Editorial de www.paginasiete.bo
Es decidora la declaración del presidente Evo Morales sobre la forma en la que ha coordinado su trabajo el Órgano Ejecutivo con el Legislativo. “En la primera gestión, de 2006 a 2009, no ha habido problemas en el Legislativo; de 2010 a 2011 tampoco en la segunda gestión, pero 2012 (') es cierto, con la señora Delgado ha habido muchos problemas”, declaró Morales en un acto en Cochabamba sobre el desempeño de la presidenta de la Cámara de Diputados, Rebeca Delgado, que ha tomado recientemente posiciones autónomas e incluso críticas con respecto al oficialismo. El Primer Mandatario añadió que con Héctor Arce como presidente de la Cámara Baja, “no había problemas”.
Decimos que es decidora la opinión del Presidente porque, por lo visto, éste no concibe que en democracia es natural que existan tensiones -y acercamientos- entre el Ejecutivo y el Legislativo, y también dentro de él. Sobre todo para un aspecto tan importante como legislar, es ilógico pensar que no existirá debate y contraposición de opiniones, incluso dentro de una misma organización política.
Lo que ha vivido el país durante la democracia, y especialmente en los últimos años, es -salvo pequeñas excepciones- la presencia de un Poder Legislativo sumiso ante los deseos del Ejecutivo. Ni en éste ni en anteriores gestiones los gobiernos de turno dejaron de pensar que el Parlamento es nomás un apéndice que debe aprobar todo lo que se le pide.
Para poner un ejemplo, el año pasado el Legislativo aprobó sin chistar una ley propuesta por el Ejecutivo que declaró al TIPNIS como “intangible” (lo que impedía la construcción del camino a través de ese parque) para posteriormente, nuevamente a pedido del Gobierno, aprobar otra en sentido opuesto: la que aceptaba que se realizara una consulta en el TIPNIS (y que permitía construir la vía). Ello ocurrió en un plazo muy breve. Las dirigencias oficialistas de ambas cámaras no hicieron más que desempeñarse como “correas de transmisión” de los deseos del Presidente y su gabinete. Hubo cero críticas, cero contrapropuestas, cero proactividad, sólo sumisión ante el Palacio de Gobierno. No es nuevo (ha ocurrido siempre, como decimos), pero no por ello es algo que debe ser considerado “normal” y, menos, adecuado.
La molestia de Morales con la conducción de la Cámara de Diputados se debe, aparentemente, a la oposición que realizó su presidenta a la aprobación de la ley de extinción, resistida por importantes sectores de la población. El poderoso ministro de Gobierno, que propuso dicha ley, también criticó a Delgado. Hoy su permanencia en el cargo de presidenta de la Cámara Baja está en entredicho.
Es decidora la declaración del presidente Evo Morales sobre la forma en la que ha coordinado su trabajo el Órgano Ejecutivo con el Legislativo. “En la primera gestión, de 2006 a 2009, no ha habido problemas en el Legislativo; de 2010 a 2011 tampoco en la segunda gestión, pero 2012 (') es cierto, con la señora Delgado ha habido muchos problemas”, declaró Morales en un acto en Cochabamba sobre el desempeño de la presidenta de la Cámara de Diputados, Rebeca Delgado, que ha tomado recientemente posiciones autónomas e incluso críticas con respecto al oficialismo. El Primer Mandatario añadió que con Héctor Arce como presidente de la Cámara Baja, “no había problemas”.
Decimos que es decidora la opinión del Presidente porque, por lo visto, éste no concibe que en democracia es natural que existan tensiones -y acercamientos- entre el Ejecutivo y el Legislativo, y también dentro de él. Sobre todo para un aspecto tan importante como legislar, es ilógico pensar que no existirá debate y contraposición de opiniones, incluso dentro de una misma organización política.
Lo que ha vivido el país durante la democracia, y especialmente en los últimos años, es -salvo pequeñas excepciones- la presencia de un Poder Legislativo sumiso ante los deseos del Ejecutivo. Ni en éste ni en anteriores gestiones los gobiernos de turno dejaron de pensar que el Parlamento es nomás un apéndice que debe aprobar todo lo que se le pide.
Para poner un ejemplo, el año pasado el Legislativo aprobó sin chistar una ley propuesta por el Ejecutivo que declaró al TIPNIS como “intangible” (lo que impedía la construcción del camino a través de ese parque) para posteriormente, nuevamente a pedido del Gobierno, aprobar otra en sentido opuesto: la que aceptaba que se realizara una consulta en el TIPNIS (y que permitía construir la vía). Ello ocurrió en un plazo muy breve. Las dirigencias oficialistas de ambas cámaras no hicieron más que desempeñarse como “correas de transmisión” de los deseos del Presidente y su gabinete. Hubo cero críticas, cero contrapropuestas, cero proactividad, sólo sumisión ante el Palacio de Gobierno. No es nuevo (ha ocurrido siempre, como decimos), pero no por ello es algo que debe ser considerado “normal” y, menos, adecuado.
La molestia de Morales con la conducción de la Cámara de Diputados se debe, aparentemente, a la oposición que realizó su presidenta a la aprobación de la ley de extinción, resistida por importantes sectores de la población. El poderoso ministro de Gobierno, que propuso dicha ley, también criticó a Delgado. Hoy su permanencia en el cargo de presidenta de la Cámara Baja está en entredicho.
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