Rodolfo Mier Luzio
Cualquier ser humano puede ser encarcelado; pero, de ninguna manera su libertad de pensar, y eso lo comprobó quien ahora plantea no pensar. Estuvo entre rejas, pero su pensamiento perdura.
Sin embargo, dijo enfáticamente a los militantes de su partido: “Si no se someten al ‘centralismo democrático’ para fijar una posición única ante los medios de comunicación y por el contrario son ‘librepensadores’, pueden dejar el proceso de cambio”. Por supuesto que no estoy de acuerdo con esas declaraciones, pero las respeto porque es su forma absolutamente subjetiva de ver las cosas y de percibir la política.
Ya no estamos en el siglo XIX, para pensar que el “centralismo” y “la democracia” puedan convivir. O se es demócrata o se actúa dentro de un centralismo secante que puede derivar en una dictadura política.
Históricamente se puede ligar el centralismo democrático a las formas organizativas de la Comuna de París expuestas por Karl Marx en La guerra civil en Francia (1871), aunque se atribuye su formulación moderna a Lenin, en su obra ¿Qué hacer? (1902). Correspondió posteriormente a la forma de organización de la inmensa mayoría de los partidos comunistas después de 1917. Es una propuesta que nunca se ha concretado, con muy pocas excepciones, mayormente en los partidos comunistas y con matices.
Entender un Estado, que se dice democrático, sin el respeto al ejercicio de la libertad de expresión, escrita o verbal, relacionada además con los diversos derechos de libertad como son el de tránsito, de conciencia, de asociación, religiosa y desde luego, de pensamiento, es imposible.
Si el prohibir pensar se aplicara, sólo a los militantes del partido oficialista, no tendría mayor trascendencia; pero, aun así, resulta chocante. Porque, hasta esos militantes son ciudadanos bolivianos que tienen el derecho a disentir, a tener sus propias ideas, su propia manera de ver las cosas. Pero, que se intente extender a toda la población boliviana, eso es un desatino.
El derecho a pensar es tan igual como el derecho a respirar. “La frase libres pensadores se compone de dos palabras imperiosas, de dos palabras trascendentales.
Libre es alguien que tiene facultad para obrar dichosamente, que no es un esclavo; es alguien que es independiente, que no está sujeto a opinión o mandato de otro; que tiene esfuerzo y ánimo para hablar lo que es dichoso para todos y para sí. Pensador es aquél que piensa o medita eficaz e intensamente; es el que se dedica, discurre y examina con cuidado una cosa para dictaminar sobre ella. En palabras más sencillas, librepensador es un ser humano completo”.
Librepensador es aquél que tiene la capacidad para discurrir sin gritar; es el que tiene fundamentos para probar lo que dice, el que basa sus planteamientos en verdades; puesto que se basa en verdades, es un ser verdadero.
Por lo tanto, el que impone una creencia no solamente viola la libertad de los subordinados, también viola su propia libertad.
Por otro lado, hablar en este momento de una ideología política inexistente, no es bueno. Porque, una ideología política no se basa sólo en un eslogan como “Movimiento de Cambio”, “Socialismo del siglo XXI” o “Movimiento al Socialismo”.
Una ideología política es mucho más que eso. Marx y Lenin han vuelto en las palabras de quienes ahora gobiernan; sólo que lo han hecho en una época histórica distinta. En un ámbito diferente; es decir, se perdió en el tiempo y en el espacio.
En este siglo, los eunucos mentales han dejado de existir.
Cualquier ser humano puede ser encarcelado; pero, de ninguna manera su libertad de pensar, y eso lo comprobó quien ahora plantea no pensar. Estuvo entre rejas, pero su pensamiento perdura.
Sin embargo, dijo enfáticamente a los militantes de su partido: “Si no se someten al ‘centralismo democrático’ para fijar una posición única ante los medios de comunicación y por el contrario son ‘librepensadores’, pueden dejar el proceso de cambio”. Por supuesto que no estoy de acuerdo con esas declaraciones, pero las respeto porque es su forma absolutamente subjetiva de ver las cosas y de percibir la política.
Ya no estamos en el siglo XIX, para pensar que el “centralismo” y “la democracia” puedan convivir. O se es demócrata o se actúa dentro de un centralismo secante que puede derivar en una dictadura política.
Históricamente se puede ligar el centralismo democrático a las formas organizativas de la Comuna de París expuestas por Karl Marx en La guerra civil en Francia (1871), aunque se atribuye su formulación moderna a Lenin, en su obra ¿Qué hacer? (1902). Correspondió posteriormente a la forma de organización de la inmensa mayoría de los partidos comunistas después de 1917. Es una propuesta que nunca se ha concretado, con muy pocas excepciones, mayormente en los partidos comunistas y con matices.
Entender un Estado, que se dice democrático, sin el respeto al ejercicio de la libertad de expresión, escrita o verbal, relacionada además con los diversos derechos de libertad como son el de tránsito, de conciencia, de asociación, religiosa y desde luego, de pensamiento, es imposible.
Si el prohibir pensar se aplicara, sólo a los militantes del partido oficialista, no tendría mayor trascendencia; pero, aun así, resulta chocante. Porque, hasta esos militantes son ciudadanos bolivianos que tienen el derecho a disentir, a tener sus propias ideas, su propia manera de ver las cosas. Pero, que se intente extender a toda la población boliviana, eso es un desatino.
El derecho a pensar es tan igual como el derecho a respirar. “La frase libres pensadores se compone de dos palabras imperiosas, de dos palabras trascendentales.
Libre es alguien que tiene facultad para obrar dichosamente, que no es un esclavo; es alguien que es independiente, que no está sujeto a opinión o mandato de otro; que tiene esfuerzo y ánimo para hablar lo que es dichoso para todos y para sí. Pensador es aquél que piensa o medita eficaz e intensamente; es el que se dedica, discurre y examina con cuidado una cosa para dictaminar sobre ella. En palabras más sencillas, librepensador es un ser humano completo”.
Librepensador es aquél que tiene la capacidad para discurrir sin gritar; es el que tiene fundamentos para probar lo que dice, el que basa sus planteamientos en verdades; puesto que se basa en verdades, es un ser verdadero.
Por lo tanto, el que impone una creencia no solamente viola la libertad de los subordinados, también viola su propia libertad.
Por otro lado, hablar en este momento de una ideología política inexistente, no es bueno. Porque, una ideología política no se basa sólo en un eslogan como “Movimiento de Cambio”, “Socialismo del siglo XXI” o “Movimiento al Socialismo”.
Una ideología política es mucho más que eso. Marx y Lenin han vuelto en las palabras de quienes ahora gobiernan; sólo que lo han hecho en una época histórica distinta. En un ámbito diferente; es decir, se perdió en el tiempo y en el espacio.
En este siglo, los eunucos mentales han dejado de existir.
Entender un Estado, que se dice
democrático, sin el respeto al ejercicio de la libertad de expresión, escrita o
verbal, es imposible.
Rodolfo Mier Luzio es periodista.
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