Por: Simón Delgado
Fecha de publicación: 22/07/11
¡De la colonia a la discoteca!
Los grandes acontecimientos sociales que cambian el rumbo de la historia no son solo los que quedan registrados en la memoria colectiva, algunos se ocultan entre las líneas, los rostros, las imágenes y los relatos que se nos muestran y que parecen contar una historia donde ocurrió, todo lo que tenía que ocurrir.
El pasado fin de semana (entre el 8 y el 10 de julio) no sólo fueron las fiestas patrias el motivo que engalano nuestra nación, también fue la tradicional movilización por el reconocimiento de los derechos de la sexo-género diversidad (lesbianas, transexuales, travestis, transgeneros, intersexuales, homosexuales, heterosexuales y bisexuales) el motivo que llenó las calles de Caracas y otras ciudades del país de alegría, amor, rabia, fuerza, indignación, esperanza y lucha.
Por primera vez en la historia, la marcha de la diversidad sexual y de género, mal llamada “Marcha del orgullo Gay”, concluyó frente a la Asamblea Nacional, a solo una cuadra del despliegue logístico que el Gobierno del Distrito Capital (GDC) y la Alcaldía de Caracas coordinó para celebrar lo que llamaron, “la fiesta Patria”, en el marco de la conmemoración del Bicentenario. Miles de personas lesbianas, homosexuales, transexuales, travestis, transgéneros, bisexuales, heterosexuales, entre otros, marcharon desde Plaza Venezuela hasta la tarima ubicada en la esquina sociedad de la avenida universidad.
Quienes se encontraban entre la Plaza Bolívar y la plaza el venezolano disfrutando de las actividades organizadas por GDC y la Alcaldía, poco o nada sabían de lo que se desarrollaba paralelamente en la avenida universidad. Por otro lado, quienes allí se encontraban, parecían tener el mismo desinterés o desinformación respecto a lo que a menos de treinta metros se celebraba. Dos escenarios festivos separados como el agua y el aceite, dos mundos paralelos que simbólicamente representaban la distancia que diariamente existe entre “el mundo de ambiente” y el resto de la sociedad.
En un intento improvisado por romper barreras imaginarias y desdibujar las fronteras mentales entre las estatuas y los disfraces, entre la colonia y la discoteca, entre el deseo manifiesto y el recato burgués, un grupo de marchantes decidimos ubicarnos en los espacios de la plaza Bolívar para sumarnos a la algarabía popular que colmaba el recién recuperado casco histórico de la capital.
Inmediatamente fuimos abordados y contenidos por la Guardia Patrimonial de la plaza, que nos identificaba como personas “evidentemente maricas”, en consecuencia, inapropiadas para permanecer en el espacio.
Fuimos ofendidos, agredidos, violentados, humillados, difamados, rechazados, discriminados y sobre todo, subestimados…Aproximadamente diez guardias patrimoniales creyendo actuar con la mejor de las intenciones, formaron un cordón humano de bloqueo para impedir el paso de 20 maric@s que no podían comprender la alarma que habían causado.
Creyendo que debíamos ser detenidos y expulsados a toda costa, los guardias patrimoniales comenzaron a atizar el desconcierto de los presentes, produciéndoles rabia al señalarnos de escuálidos y/o saboteadores de oficio que sólo querían irrumpir en el espacio para boicotear el evento. Nada más lejos de la verdad. Consiguieron juntar las voces de otros diez hombres que con fuerza nos gritaban: “¡FUERA, FUERA!” mientras entrábamos por un pasillo humano a una plaza que nos recibía con cautela.
Pero el patetico “¡FUERA!” de la ignominia pudo menos que la solidaridad conciente de las otras tantas personas que se encontraban en la plaza y que incluso se enfrentaron a los propios Guardias Patrimoniales para tratar de hacerles entender la importancia y necesidad de permitirnos el paso, con el propósito de ejercer nuestro derecho como ciudadan@s al disfrute del espacio público de manera sana, afectuosa, responsable e inevitablemente transgresora. A todas estas personas les enviamos nuestro mayor agradecimiento y admiración, no por habernos hecho un favor, sino por habernos demostrado con coraje y valentía la grandeza que se manifiesta cuando se defiende y confronta cualquier forma de discriminación y opresión, incluso en el momento en que nuestr@s intereses individuales no están afectados.
