Editorial de www.paginasiete.bo
El vicepresidente Álvaro García Linera dio una muy precisa explicación
de lo que es la democracia en el interior del MAS. Sobre el partido
dijo: “No es un club de amigos, no es un grupo folklórico. Quienes nos
incorporamos al instrumento político lo hacemos asumiendo no solamente
su planteamiento estratégico, sino que lo hacemos asumiendo sus
mecanismos de democracia interna”.
Y luego añadió que si alguien no está de acuerdo “en mantener esa forma
de trabajo puede retirarse, no hay ningún problema, tiene el derecho a
no aceptarlo, pero una vez que acepta las reglas, no es ni un grupo de
amigos ni somos librepensantes, somos revolucionarios”.
Esta visión de la política, que es la misma que la de la de los partidos
durante todo el siglo XIX y XX, es equivocada. La democracia en un país
se asienta sobre bases muy endebles si los partidos políticos, que
están en los cimientos del sistema, no son democráticos.
Una de las lacras de la política boliviana es el caudillismo, un rasgo
que ha estado presente en los 180 años de vida republicana. Más que las
instituciones valen las personas. Hoy ello es claramente evidente en el
proceso político que vive el país. Si Evo Morales abandonara la
política, el MAS se dividiría en diez facciones diferentes y su
capacidad de reproducirse en el poder sería mínima. Le sucedió, sólo
considerando los últimos 30 años, a ADN, MIR, MNR, Condepa y UCS. Hoy el
Vicepresidente advierte a los “librepensantes”. Hace dos décadas, Max
Fernández dijo que en UCS hasta los ceniceros le pertenecían. Es la
misma lógica.
La visión antidemocrática del Vicepresidente se basa en que el partido
no puede mostrar disensos, opiniones distintas, visiones diferentes a
las del jefe. La posición de García Linera se dio en el marco de
comentar el pedido de audiencia con el Jefe de Estado, en una carta
llena de concesiones, solicitada por la presidenta saliente de la Cámara
Baja, Rebeca Delgado. O sea que para quien ose salir de la línea
oficial lo que se debe esperar es el castigo. Ya le sucedió al senador
del MAS Eduardo Maldonado.
Hace dos años, cuando se registraban fuertes
protestas en Potosí, éste dijo que el Gobierno y la dirigencia
departamental debían dialogar y realizó una breve huelga de hambre. Nada
más. Y eso fue suficiente para que la ira del Gobierno lo deje como un
senador relegado. Delgado fue mucho más allá, desafió las opiniones de
la jerarquía masista. En el futuro veremos cuál será la sanción que
reciba.
Es interesante ver el cambio de ciertas opiniones entre un intelectual
fuera del poder, como lo fue García Linera, a un Vicepresidente, como lo
es ahora. García Linera insistía en la necesidad de democratizar a las
fuerzas políticas del país.
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