Lic. Valentín Barahona Mejía
En medio de una turbulencia política, el recién pasado domingo se efectuaron en la República de Honduras, elecciones generales, para elegir Presidente, Diputados, Alcaldes y Concejales. Según los resultados preliminares, el candidato triunfador es Porfirio Lovo del Partido Nacional.
Los comicios fueron organizados y dirigidos por un gobierno golpista encabezado por Roberto Micheleti, quien desalojó del poder al Presidente constitucional Manuel Zelaya Rosales, a través de un golpe militar, ejecutado el 28 de junio. Micheleti días antes de las elecciones se alejó del poder en un intento por maquillar el viciado proceso con visos de legalidad.
Como corolario al golpe militar la inmensa mayoría de los países del mundo, aglutinados en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Organización de Estados Americanos (OEA), han dicho que las elecciones hondureñas son ilegítimas, pues las autoridades son espurias, con excepción, por supuesto, de Estados Unidos, Costa Rica, Panamá, Colombia y Perú.
El golpe de Estado en Honduras ha permitido poner al desnudo ante los ojos del mundo las máscaras hipócritas de algunos líderes políticos que se autoproclaman defensores de la democracia y de los principios consignados en la Carta Democrática de la OEA, la cual enfáticamente señala no reconocer ningún gobierno que surja de un golpe de Estado militar, como el que se le asestó a Manuel Zelaya, quien bajo manu militari, fue obligado por la fuerza a montarse en un avión.
Entre esos hipócritas está el Presidente de Costa Rica, Oscar Arias, quien pese a tener el rol de mediador en el conflicto hondureño, y artífice en la redacción de un acuerdo que plantea la restitución de Zelaya al poder, ahora sin ninguna desfachatez y desvergüenza, ha dicho que su gobierno reconocerá los comicios hondureños.
El otro gobernante que ya está sacando a luz pública su doble moral es el Presidente de Estados Unidos, Barack Obama Huissen. Éste inicialmente condenó el golpe, tomó algunas decisiones para aparentar que estaba en contra de los golpistas. Luego que se firmara el acuerdo de restitución de Zelaya en el cargo, el gobernante afroamericano cambió la seña y el Departamento de Estado declaró que los Estado Unidos reconocería las elecciones. Lo actuado por los yanquis acredita que ciertamente fueron los auspiciadores del golpe militar. ¿Qué se puede decir de Panamá, Perú y Colombia, países suscritores de la Carta Democrática de la OEA?, razón por la cual están obligados a desconocer las elecciones hondureñas, sin embargo, los gobernantes de estos países han dicho que las reconocerán, como que si no ha pasado nada en el pequeño país centroamericano.
La experiencia hondureña comprueba una vez más que la OEA es una organización regional que es absolutamente incapaz e inoperante para hacer cumplir los principios, estatutos y reglamentos que rigen a las naciones miembros de la organización.
¿Cuál es la lección que deja el Golpe de Estado en Honduras? En primer lugar que la democracia, como forma de gobierno, no es respetada por los políticos como una forma civilizada de zanjar las diferencias políticas y establecer un marco de convivencia pacifica entre gobernantes y gobernados. Que en materia de poder político todo se mueve en función de intereses de la geopolítica regional, e intereses que tienen sectores económicos y políticos poderosos de cada país. En otras palabras el término y la concepción de democracia, se aplica de acuerdo al prisma y a los intereses de cada sector, que luchan por llegar y mantenerse indefinidamente en el poder, sean estos de derecha o de izquierda.
Manuel Zelaya, es derrocado del gobierno bajo una conspiración orquestada y planificada en la Casa Blanca, quien ejecuta la acción son los sectores políticos y económicos poderosos de Honduras, que veían en Manuel Zelaya, un aliado peligroso del gobernante venezolano Hugo Chávez y como un avance peligroso de la izquierda, lo cual había que frenar.
El actuar de los sectores golpistas de Honduras, no tiene nada que envidiarles a los políticos nicaragüenses. En nuestro país, al igual que en Honduras, se pisotean los principios democráticos, pero la situación es a la inversa. Aquí quien violenta la Carta Democrática de la OEA es un gobernante que se hace llamar revolucionario, que se dice partidario del Socialismo del siglo XXI. El Presidente Ortega y sus allegados han manifestado públicamente que están dispuestos a pagar cualquier costo y a hacer hasta lo imposible por mantenerse indefinidamente en el poder, esas palabras las están cumpliendo al pie de la letra. Esto quedó demostrado con los resultados de las elecciones municipales de noviembre de 2008, en las que se perpetró un gigantesco fraude.
Otra muestra de la violación a los principios democráticos fue la amañada sentencia judicial de la Sala Constitucional del 19 de octubre, en la cual se viola la Constitución Política, concediendo la reelección presidencial a Daniel Ortega, la cual está expresamente prohibida en la Carta Magna.
Y qué se puede decir de la derecha política de nuestro país, éstos son iguales a la mal llamada izquierda, éstos desde sus inicios mostraron simpatías al golpe de Estado de Honduras, aún los del PLC y del Movimiento Vamos con Eduardo, enviaron delegaciones a Honduras, con lo cual están avalando esas elecciones. Si la derecha de Nicaragua tuviera influencias en el Ejército Nacional, a Daniel ya le hubieran propiciado un golpe militar. Ésa es la fauna política de derecha y de izquierda que existe en nuestro país, las que se mueven no en función de los principios democráticos, sino en función de intereses económicos y políticos muy particulares.
Para que un político pueda ser creíble en Nicaragua y en cualquier parte del mundo, primero debe partir por dar un ejemplo de ética política y de práctica a los principios democráticos, de ocurrir lo contrario, todos sin excepción serían simples falsos profetas.
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