sábado, 11 de octubre de 2014

ELECCIONES PRESIDENCIALES EN BOLIVIA Y LOS RUMBOS DEL “PROCESO DE CAMBIO”


Por: Sarela Paz[1]
 
El porcentaje alto y arrollador del Movimiento al Socialismo (MAS) bajo la jefatura del presidente Evo Morales  que se pronostica  venir para las elecciones presidenciales en Bolivia este 12 de octubre, deberá interpretarse en el marco de una construcción de alianzas y consolidación hegemónica de fuerzas políticas que expresan luchas y disputas por la consolidación y desarrollo de un capitalismo del siglo XXI en Bolivia.  Esto supone, a contrapelo de lo que el discurso oficial dice de sí mismo, una agregación de intereses locales y regionales que compromete a sectores tradicionalmente dominantes de la sociedad boliviana (léase agroindustriales, mineros o corporaciones petroleras), con segmentos sociales emergentes, varios de ellos con fuerte enraizamiento étnico y  con ambiciones de desarrollo que están más cercanas a las dinámicas del capital regional y mundial, antes que a visiones alternativas de desarrollo para Bolivia y América Latina.  

Asumámoslo, Evo Morales y la coalición social que él representa es la expresión política que renueva y produce nuevos elementos de legitimidad para que formas seculares de coacción económica en nuestro subcontinente, puedan reproducirse bajo ribetes “más populares” y “democráticos” que las antiguas formas políticas fundamentadas en autoritarismos y expresiones gamonales de la política Latinoamericana.  La incorporación al poder de segmentos sociales emergentes con fuerte enraizamiento étnico, es lo que se destaca como renovación y como nuevos dispositivos de legitimación, por ello, difícil de desentrañar en sus lógicas y alianzas con el capital  y un verdadero desafío al conocimiento por la compleja estructura de poder que produce.  En esa línea es válido interrogarnos sobre ¿cómo se integró y articuló este nuevo diagrama de poder en Bolivia? puesto que ahondar en su respuesta nos da luces sobre la avalancha electoral del MAS y la coalición política que representa.

Es innegable que la llegada de Evo Morales al gobierno el año 2005 fue posible por la conformación de un bloque popular de alianzas fundamentado en sectores núcleo de los pueblos indígenas (segmentos sociales con fuerte enraizamiento étnico) y sectores urbanos movilizados alrededor de demandas de los recursos naturales como riqueza que debe protegerse de la expoliación del capital.  La primera gestión de gobierno supuso el desarrollo de una agenda política progresista y algunas veces en contra de los intereses del capital local y transnacional.  Nacionalización de los hidrocarburos, Asamblea Constituyente, industrialización de los recursos naturales, reconducción comunitaria de la Ley de INRA (Instituto Nacional de Reforma Agraria), formaron parte de acciones políticas que daban la posibilidad de pensar un horizonte nuevo y alternativo en Bolivia.  De ahí el gran enfrentamiento que se tuvo con los sectores agroindustriales del oriente boliviano.  Dicho en clave política, con las formas gamonales de ejercer el poder y la economía.

No obstante lo mencionado, la propia coalición popular contenía en su seno un conjunto de intereses y contradicciones que dieron lugar a luchas y disputas por la orientación del proceso.  Como indicador de lo mencionado podemos destacar la participación orgánica de los cooperativistas mineros que en 2003 hicieron acuerdos con el MAS para llevar a Evo Morales a la presidencia,  a cambio de ello impusieron una serie de demandas que hoy día se reflejan en la Ley de Minería y Metalurgia aprobada en mayo de este año.  La mencionada ley es una apuesta por la minería privada y transnacional en detrimento de la tradicional minería estatal que tuvo Bolivia a través de la COMIBOL.  Es también indicador de lo mencionado la orgánica participación del movimiento cocalero y colonizador de Bolivia (migrantes quechua y aymaras a la ceja de selva) que hoy se lo reconoce como intercultural.  Este sector que vino a formar parte del núcleo indígena originario conocido como Pacto de Unidad durante la Asamblea Constituyente, mostró grandes diferencias respecto a la propiedad colectiva de la tierra, afianzando su interés hacia una forma individual de la gestión y propiedad de la tierra y procesos de mercantilización que se orientan hacia las dinámicas del capital.

