por Isabel Benítez Romero
Las dimensiones de la crisis sistémica en que nos encontramos hacen
urgente abordar la transformación de una situación que nos ubica en la
disyuntiva anunciada por Rosa Luxemburgo: socialismo o barbarie.
La lucha contra los efectos del
capitalismo nos interroga sobre la cuestión del sujeto colectivo. A
partir de un somero repaso histórico sobre la construcción de la
opresión patriarcal en el capitalismo y la dinámica histórica del
movimiento feminista, se pone sobre la mesa la necesidad de reconstruir
un planeamiento de clase que, desde la filosofía de la praxis y no desde
la unilateralidad economicista, permita superar la fragmentación de los
combates. Este rearme no es posible sin una lucha consecuente contra
todas las divisiones que el capitalismo produce en el seno de la clase
trabajadora, y específicamente, las emanadas de la opresión patriarcal,
inscritas en la dinámica de la lucha de clases.
Las dimensiones de la crisis sistémica
en que nos encontramos hacen urgente abordar la transformación de una
situación que nos ubica en la disyuntiva anunciada por Rosa Luxemburgo:
socialismo o barbarie.
Si la crisis golpea con fuerza al
conjunto de la clase trabajadora, la energía del golpe no se reparte por
igual: recae sobre las mujeres, y
entre ellas, las inmigrantes. El desempleo, subempleo, desmantelamiento
de servicios públicos (altamente feminizado), privatización doméstica de
las tareas de cuidado y atención a a personas dependientes… La crisis
está reforzando la división sexual del trabajo y la violencia machista
disciplinadora asociada a ella: reclusión doméstica, merma de la
autonomía económica y revitalización de relaciones de dependencia
económica familiar o de pareja.
Los recortes salariales se ceban en los
sectores menos organizados- o con menor capacidad de respuesta sindical-
y alimentan la brecha salarial estructural. La reacción conservadora en
materia de salud reproductiva en el Estado español
es la enésima broma macabra en una coyuntura donde, ahora más que
nunca, la maternidad forzosa constituye un factor de riesgo de exclusión
social evidente y la desnutrición infantil es una realidad
insoslayable.
Evitar la barbarie exige una toma de
partido fundamental: ¿es posible desarrollar un modelo social, económico
y político emancipador – también para las mujeres-
dentro del capitalismo o si por el contrario es necesario romper con
actual modelo: ¿reforma o revolución?. ¿Y quiénes debemos abordar, a
quiénes interpelan estas tareas? La cuestión del sujeto es una cuestión
estratégica:¿cuáles son nuestros objetivos?¿quién es el enemigo?;
táctica ¿qué aliados?¿bajo qué condiciones?; y organizativa:¿cómo nos
organizamos?¿bajo qué parámetros?.
Así pues, la discusión sobre el sujeto
no es un debate filosófico para gente con tiempo libre: es una de las
condiciones del éxito de la batalla. Tampoco es un ejercicio teórico
estéril, si es que realmente nos podemos permitir el lujo de prescindir
de la teoría. Sin embargo, es comprensible que en los términos en que se
ha desarrollado esta temática, también para el caso del feminismo, se
haya convertido en una materia poco accesible fuera del ámbito
universitario, la inflación de neologismos y los argumentos de autoridad
tampoco no han ayudado a democratizarlo , asfixiando demasiado a menudo
el pensamiento crítico.
Es un lugar común de la literatura
feminista contemporánea la crisis del sujeto feminista una crisis que
cabalga paralela al cuestionamiento general de la noción de sujeto
colectivo y especialmente al cuestionamiento de la pertinencia y la
existencia del sujeto colectivo en de la clase trabajadora. En su lugar
se han sucedido una la explosión cámbrica de candidaturas alternativas-
unas nuevas, otras no tanto- : precariado, cognitariado, ciudadanía, …
Mientras la agenda capitalista se ha impuesto a escala planetaria
poniendo y deponiendo gobiernos, interviniendo política, económica y
militarmente y la miseria se generaliza entre la población de la
Champion League de la economía, se han ido sucediendo análisis que
preconizaban un nuevo capitalismo, tan diferente, que justificaba el
lujo de volver la espalda a siglos de teoría y experiencia práctica de
movimiento obrero internacional. A pesar de que el hacinamiento, el
hambre, los CIES (campos de concentración de extranjeros), la censura,
la represión política y sindical y el tráfico de personas son fenómenos
muy actuales y recurrentes del capitalismo.
Tratamos la cuestión ubicándonos en una
tradición política y filosófica concreta, con humildad y abierta al
debate para la acción. En el contraste de posturas se estimula el
pensamiento crítico y se clarifican las posiciones, avanzamos.
Defendemos una perspectiva de ruptura desde una posición tanto
epistemológica como práctica desde la tradición de la filosofía de la
praxis2. Una perspectiva que nos posibilite entender las relaciones
sociales que constituyen las relaciones de explotación y de opresión y
ver las siluetas de los sujetos colectivos que -emanados de dichas
relaciones- no sólo las producen o reproducen sino que se erigen en
sujetos políticos para su destrucción y la creación un futuro
alternativo a la barbarie capitalista.
La filosofía de la praxis postula la
lectura antropológica de Marx que planta en el seno de la teoría del
valor la teoría del fetichismo de la mercancía, y que nos remite a un
sujeto colectivo vivo y concreto que hace la historia en unas
condiciones históricas dadas (Prior Olmos, 1998;Kohan, 2014). La clase
trabajadora abordada por tanto como el conjunto de personas desposeídas
de los medios necesarios para existir y desarrollarse, obligada a
someterse a relaciones salariales (directas o mediadas), entendida como
un sujeto colectivo que “se construye como tal (incorporando las
múltiples individualidades e identidades de grupo) en la lucha contra su
enemigo histórico. Constituye el conjunto de la clase trabajadora, por
eso conforma un sujeto colectivo” (Kohan, 2014:52).
http://marxismocritico.com/2014/03/03/el-sujeto-feminista/
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