Por Hernán Ouviña
La irrupción indígena, y en menor medida de afro-americanos, en el cada vez más convulsionado escenario de Nuestra América simboliza el retorno de lo largamente reprimido. Si la esencia de una nación es –al decir de Ernest Renán– el olvido y el error histórico, entonces esta contundente e iracunda presencia de los pueblos y comunidades originarias, a lo largo y ancho del continente, viene a resquebrajar aquella imagen homogénea y armónica que se pretendió imponer tras cada uno de los procesos independentistas vividos durante 1810. Esa supuesta bisagra histórica no fue tal para los grupos subalternos y pueblos oprimidos por el poder colonial, que continuaron siendo considerados “menores de edad” en términos jurídicos y, por lo tanto, plausibles de ser tutelados y segregados por los Estados emergentes. Más aún, como veremos en este artículo, aquel grado cero en muchos casos significó un avasallamiento mayor de sus territorios y derechos más elementales.
La irrupción indígena, y en menor medida de afro-americanos, en el cada vez más convulsionado escenario de Nuestra América simboliza el retorno de lo largamente reprimido. Si la esencia de una nación es –al decir de Ernest Renán– el olvido y el error histórico, entonces esta contundente e iracunda presencia de los pueblos y comunidades originarias, a lo largo y ancho del continente, viene a resquebrajar aquella imagen homogénea y armónica que se pretendió imponer tras cada uno de los procesos independentistas vividos durante 1810. Esa supuesta bisagra histórica no fue tal para los grupos subalternos y pueblos oprimidos por el poder colonial, que continuaron siendo considerados “menores de edad” en términos jurídicos y, por lo tanto, plausibles de ser tutelados y segregados por los Estados emergentes. Más aún, como veremos en este artículo, aquel grado cero en muchos casos significó un avasallamiento mayor de sus territorios y derechos más elementales.
Leer ensayo aquí
No hay comentarios:
Publicar un comentario