viernes, 7 de marzo de 2014
“La prostitución es una de esas prácticas sociales en las que con mayor claridad se puede ver que hay una alianza a muerte entre capitalismo neoliberal y patriarcado”
Rosa Cobo es doctora en Ciencias Políticas y Sociología, disciplinas a las que lleva años aportando su mirada feminista. Profesora en la Universidade de A Coruña y directora del Centro de Estudios de Género y Feministas de la misma universidad, está vinculada emocionalmente a las luchas de las mujeres de México y Guatemala y ha publicado obras con títulos tan sugerentes como Hacia una nueva política sexual (2011), Fundamentos del patriarcado moderno (1996) o Las mujeres españolas: lo privado y lo público (1992).
En esta entrevista nos habla del tema que actualmente centra las reivindicaciones feministas en el Estado español, el aborto, pero también de la custodia compartida, los vínculos entre la derecha de hoy y la derecha franquista, la reivindicación del Estado, la doble militancia, las violencias contra las mujeres y los retos de futuro.
- Todos los recortes en políticas públicas influyen negativamente en la vida de las mujeres. Pero, además, el Partido Popular está impulsando leyes que atacan derechos logrados. ¿Qué análisis haces de la nueva ley del aborto?
- Ruiz Gallardón ha afirmado taxativamente que va a recortar la ley de aborto promulgada en 2010, pero se ha encontrado con un obstáculo inesperado: las tensiones entre las distintas corrientes del PP, las más centristas y las más conservadoras. Ruiz Gallardón se ha ido construyendo la imagen mediática de un político que representa los intereses del centro o centro derecha, pero, por decirlo con las palabras del escritor sueco, se está mostrando como el hombre que no amaba a las mujeres.
Está cediendo a las propuestas del sector más extremadamente conservador del PP. Imagino que por razones de interés político, pues probablemente quiere terminar con su enemistad histórica con los sectores más conservadores de la derecha y por ello quiere “compensar” a ese electorado con una reforma muy restrictiva de la ley de aborto actual.
El fin de la ‘doctrina Parot’, la gestión del fin de ETA o el matrimonio igualitario son decisiones políticas difíciles de digerir para estos sectores y por eso el aborto es un mensaje de que no están dispuestos a renunciar a todos sus referentes ideológicos. Ahora bien, la pregunta crucial es por qué su apuesta política es recortar derechos civiles a las mujeres. Las mujeres somos el centro del modelo de sociedad patriarcal que tienen en su imaginario. La subordinación de las mujeres es la condición de posibilidad de los privilegios de los varones y el eje de su modelo de familia. Probablemente les gustaría que las mujeres volviésemos a asumir los viejos roles sexuales: trabajar en el mercado laboral, pero sin abandonar el hogar ni los trabajos de cuidados.
De hecho, se observa un intento por reeditar la vieja mística de la maternidad, poniendo en el centro del escenario político la idea de que las mujeres tenemos que ocuparnos de la familia, tenemos que ser reproductoras, tenemos que volver a ser lo que éramos en el pasado. El aborto va a satisfacer a todos estos sectores pues significa que vuelven a tutelar nuestros cuerpos y nuestras vidas.
- ¿Qué opinas de la custodia compartida preferente?
- Es un tema que está en el centro de la agenda política feminista. Si los hombres y las mujeres estuviésemos en una situación de igualdad, creo que sería una política justa. El problema es que los hombres y las mujeres no vivimos en una estructura social que garantice la igualdad material. Cuando las parejas se divorcian, las mujeres se empobrecen. Ellos suelen tener empleo en el mercado laboral, ganando casi siempre más que las mujeres. Y, además, también la inmensa mayoría de los varones trabaja muy poco en el hogar. El trabajo de cuidados de los hijos e hijas y el doméstico los hacen mayoritariamente las mujeres.
