La Organización Internacional del Trabajo estima que 12 millones de personas en el mundo viven en condición de esclavos. Brasil, principal receptor de esclavos de América Latina durante la colonia, continúa albergando miles de “esclavos modernos”. La Comisión Pastoral de la Tierra de ese país sudamericano acaba de lanzar una campaña de denuncia, retomada en Suiza por la ONG Brücke - Le Pont.
A pesar de su abolición en 1888, siguen apareciendo en ese país sudamericano –y en otras regiones del planeta- nuevas formas de esclavitud.
Seres humanos que trabajan en condiciones infrahumanas en plantaciones, fábricas cerradas, minas, carboneras etc. Diversas fuentes estiman que cerca de 40 mil brasileros están actualmente condenados a una situación de esclavitud “moderna”. Situación que motiva a la Comisión Pastoral de la Tierra a lanzar la campaña de denuncia: “Mantenerse vigilantes para evitar la esclavitud”.
“Es muy importante la solidaridad internacional para denunciar esa realidad inhumana que se da todavía en mi país” explica la ingeniera agrónoma Rosa Lidia Morais da Silva, de visita en Suiza.
Morais, voluntaria nacional de la organización “Haciendo la Paz” -coparte de Brücke- se desempeña como responsable de gestión interna de la Acción Social Arquidiocesana (ASA). Reconocida ONG brasilera que reúne en su trabajo a diversos actores de la sociedad civil brasilera como las pastorales de la Tierra, de los Emigrantes, de los Niños, de la Salud.
“Lo que define legalmente la situación de esclavitud son dos elementos: condiciones degradantes de trabajo y vida; y la privación de libertad”, explica Morais.
Según las Comisión Pastoral de la Tierra, Pará es el Estado “campeón” en cuanto a mayores denuncias de trabajo esclavo. Le siguen en el ranking del esclavismo moderno brasilero, los Estados de Mato Grosso, Maranhão, Goiás y Tocantina. En 2010, 3.054 personas fueron liberadas de la esclavitud en esas regiones dado el trabajo de ONG y de instancias estatales.
Realidad verídica...con aire de ficción
“Un personaje denominado “gato” (Ndr: dado que captura gente como a ratones) llega a un municipio aislado, que padece normalmente un alto nivel de desocupación, ofreciendo trabajo”, narra Morais para explicar el funcionamiento del esclavismo moderno.
Entrega anticipadamente algo de dinero para la familia. Y fleta un bus, en general de bastante lujo, con un grupo de desempleados contratados, explica.
Luego de un viaje largo, que puede ser de varios cientos o incluso miles de kilómetros “los van cambiando de transporte, hasta terminar en vehículos muy incómodos y poco seguros con los cuales serán distribuidos en diferentes haciendas o explotaciones rurales”.
Con esas condiciones “que se degradan con el paso de las horas”, los contratados llegan a un lugar aislado, muchas veces zonas boscosas donde trabajarán en el desmonte o a parcelas rurales que serán destinadas luego para el agro-negocio, precisa la joven agrónoma brasilera.
“Los trabajadores llegan ya endeudados a su lugar de trabajo. Porque el “gato” les descontará de sus ridículos salarios los gastos de transporte y la alimentación durante el periplo. Comienzan desde el primer momento a soportar condiciones inhumanas de vida y de trabajo, agravadas por el aislamiento total de sus familias y su pueblo de origen”, explica Morais.
“La existencia de esta esclavitud moderna y del mecanismo de contratación que la origina sólo se puede explicar por la ignorancia de la persona desempleada, por la falta de información sobre lo que le va a esperar, y por la propia desesperación surgida de su situación económica”, explica Rosa Lidia Morais. Es el resultado directo de la “pobreza extrema, de la miseria, del hambre, de la falta de acceso a la educación”, enfatiza.
Crimen
El artículo 149 del Código Penal brasilero considera al “esclavismo como un crimen”, explica la ingeniera agrónoma, quien reconoce “los esfuerzos tenaces del Estado para tratar de confrontar esta realidad indigna”.
La voluntad política existe y se expresa, por ejemplo, a través de un Plan Nacional contra el tráfico de personas, que combate el trabajo esclavo, la venta de órganos y el comercio sexual.
Además, enfatiza Morais, “el Ministerio de Trabajo y Empleo ha creado comisiones especializadas para combatir el trabajo esclavo. Sus funcionarios actúan junto con la Policía Nacional. Corriendo, muchas veces, grandes riesgos, ya que los propietarios de las haciendas cuentan normalmente con milicias armadas para proteger sus propiedades”.
Elemento también significativo: dicho Ministerio publica regularmente una “lista sucia” de las empresas denunciadas por violaciones graves, como contratar mano de obra esclava. “Las mismas quedarán así excluidas de todo tipo de licitación pública y no podrán aspirar a recibir créditos bancarios”, subraya Morais.
Quien anticipa dos reflexiones de síntesis. La constatación que a pesar de las leyes y de la voluntad política del Estado y del Gobierno actual, “la esclavitud moderna en Brasil existirá en tanto amplios sectores sociales sigan viviendo en la miseria”.
Y el llamado a la cooperación y la solidaridad internacional para acompañar la campaña de las ONG brasileras. Las tareas principales: “informar adentro del país y afuera. Promover campañas de divulgación sobre el trabajo esclavo. Sensibilizar sobre su efecto perverso. Reforzar a los actores de la sociedad civil nacional que lo combatan abiertamente”, concluye Moreira.
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