Sectores emergentes con fuerte enraizamiento étnico no solo son cooperativistas mineros y/o interculturales, sino también importantes sectores del comercio que vinculan a Bolivia con Asia y con mercados regionales no tradicionales como los aledaños a las fronteras bolivianas.  Arica Iquique, en Chile, Tacna, Ilo, Arequipa, en Perú, poblados intermedios de los estados de Acre, Rondonia o Matto Grosso do Sur en Brasil, o poblados fronterizos a Yacuiba con Argentina, han producido una red de relaciones comerciales donde sectores aymaras procedentes de los departamentos de Oruro y La Paz, muestran una gran habilidad para manejar redes comerciales ligadas a la expansión comercial de Asia y China en Sudamérica.  

Por las características de sus intereses económicos estos sectores emergentes que ocupan filas importantes en el MAS, han visualizado la necesidad de cimentar una estructura de poder que les permita operar a lo largo del tiempo, con el MAS y más allá del MAS.  En ese entendido, defensa de propiedad colectiva de la tierra, control productivo de la agroindustria y limitación al crecimiento de productos transgénicos, desarrollo de una minería estatal que pone límites a la privada, limitaciones comerciales con el fin de fortalecer la producción nacional agrícola o manufacturera, son puntos de una agenda que resultan distantes de las búsquedas que tienen como sectores emergentes en la nueva geometría de poder.  Es acá donde podemos encontrar el clivaje de la coalición popular, el distanciamiento de agendas alternativas en desarrollo, la posibilidad de apostar por los Derechos de la Madre Tierra, y la necesidad, para sostenerse políticamente, de tranzar con sectores tradicionalmente dominantes en la sociedad boliviana y/o las corporaciones petroleras que tradicionalmente han actuado en nuestro país.

La segunda gestión de gobierno de Evo Morales es el reflejo del resquebrajamiento de la coalición popular y el asenso de una nueva estructura de poder que tiene como epicentro una alianza y articulación entre: sectores agroindustriales del oriente boliviano, sectores petroleros y sectores emergentes que usan el enraizamiento étnico como un dispositivo de movilización política.  Ciertamente, un contexto de tal naturaleza nos hace ver como irrelevante las acusaciones producidas por el discurso político oficial.  Derecha versus proceso de cambio, oligarquías tradicionales versus “pueblo emergente”, socialismo versus capitalismo, resultan a la luz de un análisis de economía política no solo precarias sino hipócritas ante el proceso de DESARROLLO DEL CAPITALISMO DEL SIGLO XXI QUE ESTA VIVIENDO BOLIVIA.  El MAS es su principal impulsor por las características de legitimación que logró construir al amalgamar, en el pasado, posiciones progresistas de sectores urbanos con demandas indígenas, una amalgama que produjo sismos en la estructura tradicional de poder.

La amalgama discursiva fue productora de un gran campo de hegemonía para decir que se cambiaba lo que nunca se pretendió cambiar. Hoy día, determinados sectores tradicionalmente dominantes de la sociedad boliviana, han entendido que no es posible pensar una estructura institucional de poder estatal sin compartirla con los sectores emergentes de enraizamiento étnico, estos sectores encuentran en el MAS su mejor estrategia de poder.  Similarmente, los sectores emergentes con enraizamiento étnico requieren, para estabilizar su llegada al poder, de alianzas, articulación y activación de dispositivos de poder de las élites tradicionales. Estamos hablando de un juego de alianzas políticas que ha desalojado las formas gamonales de ejercer el poder, pero no se ha distanciado de las estructuraciones seculares que comprometen a Bolivia y América Latina con el capital global. 

No nos distraigamos con discursos que dicen cambiar lo que no pretenden cambiar, la avalancha electoral que está pronosticada en Bolivia este 12 de octubre por parte del Movimiento al Socialismo, es una clara expresión de los nuevos diagramas de poder que requiere el capitalismo del siglo XXI y los desafíos que tiene, diagramas que suponen una renovación de aliados y ribetes populares para su legitimación.


[1] Socióloga boliviana, PhD en Antropología Social, con 25 años de trabajo con organizaciones indígenas y campesinas de Bolivia, formó parte del equipo de asesores del Pacto de Unidad durante la Asamblea Constituyente, apoyó en la formulación de demandas territoriales (TCO) de los pueblos indígenas de tierras bajas, es docente investigadora de la Universidad Mayor de San Simón y actualmente forma parte del equipo de la Plataforma Boliviana frente al Cambio Climático. Sus principales investigaciones abordan temas de gestión territorial y recursos naturales, gobierno y autonomía indígena, pluralismo jurídico y ciudadanía intercultural/multicultural.

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