¿Es que acaso la revolución la harán las estatuas? ¿Es que acaso el patrimonio físico está por encima de los derechos que tenemos como seres humanos? ¿Es qué acaso una mujer semi-desnuda a los pies del libertador es una ofensa a la patria? ¿Es que acaso dos hombres bailando al ritmo del tambor pone en riesgo los intereses estratégicos de la nación?
Ciertamente, 200 años después, no puede haber consigna más vigente y pertinente que: “¡La lucha por la independencia continúa!”, la independencia del recato, la independencia del pudor, la independencia del decoro, la independencia de una moral burguesa que impide la libre, sana y responsable expresión de nuestra sexualidad, una moral burguesa que nos ubica entre los países con uno de los mayores índices de “embarazo precoz” de Latinoamerica, pues “el macho no usa condón y desde chamito tiene que cojer culo, sino será marico”, una moral burguesa que condena a cientos de mujeres a parir varios hij@s antes de experimentar su primer orgasmo, pues “la mujer no se toca así misma, no se masturba, y tiene que complacer a su marido”, una moral burguesa que asesina a cientos de jóvenes, adolescentes que se quitan la vida cuando se dan cuenta que son homosexuales, lesbianas o trans, luego del insesante bombardeo que la familia, la escuela y la sociedad toda le hizo para que entendiera que: “primero malandro o drogo que maric@”.
El patriarcado parece estar incrustado en nuestro estómago como empedrado están algunos caminos del casco colonial capitalino. Y es en el estómago donde está, pues es la más pura visceralidad la que se expresa cuando de forma pública y consciente se toman de la mano dos hombres, se besan dos mujeres, se abraza una pareja, se hace presente un transexual.
¿Los edificios coloniales de Caracas fueron recuperados para que no olvidemos el terrible pasado de opresión y dominación imperial o para que lo recordemos con melancolía? Nada más oportuno en este momento que aquella conversación imaginaria que “pudo suceder”, entre el Libertador y un niño de Venezuela, cantada por nuestro querido cantor Alí primera en su poderosa “Canción Bolivariana”:
"Hoy acudimos a tu idea visionaria
al anti-imperialista pensamiento de tu frente,
disculpa que te trate de tú
pero para ser mi Libertador
tuviste primero que ser mi amigo
"Bolívar, en Birongo
allá por Barlovento
hay una placita con tu nombre
y prohiben visitarla sin camisa
para que veas que nuestras leyes
las dictan los de frac y de levita
en contra de los descamisados.
Pues ahora no son sólo los de frac y levita los que dictan las layes, es el propio pueblo organizado quien crea, decide, construye y diseña sus propias leyes. Y para que esto funcione no solo hace falta la organización, sino la conciencia de clase, el auto-reconocimiento, la identidad, la estrategia. Un pueblo que no sienta asco de sí mismo, que sea capaz de entenderse en su inmensa diversidad, de verse en el negro, en el pobre, en el campesino, en el homosexual, en la transgénero, en el artesano, en el obrero, en el estudiante, en el comerciante popular, en el mototaxista. En todos y todas. Un pueblo con conciencia anti-capitalista, anti-imperialista y anti-patriarcal.
Mucho camino falta por recorrer, muchas batallas por librar. Nosotros y nosotras, asumidos desde esta humilde trinchera de lucha, una donde peleamos el reconocimiento, respeto e inclusión de la población sexo-género diversa, estamos dispuesto a defender con nuestras vidas los procesos, sueños y vidas con que venimos construyendo patria. Finalmente, las eternas palabras de Alí, esta vez en su hermosa canción “Coquivacoa”, que nos recuerda el duro trabajo que nos toca, y la necesaria responsabilidad de asumirlo: la inocencia no mata al pueblo pero tampoco lo salva, lo salvará su conciencia y en eso me apuesto el alma.
simondelgado18@yahoo.es
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