Y, sin embargo, detrás de la custodia compartida está el uso y la propiedad de la casa, que no es poca cosa. Si la custodia se comparte, es de los dos. Si la casa es para uso de los dos, ambos vivirán en esa casa, un mes cada uno, dos semanas cada uno…. ¿Y qué pasa con todas esas mujeres que no accedieron al mercado laboral a instancias del marido o de ellas mismas, y siempre por supuesto presionadas por el medio social, y que ahora no tienen un trabajo extradoméstico o el que tienen es precario? ¿Qué hacen sin casa? Detrás de la custodia compartida está quién va a hacer uso de la casa y cómo se va a repartir esa propiedad. La custodia compartida es una respuesta legal a una situación social de desigualdad, es decir, esconde el problema del uso y la propiedad de la casa por dos personas que tienen posiciones desiguales en términos de recursos.
- ¿En qué punto se encuentra el feminismo en el estado español? Además del aborto, ¿cuáles son otros temas centrales que ocupan los debates?
- Está claro que en este momento el aborto es una preocupación política central para la totalidad del feminismo porque la derecha quiere recortar este derecho civil. Pero también es cierto que nuestro feminismo ha puesto encima de la mesa otros problemas. Algunos de ellos tienen que ver con cuestiones intrafeministas, pues determinados grupos están interrogándose acerca de quién forma el sujeto del feminismo. Otros colectivos intentan encontrar un discurso político eficaz mirando hacia fuera y centrándose el de empobrecimiento de muchas mujeres. También está empezando a cuajar en el feminismo la idea de que tenemos que construir un discurso y una práctica política estrechamente ligada a las grandes ideas de la izquierda. ¿Por qué? Porque las políticas económicas neoliberales están empobreciendo de una manera muy significativa a las mujeres.
La mayoría de los salarios de pobreza están entre las mujeres, el trabajo informal lo hacen mayoritariamente mujeres, el trabajo a tiempo parcial también es mayoritario entre las mujeres, los trabajos con menos salarios y derechos los realizan mayoritariamente mujeres. Y las mujeres realizan una gran parte de los trabajos en los que no existe un contrato. Se están desnormativizando las relaciones laborales y en el centro de esa desnormativización están las mujeres. Mi punto de vista es que el feminismo debe construir un discurso político feminista de izquierdas. Si las feministas hoy no vinculamos el feminismo a las ideas emancipadoras de la izquierda no podremos dar respuesta a la feminización de la pobreza. Una de nuestras funciones principales en esta época marcada por la globalización es identificar y luchar contra la política sexual del neoliberalismo.
- Fuiste asesora del Ministerio de Igualdad en 2008, ¿por qué generó tanto rechazo e incomprensión la creación de este Ministerio?
- Estuve muy pocos meses como asesora en el Ministerio, enseguida comprendí que eso no era lo mío y me fui. Prefiero la universidad y la sociedad civil. En España el franquismo está muy cerca, muy cerca. Gran parte de las cosas que están pasando ahora suceden debido a algunas decisiones que no se tomaron en la Transición. El franquismo no fue suficientemente interpelado ni enjuiciado políticamente. Y en ese sentido hay un vínculo muy fuerte entre la derecha española de hoy y la derecha franquista. Creo que uno de los elementos de ese vínculo es la extraordinaria dificultad que tiene esta derecha para comprender las vindicaciones políticas feministas.
Hay que recordar que la ley de aborto en Francia la sacó una ministra liberal, que era de derechas, Simone Veil, y lo hizo bajo la presidencia de Giscard d’Estaing, inequívocamente de derechas. Aquí, sin embargo, la incomprensión que tiene la derecha hacia el feminismo en muy buena medida es uno de los elementos que estuvieron precisamente en ese intento de demonizar las políticas públicas de igualdad del gobierno de Zapatero.
- ¿El Estado puede ser el mejor garante de la igualdad entre mujeres y hombres pero a la vez también un gran enemigo de la misma?
