Wilfredo Ardito Vega
Catedrático universitario. Activista de derechos humanos. Master en Derecho Internacional de los DH y Doctor en Derecho.
Adital
El pasado junio, diversas ONGs de Cataluña protestaron por el recorte del 84% de los fondos destinados a la ayuda al Tercer Mundo. Algunos integrantes de las ONGs, desesperados, tomaron las instalaciones de la Agencia Catalana de Cooperación, pero en la madrugada fueron desalojados por los mossos d’esquadra, es decir la policía local.
Este incidente refleja el carácter mundial de la crisis que vienen enfrentando las ONGs. En el Perú, estas organizaciones se desarrollaron mucho desde los años setenta para enfrentar problemas como la pobreza en las zonas rurales, la defensa de los derechos humanos o la promoción de la mujer. Los sueldos de los trabajadores y los gastos de funcionamiento se pagan gracias al apoyo de iglesias y gobiernos de los países desarrollados, así como de entidades similares (Oxfam, Entrepueblos, Ibis).
En los últimos años, el financiamiento se ha reducido ostensiblemente debido a la crisis económica que enfrenta el Hemisferio Norte y el incremento de gobiernos conservadores en Europa. Al mismo tiempo el Perú y otros países de América Latina, ya no son percibidos como prioritarios para la ayuda internacional, porque se considera que poseen suficientes recursos para enfrentar sus problemas sociales.
Aunque en años anteriores algunas ONGs han tenido problemas de financiamiento, actualmente es una situación que se viene generalizando y algunas ONGs se ven en la necesidad de colocar a sus trabajadores a medio tiempo o tres cuartos.
-Aquí se aplica el "Más por Menos” –dice un amigo, bromeando con la publicidad de algunas ofertas-: trabajamos más y nos pagan menos.
Una abogada me explica:
-Nosotros no podemos tener estabilidad laboral, porque nunca sabemos si nuestros proyectos se van a renovar. Todos acá estamos por recibo por honorarios.
Desde una perspectiva contable es comprensible, pero algunas ONGs han terminado vulnerando muchos derechos laborales.
-Yo comprendo el problema y por eso acepto firmar solamente recibos por honorarios –me decía una asistenta social.
Meses después, cuando fue despedida, después de laborar 10 años en una ONG, se encontró con la angustia de no tener indemnización, ni CTS ni pago de vacaciones.
Este panorama afecta también el compromiso institucional de los trabajadores más jóvenes, quienes además sienten que su permanencia en la ONG será muy corta.
-Yo sé que tengo un techo y que jamás podré ascender –me dice un practicante, que ya ha presentado su renuncia.
La reducción de fondos se refleja también en la pérdida de incidencia pública, por la desaparición de medios impresos como revistas o boletines o la ausencia de los medios masivos. Recurrir al Facebook o al Twitter es menos costoso… pero normalmente no se sale de pequeños círculos y nunca llega a un público masivo.
Ante el panorama incierto, suelen quedarse los más idealistas, aceptando recortes de sueldos y mayor precariedad… pero también se quedan algunos empleados mediocres: la valoración de la lealtad por encima de la eficiencia es una trampa para muchas ONGs.
-Prefiero que se quede la gente que tendría más dificultades para conseguir trabajo –me dijo la directora de una institución.
Los demás buscan dedicarse a la actividad académica, las consultorías y cada vez más las empresas privadas, antes renuentes a trabajar con los sectores populares, pero que ahora pueden tener interesantes programas de responsabilidad social (trabajo en zonas rurales, educación popular en quechua, participación de la población). En los últimos años, además, varios conocidos han tomado la decisión de pasar también a empresas extractivas.
Muchas personas también están migrando hacia aquellos sectores del Estado donde se advierte una voluntad de beneficiar a las grandes mayorías. A veces, esto implica aprender a dejar de lado posiciones personales sobre determinados temas. De lo contrario, pueden ser acusados de "rojos” por los medios de comunicación conservadores.
Ya en tiempos de Fujimori, se dio una primera migración hacia el Estado, cuando la Defensoría del Pueblo captó a muchas personas valiosas que trabajaban en ONGs, aunque esto podría cambiar:
-Si Walter Gutiérrez es nombrado Defensor del Pueblo, mucha gente comprometida dejará la Defensoría –vaticina un amigo.
Curiosamente, como signo de los nuevos tiempos, otros integrantes de ONGs piensan todo lo contrario y parecen muy decididos a trabajar con Gutiérrez en su calidad de nuevo Defensor.
La alternativa de financiar a las ONGs de manera local parece muy difícil. En nuestro país, la solidaridad todavía es manejada como asistencialismo ocasional. Muchas personas preferirían donar directamente a un niño que necesita una operación que para el sueldo de un abogado o un agrónomo.
Como decíamos al inicio, la crisis tiene dimensiones mundiales: durante este año, los trabajadores de Amnistía Internacional en Londres han hecho huelga durante tres días en protesta por las medidas laborales.
-Yo le doy cinco años a las ONGs –me dice un abogado, que ha trabajado en ellas desde los años setenta.
En los próximos años veremos si se cumple su vaticinio.
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