora que el Congreso
norteamericano está en control del Oil Party y el lobby financiero,
suena más amenazante que nunca: “si USA cae, haremos que el mundo entero
caiga con nosotros”. Parece que a Latinoamérica le ha tocado, en esta
transición civilizatoria postcapitalista, enfrentar el desafío de su
definitiva independencia. Eso convierte a la región en factor decisivo
en la nueva geopolítica mundial. Las condiciones objetivas están dadas.
Falta saber si las condiciones subjetivas de la dirigencia de nuestros
procesos estarán a la altura de la definición de este culminante momento
histórico.
La Paz, Bolivia, 21 de diciembre de 2014
Rafael Bautista S.
autor de “Reflexiones des-coloniales”,
rincón ediciones, la Paz, Bolivia
rafaelcorso@yahoo.com