- Decía Marx que el poder político tiene un margen de autonomía bastante reducido porque el control del poder está en manos de las estructuras económicas capitalistas. Asumiendo esa afirmación, que suscribo, la izquierda se constituyó a partir de la idea de que el poder político era una herramienta fundamental de cambio social. Por este motivo, los partidos socialdemócratas y comunistas utilizaron el poder político con el fin de transformar la sociedad. El problema es que ha habido momentos en la Historia en que el poder político se ha ensanchado y ha sido capaz de satisfacer una parte de las demandas del movimiento obrero e incluso de las mujeres, pero ha habido otros momentos en los que el poder político ha estrechado mucho su malla, expulsando a las mujeres y otros colectivos sociales por la incapacidad para garantizar sus derechos.
Este es el momento histórico que vivimos ahora y no sólo en el Estado español. Es un proceso global en el que tiene lugar un estrechamiento de la malla de derechos y recursos para las mujeres y para otros colectivos sociales. En el feminismo y en sectores de la izquierda se ha producido un debate sobre hasta qué extremo debemos hacer alianzas con el Estado y reivindicar su papel histórico. Ahora, más que nunca, es preciso hacer una crítica muy fuerte al mercado y a la propiedad, que es la piedra angular sobre la que está edificado el mercado. Pero también creo que tenemos que reivindicar el estado de bienestar en el marco de una democracia social y participativa. Y la reivindicación del Estado de bienestar puede y debe ser complementaria con la creación de otro tipo de estructuras en la sociedad civil que garantizan espacios de vida comunitaria y que sean germen de solidaridad, autonomía y de una cultura política crítica.
- Actualmente investigas sobre prostitución. ¿Qué función cumple la prostitución en el capitalismo global?
- La prostitución cumple funciones muy distintas. Es quizás una de esas prácticas sociales en las que con mayor claridad se puede percibir la alianza entre capitalismo neoliberal y patriarcado. En estos momentos oscila entre ser la segunda y la tercera gran empresa criminal en cuanto a beneficios a escala global. Este dato da la dimensión de la magnitud del negocio y deja claro que la mercancía de ese negocio son los cuerpos de las mujeres.
La prostitución es una realidad social patriarcal porque permite a los varones acceder sexualmente a esas mujeres, mercantilizando sus cuerpos; pero también es una gran fuente de beneficios para los empresarios del sexo, es decir, un importante sector del capitalismo neoliberal. La prostitución es un inmenso negocio vinculado a la economía criminal y que está debilitando mucho el imaginario emancipador que habíamos conseguido las mujeres después del feminismo radical de los años 70.
- En tus estudios hablas de violencia como respuesta del patriarcado a los avances en derechos de las mujeres. Además de la prostitución, ¿en qué más se concreta esta violencia?
- En este momento la violencia contra las mujeres, pero no solamente aquí, es una violencia que tiene una dimensión sistémica, porque cada continente que tomemos como objeto de estudio nos devuelve un retroceso muy importante. Lo ilustraré con dos o tres ejemplos. Hace veinte años en los países árabe-musulmanes estaba desapareciendo para grandes sectores de mujeres el uso de las distintas formas de velación. Ahora la velación, con el significado político-patriarcal que tiene, se está convirtiendo en una obligación para millones de mujeres, como, por ejemplo, es el caso de Turquía. No se puede olvidar que poner el velo a una niña es enviar el mandato a la sociedad de que está dentro del mercado sexual. No es una moda, no es una práctica cultural, es una práctica fuertemente patriarcal que sella la alianza de dos instituciones fuertemente reactivas con las mujeres: las estructuras patriarcales y las religiosas.
En el caso de Asia nos encontramos con los desequilibrios demográficos a causa de cómo se está forzando a muchas mujeres chinas, indias, pakistaníes o nepalíes a abortar porque no es aceptable tener hijas en esas sociedades. Lo conveniente es tener hijos por razones económicas y culturales. Una de esas razones es una institución que en algunas zonas de Asia estaba desapareciendo y que ahora está resurgiendo con fuerza: la dote. Esta práctica descapitaliza a las familias que tienen hijas y este es uno de los motivos por los que prefieren tener hijos. Muchas mujeres del continente asiático abortan cinco y seis veces de niñas hasta quedar embarazadas del primer varón.
