Editorial de Chocó 7 días. Edición 860. Mayo 11 de 2012.
Esta semana, cuando se discutía en la Asamblea de Antioquia el Plan de Desarrollo, el diputado Rodrigo Mesa Cadavid dijo que “la plata que uno le meta al Chocó, eso es como meterle perfume a un bollo”.
Palabra más, palabra menos, y ratificado en cualquier diccionario de regionalismos, el diputado Mesa Cadavid insultó al pueblo chocoano al compararlo con un excremento, con una mierda, con una caca.
De inmediato la ofensa generó el repudio de la gran mayoría de la opinión nacional, incluyendo la antioqueña, y la justa indignación del Chocó. Acorralado, el guache y grotesco diputado simuló ofrecer disculpas por su agravio e intentó retroceder arguyendo que “fue un malentendido”.
Claro que no hubo malentendido. Se trata de la reiteración de un vulgar estereotipo discriminatorio y racista, subyacente en la ideología de actual sistema de dominación oligárquico que destruye a Colombia, y que aflora aquí y allá de manera recurrente por distintos conductos.
Hace pocos meses el ex ministro del Interior del gobierno de Álvaro Uribe y ex embajador en Roma, Sabas Pretelt de la Vega, intentó disuadir al periodista italiano Lorenzo Cairoli de viajar al Chocó afirmando: “¿Para qué vas al Chocó, si allá solo hay negros y mosquitos".
Y hace pocos años el Ministro de Hacienda del gobierno de Uribe, Alberto Carrasquilla, resumió esa política insultante cuando expresó sin desparpajo alguno que "el Chocó es una carga para el país".
En la década del cincuenta del siglo pasado, cuando apenas daba sus primeros pasos como ente departamental, el entonces presidente Gustavo Rojas Pinilla planteó que el pueblo chocoano era una especie de minusválido e incompetente y que por tanto se requería desmembrarlo y entregarlo a los departamentos vecinos.
Y desde mucho antes hicieron carrera y se aceptaban como “tesis brillantes” las distintas elucubraciones racistas y fascistoides de personajes de la política.
Retrotrayendo los disparates difundidos por los españoles en el oscuro período colonial, Laureano Gómez, dirigente conservador y más tarde Presidente de Colombia, en conferencias dictadas en 1928 en el Teatro Municipal de Bogotá, decía sin desparpajo alguno lo siguiente:
"Nuestra raza proviene de la mezcla de españoles, de indios y de negros. Las dos últimas caudales de herencia son estigmas de completa inferioridad".
Y agregaba: "El espíritu del negro, rudimentario e informe, como que permanece en una perpetua infantilidad. El predominio de los negros en una nación la condena al desorden e inestabilidad política y económica”.
Los sectores dominantes del poder en Colombia desprecian al pueblo chocoano, no atienden sus angustias y lo mancillan con todo tipo de injurias, estigmatizaciones, baldones y vejámenes. Para ocultar las políticas que niegan derechos a las mayorías que padecen la pobreza y acrecientan la desigualdad social, las camarillas usurpadoras del gobierno nacional vomitan a diario falsedades.
En el fondo del ultraje del diputado de Antioquia pervive el estiércol ideológico que “justifica” y consolida la opresión económica a los desahuciados de Colombia, la escoria mental de los fariseos que tortura de manera incesante el cerebro de los desposeídos.
Pero tanto va el cántaro al agua hasta que se rompe. Poco a poco, crece y crece la inconformidad en las playas a oscuras de Pizarro, en los ranchos inundados del Atrato, en las aulas destartaladas y sin maestros, en los centros de salud destruidos y sin medicamentos, en los tambos indígenas desesperanzados de las cabeceras de los ríos, en los pequeños entables mineros amenazados por las incautaciones del gobierno, en los ventorrillos callejeros conminados a pagar impuestos.
Los agravios no amilanan al pueblo. Por el contrario, motivarán el despertar de un gigante que con solo mover una mano disolverá las telarañas del pasado.
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