Esto provoca problemas demográficos peligrosos, pues hay zonas de ese continente en las que desaparecen las mujeres de determinadas aldeas y pueblos. Esos hombres se van a otras partes del país y compran a niñas de seis, siete u ocho años. Les dan dinero a los padres y dos o tres años después vuelven a buscarlas, se las llevan a sus pueblos y en muchos casos las socializan sexualmente para todos los miembros varones de la familia. En todo caso, la idea que subyace a estos procesos es lo poco que valen las niñas y las mujeres.
En América Latina podemos mirar otros procesos: los feminicidios. Y cómo poner el feminicidio cerca del centro de la agenda política mexicana ha sido una tarea titánica… Han tenido que matar a miles de mujeres para que eso simplemente podamos identificarlo analítica y políticamente. Podemos mirar las maquilas en el sudeste asiático, o aquí cerca: nosotras nos vestimos con ropas que se hacen en maquilas que están al lado. Las maquilas más descualificadas son las que están más feminizadas.
Si no es violencia privar de derechos laborales, de derechos económicos, si no es violencia obligar a abortar, si no es violencia impedir a mujeres que interrumpan el embarazo cuando ellas deciden que no quieren ser madres en ese momento, si no es violencia comprar a niñas, si no es violencia taparlas, a veces hasta la boca, con el significado simbólico que eso tiene… Yo creo que nuestra obligación como feministas es producir un marco interpretativo que nos permita ver que todos esos elementos de violencia son el resultado de una poderosísima reacción patriarcal que ha colocado a las mujeres en todo el mundo en una situación defensiva.
- ¿Cómo adaptar las luchas de las feministas a diferentes contextos sociales y culturales?
- Las feministas de cada cultura y cada sociedad son las que tienen que formular sus propias reivindicaciones políticas, porque cada sociedad tiene sus específicas estructuras opresivas y a eso corresponde también sus estrategias. Las agendas feministas tienen que hacerlas las mujeres en su propio contexto. Después, algunas, si estamos en buenas condiciones podremos quizá contribuir o colaborar de la forma en que se nos pida. En unos casos podremos ayudar y en otros nos podrán ayudar. Algunas prácticas opresivas están tan normalizadas que se ven mejor desde fuera que desde dentro. Para eso es necesario que las mujeres de otras sociedades y culturas cuestionen nuestra normalización de las prácticas opresivas en las estamos inscritas. Al mismo tiempo, la globalización neoliberal, al ser tan brutal para las mujeres, nos pone delante de los ojos un objetivo estratégico que puede conducirnos a pactos políticos, afinidades y convergencias entre nosotras.
- ¿Cómo ves los vínculos de los grupos feministas del Estado con los de otros países? ¿Hay una mirada global? ¿Hay posibilidades de tender puentes entre diferentes luchas?
- Estamos en un buen momento en este sentido, sobre todo con los grupos feministas de América Latina. Tenemos comunicación, que se concreta en que sabemos lo que pasa allí y ellas saben lo que pasa aquí. La sociedad latinoamericana tiene una deuda inmensa con las mujeres por la prohibición patriarcal del aborto. Y nosotras ahora estamos con el mismo problema. A ellas les niegan ese derecho civil y a nosotras nos lo recortan mucho. Y lo mismo sucede con grupos de mujeres de otros continentes El capitalismo neoliberal nos está empobreciendo a la mayoría y empujando a sectores de mujeres a la prostitución, pues si algo está claro es que las mujeres son un elemento clave del mercado esclavista global. Creo que todos esos elementos pueden contribuir a que hagamos alianzas. Pero no quiero terminar sin decir que el feminismo es realmente un internacionalismo. Se ha visto muy bien en congresos, jornadas y otros encuentros que las mujeres de distintas culturas y continentes nos entendemos.
Ahora bien, a condición de que nadie diga a nadie lo que tiene que hacer. Eso es importante. No hay recetas mágicas. Lo que es una receta para aquí no lo es para allá. No tenemos que dar lecciones. Y las políticas económicas neoliberales también nos empujan a pactar con grupos y movimientos críticos con esas políticas. Ahora bien, no es fácil para las feministas porque en esos grupos funciona una lógica invisible que hace difícil que entiendan la desventaja social de las mujeres y por ello las vindicaciones políticas feministas.
- Mantienes una estrecha relación con México y con Guatemala. ¿Cuáles son las claves de las luchas de las mujeres en estos lugares?
- En México en general veo dos cuestiones en las que ellas están trabajando muchísimo. Se sigue matando mujeres, mucho, y no son los asesinatos que estamos viendo aquí, son unos asesinatos vinculados a la economía criminal, al narco, a las maquilas… Es una red tejida de intereses muy compartidos por sectores masculinos de la sociedad. La otra fuente de preocupación inmensa para las mujeres es la prostitución y la trata. Y es complicado hacer frente a esta violencia porque algunos estados, sobre todo los de de Centroamérica, son débiles y están ocupados por élites feroces que expropian de recursos sin miramientos de ningún tipo a la población. En América Latina hay muchos Estados muy débiles, y cuanto más débiles son los Estados, más espacio se abre para la impunidad, y, cuanta más impunidad hay, más debilitados se encuentran los derechos de las mujeres.
- En tu libro Hacia una nueva política sexual. Las mujeres ante la reacción patriarcal hablas de la doble militancia. ¿Por qué es difícil?
- Es difícil porque los varones de los partidos políticos y de los movimientos sociales no quieren compartir el poder con las mujeres. En el fondo de sus imaginarios patriarcales siguen pensando que las mujeres no nos merecemos tanto como lo que tienen ellos. Es así de sencillo. Y las feministas que militan en los partidos y en los movimientos sociales tienen un espacio de maniobra muy pequeño: si defienden premisas feministas en vez de premisas de partido, no van a prosperar en la estructura orgánica; si defienden las premisas de los partidos y de los movimientos, se encuentran con un rechazo fuerte del movimiento feminista. No hay más que una solución: que el feminismo se haga fuerte en la sociedad civil, que presione mucho a los partidos y a los movimientos sociales y que esas mujeres que están en unos y otros se conviertan en mediadoras entre sus organizaciones y el movimiento feminista. Eso sería lo ideal. Ahora, que eso vaya a ocurrir… no es fácil. No estamos en el mejor momento. Pero tampoco en el peor.
- ¿Qué podemos hacer para conservar y trasladar la memoria histórica feminista?
- Lo que estáis haciendo vosotras, por ejemplo. Las organizaciones, las ONG y los movimientos tendríamos que dejar constancia de todo lo que hacemos. Tenemos que dejar escrito todo lo que hacemos, todas nuestras luchas, las que ganamos y las que perdemos. Hace muy poco se murió Victoria Sau. Ha sido unas de las grandes del feminismo español, reivindicada por feminismos distintos. ¿No tendríamos que haberle hecho un gran homenaje y reclamarla como una de las madres del feminismo? Tenemos que explicar lo que hacemos, lo que hemos conseguido, cuáles son nuestros proyectos.
No puede haber una propuesta política para el futuro si no tenemos un pasado reconstruido. Dice Celia Amorós que la historia de las mujeres y de las luchas feministas es la historia de entrar por una puerta y salir por otra sin dejar marca en el libro de registros. Por ejemplo, la ley contra la violencia de género fue el resultado de una lucha del movimiento feminista. Poco después de promulgarse la ley, pareciera que no hubo relación entre la elaboración de la ley y las luchas feministas. Desde luego, hay que preguntarse el por qué.
El 15M ha logrado poner en el centro del discurso político el tema del mercado y de una democracia claramente insuficiente y poco representativa, pero las feministas no hemos logrado introducir en la agenda política la idea de que existe una estructura social patriarcal que salvaguarda los privilegios de los varones.
Ane Garay Zárraga es investigadora del Observatorio de Multinacionales en América Latina (OMAL) – Paz con Dignidad. Andrea Gago Menor es editora de Pueblos – Revista de Información y Debate.
Esta entrevista se realizó en Bilbao hacia finales de 2013 y se actualizó tras el anuncio del ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, de la nueva ley del aborto.
Fuente original: http://www.revistapueblos.org/?p=15606
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